Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto

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La V y la VI Dinastías, el declive de una nación

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LA V Y LA VI DINASTÍAS, EL DECLIVE DE UNA NACIÓN

Userkaf

Su nombre significa ‘Su Ka es de gran alcance’, y tomaría por esposa a Jentjaus I, posiblemente su tía. La llegada al trono de este hombre está marcada por la teología heliopolitana desde un primer momento. Este hecho, como ya dijimos, nos viene corroborado por el Papiro Westcar y por el relato del Mago Djedi. Ya vimos que este relato, que está datado en el Imperio Medio, tiene como personajes a Jufu y al mago. De las artes que posee este mago destacan sobre todo las adivinatorias. Y será él quien le revele a Jufu que vendrá un nuevo linaje de reyes: «Yo te digo que primero será tu hijo, luego el hijo de ella y luego el otro de ellos…». Esta nueva línea dinástica llegaría del seno del propio Re. De hecho, este documento pone de manifiesto un hecho curioso, que no es otro sino las Cámaras de Thot. De estas salas, donde se supone está el conocimiento de la divinidad, la más importante es la llamada «Cámara del Inventario», que se ubica en Heliópolis. Con este dato queda de manifiesto que tan sólo el conocimiento de la sabiduría real era posible si la unión del rey se asimilaba con Re. Así pues, existiría una dama, de nombre Reddjedet, esposa de un sacerdote de la ciudad de Sajebu, que llevaría en su vientre a una encarnación del propio dios solar, estaba destinado a ser ‘Grande de los videntes de Heliópolis’, título principesco de suma importancia. Pero sin embargo, aquí entra en escena el problema principal para intentar crear el árbol genealógico de Userkaf. Y es que parece ser que este sería hijo de una dama de la corte llamada Neferhotep, que incluso podría haber sido hija de Djedefre. No obstante, lo que los egiptólogos denominan como «El enigma de Jentjaues» nos muestra que el misterio es más complicado de lo que realmente puede parecer. El motivo, unas titulaturas cuya traducción nos muestra a Jentjaues como ‘Madre de dos reyes’ o bien como ‘Rey y madre del rey’[37]. Otra mención a una mujer llamada Jentjaues la hallamos en los archivos de Abusir, procedentes de la pirámide de Neferirkare, otro de sus hijos. Es muy posible que incluso Jentjaues simulase una especie de matrimonio con su propio hijo, que sería más un mero trámite teológico que un incesto en toda regla. Incluso es posible que no sepamos interpretar correctamente la información que nos ha llegado y que se trate de una corregencia, tal y como demuestra un sello cilíndrico datado en el reinado de Djedkare Isesi, que nos muestra a Jentjaues con el uraerus sobre su cabeza y la falsa barba de faraón, con lo que el título anteriormente citado, ‘Rey y madre del rey’, cobraría todavía más fuerza si se tratase de la misma mujer. Como podemos ver, el enigma de esta V Dinastía no es sencillo de esclarecer, máxime si seguimos a pies juntillas lo que los propios egipcios nos contaron en el relato del Papiro Westcar, ya que la pregunta es: ¿son Reddjedet y Jentjaues dos nombres para una misma mujer? Esta línea familiar alternativa tampoco parece haber tomado el poder por la fuerza; todos los hallazgos y textos nos invitan a pensar que la transición de la IV a la V Dinastía se hizo de forma absolutamente tranquila y pacífica[38]. El regreso a la forma piramidal es, para muchos autores, una muestra de sumisión al culto solar que los monarcas de la V Dinastía debían asumir si querían reinar, puesto que su rama familiar no era ni mucho menos sucesora al trono. Lo que sí sabemos con certeza es que Jentjaues murió a una edad avanzada y fue enterrada por su hijo Neferirkare Kakai.

