Voces de Chernóbil

Voces de Chernóbil


Nota histórica

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NOTA HISTÓRICA

Belarús[1]… Para el mundo somos una terra incognita —tierra ignorada—, aún por descubrir. «Rusia Blanca», así suena más o menos el nombre de nuestro país en inglés. Todos conocen Chernóbil, pero en lo que atañe a Ucrania y Rusia. A los bielorrusos aún nos queda contar nuestra historia…

Naródnaya gazeta, 27 de abril de 1996

El 26 de abril de 1986, a la 1 h 23′ 58″, una serie de explosiones destruyeron el reactor y el edificio del cuarto bloque energético de la Central Eléctrica Atómica (CEA) de Chernóbil, situada cerca de la frontera bielorrusa. La catástrofe de Chernóbil se convirtió en el desastre tecnológico más grave del siglo XX.

Para la pequeña Belarús (con una población de diez millones de habitantes) representó un cataclismo nacional, si bien los bielorrusos no tienen ni una sola central atómica en su territorio. Belarús seguía siendo un país agrícola, con una población eminentemente rural. Durante los años de la Gran Guerra Patria, los nazis alemanes destruyeron en tierras bielorrusas 619 aldeas, con sus pobladores. Después de Chernóbil, el país perdió 485 aldeas y pueblos: setenta de ellos están enterrados bajo tierra para siempre. Durante la guerra murió uno de cada cuatro bielorrusos; hoy, uno de cada cinco vive en un territorio contaminado. Se trata de 2 100 000 personas, de las que 700 000 son niños. Entre las causas del descenso demográfico, la radiación ocupa el primer lugar. En las regiones de Gómel y Moguiliov (las más afectadas por el accidente de Chernóbil), la mortalidad ha superado a la natalidad en un 20 por ciento.

Como consecuencia de la catástrofe, se han arrojado a la atmósfera 50 × 106 Ci de radionúclidos; de ellos, el 70 por ciento ha caído sobre Belarús; el 23 por ciento de su territorio está contaminado con radionúclidos de una densidad superior a 1 Ci/km2 de cesio-137. A modo de comparación: en Ucrania se ha contaminado el 4,8 por ciento del territorio; en Rusia, el 0,5 por ciento. La superficie de las tierras cultivables que tienen una concentración radiactiva de 1 o más Ci/km2 representa 1,8 millones de hectáreas; de estroncio-90, con una concentración de 0,3 Ci/km2 o más, cerca de medio millón de hectáreas. Se han eliminado del uso agrícola 264 000 hectáreas. Belarús es tierra de bosques, pero el 26 por ciento de ellos y más de la mitad de sus prados situados en los cauces de los ríos Prípiat, Dnepr y Sozh se encuentran en las zonas de contaminación radiactiva…

Debido a la constante acción de pequeñas dosis de radiación, cada año crece el número de enfermos de cáncer, así como de personas con deficiencias mentales, disfunciones neuropsicológicas y mutaciones genéticas…

«Chernóbil», Belarússkaya entsiklopedia, 1996, pp. 7, 24, 49, 101, 149

Según diversas observaciones, el 26 de abril de 1986 se registraron niveles elevados de radiación en Polonia, Alemania, Austria y Rumanía; el 30 de abril, en Suiza y el norte de Italia; el 1 y 2 de mayo, en Francia, Bélgica, Países Bajos, Gran Bretaña y el norte de Grecia; el 3 de mayo, en Israel, Kuwait, Turquía…

Proyectadas a gran altura, las sustancias gaseosas y volátiles se dispersaron por todo el globo terráqueo: el 2 de mayo se registró su presencia en Japón; el 4 de mayo, en China; el 5, en India; el 5 y el 6 de mayo en Estados Unidos y Canadá.

Bastó menos de una semana para que Chernóbil se convirtiera en un problema para todo el mundo…

«Consecuencias de la avería de Chernóbil en Belarús», Minsk. Escuela Superior Internacional de Radioecología Sájarov, 1992, p. 82

El cuarto reactor —la instalación denominada «Refugio»— sigue guardando en sus entrañas de plomo y hormigón armado, como antes, cerca de 200 toneladas de material nuclear. El combustible se mezcló, además, en parte con el grafito y el hormigón. Nadie sabe qué ocurre hoy con este combustible.

El sarcófago se construyó de manera precipitada; se trata de una construcción única en su género; quizá los ingenieros petersburgueses que la diseñaron puedan sentirse orgullosos de ella. Debía mantenerse en funcionamiento durante treinta años. Sin embargo, los técnicos montaron la instalación «a distancia». Las planchas se unían con la ayuda de robots y de helicópteros; de ahí que haya grietas. En la actualidad, según algunas fuentes, la superficie total de las zonas defectuosas y agrietadas supera los 200 metros cuadrados, por los que siguen desprendiéndose aerosoles radiactivos. Si el viento sopla del norte, entonces, en el sur, se detecta actividad radiactiva: con uranio, plutonio y cesio. Más aun, en los días de sol, con la luz apagada, se ven columnas de luz que caen del techo en la sala del reactor. ¿Qué es esto? También la lluvia entra dentro del reactor. Y cuando el agua cae sobre la masa de combustible, es posible una reacción en cadena… El sarcófago es un difunto que respira. Respira muerte. ¿Cuánto tiempo aguantará? Nadie sabe dar una respuesta a este interrogante; hasta hoy, es imposible aproximarse a muchos de los nudos y construcciones para establecer su grado de seguridad. En cambio, todo el mundo comprende lo siguiente: la destrucción del «Refugio» daría lugar a unas consecuencias aun más terribles que las que se produjeron en 1986.

