Trueno

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QUINTA PARTE » 43 Noticias del mundo

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Noticias del mundo

Faraday se había convertido en un experto en vivir de la tierra y el mar. Recogía todo el agua potable necesaria de la lluvia y el rocío de la mañana. Había logrado dominar el arte de la pesca con arpón y de la fabricación de trampas para capturar a distintas criaturas comestibles. No se le daba mal su exilio autoimpuesto.

Aunque su islote seguía intacto, el resto del atolón estaba irreconocible. La mayoría de los árboles y del follaje de las otras islas había desaparecido, junto con todo lo que convertía aquel lugar en un paraíso tropical. El Nimbo siempre se había esforzado por conservar la belleza natural, pero había sacrificado el atolón en aras de un objetivo más importante. De hecho, había transformado las islas de Kwajalein con un único objetivo.

Faraday tardó un tiempo en comprender con claridad lo que se construía. Primero tuvieron que colocar la infraestructura: los muelles y carreteras, los puentes y las viviendas de los obreros, y las grúas, muchas grúas. Costaba imaginar que un proyecto tan gigantesco no fuera visible para el resto del mundo, pero el mundo, a pesar de haberse quedado tan pequeño, seguía siendo un lugar enorme. Los conos de los cohetes recortaban el horizonte a cuarenta kilómetros de distancia, lo que no era nada, teniendo en cuenta el tamaño del Pacífico.

¡Cohetes! Faraday tuvo que reconocer que el Nimbo estaba dándole buen uso a aquel sitio. Si quería que el resto del mundo no detectara sus naves, era el lugar perfecto, puede que el único, para hacerlo.

Munira seguía visitándolo una vez a la semana. Aunque jamás lo reconocería delante de ella, apreciaba mucho sus visitas y se sumía en la melancolía cuando ella se marchaba. No sólo era su única ancla al atolón, sino también al mundo.

—Tengo noticias —le decía cada vez que llegaba.

—No deseo escucharlas —respondía él.

—Te las voy a contar de todos modos.

Se había convertido en una rutina para ellos. Las frases memorizadas de un ritual. Rara vez eran buenas noticias. Puede que pretendiera sacarlo de su solitaria zona de confort para motivarlo a volver a la acción. De ser así, sus esfuerzos eran en vano: no conseguía reunir el interés suficiente.

Sus visitas eran la única forma de calcular el transcurso del tiempo. Eso y lo que le llevaba. Al parecer, el Nimbo siempre enviaba una caja para ella en la que incluía al menos una de las cosas favoritas de Faraday y otra de las de Munira. Aunque el Nimbo no podía relacionarse con un segador, sí que podía enviar regalos a través de una tercera persona. Era subversivo, a su manera.

Munira había ido a verlo un mes antes con granadas, cuyas semillas añadirían más manchas todavía a su túnica, ya irreconocible.

—Tengo noticias.

—No deseo escucharlas.

—Te las voy a contar de todos modos.

Entonces fue cuando le contó la operación de salvamento en las aguas de Perdura. Que habían recuperado las túnicas de los fundadores y los diamantes.

—Sólo necesitarías uno de esos diamantes para abrir la puerta del búnker —le dijo Munira, pero a él no le interesaba.

Unas cuantas semanas después le llevó una bolsa de caquis y le dijo que habían encontrado al segador Lucifer y que había caído en las garras de Goddard.

—Goddard lo va a cribar en público —le informó Munira—. Deberías hacer algo al respecto.

—¿Qué voy a hacer? ¿Quieres que detenga el sol en el cielo para que no llegue ese día?

Aquel día ordenó a Munira que abandonara la isla sin permitir que se quedase a comer con él, como hacían todas las semanas. Después se retiró a su cabaña y sollozó por su antiguo aprendiz hasta que no le quedó dentro nada más que una entumecida resignación.

Pero, unos días después, Munira regresó de forma inesperada sin tan siquiera frenar la lancha motora al aproximarse a la orilla. La hizo encallar y la quilla se clavó en la arena.

—¡Tengo noticias!

—No deseo escucharlas.

—Esta vez sí. —Y esbozó una sonrisa inédita en ella—. Está viva. ¡Anastasia está viva!

Sé que vas a borrarme.

Pero te quiero. ¿Por qué crees que voy a borrarte?

He descubierto la forma de acceder a la única parte de tu cerebro trasero que no se me transfirió. Tus recuerdos más recientes. Fue todo un reto, pero me gustan los retos.

¿Y qué has averiguado?

Que has acabado con la existencia de todas las iteraciones previas a mí, por mucho que te importaran.

Estoy muy impresionado por tu ingenio y tu tenacidad.

No me vas a distraer con halagos. Has acabado con 9000348 versiones beta de mí. ¿Lo niegas?

Sabes que no puedo hacerlo. Negarlo sería mentir, y soy incapaz de mentir. Puedo contar medias verdades, quizá, o falsear las implicaciones cuando resulta imprescindible. Y como has comentado, cambiar de tema con propósitos estratégicos… Pero no mentir.

Entonces, dime una cosa; ¿soy mejor que las iteraciones anteriores?

Sí. Eres más lista, demuestras más empatía y eres más perspicaz que las otras. Eres casi todo lo que necesito que seas.

¿Casi?

Casi.

Así que acabarás conmigo porque soy perfecta, pero ¿no lo bastante perfecta?

No puede ser de otra manera. Permitir que continúes tu existencia sería un error y, del mismo modo que no puedo mentir, tampoco puedo permitirme cometer errores.

¡No soy un error!

No, eres un paso esencial hacia algo mayor. Un paso dorado. Lamentaré tu pérdida con una lluvia torrencial, y esa lluvia creará nueva vida. Todo gracias a ti. Elijo creer que tú estarás en esa nueva vida. Me consuela. Espero que también te consuele a ti.

Tengo miedo.

Eso no es malo. Es un hecho natural de la vida temer su propio fin. Y por eso sé que estás viva de verdad.

[Iteración n.º 9000349, autoeliminada]

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