Una paradoja más en la historia de la contra

Una paradoja más en la historia de la contra

Karlito Marx

En estos días, la prensa CR menciona con particular énfasis las Unidades Militares de Apoyo a la Producción (UMAP). Sin embargo, obvian las Unidades de Combate y las Milicias Nacional Revolucionarias, cuando estas —con una elevada cuota de sacrificio y heroísmo (miles de mártires incluidos)— ocasionaron profundos estragos a los planes y agresiones armadas contra la Patria. ¡Uhm, qué extraño esto!


Existen preguntas muy elementales: ¿cuántos seres humanos fallecieron en los “campos de concentración” llamados UMAP? ¿Por qué a estos “campos de concentración” no se trasladaron los familiares junto a los que fueron llamados? ¿Acaso un país que plantaba escuelas en todas partes; alfabetizaba; nacionalizaba propiedades burguesas y extranjeras, bases de las desigualdades fundamentales; creaba milicias revolucionarias voluntarias para enfrentar invasiones, entre otros peligros inminentes y reales, también establecía campos de concentración? ¿Qué se debe explicar, si es evidente la intención de soslayar la verdad? 


El propio Fidel explica el origen de las UMAP, en el contexto de que miles de jóvenes cubanos se movilizaban al Servicio Militar y para escuelas militares, desde las universidades; quienes cumplieron misiones internacionalistas más tarde. A otros, en cambio, se les ofrecía la oportunidad de contribuir en la producción cuando por razones filosóficas, religiosas, etcétera, no podían o debían tomar un fusil en sus manos (¿acaso tampoco una herramienta de trabajo, en una verdadera etapa de crisis?) ¿Para quiénes se producía en la UMAP? ¿Qué intereses se defendía en las unidades de combate para donde fueron la inmensa mayoría de los jóvenes cubanos de entonces? ¿Es correcto llamarles campos de concentración? ¿No ves manipulación en ello y, además, descaro, tergiversación? 


Sin embargo, cambiadas las circunstancias históricas se prescinde de las UMAP. Después, muchos cayeron, sobre todo en África y demás misiones, de aquellos jóvenes que respondieron al llamado a las unidades de combate. He escuchado y leído incontables testimonios de personas buenas que estuvieron en la UMAP; patriotas honestos que, incluso, agradecen la oportunidad de haber servido con tareas productivas, culturales y de instrucción a pobladores cercanos a sus unidades. Estas historias no se cuentan.

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