El reinado de Userkaf fue más bien corto. La piedra de Palermo le confina un reinado de siete años. No modificó ninguno de los estamentos que Shepseskaf había organizado para mantener a raya ese control sobre la casta sacerdotal. Altos funcionarios, nobles y escribas reales fueron ratificados en sus puestos, seguramente dada la importancia de los trabajos que desempeñaban y que, al menos momentáneamente, resultaban eficaces en tan arriesgada empresa. Userkaf se abre al mundo, hasta cierto punto. Se tienen relaciones con pueblos egeos que hasta entonces no habían negociado nunca con el valle del Nilo, y las rutas comerciales conocen grandes días. Realiza obras de restauración por diversos lugares de Egipto y parece ser que tiene cierta devoción por el dios Montu. Sabemos también que ocurre un hecho singular, la llegada de una corte de setenta mujeres a Egipto. Posiblemente se trate de una serie de esposas, motivo de alianzas con otros países. No obstante, semejante número deja perplejos a los egiptólogos. A pesar de que la idea de Userkaf es la de seguir los pasos de su predecesor, inexplicablemente da un salto cualitativo y construye un santuario solar y retorna a la pirámide como forma de enterramiento. En este recinto funerario, el rey construye un santuario a partir de otro existente en Heliópolis, con una amplia calzada. Como hemos explicado más arriba, no existen datos concluyentes, y todo lo que podemos contar son las varias hipótesis que los egiptólogos barajan para intentar dar sentido a un montón de datos inciertos que no hacen sino complicar más la labor de los traductores e investigadores. Nos enfrentamos a una época remota que por alguna razón no dejó los datos suficientes como para poder hacernos una mínima idea de cómo comenzó esta V Dinastía. El resultado, por otra parte, parece evidente si hacemos caso del relato que nos narra el Papiro Westcar, y es que los profetas de Re habían ganado la batalla a la realeza, y de ellos dependería en adelante la llegada al trono de los monarcas. Además, no deja de ser muy extraño que un papiro redactado en tiempos de la XII Dinastía remita los orígenes de este nuevo linaje al reinado de Jufu, cuando la pirámide alcanzó su máxima expresión como símbolo solar.

Sahure

Sahure, ‘El que está cerca de Re’, reinaría en Egipto a lo largo de doce años. Sabemos que su madre fue la reina Jentjaues I, aunque, como explicamos más arriba, su paternidad no está nada clara. Los nombres que se barajan son los de Userkaf e incluso Shepseskaf. Su reinado supone un punto de prosperidad en esta V Dinastía. Se proyectan grandes expediciones que necesitan una amplia concesión administrativa. Este hecho denota un cierto saneamiento económico y un buen funcionamiento de la rueda administrativa que movía al rey, que serían los gremios de artesanos. Los astilleros de Menfis trabajan a una escala gigantesca, construyendo enormes buques que tendrán como destino, entre otros, el Líbano, país con el que Egipto comerciaba a menudo para obtener su preciada madera de cedro. Otros buques parten con rumbo a Punt[39], en busca de mirra y electro en lo que se conoce como la primera expedición documentada al país de Punt. En este aspecto, Sahure se presenta al pueblo como un marinero de suma experiencia. Todo este movimiento que el rey despliega nos permite hacernos una idea de la prosperidad que alcanzó Egipto durante estos doce años. No era fácil llevar a cabo una expedición, y mucho menos varias. Las escenas que han sobrevivido en su pirámide nos muestran los grandes buques que regresaban trayendo a bordo a dignatarios de los distintos países que se habían visitado. Pero la riqueza que se almacena en las arcas reales es objeto de codicia por muchos oscuros personajes. Movimientos llegados del desierto libio atentan contra la seguridad de las rutas de caravaneros, por lo que es necesaria la intervención de los soldados en numerosas ocasiones. No sería de extrañar que los puestos fortificados fuesen reforzados con un buen número de reclutas, ya que no hemos de olvidar que el ejército profesional no existía todavía, y que las milicias componían el grueso de las tropas. Sin embargo, uno de los problemas que más daño hizo a Sahure tuvo lugar en el propio Egipto. Al parecer, una serie de gobernadores locales llegó a montar una red de tráfico de ganado. Al enterarse, el rey se mostró implacable, pues esa calaña de ladronzuelos no tenía cabida en su reino.

