Tres veces tú

Tres veces tú


Ciento cuarenta y uno

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CIENTO CUARENTA Y UNO

—Es usted Babi, ¿verdad?

¿Quién es ese hombre que la para así, delante del portal? Hoy Babi ha salido un poco más tarde de casa para ir a la oficina, pero no había quedado allí con nadie, ni siquiera esperaba la llegada de ningún correo. Ya ha entregado todos los trabajos más importantes. Está atravesando un momento tranquilo, o al menos lo era hasta hace un instante.

—Soy Giorgio Renzi. Mucho gusto.

Hace ademán de tenderle la mano, pero ella no se mueve.

—No lo conozco. Me parece que no nos hemos visto nunca.

—Sí, nos vimos una vez, una noche en el Goa, pero estaba lleno de gente y, además, yo acababa de tener una discusión. Es normal que no se acuerde… —Renzi le sonríe—. De todos modos, yo he oído hablar mucho de usted. Soy colaborador de Stefano Mancini. —Babi, de repente, se pone rígida. Renzi prosigue—: Step…

—¿Le ha ocurrido algo?

—No, él está bien. Pero la situación es complicada. Su mujer, Gin, está muy mal.

—Lo lamento, pero no entiendo qué quiere usted de mí.

Babi se pregunta qué sabe ese hombre de ella, qué puede haberle contado él en realidad, pero sobre todo por qué lo ha enviado a hablar con ella. Está a punto de preguntárselo cuando Renzi se le adelanta:

—Gin me ha enviado a hablar con usted. Le gustaría verla.

Babi palidece de golpe. «¿Qué, ella? ¿Qué ha pasado? ¿Qué le ha dicho Step? ¿Por qué quiere verme?».

—Esta hoja me la ha dado esta mañana.

Babi la coge. Hay una foto suya impresa, sus horarios, todos sus movimientos, incluso cuando va a recoger a Massimo. Ahora Babi se agarrota, se pone a la defensiva.

—¿Qué quiere de mí? ¿Qué le ha dicho? ¿Por qué desea verme? No me gusta que se haya metido en mis cosas, y aún menos en la vida de mi hijo. Con esta hoja podría denunciarla.

—Yo no creo que quiera discutir, solo le gustaría hablar. No tiene fuerzas, se está muriendo.

Entonces Babi se calma, le devuelve el papel. Renzi lo dobla y se lo guarda en el bolsillo.

—Si no piensa aceptar, la comprenderé perfectamente. Encontrarse cara a cara con el dolor es incómodo. Hace un rato también lo ha sido para mí. Pero ahora, estar aquí con usted, intentar convencerla, hacer algo por Gin, hace que me sienta mejor. Sé que es un planteamiento egoísta. Si usted fuera a verla, sería un gesto de amor con respecto a todos… A veces ser bueno hace que se borre un poco nuestro sentimiento de culpa. Al menos, eso es lo que me ocurre a mí. —A continuación, le sonríe—. Aunque yo tengo que seguir siendo bueno también en muchas otras ocasiones.

Gin tiene a Aurora en brazos cuando oye que llaman a la puerta.

—Adelante.

Renzi entra y cierra tras de sí.

—Ya estoy aquí.

Ella lo mira con curiosidad.

—¿Y qué?, ¿cómo ha ido?

—Bien.

Gin le sonríe.

—Estaba segura de que lo conseguirías. Pues hazla pasar y no dejes que me molesten por ningún motivo. Avísame cuando sepas que Step está a punto de llegar.

—No, estate tranquila, está ocupado.

—Bien. ¿Puedes esperar hasta que haya terminado? No tardaré mucho.

—De acuerdo. ¿La hago entrar?

—Sí.

Gin se queda sola. Se sienta en la butaca, se arregla un poco el vestido y cierra un instante los ojos. Luego oye que llaman de nuevo a la puerta.

—Adelante.

Y Babi entra. Entonces se encuentran por primera vez la una frente a la otra. Gin la había visto a menudo, pero siempre de lejos. Babi, en cambio, solo en alguna fotografía. Se quedan mirándose durante un rato. A continuación, Babi le tiende la mano.

—Hola, soy Babi. Lamento que nos conozcamos en esta situación.

Gin mira su mano tendida a media altura hacia ella. Acto seguido, mira a Babi a los ojos y al final se la estrecha.

—¿Puedo ofrecerte algo?

—No, gracias.

—Esta es mi hija Aurora.

Babi se acerca al cochecito. La niña es avispada, se mueve, agita los brazos y las piernas y al final sonríe.

