matrimonio, timidez y perversión 56
RelatosEroticosDRKCapítulo (56)
-Que no va a haber intercambio –dije con seguridad- no
estamos preparados para algo así y dudo que lo lleguemos a
estar.
-¿Estás seguro? –Preguntó Daniela- porque a mí no me dio
esa impresión. Sara estaba entregada a Roberto y tú
empalmado viéndola en sus brazos y sin hacer nada por parar
aquello. Y ella, estoy convencida, que si en lugar de yo
hubiera sido Judith la que te masturbaba allí en medio de la
pista te hubiera dado carta blanca para continuar con lo que
estabas haciendo y ella entregarse definitivamente a Roberto.
Callé porque tenía razón. Yo lo sabía y Sara también, ambos
nos lo habíamos confesado durante aquella conversación que
mantuvimos el domingo por la tarde. Si nuestras parejas
hubieran sido otras, ya hubiéramos consumado un
intercambio o una infidelidad consentida o lo que fuera
aquello.
-Veo que tú también lo tienes claro –dijo ella deduciendo por
mi silencio- entonces, ¿cuál es el problema? Ambos
reconocéis que os sentís atraídos por Rubén y Judith, ellos
están dispuestos a ayudaros a dar ese paso en un ambiente de
confianza y, créeme, vais a disfrutar como nunca…
-Tengo miedo, vale –dije alterado y levantándome de la silla-
hay veces que no reconozco a Sara, está desatada y, cada vez
que se excita, pierde los papeles llegando a hacer cosas que
nunca la imaginé capaz de hacer. Lo mismo me dice que
quiere parar todo esto que al día siguiente deja la puerta
abierta a un intercambio… no soy capaz de entenderla…
-Yo sí –me dijo abrazándome por detrás sin saber en qué
momento se había levantado de su silla- yo pasé por lo
mismo que ella. Me empecé a descubrir a mí misma o a una
parte que hasta ese momento había permanecido oculta…
Quise girarme para mirarla, sorprendido por su confesión,
pero ella me lo impidió.
-Pero yo no tuve a nadie que me guiara ni me aconsejara,
perdí los papeles por completo e hice auténticas barbaridades
–siguió confesándose- no tenía límites ni una pareja como tú
que intentara comprenderme o apoyarme…
-¿Y Rubén? –pregunté yo extrañado por lo que acababa de
decirme.
-Rubén vino después de mi caída. Yo por aquella época tenía
otra pareja, menos comprensible y bastante más celoso que
él… una pareja que nunca hubiera entendido lo que me
estaba pasando y menos comprenderlo…
-¿Y qué pasó? –estaba intrigado por toda aquella historia que
me estaba contando.
-Pues lo que tenía que pasar, que me pilló follándome a un
amigo suyo –dijo recordando aquellos hechos- la verdad es
que al pobre le costó lo suyo darse cuenta de todo porque,
cuando nos pilló, ya había perdido la cuenta de los tíos con
los que me había acostado a sus espaldas…
Hubo un momento de silencio que yo no quise romper, ella
estaba sumida en sus recuerdos y respeté sus tiempos,
esperando que estuviera preparada para continuar.
-La que se montó fue buena. Gritos, peleas e incluso llegó a
pegarme a mí y, evidentemente, me dejó… cosa totalmente
comprensible –continuó ella- un drama, vaya. Me tuve que
cambiar de ciudad y empezar de cero, allí era una puta
incomprendida… pero tuve suerte, encontré a Rubén y me
descubrió un mundo que desconocía.
Ella continuaba abrazada a mí por mi cintura y apoyó su
cabeza en mi hombro, hablándome cerca del oído como le
gustaba a ella hacer cuando estaba cerca de mí.
-Lo que quiero decirte con todo esto es que, si yo fuera tú,
aceptaría ese intercambio –me dijo cogiéndome por
sorpresa- como bien dices, ella está desatada y deseando
probar cosas nuevas, recordando lo sucedido el sábado y con
un hombre como Roberto que no dejará pasar la oportunidad
de aprovecharse de la situación… acepta y disfrutareis los
dos juntos, en un ambiente controlado por los dos y evitaras
que ella vaya buscando fuera lo que tú le niegas…
Estaba abrumado por todo aquello, completamente
sobrepasado y aun asimilando su historia y su consejo.
-Lo que habéis iniciado, Carlos, no tiene vuelta atrás –siguió
ella intentando convencerme- Sara ha descubierto una nueva
faceta que le gusta y a la que no va a renunciar. Una mujer
atractiva y poderosa, dueña de su sexualidad, una mujer que
cada vez va a ir tomando más peso en su vida hasta que casi
no quede nada de la antigua Sara. Y tú solo tienes dos
opciones, aceptarlo y unirte al cambio, disfrutando de tu
nueva vida o luchar contra ello y perder a Sara
definitivamente.