Desde el Sinaí hasta Uadji Maghara, las reservas de turquesa, diorita, oro y otros minerales aumentan de manera grandiosa. No cabe duda que Sahure heredó un prospero Egipto, pero la forma de administración había cambiado. El hecho es nuevamente teológico. Y es que el rey ya no es aquella identificación de Re que había consolidado Jafre, sino que ahora es tan sólo su hijo. Así, el protocolo real recoge este hecho al adoptar su nombre ‘Hijo de Re’. Por este motivo, aumentan las donaciones a los santuarios: tierras, empleados, materias primas, oro, minerales, etc. Poco a poco, y con el único motivo de poder pagar los ritos funerarios, los grandes centros teológicos de Heliópolis alcanzan un gran poder administrativo y jurídico. Con Sahure se abre un nuevo complejo funerario, en Abusir. Inaugurando esta nueva necrópolis real, que sería continuada por tres de sus sucesores, el rey parece observar las líneas de la IV Dinastía, llegando a unirse en en una planicie idéntica a la de Gizeh. De hecho, esta región bien pudo confundir al propio Heródoto en su viaje a Egipto. Nacho Ares investigó este hecho y la conclusión es sin duda estremecedora: lo que el viajero griego cuenta en los capítulos 124 y 129 acerca de Gizeh posiblemente está basado en otros autores anteriores, como Hecateo de Mileto, que visitó Egipto un siglo antes que él. Esta sería una práctica elemental llevada a cabo por casi todos los historiadores, que recogían en sus notas las dichas y desdichas que vivían a orillas del Nilo. Tal es así que ni Heródoto ni Diodoro Sículo ni Estrabón mencionan la atracción que les debería haber producido contemplar la Esfinge de Gizeh. Este hecho, tal vez, no deba ser contemplado como un absurdo y la explicación parece bien lógica si nos atenemos al celo que los sacerdotes egipcios podían mantener acerca de los secretos milenarios de su civilización, y en absoluto desvelaban toda su grandeza y, por ende, la meseta de Gizeh. Los textos más valiosos que nos hablan de Sahure están en una autobiografía del noble Perisen; así como en los relieves de una falsa puerta, ambas en Saqqara. En Gizeh, otros nobles que le sirvieron nos dejaron también episodios de su vida escritos en sus moradas para la eternidad, como es el caso de Sejemkare y Nisutpunetjer. A raíz de estos textos hemos podido recomponer parte de la historia de este rey, impulsor de una nueva era, que en cambio no pudo deshacerse de ese lastre pesado en el que se había convertido el clero heliopolitano.

Neferirkare Kakai

A Sahure le sucederá su hermano, Neferirkare, cuyo nombre se traduce como ‘Hermosa es el alma de Re’, que reinó en Egipto durante diez años. Fue el primer rey que utiliza el nomen y el praenomen[40]. De Neferirkare podemos destacar por ejemplo que ordenó compilar una gran cantidad de archivos[41] y, gracias a estos textos, los egiptólogos han podido reconstruir gran parte de su vida. De entre lo más importante que nos cuentan estos textos podemos destacar el esmero que Neferirkare ponía en la consecución de los ritos funerarios de sus antepasados. Se ocupó de que la cantidad de ofrendas fuesen las requeridas y que el orden de las ceremonias jamás fuese suprimido. Todos estos datos, las rentas diarias, las ofrendas a sus familiares fallecidos, a los dioses, los ritos ceremoniales, cuidados a las estatuas, el listado consecutivo de los banquetes divinos, la agrupación y cuidado de los materiales rituales, todos estos expedientes que resaltan las inspecciones que el rey realizaba en los santuarios y otros edificios administrativos de primer orden, demuestran que se esforzaba por mantener el control del país. Sin embargo, se puede asegurar que las mastabas de los nobles menfitas son más suculentas que las pirámides de sus soberanos. Este hecho confirma que la importancia de estos faraones estaba siempre bajo la puntualización de esta nueva casta de sacerdotes que había alcanzado ya un gran poder bajo el reinado de Neferirkare. La prueba de ello es un texto que nos desvela un tremendo y significativo símbolo de fractura entre estos dos estados del poder. El rey promovió una ley en la que eximía a un pequeño santuario de Abydos de la recaudación de impuestos para las arcas reales. Neferirkare concedió importantes tareas a su visir e intentó mantener a raya a la burguesía que comenzaba ya a tener un considerable poder. De hecho, gran parte de estas deducciones son sacadas de la mastaba de Ty, en Saqqara, y del santuario solar que el rey comenzó a edificar, porque la construcción se quedó a medias. Desconocemos el motivo de este abandono, aunque no es difícil suponer la causa. Estas obras serían culminadas por el rey Niuserre mucho más tarde.

