Tres veces tú

Tres veces tú


Cincuenta y dos

Página 54 de 149

CINCUENTA Y DOS

—Vale, el vestido es perfecto y estarás despampanante. ¡Pero podrías haberte esmerado un poco más con las testigos!

—Pero ¿qué dices? ¡Si tú eres una de ellas!

—En efecto, así está bien, ¡la que me preocupa es Ilaria! ¡A ver cómo va a ir arreglada!

—Venga, quedáis un día, habláis un momento y las dos os ponéis de acuerdo.

—¡Ya está hecho, nos hemos visto esta mañana y mira con qué me ha salido! —Eleonora coge su móvil y abre la carpeta de fotos—. Sí, mira esto…

Hay una especie de book fotográfico de Ilaria de pie en medio de su salón, primero con un vestido azul, luego con uno azulón, uno verde, uno naranja.

—O sea, lo que quieres decir es que te has presentado en casa de Ilaria por la mañana…

—… Temprano. Eran las nueve menos cuarto.

—¿De modo que has ido esta mañana temprano y la has obligado a ponerse en su salón todos los vestidos que tenía porque debías hacerle fotos?

—Sí.

—Y ¿cómo lo has conseguido?

—¡Le he dicho que lo habías pedido tú para ver cómo iríamos vestidas!

—¡Eleeee! ¡Ya está bien! ¡Me va a odiar!

—No, no, ha sido muy comprensiva, sabe lo importante que es para ti. Bueno, ahora mira esto…

Así empezarás a preocuparte en serio. —Gin sacude la cabeza mientras Eleonora sigue pasando de derecha a izquierda, una tras otra, las fotos del desfile de Ilaria—. ¡No, por favor, mira esto qué triste! ¿Y este? —Se detiene en una en la que Ilaria lleva puesto un vestido negro con unos tules—.

¡Parece mi abuela!

—Ya lo veo, pero te quedaría mal incluso a ti.

—¡Sí, pero en lugar de adelgazar, ha cogido por lo menos ocho kilos!

—¡Es que ha roto con su novio!

—Y ¡¿eso qué más da?! ¡Yo también estoy pasando por una mala racha, con dos o tres relaciones en el aire, pero no me quejo ni me pongo a comer como una cerda, pasando de la boda de mi mejor amiga! ¡Si por mí fuera, la sustituiría!

—Pero, Ele, ¿qué estás diciendo? ¡Imagínate cómo se lo tomaría! ¡Después de habérselo propuesto, voy y la sustituyo! Como mínimo, coge diez kilos más y ya no se recupera.

—¡Mira, tienes un montón de amigas más guapas, más elegantes, más ricas, más cultas! ¿Por qué has tenido que elegirla precisamente a ella? ¡No lo entiendo, me pones en un aprieto, no tiene nada que ver conmigo!

—Pero ¡tiene que ver conmigo! ¿Por una vez puedes dejar a un lado yo, yo, yo y pensar en Gin, Gin, Gin? Teniendo en cuenta que soy yo la que se casa, y espero hacerlo solo una vez, me gustaría que siguieras mis deseos y mis indicaciones…

Eleonora se queda un rato en silencio. A continuación, de repente, vuelve a activarse.

—Está bien, vale, tienes razón. Ahora vamos a ver los pasajes para la iglesia, las lecturas y cómo quieres continuar la fiesta.

—Bueno, pues para la fiesta había pensado invitar a Pupo y abrir con Gelato al cioccolato[21], ya que lo conocí en Vanni.

—Pero ¿estás loca? ¡Yo no voy!

—¡Venga, era una broma! Dios mío, me parto de risa, pero ¿te lo has creído?

—¡Claro que me lo he creído! Casi me da un ataque: ¡tu boda con Pupo como invitado de honor cantando…, quizá incluso leyendo algo en la iglesia! ¡Así acabarás como él, que vive con dos esposas! ¡Con eso ya te lo he dicho todo!