Ogoniok, n.º 17, abril de 1996

Antes de Chernóbil, por cada 100 000 habitantes de Belarús se producían cerca de 82 casos de enfermedades oncológicas. Hoy, las estadísticas son las siguientes: por cada 100 000 habitantes, hay 6000 enfermos. Esto quiere decir que se han multiplicado por 74.

En los últimos diez años, la mortalidad ha crecido en un 23,5 por ciento. De cada catorce personas, solo una muere de viejo y, por lo general, se trata de individuos en edad de trabajar, de entre cuarenta y seis y cincuenta años. En las regiones más contaminadas, tras un examen médico, se ha establecido que, de cada diez personas, siete están enfermas. Al visitar las aldeas, uno se sorprende de ver cómo ha crecido el espacio ocupado por los cementerios…

Hoy en día aún se desconocen muchas cifras. Se mantienen en secreto: tan monstruosas son. La Unión Soviética mandó al lugar de la catástrofe 800 000 soldados de reemplazo y «liquidadores[2]» llamados a filas; la edad media de estos últimos era de treinta y tres años. Y a los muchachos se los llevaron directamente del pupitre al cuartel…

Solo en las listas de los liquidadores de Belarús constan 115 493 personas. Según datos del Ministerio de Sanidad, desde 1990 hasta 2003 han fallecido 8553 liquidadores. Dos personas al día.

Así empezó la historia… En las cabeceras de los periódicos soviéticos y extranjeros aparecen reportajes sobre el juicio de los acusados por la catástrofe de Chernóbil.

En cambio ahora… Imagínense un edificio de cinco plantas. Una casa sin habitantes, pero con sus enseres. Los muebles, la ropa, objetos que ya nadie podrá usar de nuevo nunca. Porque esta casa está en Chernóbil… Pues justamente en una de esas casas muertas de la ciudad las personas encargadas de llevar a cabo el juicio a los acusados de la avería nuclear ofrecían una pequeña conferencia a la prensa. En las más altas instancias, en el Comité Central del PCUS, se decidió que la causa debía examinarse en el propio lugar del delito. En el propio Chernóbil. El juicio se celebró en el edificio de la Casa de la Cultura local. En el banquillo de los acusados había seis personas: el director de la central atómica, Víktor Briujánov; el ingeniero jefe, Nikolái Fomin; el segundo ingeniero jefe, Anatoli Diátlov; el jefe del turno, Borís Rogozhkin; el jefe del taller del reactor, Alexandr Kovalenko, y el inspector del Servicio Estatal de Inspección de Energía Atómica de la URSS, Yuri Laushkin.

Los asientos destinados al público estaban vacíos. Solo se veían periodistas. De todos modos, tampoco vivía ya nadie en el lugar; la ciudad estaba «cerrada» por ser una «zona de control radiactivo severo». ¿No sería por esta misma razón por la que se escogió el lugar? Cuantos menos testigos, mejor; menos ruido habría. No se veían ni cámaras ni periodistas extranjeros. Como es natural, todos querían que se hubieran sentado en el banquillo de los acusados las decenas de funcionarios responsables, incluidos los de Moscú. También el estamento científico de aquel momento debería haber cargado con su responsabilidad. Pero se conformaron con los «guardagujas».

Sentencia: a Víktor Briujánov, Nikolái Fomin y Anatoli Diátlov les cayeron diez años a cada uno. Para el resto, las penas fueron más cortas. En conclusión, Anatoli Diátlov y Yuri Laushkin murieron a consecuencia de las radiaciones. El ingeniero jefe Nikolái Fomin perdió la razón… En cambio, el director de la central, Víktor Briujánov, cumplió la condena de principio a fin: los diez años enteros. Lo fueron a recibir sus familiares y unos cuantos periodistas. El acontecimiento pasó desapercibido.

El exdirector vive en Kíev, donde trabaja de simple oficinista en una empresa.

Así acaba la historia.

En breve, Ucrania emprenderá una obra de gran envergadura. Sobre el sarcófago que cubrió en 1986 el destruido cuarto bloque de la CEA de Chernóbil aparecerá un nuevo refugio que se llamará «Arca». Dentro de poco, 28 países donantes destinarán a este proyecto unas inversiones iniciales de capital que superan los 768 millones de dólares. El nuevo sarcófago deberá durar no ya treinta, sino cien años. Y ha sido diseñado con un tamaño mucho mayor porque debe ofrecer un volumen suficiente para que se puedan realizar los trabajos necesarios para sepultar de nuevo los residuos. Se necesitan unos cimientos colosales: de hecho se prevé la construcción de material rocoso artificial hecho a base de columnas y planas de hormigón. A continuación habrá que preparar el depósito al que se trasladarán los residuos radiactivos extraídos del viejo sarcófago. Para la cobertura superior se empleará acero de alta calidad, capaz de resistir las radiaciones gamma. Solo de metal, harán falta 18 000 toneladas…

El «Arca» se convertirá en una instalación sin precedentes en la historia de la humanidad. En primer lugar, sorprenden sus proporciones. Su doble cobertura alcanzará los 108 metros de altura. Y por su estética se asemejará a la torre Eiffel…

De informaciones recogidas de publicaciones bielorrusas en internet entre los años 2002 y 2005

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