Neferefre Isi

El posible caos que comenzó a surgir en esta recta final de la V Dinastía se ve ligeramente reforzado por el desconocimiento de un hecho significativo que ocurre tras la muerte de Neferirkare. Y es que nos encontramos con un nombre, Neferefre Isi, cuya aparición en escena implica que sepamos más de sus antecesores y sucesores que de él mismo. Este nombre suele colocarse en las listas reales como el sucesor de Shepseskare; no obstante la mayoría de egiptólogos opinan que su lugar en la historia sería justo antes. Para entender un poco más los motivos de este debate, es justo conocer las pruebas que juegan a favor y en contra de Neferefre. En Abusir se halló un bloque de piedra caliza con una representación del rey Neferirkare y su esposa real, Jentjaues II, junto a un príncipe identificado como Neferefre. La duda nos asalta cuando vemos que, en dicho bloque, su nombre está escrito de forma distinta. Los egiptólogos, para colocar justamente esta sucesión al trono, juegan con un hecho fundamental. A la muerte de Neferirkare, la consorte real Jentjaues II actúa como regente del reino, dada la corta edad del príncipe. Hay numerosas evidencias de que por un breve período de tiempo incluso reina como faraón en solitario. Esta acción sería la consecuencia de una súbita muerte del príncipe Neferefre. Los restos de su momia fueron hallados en Abusir y, tras un minucioso examen, se supo que el rey había muerto a la edad de veinte o veintitrés años como mucho. Aquí entra en juego el factor regencia, pues se sabe que Neferefre reinó tan sólo un año. A la muerte de su hijo, Jentjaues II habría tomado el mando del país, y de esta forma colocaríamos a este príncipe reinando justo después de Neferirkare.

Pero, sin embargo, una vez más nos vemos envueltos en un entramado de historiadores y egiptólogos, cada uno tirando del hilo que más defiende. Y es que en el bloque de caliza de Abusir tenemos tres nombres: Neferirkare, Jentjaues y Neferre. La lógica nos dice que el príncipe Neferre, ‘Re es hermoso’, cambió su nombre al llegar al trono por el de Neferefre, ‘El de la belleza de Re’, añadiendo su nombre de Sa Re, o Hijo de Re, posiblemente Isi.

Estamos pues, ante un rey de la V Dinastía y, como tal, deberá construir un santuario solar, dada la influencia teológica. El nombre de su santuario era Hetep-Hetep-Re, aunque yace todavía bajo las arenas del desierto. Sabemos, gracias a textos hallados, que fue culminado por su hermano Neuserre Ini. Y es que Neferefre Isi falleció mucho antes de que su pirámide estuviese terminada. A todo esto que hemos comentado debemos añadir el enigma Jentjaues, pues los egiptólogos todavía no coinciden en concordar si esta Jentjaues es la misma que cita el Papiro Westcar, cuya enigmática presencia citamos anteriormente[42]. Con los pocos vestigios que nos ha legado, Neferefre continúa siendo uno de esos maravillosos enigmas del Antiguo Egipto, aunque, desgraciadamente, muy pocas piezas nos permiten por ahora recomponer ese rompecabezas que conforma su historia y su pasado.

Falsa puerta del recinto funerario de Neuserre.

Fotografía de Nacho Ares.

