Un análisis sobre un personaje mencionado en Razones de Cuba: Uberto Mario Hernández Gato

Un análisis sobre un personaje mencionado en Razones de Cuba: Uberto Mario Hernández Gato

Karlito Marx - Publicaciones

Acaba de publicarse un artículo en Razones de Cuba que exalta la declaración de un sujeto de la más rancia oposición al proceso revolucionario. Si bien la intención de los compañeros puede ser buena e incluso inocente, no podemos pasar por alto el suceso, que amerita una disección.

Somos nuestra historia

Cuando el Presidente Barack Obama estuvo en La Habana, uno de los elementos más atacados por su agenda fue la historia. Esto no fue casual. El pasado condiciona el presente, no lo aprisiona ni lo cosifica, pero sí lo determina.

Un elemental conocimiento del materialismo histórico nos lleva a comprender la inseparabilidad entre la historia y la especie humana. Y la historia no es otra que la propia historia de la lucha de clases. Entonces, ¿cómo podríamos obviar algo tan elemental? ¿O es que dicha senda nos llevará a reconocerle patrimonio histórico al reino animal o vegetal, incluso a la materia no viviente?

La historia es la reproducción de la realidad material del ser humano, y en ella va incluida su propia conciencia. Aunque un Emperador yankee intente divorciarnos de ella, tal propósito no es posible ni por medio de la abstracción. En la relación concreta y real del hombre consigo mismo, no es racional obviar la historicidad. Todo posee un devenir y en el proceso ocurren modificaciones, con las cuales se debe contar a la hora de un análisis real.

La historia de Obama

Si Obama quería que se hiciera borrón y cuenta nueva de nuestra parte es porque él y lo que su agenda representa pretenden crear su propia narrativa de los hechos. Porque si algo posee un peso hoy es la interpretación, por encima, incluso, de lo que en verdad sucedió. ¿Cómo los cubanos son representados en el campo simbólico por el enemigo y cómo se representan nuestros enemigos? Sería interesante y es urgente reflexionar sobre estas cuestiones.

Nuestra fortaleza

¿Qué nos define? Nuestra historia, que no es de entreguismo, cobardía y traición, sino de sacrificio, resistencia, lucha. El camino de Cuba por su reafirmación soberana ha sido un sendero plagado de durezas que ha curtido a generaciones.

Precisamente, se intenta deconstruir y neutralizar la fortaleza que resulta de este devenir. "Nada de eso es importante, no debería interesarnos lo que pasó": así nos lo sugiere la agenda liberal, diseñada por quienes saben el poder que poseen la palabra y el símbolo en una lucha política.

Un arma de combate

La intención de borrar la historia constituye hoy un arma de combate en el escenario de la lucha de clases, mucho más efectiva que el arsenal atómico y las bases militares diseminadas en todo el planeta por los Estados Unidos.

No obstante, la exhortación a olvidar la historia —nuestra historia— es una contradicción en sí. Su evidencia más clara radica en que, quienes poseen la propiedad sobre los medios para reproducir ideas y hasta la banalidad, incluida Internet, impulsan una colosal batalla usando los símbolos históricos como armas de combate.

Del mismo modo que las cámaras de gas sirvieron para apagar la vida de millones de hombres durante la II Guerra Mundial separando a la víctima del oxígeno, la burguesía mundial hoy intenta con, con Internet y sus hegemónicos canales, apartarnos de la historia. Tendríamos derecho a respirar pero no a la historia, porque necesitan de la raza del proletariado o del esclavo asalariado.

Pasión y prejuicio

¿Qué significa la expresión “regresar del odio”, tan llevada y traída en los últimos tiempos? El idealismo objetivo alemán del siglo XIX no puede responder o argumentar su significado. Uno de sus más destacados exponentes, Hegel, reconoció en su contemporaneidad que resultaba tan fácil refutar dicha afirmación como su contrario.

No existe un punto donde situar el comienzo de la filosofía, entendida como el camino de la conciencia o la experiencia de la conciencia. Si antes de toda determinación solo es posible hablar en términos de lo inmediato, del vacío absoluto, o pura nada, como categoría en sí y no como actividad práctica, sin contenido que pueda ser pensado: ¿cómo entender que Uberto Mario Hernández regresa del odio absoluto al amor no relacionado o absoluto también?

Nosotros sabemos que del odio se puede volver, cuando, metafóricamente, nos referimos a la decisión de poner fin a una conducta; pero la práctica es el criterio de la verdad, y hasta que tal proposición no se objetive en un comportamiento social coherente, ni el más pinto de la paloma me puede convencer del cambio.

Una mirada objetiva

Han vuelto connotados oponentes que tuvieron disensos y recuperaron la entereza para hallar un punto de encuentro en el cual se edificó una agenda de respeto y no de imposiciones. Sin embargo, aun volviendo del odio, no es válido reescribir la historia, ni reinterpretarla desde el presente, cuando no sabemos si este punto de vista de ahora también será efímero y esa persona volverá a ser lo que fue.