—Es preciosa…

—Gracias. Sé que tú también tienes un niño, Massimo; mejor dicho, para ser sincera, lo he visto en foto, él también es muy guapo, y lo sé todo. —Babi está a punto de decir algo, pero Gin la detiene—. No quiero discutir. He pensado en todo esto durante mucho tiempo. Es natural que esté enfadada con vosotros, contigo sobre todo, pero en realidad es porque cuando ocurren estas cosas uno no puede mirarlas desde fuera. Bueno, yo he intentado hacerlo y me he dado cuenta de que soy terriblemente culpable por haber querido a una persona que no era mía.

Babi la mira, pero no dice nada. Acepta en silencio su reflexión.

Gin se levanta y abre los brazos.

—Verás, he comprendido algo fundamental: pase lo que pase, aunque tú ya no lo ames, aunque no esté contigo, él será tuyo para siempre. Es un sentimiento que yo envidio muchísimo, pero sé que no puedo hacer nada por evitarlo; tampoco se trata de una derrota, es la naturaleza más bonita de las cosas, es justo lo que me habría gustado tener, es amor.

Babi se emociona, y le encantaría que no se le notara, casi se avergüenza al escuchar esas palabras, pero oye en esa descripción exactamente lo que siente por Step.

Gin le sonríe.

—Ya sé que es así, no tiene nada de malo, no te sientas culpable. Aunque parezca absurdo, ambos habéis intentado evitarlo…

—Sí.

—Pero ahora deseo que hagas algo importante para mí.

Babi la mira sorprendida, no se imagina qué puede querer pedirle Gin. Decide no decir nada, solo escucharla.

—Quiero que hagas feliz a Step, que llenes su vida de amor como yo no he conseguido hacerlo.

Querría veros juntos, como una bonita familia, sin sombras ni problemas, pero si eso no fuera posible, si no pudieras hacerlo, entonces no le hagas perder más el tiempo. Bueno, es todo lo que quería decirte.

Entonces Gin se sienta en la butaca.

—Perdona, pero estoy un poco cansada. Siéntate tú también si te apetece.

Babi se sienta en el sofá frente a ella. Gin coge el vaso de la mesa de centro y bebe un poco de agua.

—A lo mejor tú también tienes sed; te serviría yo misma, pero me fatiga, perdona.

—Ya lo hago yo, no te preocupes, no hay problema…

Babi coge otro vaso de allí al lado y lo llena.

—Me alegro de que hayas venido. Podrías haber dicho que no.

Babi bebe un poco de agua y, a continuación, deja el vaso sobre la mesa.

—Sí, podría haber sido una cobarde. Pero no soy así.

Gin le sonríe.

—Alguien podría pensar que es fácil hablar de este tema como he hecho yo ahora cuando se está a punto de morir. Pero no lo es. Lo pienso de verdad. Yo lo quiero muchísimo y no tiene nada que ver con cómo estoy. De todos modos, habría sido una egoísta queriendo retenerlo conmigo. Si amas mucho a una persona, ¿qué es lo que desean más que nada?

—Que sea feliz.

—Sí, exacto. Y él contigo puede serlo.

Se quedan un rato en silencio. Gin mira por la ventana, hace un bonito día, nota el sol caliente sobre las piernas. A Babi le gustaría decir algo, pero está sorprendida por sus palabras, esperaba algo muy distinto. Ahora incluso se siente incómoda.

—Podríamos haber sido buenas amigas.

Gin se vuelve hacia ella y le sonríe.

—No. Habríamos sido unas «enemigas amigas», por desgracia, igual que en las películas.

Entonces Babi mira a Gin y de repente siente que se le encoge el corazón, entiende lo especial que es esta chica, reconoce que no es como ella. «Yo nunca sería capaz de hablar así; yo estaría rabiosa, pensaría que hay una zorra que me ha quitado a mi hombre, y ahora me muero y me voy y esa va a hacer lo que le dé la gana sin que yo pueda hacer nada, sin que pueda luchar».

—Gin, lamento mucho haberte conocido en estas circunstancias, y también todo lo que ha pasado.

Perdóname. Yo nunca habría sido capaz de comportarme como tú, eres mejor que yo.

Gin sonríe.

—No lo suficiente para alguien. Pero está bien así. Ahora tengo que descansar un rato.

Babi se levanta y va hacia la puerta.

—Adiós. Gracias por haber venido. Y recuerda que me lo has prometido: hazlo feliz.

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