Warder Clyde Allee y la selección en beneficio del grupo
Vamos a retroceder hasta el siglo XVII. George Fox, hijo de un burgués del sector textil de Leicester (Inglaterra), fue el fundador de una de las ramas más extrañas del cristianismo. Durante su vida, predicó un pacifismo y no violencia radicales y un retorno al cristianismo arcaico, incitando por tanto, a la vida austera, tranquila y deplorando las riquezas y desigualdades. Además, nunca estableció un culto estricto y recto en el cual los seguidores de este dulcinismo reconvertido, cosa que ha permanecido en el tiempo y que ha permitido mantener a la corriente religiosa un progresismo inusitado dentro del cristianismo. Fox, en uno de los múltiples juicios en los que se vio inmerso por su actividad religiosa y por la defensa de los más pobres, aseveró ante el juez “que tiemble en la palabra del señor” en todos vosotros y, para gloria de la historia de las burlas, el juez de turno llamándolo, a él y a sus seguidores, Quakers, o “los temblorosos”.
Efectivamente, George Fox fundó la rama cristiana de los Cuáqueros. Es importante conocer que esta rama cristiana se trasladó a los EE.UU, junto con las otras ramas cristianas con problemas en la Europa del siglo XVII, y formaron comunidades más o menos cerradas, al igual que las otras ramas cristianas, en el nuevo mundo. En estas comunidades, como han destacado numerosos sociólogos, entre ellos Max Weberen su clásico estudio sobre el protestantismo y el capitalismo, primaba la cooperación entre los componentes de la comuna que, en pocas ocasiones, formaban grupos familiares consanguíneos.
Pero, ¿Por qué empezar un ensayo sobre biología con el fundador de los Cuáqueros?
Hoy hablaremos de Warder Clyde Allee, uno de los biólogos evolucionistas más importantes del siglo XX y, también, un cuáquero convencido. Cuando escribía ciencia, lo primero que solía hacer Clyde Allee era declarar que era cuáquero y que, si bien tomaba la perspectiva de la ciencia objetiva (oxímoron), el tenía unas ideas que, intentaría, no modificarían en sustancia los resultados de sus experiencias. Por ejemplo, cuando en plena 2ª Guerra Mundial escribía un artículo sobre el origen biológico de la guerra, encabezó su escrito de la siguiente forma:
“Es necesario aclarar que el presente análisis se hace desde el punto de vista objetivo de la ciencia. No obstante, debo advertir a los lectores que largas reflexiones sobre los problemas conexos me han obligado a adoptar como individuo una posición pacifista algo radical” (1).
Un cuáquero pacifista radical y creyente en las bondades de la cooperación se puso manos a la obra para investigar la naturaleza de la cooperación animal y el altruismo. Nacido en 1885, Allee creció en una de estas comunidades cuáqueras donde recibió la educación que le permitió estudiar y cursar el doctorado en zoología en la recientemente fundada Universidad de Chicago. Su esposa, también cuáquera, fue una prolífica escritora de literatura infantil. Este don de su esposa, permitió a Allee tener una de las prosas más asequibles dentro del mundo científico. En 1921 pasó pertenecer al departamento de zoología de la Universidad de Chicago, y allí permanecería más de 30 años, y fue desde esta atalaya escribió sus trabajos más destacados. Fue uno de los fundadores de la Ecología, término acuñado en 1869 por el eminente embriólogo alemán Ernst Haeckel y, como ecólogo formado en los años 20, Allee centró su eje investigador en la ecología de los diferentes organismos más que en la evolución del propio organismo. Comenzó sus estudios, precisamente, abordando la fisiología y ecología de los “conglomerados animales” para ver si, efectivamente, se producía cooperación o no (su definición de cooperación podríamos asimilarla a la definición evolutiva de altruismo). Pensaba que, en los casos de escasez de población, los pequeños grupos resultantes no podrían hacer frente a las inclemencias del medio y perecerían y que, por tanto, debería existir algún mínimo de colaboradores dentro de un grupo para que la situación fuera provechosa. Clyde Allee estaba desafiando al mismísimo Malthus en una época en la que triunfaban en toda Europa sus tesis (La expresión “supervivencia de los más aptos” se popularizó dentro del mando Alemán durante la 1ª Guerra Mundial). Su obra más célebre, “Animal aggregations: A study in general sociology”, escrita en 1927, recopilaba todos los experimentos que Allee había realizado sobre esos “conglomerados”. Comentaremos brevemente 2 de sus experimentos más conocidos que aparecen en la obra que resume, en todos los aspectos, la carrera de Warder Clyde Alle (2):
El primero de todos ellos consistía en someter a estrés hídrico a diversos individuos del grupo de los isópodos. Como animales acuáticos, pierden constantemente su balance hídrico al someterse a la desecación del aire. Allee quería saber si esta desecación (que podía producirse, por ejemplo, en pequeñas charcas costeras o en charcas temporales, en isópodos dulceacuícolas) variaba en función de si el isópodo se encontraba solo o acompañado. En otras palabras, Allee se preguntaba si la probabilidad de supervivencia de un isópodo cuando está sometido a estrés hídrico se incrementa cuando la sufre en grupo. Para ello sometió a estrés hídrico a los isópodos colocándolos sobre tiras de papel absorbente y midiendo la tasa de pérdida de agua corporal. Dispuso a los isópodos en 2 grupos: 10 isópodos solitarios y 10 grupos de isópodos. Al cabo de 8 horas, aproximadamente, los 10 isópodos solitarios habían muerto por falta de agua mientras que los 10 grupos de isópodos continuaban manteniendo, en todos sus componentes, un estado óptimo de hidratación. Concretando, en los isópodos que estaban en grupos, los individuos habían perdido, en promedio, el 16% de su peso corporal, mientras que los malogrados isópodos individuales sobrepasaban el 40% de pérdida.