¿Cuál ha sido su historia después que regresara del odio? ¿Quiénes definen, y bajo cuáles preceptos, el regreso del llamado odio? En otras palabras, la historia no se analiza desde puntos de vistas superficiales, maniqueos, en los cuales solo se habla de amor y odio, buenos y malos.

Los sentimientos tienen su lugar en la política, pero por encima de eso está la racionalidad (y todo el que sepa un poco de lo que hablamos conoce qué es la razón de Estado). Ningún sentimiento particular deberá condicionar lo que es de todos y garantiza el funcionamiento para todos. No hay conversión posible que tenga el peso suficiente para hacer que variemos una historia que nos ha determinado.

Nosotros no estamos cosificados por el ayer, pero el ayer existe. Si lo olvidamos, otros se van a apropiar del ayer para quitarnos el presente y hundirnos el futuro.

La acción revolucionaria

Esta persona a la cual se le dedica un panegírico se ha equivocado con su patria, ha cometido errores. Ello, si bien no lo cosifica, sí determina lo que es como sujeto humano. Esa porción de su vida también nos ha marcado a nosotros: a quienes, del lado de acá y en las misiones en Venezuela, lo dimos todo para sostener la dignidad nacional y una América como señalaron nuestros próceres.

Se puede volver, se puede perdonar, se puede ser grandes en la moral y en lo concreto; pero no ingenuos en la construcción de lo político. A quien ayer usó esa tribuna en contra de nuestra razón, no se le debe dar otras tribunas para que continúe siendo mediáticamente importante.

De todas maneras, alertamos sobre el uso desmedido de los pares Odio y Amor. Si ambas categorías son, en ocasiones, elevadas a lo absoluto, es porque alguna vez las sentimos en nuestra historia. No somos criaturas nacidas del amor y el odio —dejen eso para las telenovelas—, sino el resultado de la acción revolucionaria, acompañada de la teoría y las ideas revolucionarias.

Nuestra perspectiva: la lucha de clases

El punto de vista de las emociones y los sentimientos se ha impuesto como una narrativa alterna al enfoque de lucha de clases, que arroja claridad verdadera sobre la cuestión política cubana. Ahora el liberalismo puede manipularnos con mayor eficiencia. Para ello, cuenta con las redes sociales y una red global que, en segundos, llega hasta el último rincón de la mente de cada usuario.

Quienes no se pliegan ante esta fórmula de odiadores y amadores, son calificados automáticamente de odiadores. De esta manera, se pretende desarmar la política e introducir mecanismos redentores que rayan en el misticismo, una conversión intolerante con quienes son radicalmente críticos (radical en el sentido de ir a la raíz de los problemas y explicarlos racionalmente para hallar soluciones).

El odio y el amor son sentimientos condicionados por la historia y se puede sentir ambas cosas desde una forma consciente y racional o enajenada y alienante.

Las cuestiones concretas, el choque de contrarios clasistas, van más allá de los sentimientos. ¿Qué movió a la burguesía francesa cuando cortó la cabeza de Luis XVI, cuando derribó los privilegios de la nobleza feudal, cuando hizo otro tanto con el clero? ¿Qué la movió cuando ahogó en sangre a la Comuna de París, cuando promovió dos guerras mundiales por el reparto del mundo y sus recursos, cuando lanzó dos bombas atómicas para legitimar el orden posterior a 1945? En todas esas acciones estuvo, ante todo, la defensa de intereses farisaicos, filisteos.

Con esto no queremos decir que los sentimientos de las personas no sean confiables ni sinceros, sino que, como carta de presentación en la historia, por sí mismos, son insuficientes. Más aún, que se intenta sustituir la historia real por narrativas emocionales que, por lo general, benefician al victimario verdadero.

A Venezuela vamos a servir y las razones de Uberto Mario están en las antípodas de las que llevaron a Cuba allí

Uberto Mario Hernández Gato era ya un desertor en Venezuela, cuando, hace veinte años, enfoca su labor “periodística” a vincular nuestra presencia en la hermana nación a supuestos intereses mezquinos.

A qué sector ha servido este señor cuando empeñó su vida a difamar la naturaleza del más noble gesto de hermandad entre dos pueblos de nuestra América? Ni si quiera a la DISIP de aquella burguesía dueña de la Venezuela, cuna de Posada Carriles, asesino y oscuro personaje que llevó al cadalso a miles de venezolanos durante su etapa como jefe de operaciones, de cuyo mando se sirvió para planear el tenebroso plan contra el avión en Barbados. Sencillamente, sirvió a los intereses de Estados Unidos.

Estas son las razones de Uberto, no de Cuba.

Sin un ápice de valor para luchar contra aquel pasado, Uberto Mario supo acumular suficiente energía y dinero para echar lodo sobre el legado de Martí y Bolívar. Por tanto, jamás estaría entre los cubanos que, sin sacudirse el polvo del camino, juraron servir a Venezuela ante la estatua de El Libertador, padre de la América de Martí, Chávez y Fidel.

Debemos tener mucho cuidado con los ingenuos, los desconocedores, las conversiones místicas y dogmáticas, las promociones mediáticas a estos procesos luminosos y divinos.

Seguimos.


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