Voces de Chernóbil
Segunda parte. La corona de la creación » Monólogo sin nombre… un grito
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MONÓLOGO SIN NOMBRE… UN GRITO
¡Buena gente! ¡Déjennos en paz, por lo que más quieran! Ustedes charlan con nosotros y luego se marchan, ¡pero nosotros hemos de vivir aquí!
Aquí están las cartillas médicas. Cada día las tomo en mis manos. Las leo…
Ania Budái… nacida en 1985… 380 rem[34].
Vitia Grinkévich… nacido en 1986… 785 rem.
Nastia Shablóvskaya… nacida en 1986… 570 rem.
Aliosha Plenin… nacido en 1985… 570 rem.
Andréi Kotchenko… nacido en 1987… 450 rem.
Hoy, una madre me ha traído a una niña como estos a la consulta.
—¿Qué te duele?
—Me duele todo, como a mi abuela: el corazón, la espalda, y me da vueltas la cabeza.
Desde niños ya conocen la palabra «alopecia», porque muchos se han quedado sin pelo. Sin cejas, sin pestañas. Todos se han acostumbrado a ello. Pero en nuestra aldea solo tenemos una escuela de primaria, y los niños que pasan a la quinta clase[35] tienen que tomar el autobús para ir a otra escuela a diez kilómetros. Y los niños lloran, no quieren ir. Allí los demás niños se reirán de ellos.
Usted misma lo ha visto. Tengo el pasillo lleno de enfermos. Que esperan. Yo cada día oigo cada cosa que los horrores que ustedes ven por la tele es pura basura. Así se lo puede transmitir a las autoridades de la capital: ¡Basura!
Modernismo… Postmodernismo. Por la noche me sacaron de la cama por una urgencia. Llego al lugar. La madre está de rodillas junto a la camita: la criatura se está muriendo. Y oigo la súplica de la madre: «Quería, hijito, que si esto ocurría, que fuera en verano. En verano hace calor, hay flores, la tierra está blanda. Ahora es invierno. Espera aunque sea hasta la primavera…».
¿Lo escribirá así?
Yo no quiero comerciar con su desgracia. Filosofar. Para eso tendría que quedarme a un lado. Y yo no puedo. Oigo cada día lo que dicen. Cómo se quejan y lloran. Buena gente. ¿Quiere saber la verdad? Siéntese a mi lado y apunte. Pero si nadie va a leer un libro así.
Mejor sería que nos dejaran en paz. Nosotros hemos de vivir aquí.
ARKADI PÁVLOVICH BOGDANKÉVICH, médico rural