Neuserre Ini

Neuserre Ini sucede a su hermano, y su nombre significa ‘El que posee la energía de Re’. Varios enigmas confieren a la persona de este rey, como que no está clara la duración de su reinado. Esto es debido a que el Papiro de Turín está dañado justo en el tramo donde se sitúa a este monarca, aunque, gracias a un texto[43] que se halla en su Santuario Solar, podemos atribuirle un reinado que oscila entre los treinta y los cuarenta y cuatro años, aunque autores como Dodson e Hilton le otorgan solo un reinado de once años. Sabemos que tuvo un reinado bastante activo. En la región del Sinaí hubo de llevar a cabo unas cuantas acciones militares, porque varios grupos de libios asaltaban las minas de turquesas y de cobre. Así pues, tenemos que, en lo que concierne al comercio, Neuserre prosiguió con las expediciones que Sahure había iniciado, y sabemos que las expediciones al país de Punt no fueron interrumpidas durante su reinado. Y durante su reinado, la riqueza apareció también para el pueblo. Los lujos, al menos en lo que a la clase media alta se refiere, son bastante prominentes. Las mujeres emplean suntuosas pelucas y las modas tienen gran impacto entre las damas de la corte real. Los altos funcionarios se hacen construir fastuosas moradas para la eternidad, casi principescas. Podría decirse que Egipto es un país rico y próspero. Así, las relaciones comerciales con Bibblos se hacen muy frecuentes y estas harán que entre mucha riqueza en el país. Y es que para mantener toda la riqueza que disfrutaban los nobles de la corte, así como los príncipes nomarcas y demás ramas de la nobleza, era indispensable un comercio fluido no sólo con Bibblos, sino también con los pueblos egeos. Por supuesto, las minas de Nubia, en la región que comprende Abú Simbel, fueron explotadas a un increíble nivel. La riqueza y el poder que detentó Neuserre Ini están plasmados en piedra. No sólo levantó su pirámide y su santuario solar, sino que terminó el complejo funerario de su padre Neferirkare, el de su madre Jentjaues y el de su hermano Neferefre, y reconstruyó el santuario solar de Userkaf, que por aquellos días debía mostrar algunos derrumbes por motivos que se nos escapan. No cabe duda de que la imagen de Abusir era, en efecto, digna del propio Re.

Menkauore

El siguiente hombre de nuestra lista real es Menkauore, ‘Eterno es el Ka de Re’. Nos encontramos nuevamente con un conflicto familiar, al no poder colocar directamente su línea sanguínea. Dos vertientes se abren para mostrarnos a sus padres. Por un lado, posiblemente era hijo de Neuserre y la reina Neput-Nebu, consorte real. Otra hipótesis de trabajo, aunque no tan aceptada, nos señala que podría haber sido su propio hermano. No obstante, hay una hipótesis muy suculenta que la egiptología no suele aceptar con facilidad. El hecho nos viene dado por una interrupción de la línea dinástica a la muerte de Niuserre. Sabemos que tenía una hija, Jameranebti, casada con Pathshepses, que había sido en primer lugar peluquero del rey y, al desposar a Jameranebti, se convirtió en visir de Niuserre Ini. Sabemos que este matrimonio tuvo al menos cinco hijos: Ptahshepses, Qednes, Kahotep, Hermajti y Meritates. Aquí parece morir la descendencia de Niuserre, ya que ninguno de sus nietos logró reinar. Sin embargo, Menkauhor estaba casado con una dama de nombre Merisanj, la cuarta de su linaje, cuya familia bien podría derivar de casa real de Huni o incluso Snofru, con Merisanj I, esposa de Huni, o bien con Hetepheres, la esposa de Snofru.

Sea como fuere, la egiptología nos dice que el rey era hijo de Neuserre, y que reinó en el trono de Egipto por un período de tiempo no superior a ocho años. Lamentablemente, tampoco podemos decir demasiado acerca de este hombre; hasta tal punto llega el desconocimiento que no sabemos ni siquiera cuál es su pirámide. Se especula que tal vez fue levantada en Dashur. Este hecho, de ser cierto, demuestra una especie de ruptura con la tradición dinástica de erigir su morada para la eternidad en Abusir. No obstante, sí que continúa con la consecución de santuarios solares, aunque no está claro tampoco si lo construyó en Abusir o en Saqqara[44]. La relación de la ubicación de esta pirámide en concreto se ve reforzada por unos documentos pertenecientes a la XVIII Dinastía, donde se especifica que el complejo funerario de Teti estaba vinculado con el culto al divino Menkauor. Poco más, o más bien nada, podemos decir de este personaje tan misterioso.