El segundo experimento se centraba en la supervivencia de los individuos ante posibles tóxicos. En este caso, Allee eligió una solución de plata, y como animal de investigación escogió al género de platelmintos Convoluta. Realizó una prueba similar a la anterior: 10 grupos de platelmintos contra 10 platelmintos solitarios. Los individuos solitarios morían en menos de un día, mientras que los grupos aguantaban 48 horas.
Este hecho empírico que se observa en muchos grupos de organismos, consistente en un fitness incrementado con respecto a sus coéngners solitarios, ha quedado reflejado en el cuerpo teórico de la ecología y de la biologa evolutiva como efecto Allee (Fig. 1).
Figura 1. Diferentes tipos de efecto Allee que podemos encontrarnos en el estudio de las dinámicas poblacionales.
Más de 15 años después de la publicación de su obra magna, Sewall Wright, uno de los responsables de la síntesis moderna de la teoría evolutiva, o neodarwinismo, modelizó la selección favorecida a nivel de grupo. Con sus modelos se podía predecir que, aquellos grupos con mayor proporción de cooperantes mantendrían poblaciones más elevadas que los formados por no cooperantes. Allee no pudo más que apoyar a Wright.
La pregunta que surge, después de conocer someramente algunos aspectos de la vida de Warder Clyde Allee, es evidente ¿Estaba siendo Allee parcial al interpretar así sus resultados? ¿Se estaba dejando llevar por su ideología cuáquera? La Respuesta no puede ser otra que una moderada afirmación. Afirmación porque es un hecho que una concepción tan cooperativa de la naturaleza humana debe presentar vasos comunicantes con la investigación general que uno realiza en la naturaleza, y moderada porque parece que muchos autores están empeñados en hacer afirmaciones rotundas de este tipo solo cuando se trata de autores que tenían, o tienen, ideas diametralmente opuestas al paradigma establecido. Lee Alan Dugatkin, por ejemplo, en su obra sobre la la búsqueda científica del altruismo (3), destaca que Allee o Kropotkin fueron hombres que no supieron separar adecuadamente ideología y ciencia, mientras que Haldane, Fisher o Hamilton, todos favorables a una explicación ortodoxa de la evolución del comportamiento altruista, supieron separarlo o, directamente, no tenían ideología.
Todos tenemos ideología, incluso el apolítico Hamilton (según Dugatkin). De hecho es, cuanto menos sorprendente, que Dugatkin escriba: “A diferencia de Kropotkin, Huxley o Allee, parece que Hamilton no tenía inclinaciones filosóficas, políticas o religiosas que influyeran sobre sus opiniones” para, acto seguido, escribir:
“Desde luego, su imagen del mundo no era sentimental, no lo veía como un lugar donde abundara el altruismo e incluso sostuvo algunas opiniones polémicas sobre la eugenesia y llegó a proponer el infanticidio en el caso de bebés gravemente discapacitados” (4).
¿Alguien comprende semejante despiste en un investigador tan laureado como Dugatkin? Nosotros, desde luego, no, pero compartimos su análisis sobre Allee. Era un hombre que buscaba justificación de sus convicciones éticas en la naturaleza. Pero él hacía algo que pocos científicos de la época, y de la actualidad, hacen (por diferentes motivos): declarar su ideología sinceramente para que, el lector, pueda formarse una idea sobre los puntos débiles del propio autor. ¿Habló alguna vez William D. Hamilton sobre sus tendencias eugenésicas cuando escribió sus históricos artículos sobre la selección por parentesco? ¿Habló alguna vez el eminente Richar Dawkins de su predilección por el socialiberalismo en el prefacio del “Gen Egoísta”?
La biología, sobre todo una ciencia histórica como es la evolución, tiene todavía mucho que aprender de las ciencias sociales.
REFERENCIAS:
- W. C. Allee (1940). Concerning the biology of war. Warder Clyde Allee Papers, Special collection, University of Chicago. Citado por L.A. Dugatkin (2007) en Qué es el altruismo: la búsqueda científica del origen de la generosidad. Katz Editores.
- W. C. Alle (1927).Animal aggregations: A study in general sociology. Citado por L.A. Dugatkin (2007) en Qué es el altruismo: la búsqueda científica del origen de la generosidad. Katz Editores.
- L.A. Dugatkin (2007) en Qué es el altruismo: la búsqueda científica del origen de la generosidad. Katz Editores. p. 84-85
- L.A. Dugatkin (2007) en Qué es el altruismo: la búsqueda científica del origen de la generosidad. Katz Editores, p. 167