Yo estaba sumido en un mar de dudas. No estaba seguro de
ser capaz de ver a Sara entregada a otro hombre. Aquella
dualidad de dolor, celos y excitación cuando la había visto
siendo manoseada por Roberto no era nada con verla siendo
follada por otro que no fuera yo. Pero tampoco quería
perderla, eso jamás.
Me dejé caer de nuevo sobre la silla, consternado con la
decisión que debía tomar. Y Daniela, aprovechó para
sentarse sobre mi regazo dejando delante de mis ojos
aquellas dos maravillas que tenía por pechos.
-Te gustan ¿verdad? –dijo mientras notaba su culo moverse
sutilmente sobre mi entrepierna que empezaba a agitarse ante
tanto estímulo- siempre has tenido debilidad por ellas, por
eso siempre hago lo imposible para darte una buena visión…
Se ladeó, inclinándose hacia mí y mejorando la visión que
me ofrecía su generoso escote, pudiendo apreciar el encaje
de su sujetador y buena parte de sus generosas mamas. Yo
solo podía mirar y deleitarme con aquellas ubres que siempre
me atrapaban. Tenía razón, eran mi debilidad y ella lo sabía.
Abrió un par de botones y dejó al descubierto sus pechos
ocultos parcialmente por un sujetador de encaje negro que
realzaba aquellas dos preciosidades y donde se notaban las
dos protuberancias de sus pezones totalmente enhiestos.
Sabía que me tenía a su merced, disfrutaba jugando conmigo
y yo no era rival para ella.
-No sabes las veces que he fantaseado contigo –me dijo
mientras observaba mi rostro fijo en sus tetas y su culo se
frotaba contra mi entrepierna provocando que tuviera ya una
erección considerable- y lo del sábado ya fue la hostia… por
un momento pensé que por fin iba a cumplir mi fantasía pero
no, aun sacaste fuerzas para negarte y evitar lo inevitable…
Daniela cogió mi mano y la posó sobre su muslo desnudo y
ésta, instintivamente, empezó a moverse subiendo
acariciando su piel tersa y suave, notando la calidez cada vez
más cercana de su sexo.
-¿Crees que eso me hizo dudar? –siguió hablando ella y yo,
casi ni la escuchaba, demasiadas sensaciones nuevas y
placenteras que colapsaban mi mente- al contrario, siempre
me han gustado los retos… y tú lo eres, Carlos, estoy
deseando que llegue el momento en que sienta tu polla
clavada en mi interior…
Por fin mi mano llegó a su sexo, cubierto por un tanguita
empapado, que no tardé en acariciar notando su calor, su
humedad, oyendo el gemido quedo que se escapó de la
garganta de Daniela.
-Pero aún no ha llegado ese momento… -dijo apartando mi
mano del interior de su falda, levantándose y abrochándose
los botones de su blusa.
Yo no entendía nada. La miraba sin comprender que estaba
pasando, con mi mano húmeda fruto de sus fluidos, con un
empalme más que evidente y, supuse, con una cara de
gilipollas total. Otra vez había jugado conmigo.
-No te preocupes –dijo viendo mi expresión confusa- ya
queda menos para que podamos los dos disfrutar el uno del
otro. Pero primero debes decidirte: aceptar el intercambio y
ver como Rubén hace gozar a Sara o jugártela, tentar a la
suerte. Si eliges la segunda opción, te puedo asegurar que
este mismo fin de semana Roberto se follará a tu mujer y tú
lucirás unos buenos cuernos. Eso sí, elijas lo que elijas, ella
lo pasará bien. Eso te lo puedo asegurar de primera mano…
Me levanté de la silla con una mezcla de sentimientos que
era incapaz de asimilar. Excitado todavía al haber tenido su
sexo entre mis manos. Confuso por haberme parado antes
que la cosa fuera a mayores cuando ella misma me había
dicho que deseaba aquello con locura. Sorprendido por sus
palabras que daban a entender que ella ya se había follado a
Roberto y le había gustado la experiencia. Asustado por la
confianza que mostraba en sus palabras, dándome a entender
que solo tenía dos opciones y en las dos debía entregar a
Sara a otro hombre. Y acojonado porque, por primera vez,
fui consciente que ella tenía razón. Si me limitaba a no hacer
nada, viendo lo que Sara se había dejado hacer el sábado por
la noche, fui consciente que mi mujer iba a acabar en la
cama de Roberto.
Me dirigí a la puerta algo aturullado y fue la propia Daniela
la que me abrió la puerta de su despacho invitándome a salir.
Solo había una persona cerca viendo mi salida de aquel
despacho. Una sola persona que pudo ver el bulto en mi
entrepierna, mi rostro sofocado, la sonrisa de satisfacción de
Daniela y, como no, su ropa algo descolocada y sus pezones
marcados en la blusa. Y para mi desgracia, esa persona era
Sara.
Continuará…