Tres veces tú

Tres veces tú


Treinta y cuatro

Página 36 de 149

TREINTA Y CUATRO

Está en la cuna con un lazo azul, una pulsera en la muñeca para no confundirlo, no sea que mi hijo se pierda. 3201B. Un número y su rostro, con los rasgos apenas definidos. Es el día de su nacimiento, todavía ajeno a todo, incluso al hecho de que su padre, o sea, yo, no esté ahí. En eso ya nos parecemos, dado que no sabía nada de él.

Hay unas palabras de Babi escritas al pie de la foto: «Me habría gustado que estuvieras junto a mí, hoy, 18 de julio. Sois del mismo signo. ¿Será como tú? Cada vez que lo bese, lo abrace y lo respire será como si estuvieras a mi lado. Estás aquí conmigo. Porsiempremío». Y lo escribe todo junto: porsiempremío.

Van pasando las fotos una tras otra como una sucesión de fases, momentos y estaciones diversas.

Algunas las había visto en la página de Facebook, pero tenerlas ahora en las manos, tan pensadas y no puestas sin ton ni son, me hace sentir que formo parte de algo que nunca habría imaginado y que no sé cómo definir. A él, sin embargo, sí sé cómo definirlo. Massimo en la trona, Massimo gateando sobre una alfombra azul, Massimo con una camiseta divertida en la que se lee «I will surf». Y en cada foto, un apunte, una nota, un pensamiento de Babi para mí. «Hoy ha dicho su primera palabra.

Ha dicho mamá, no papá. Me he emocionado y he llorado. Esas lágrimas son por ti. ¿Por qué no estás?». Escribe dirigiéndose a un Step que no está, que no sabe, y con el que querría compartir lo más bonito que tiene. «Hoy ha hecho algo maravilloso. Se ha apoyado en la pared y ha empezado a andar, un pie tras otro. Después se ha parado, se ha vuelto hacia mí y me ha mirado, Step… En ese momento me he sentido morir. Tiene tus ojos, tu mirada, tu misma determinación. Me he acercado para ayudarlo, él ha quitado la mano de la pared y, en vez de coger la mía, me la ha apartado. ¿Lo ves? ¡Igual que tú!». Me dan ganas de reír, y no solo eso, pero no dejo salir lo que se agita en mi interior. En las fotos siguientes Massimo tiene una mirada distinta, se ve más seguro, ha crecido.

«¡Hoy se lo ha comido todo sin escupirme nada encima! Es un día milagroso. Hace un instante ha pasado una moto y me ha recordado el ruido de la tuya, cuando la oía llegar por la piazza Giuochi Delfici y bajar por via di Vigna Stelluti, después por via Colajanni, y la recorrías a toda velocidad hasta la piazza Jacini. Fiore, el portero, te dejaba pasar levantando la barrera antes de que la rompieras. Pero la moto de hoy no era la tuya. ¿Dónde estás, Step? Has seguido al pie de la letra esa canción que te gustaba tanto: “Cerca di evitare tutti i posti che frequento e che conosci anche tu…”».

«Intenta evitar todos los lugares que frecuento y que tú también conoces…»[17]. Lo has conseguido.

«No hemos vuelto a encontrarnos. Es verdad». Y en silencio sigo pasando las páginas de ese álbum, la fiesta de los dos, tres, cuatro años, el pelo más largo, más oscuro, más delgado, más alto, hasta llegar a ese niño que vi hace solo unos días en persona. Y verlo transformarse así, foto tras foto, página tras página, me parece un momento ya vivido. Trato de recordarlo con desesperación y mi mente vaga en el pasado. Entorno los ojos como para enfocar mejor algo que se me escapa. Me siento como un hombre acuclillado a cuatro patas en una playa, con las manos en la arena conforme busca el pendiente que ha perdido una guapa señora. Cuando de repente vuelvo a abrir los ojos, la bella desconocida desaparece, mientras que entre mis manos es como si se dibujara ese recuerdo. Sí, estoy allí, en casa de Babi, en el sofá. Ella se agacha, abre un mueble blanco y saca un álbum. Empezamos a hojearlo juntos y, foto tras foto, ella también va creciendo. Mi curiosidad, mis celos por todo lo que entonces no había vivido… Le tomo el pelo por lo cómica que era de pequeña, pero no le digo lo mucho que me gusta cada instante de su vida. Ese pelo distinto, esos kilos de más o de menos, esas fechas señaladas ya pasadas. No quiere que vea una foto, se la quiere saltar, y entonces luchamos hasta que consigo salir vencedor. Es una toma en la que está con los ojos bizcos. Yo la miro riendo.

—Qué raro, es en la que te pareces más.

Ese mismo día se enfada porque en su habitación encuentro su diario y me pongo a leerlo. Pero inmediatamente después hacemos las paces y empezamos a besarnos. En algún momento nos detenemos, ella se aparta de repente y se lleva el índice a los labios.

—Shhh…

—¿Qué pasa?

Se acerca a la ventana, separa la cortina.

—¡Han llegado mis padres! —Y me acompaña deprisa a la puerta. Y yo, muriéndome de ganas de estar más rato con ella.

—¡Eh! ¿Se puede?

La puerta se abre y Gin asoma la cabeza.

—¡Hola! ¿Qué estás haciendo? ¿Te molesto? —me dice toda sonriente.

—No, ¿bromeas? Entra.

Tengo el tiempo justo de cerrar el álbum y poner encima una carpeta de un proyecto.

—Cariño… ¿Es que no te acuerdas? Tenemos una cita importantísima. Solo he subido porque no me contestabas al teléfono…

—Es verdad, perdóname, lo había puesto en silencio.

—Vamos, nos están esperando.

—Voy enseguida, tienes razón.

Cierro la puerta a mi espalda y me despido de Giorgio.

—Nos vemos mañana, me parece que voy con mucho retraso.

—Está bien; adiós, Gin.

—Adiós, Giorgio.

Salimos de la oficina y entramos en el ascensor. Gin pulsa el botón para ir a la planta baja.

—¡Eh! ¿Todo bien?

—Sí, sí. Solo estaba distraído.

—Lo siento si era algo importante. La cita de hoy no podemos aplazarla de ninguna manera.

—No, no te preocupes. No era nada importante. Un viejo proyecto. No creo que sea bueno.

—Vale, cuando quieras lo hablamos, así te doy mi opinión. Mira que yo de televisión entiendo, ¿eh?…

—Lo sé perfectamente, eres un hacha. Deberían haber apostado por ti como presentadora. Pero eras demasiado guapa, demasiadas envidias.

—¿Era? —Me da un golpe en el hombro—. Oye, capullito…

Justo en ese momento se abre el ascensor. Fuera están los Parini, una pareja adulta del segundo piso.

—No ocurre nada, no se preocupen. Estamos a punto de casarnos y hacíamos el ensayo general para ver si nos va a ir bien.

—Ah… —dice él, como si de verdad se lo hubiera creído.

Gin se dirige a paso ligero hacia el coche, la sigo, pero creo que no le hablaré de ese viejo proyecto.

Ir a la siguiente página

Report Page