—Pues no estaría mal…, dos maridos. Yo, la primera italiana «árabe».

—Si ya es difícil con uno… Y, además, has elegido a uno que vale por dos, solo faltaría que añadieras a un tercero. Cambiando de tema, ¿cómo van las cosas?

—Me parece que bien.

—¿Qué quieres decir con «me parece»? Las cosas o van bien o van mal, no pueden parecer…

—¡Madre mía, qué pesada! Las cosas van muy bien, ¿de acuerdo?

—Depende.

—¿De qué?

—De si es verdad lo que dices.

—Vale, pues en mi opinión es todo perfecto. Estoy muy contenta de casarme y creo que Step también lo está. Estamos a punto de dar un paso muy bonito.

—Mmm…, pero no me convences. Es como si en el fondo hubiera algo más…

Gin mira a Ele y le sonríe.

—Estoy un poco preocupada. No me gustaría que Step lo hiciera solo porque se siente obligado.

—Y ¿por qué? ¡Si no le apeteciera te diría «Basta, no nos casamos», o «Hagámoslo, pero dentro de un tiempo», o «Sigamos viviendo juntos, sin casarnos»! ¿Por qué iba a sentirse obligado?

Gin le sonríe y se lleva las manos a la tripa.

—¡Porque espero un hijo!

—¡Joder! —Eleonora se lanza sobre ella y la abraza con fuerza, estrechándola—. ¡Qué bien! —Entonces se da cuenta de lo que acaba de hacer—. ¡Oh! ¡Perdona, cariño! —Y ve que la madre las mira con curiosidad desde la puerta de la cocina. Eleonora se justifica gritando desde lejos—: ¡Ha elegido una música que me gusta un montón!

La madre sonríe, divertida por su bonita amistad, y asiente como diciendo: «Lo entiendo».

—¿Queréis tomar algo?

—No, no, gracias, yo nada.

—Yo tampoco, mamá…

Así que la madre desaparece en la cocina.

—He hecho bien, ¿verdad? Me imagino que no le has dicho nada, supongo.

—No, no quiero que se preocupe. Quizá le gustaría que estuviera ya casada antes de que ocurriera.

—¡¿Qué dices?! Tu madre no es de esas. De todos modos, haces bien. Pero Step te pidió que te casaras con él antes de saber eso, ¿no?

—Sí…

—Pues entonces no tiene nada que ver, no se siente obligado…

—Lo sé, pero en cierta manera fui yo quien quiso que diera este paso.

—Oye, hacéis muy buena pareja, ahora además tendréis un hijo, él ha sentado bastante la cabeza, está trabajando y su empresa está creciendo. Creo que todo es bonito y positivo; deja de dar la lata, será una boda perfecta… ¡Excepto por Ilaria, la gordinflona!

Gin se echa a reír.

—Siempre consigues quitarle hierro a todo.

—Pues claro, es así. Escucha, cariño, hay situaciones que solo presentan dificultades y salen muy bien; otras, como la de mis padres, que parecían perfectas y, en cambio, él se ha enamorado de una treintañera y ha abandonado a mi madre, y, sin embargo, tenían todos los números para permanecer juntos hasta que fueran viejecitos, pero no ha sido así, de modo que yo no me preocuparía mucho, disfrutaría de cada momento que pasara con ese bombón de tu novio y pronto marido, y no me pondría la venda en la cabeza antes de darme el porrazo. ¡Porque podría ser que nunca te lo dieras!

¡O podrías enamorarte de otra persona!

Gin la mira sonriendo de manera algo derrotista.

—¿Qué pasa? ¿No lo crees posible?

—No sabes cómo lo amo, lo quiero desde que era una jovencita y siempre lo querré.

—¿Haga lo que haga?

—Haga lo que haga.

—¿Incluso si se va con Ilaria la Gordinflona?

—Incluso eso.

—Joder, chica, pues sí que estás mal…

Ir a la siguiente página

Report Page