¿Y lo estabais buscando?

¿Y lo estabais buscando?

Ana Iris simón

Hace un par de semanas, una amiga se plantó en mi casa a las ocho de la noche y sin avisar, como si esto fueran los noventa. Nos pilló en mitad del caos, con el de un año restregándose el puré por el pelo y el de dos preguntándonos que dónde estaba su capa de Batman mientras daba saltitos. Los juguetes regados por el suelo completaban una escena bastante anticonceptiva, pero mi amiga se había plantado en mi casa a las ocho de la noche y sin avisar para anunciarnos que su bando no era el de los cobardes: estaba embarazada.


En esas apareció mi madre, que tras las felicitaciones de rigor comenzó con las preguntas: que si tenía náuseas, que cuándo salía de cuentas. Todas ellas rutinarias hasta que llegó el colofón: “¿Y lo estabais buscando?”, le dijo.


Mi amiga tiene 32 y lleva más de 15 años junto al que desde hace dos es su marido. Pero si tuviera 10 años menos o no tuviera pareja, habría sido una pregunta igual de improcedente. De un tiempo a esta parte nos han venido insistiendo en que está feo preguntarle a las mujeres cuándo piensan quedarse embarazadas. Sin embargo, no hay conciencia ninguna sobre lo improcedente que es interrogar a las embarazadas sobre si deseaban estarlo o fue de penalti.


Porque la pregunta “¿lo estabais buscando?” encierra en sí misma una afirmación: que habría alguna diferencia entre los bebés buscados y los encontrados. Que serían de algún modo distintos, lo cual implicaría asumir o bien que la conciencia que uno pone en el desparrame energético y glutinoso que es el coito influye en su fruto, o bien que uno amará de manera distinta ese fruto dependiendo de si ha sido concebido con conciencia o sin ella. Lo curioso es que las personas a las que más he visto hacer la preguntita de marras, los boomers, suelen presumir de no creer más que en la ciencia. Y en un altísimo porcentaje “no fueron buscados”, por eso son la última generación en la que tener dos, tres o cuatro hermanos es algo habitual.


Pero la pregunta dice más de nuestro tiempo que de los boomers, porque lo que realmente subyace en el “¿y lo estabais buscando?” es la idea de que lo único que merece ser valorado, que lo único incluso que merece ser vivido es aquello que uno elige. Un pensamiento que se ramifica en otros, del mito capitalista del hombre hecho a sí mismo al rechazo progresista a aquello que no se escoge, ya sea la familia, la patria, el sexo biológico o la propia vida. Para nosotros, los modernos, lo heredado es casi siempre servidumbre y rara vez regalo. Desde nuestro estrecho punto de vista, la libertad solo puede residir en rechazar aquello que nos ha sido impuesto, casi nunca en aceptarlo e incluso amarlo.


Mi amiga le respondió a mi madre con total normalidad que sí, que su bebé era buscado, porque igual soy yo la única a la que esa pregunta se le hace extraña, quizá es que me estoy haciendo vieja o idiota. Sobre la mesa del salón, cerca del plato de puré que mi hijo se afanaba por desparramar, había una felicitación navideña. En ella aparecía la Sagrada Familia, recuerdo eterno de lo que celebramos estos días: el infinito amor que trajeron quienes fueron tan libres como para decir sí a lo no elegido: primero al pesebre, luego a la cruz. La llegada del niño que alumbró el mundo. Y de la madre de luz que nació con él.


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