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Lara termina de envolver un cenicero, le pone un moño y lo entrega. Con la práctica ha mejorado un poco y ahora sus paquetes se ven bastante aceptables. Se aparta el pelo de los ojos y observa que solo tiene una persona esperando, lo que le permite proyectar un descanso, quizá con un café.

Este es el segundo día de fotos con Papá Noel y, luego de la locura que fue la tarde anterior, las cosas parecen algo más tranquilas. Ahora Orlando está haciendo pasar a una nena de largo pelo rubio, que se abalanza sobre la falda de Ana. Lara termina el nuevo paquete, un sencillo salero, y al entregarlo ve con pesar que han aparecido otras dos personas. Adiós al descanso.

En los últimos días ha ido desarrollando tal rechazo contra los papeles, las cintas y los moños, que de solo verlos se siente asqueada. Decide que es mejor pensar en otra cosa. La carta. Ya tiene resuelto que saldrá de viaje el cuatro o el cinco de enero, apenas cobre el sueldo, y necesita pensar en la carta que va a dejarles a sus padres.

Queridos papá y mamá:

Les pido que no se preocupen, pero decidí irme de viaje sola.

No, no. Tiene que tener un tono más ligero, como si todo el asunto no tuviera demasiada importancia.

Queridos papá y mamá:

Quizá cuando lean esta carta yo ya esté en Córdoba. Me imagino sus caras de sorpresa. Fue una decisión de último momento, cuando recibí una invitación de Mariana para visitarla.

Una mujer le extiende una caja. Es una muñeca.

—Moño rosa, por favor.

Lara observa la bolsa de moños. No hay rosa.

—Puede ser blanco o violeta.

La mujer la mira con fastidio.

—No sé para qué vengo a esta tienda. Blanco, entonces.

Lara pone un moño blanco y sonríe. ¿Cómo va a explicarles sus motivos?

Ya tengo edad para irme sola de viaje, pero sé que no siempre estamos de acuerdo y supuse que ustedes se iban a oponer.

En realidad, es su padre el que siempre se opone a todo. Si fuera por la madre, podría hacer muchas más cosas. Pero él…

Pensar que antes lo consideraba un padre maravilloso… ¿Lo era realmente? Ahora no está tan segura. Sí, se divertían. Y luego llegó un momento en que se puso insoportable. ¿Cuándo fue? Después de que ella cumpliera doce o trece, quizá catorce.

Lara levanta la vista del paquete que está envolviendo y mira a Orlando. Tiene cara de cansado. ¿Habrá salido la noche anterior?

En el último tiempo, papá cuestiona todo lo que hago, con quién salgo, adónde voy, a qué hora vuelvo. Estoy cansada de pelearme.

¿Le conviene ser tan directa? Alguna vez se lo tiene que decir. Ahora Orlando la está mirando. Más temprano le preguntó si le gustaría ir al cine el sábado. Lara dijo que aún no sabía si podía, que le contestaba al otro día. ¿Por qué hizo eso si no tiene nada que hacer el sábado? Además, lo pasó muy bien con él en la heladería dos días atrás.

Imagina la cara de su padre si se entera de que sale con él. ¿Y eso por qué tiene que importarle? A los dieciocho años, uno tiene derecho a salir con quien quiere.

Un hombre le extiende cuatro enormes cajas de juguetes.

—Todas con envoltorios distintos, por favor. Así no me confundo.

Empieza a buscar entre los papeles. ¿Hay cuatro distintos?

Voy a estar afuera un tiempo largo, cinco o seis meses, tal vez más.

Por favor, acepten que tengo edad para manejar mis cosas.

Va a salir el sábado con Orlando, decide. Y si a su padre no le gusta, problema de él. Acaba de terminar con los cuatro paquetes. Ahora llega una mujer con un enorme oso de peluche. ¿Cómo se envuelve eso?

No se inquieten por nada, porque voy a poder arreglarme sola. Este viaje es un desafio importante para mí.

Su mirada se cruza con la de Orlando. Los dos sonríen al mismo tiempo. Se siente agotada. ¿Podrá sentarse un momento después de este paquete? Todavía le quedan cincuenta minutos antes de la pausa para el almuerzo. Esta vez irá a su casa a comer. Seguro su madre le dejó algo preparado. Va a llamarla antes de salir para que se lo caliente.

Vuelve a concentrarse en la carta. Quizá sea mejor no escribir lo de los cinco o seis meses, considera, para no asustarlos. Se imagina la expresión de terror de su madre al leerlo. Además, no está del todo segura de que vaya a viajar tanto tiempo. Es posible que a los dos o tres meses se aburra y quiera regresar.

Vuelve a mirar en dirección a Orlando. Se sacó la gorra, debe tener calor. Sí, el sábado va a salir con él. Pero en la casa va a decir que se reúne con amigas.

Entrega el último paquete y hace ejercicios con el cuello. Está cansada, pero se consuela pensando que falta poco. Llega una chica de unos veinte años con una caja de herramientas para envolver.

—Mejor un papel oscuro —dice cuando ve que ella está por usar el que tiene mariposas—. Es para mi papá.

Lara asiente y cambia el papel. La chica tiene un buen corte de pelo, más largo adelante que atrás. Así quisiera cortárselo. Puede que lo haga el sábado a la mañana, si es que su madre acepta acompañarla. No le gusta ir a la peluquería sola.

La chica se va, no hay nadie atrás. Lara aprovecha para sentarse. Le duelen los pies, otra vez se dejó tentar por los zapatos que más le gustan.

Su estómago ruge de hambre. Tiene tantas, pero tantas ganas de estar en su casa, que cada minuto le parece eterno.

Vuelve a pensar en la carta. En realidad, es mejor que sea corta. Para qué pelearse, si ni siquiera sabe cuánto se va a quedar.

Queridos papá y mamá:

Estoy camino a Córdoba, por invitación de Mariana. Apenas llegue los llamo.

Besos, Lara.

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