Volver a empezar

Volver a empezar



‘No me puedo creer que estuvieses viviendo durante casi 5 años en Barcelona y nunca hubieses visitado Castelldefels’ Sinceramente, yo tampoco, pensé yo, mientras las palabras de mi amiga Marta resonaban en mi cabeza retumbaban, al tiempo que yo contemplaba el castillo, absorta.

En realidad, nunca sentí la necesidad de salir de Barcelona en esos 5 años. A lo más lejos que llegué fue al Ikea de Badalona, y fue por la imperiosa necesidad que tenía de amueblar a bajo coste mi diminuto y compartidísimo piso de estudiante. Tampoco fuí a Montserrat, ni me acerqué al Pirineo, de hecho tan sólo recuerdo haber hecho un amago de acercarme a la playa de la Barceloneta una vez.

Así que cuando aquel taxi de Castelldefels nos dejó justo al lado del castillo, me pregunté a mi misma el motivo por el cual me había autoaislado de ese modo en la ciudad. Supongo que el hecho de ser de pueblo y de una zona costera tenía mucho que ver. Al final, Barcelona era una gran ciudad, algo que yo nunca había experimentado, y sin embargo llevaba viendo y disfrutando de fabulosas playas y calas desde que tenía uso de razón.


Aún así, no había excusa para no haber dedicado al menos unos días en 5 años a conocer y recorrer, no ya Cataluña, pero sí al menos la provincia de Barcelona.

La parte positiva de todo esto es que ahora podría hacerlo, con más cabeza, más ganas de disfrutarlo todo por primera vez y encima a gastos pagados por la empresa: teníamos dinero para taxis en Castelldefels y restaurantes como para pegarnos un viaje ‘a cuerpo de diputado’, como le gustaba decir a Marta. La parte negativa, por supuesto, era que habíamos ido a trabajar, y en eso no nos íbamos a parecer a ningún diputado, a nosotras sí que se nos iban a exigir resultados. De todos modos, estábamos echando los cálculos necesarios para tratar de concentrar todo el trabajo lo máximo posible, a fin de que nos quedara al menos un día de relax para disfrutar de la playa, ahora que empezaba a hacer bueno y que los turistas aún no abundaban. Como persona de costa que soy, sé que para nosotros los mejores meses del año siempre son antes del verano, cuando el sol te calienta y es agradable pasear cerca del mar, o en septiembre, cuando muchos de los turistas ya se han marchado y el mar sigue calentito, para tomar los mejores baños.

Castelldefels, a pesar de ser un lugar asociado al turismo, es también una de las 100 ciudades europeas, junto con Gavá que formarán parte de la red Intelligent Cities Challenge (ICC). Marta estaba encantada con el trabajo que nos llevó a Castelldefels y después nos llevaría a Gavá, ya que ella es de allí.

La red ICC es una iniciativa de la Comisión Europea para potenciar las tecnologías emergentes e impulsar medidas ambiciosas para mejorar la calidad de vida de la ciudadanía y garantizar el crecimiento, la sostenibilidad y la resiliencia.

Por supuesto, una compañía como la nuestra, líder en el sector de renovables y economía circular, no podía dejar escapar una oportunidad como esta. La agenda 2030 está sobre la mesa y diez años pasan volando, sobre todo cuando se trata de implantar toda una serie de medidas de carácter estructural.

Así que me encontraba yo absorta pensando precisamente en eso, en la rapidez del paso de los años, en la ‘resiliencia’ del castillo que tenía justo en frente, y en si realmente estaba esta vez donde quería. Las crisis existenciales te atacan en los momentos y en los lugares más inoportunos.

Había estudiado ciencias ambientales porque realmente mi conciencia sobre el medio ambiente era algo que se había despertado en mí desde niña. Sin embargo, y desde que comencé a trabajar, lo único que había visto habían sido proyectos realmente buenos y novedosos desestimados por los políticos de turno porque no los presentaba la empresa que ellos querían o porque ‘les faltaba algún requisito’, lease, que los presente la empresa que ellos querían, vayáse usted a imaginar porque. En cambio, otros proyectos mediocres, basados en palabrería, powerpoints, folletos y chapas, eran ensalzados como el no va más en favor del medio ambiente. El año pasado había repartido más tote-bags que una azafata en una feria de turismo. Tote-bags subvencionadas a precio de oro.

Los objetivos siempre eran los mismos, o similares:

●    Crear una estrategia basada en la economía circular y la digitalización.

●    Diseñar un entorno virtual individualizado donde el ciudadano/a y empresas locales puedan informarse de la repercusión directa de sus acciones en relación con la huella de carbono.

●    Propiciar un ecosistema local formado por agentes de la cuádruple hélice (administración, centros de investigación, empresas y sociedad civil) que permita co-crear de forma innovadora las acciones y las futuras implementaciones posibles.

En esos momentos, todas esas palabras sonaron vacías en mi cabeza. Supe que no quería formar parte de todo eso, que no quería ser cómplice. Me subí a ese taxi Castelldefels y le pedí que me llevara hasta la playa.

Ni siquiera me despedí de Marta en ese momento, tenía algo más importante que hacer: pasear descalza junto al mar y decidir que iba a hacer, de verdad, el resto de mi vida. Porque mi vida empezaba en ese momento.

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