Djedkare

La llegada de Djedkare sí arroja, en cierta forma, un poco más de luz sobre este momento de la historia. En principio, podemos asegurar que fue hijo de Menkauor y que reinó por un período de cuarenta y cuatro años, aunque la egiptología suele atribuirle tan sólo veintiocho años. De hecho, su momia fue encontrada en su pirámide y, según los estudios realizados, corresponde a la de un hombre que falleció con cincuenta años de edad, por lo que la segunda opción es la más plausible. Su nombre se podría traducir como ‘El Ka de Re es eterno’, siendo su nombre de nacimiento Isesi. Sabemos que cuidó mucho de la manutención de los santuarios de Abusir y que explotó con gran éxito las minas del Sinaí. Continuó la tradición que Sahure había iniciado de enviar expediciones navales a la tierra de Punt en busca de materias como mirra e incienso. Otras expediciones que realizó, por ejemplo a la tierra de Bibblos, nos indican que la economía estaba bastante desahogada, pues de lo contrario no sería posible mantener esas relaciones. Sabemos, sobre todo gracias a su visir Ptahhotep, que el momento cultural que se vivió en los años de Djedkare era espléndido. De hecho, uno de los mejores tratados de este período son las Máximas de Ptahhotep.

Sin embargo, he aquí el hombre con el que este magnífico Imperio Antiguo comienza su declive hacia la desaparición total de toda una época. Y es que, como ya les ocurriera a muchos antecesores suyos, el clero heliopolitano venía ejerciendo una presión enorme, lo que provocó un estallido en el poder central. Djedkare se aleja de los cultos solares e incluso se opone a construir un santuario solar. Elige Saqqara como lugar para la eternidad, y en cierta forma ya no se pone en manos de Re para que sea esta divinidad la que lo proteja tras su muerte, sino que casi se entrega a la antigua deidad de Soqaris. Abandona pues el santo significado que tenía en el culto solar la región de Abusir, pero sin embargo, como su propio nombre indica, no abandona totalmente a Re, sino que más bien es como si el rey desease desvincularse de los hombres que representan al dios, sin que por ello su contacto con la divinidad se viera afectado. Tenemos constancia de que realizó su Heb-Sed, lo cual demuestra que, por lo menos, podía gobernar con cierta rigidez. No obstante, el momento marca la ruptura entre el rey y su clero, y esta ruptura será todavía más patente con su sucesor.

Relieve del templo de Unas, hombres famélicos. Museo de Imhotep, Saqqara.

Fotografía de Nacho Ares.

Unas

Este rey es uno de los más importantes de esta V Dinastía, al menos si lo miramos desde el aspecto arqueológico. No obstante, primero podemos destacar la importancia que jugó su papel como último monarca de la edad dorada del Imperio Antiguo. Su nombre de Horus deja el reflejo de lo que el rey tenía en mente, pues era Wadj-Tawi, ‘El que hace prosperar a las Dos Tierras’. Sabemos que reinó al menos durante treinta años, y lo poco que conocemos sobre su vida es gracias a los relieves hallados en los bloques de su santuario del valle.

Lamentablemente, su reinado estuvo plagado de desdichas. A pesar de que las relaciones comerciales con las tierras extranjeras continuaron con la misma frecuencia que la de sus antecesores, ocurrió algo que traería una gran hambruna en algunos años de su reinado, tal y como atestiguan varias escenas halladas en su santuario funerario. Se han realizado estudios bastante serios al respecto de este fenómeno, que ciertamente es harto trágico y desalentador. La conclusión final viene a dejar claro un cambio climático que posiblemente comenzó a hacer estragos durante los años de este rey, si bien los primeros síntomas de la sequía tuvieron que empezar con anterioridad. No obstante, estos acontecimientos estaban aún por llegar. Sabemos que a los puertos de Egipto llegaron varios buques procedentes de Bibblos, producto del intercambio de géneros que era tan frecuente para estas gentes. Vemos escenas en las que se recrean los mercados menfitas, así como una gran variedad de fauna que habitaba en los oasis de los desiertos.

Tenemos constancia de al menos un par de intervenciones militares que el rey tuvo que llevar a cabo para combatir a los nómadas del desierto. Sin embargo, el hecho fundamental que muestra la total ruptura con el clero de Heliópolis sería un secreto guardado durante más de dos mil años, hasta que la divinidad dispuso su voluntad.

Y es que, como de costumbre, los descubrimientos arqueológicos se producen, en la mayoría de los casos, de casualidad. En la última década del siglo XIX tenía lugar una curiosa batalla campal en medio del desierto egipcio. Dos titanes de la egiptología, Auguste Mariette y Gaston Maspero, intentaban demostrar la existencia de textos grabados en el interior de las pirámides. Mariette defendía con uñas y dientes que estas construcciones no habían albergado jamás ni un solo escrito. Por otro lado, Maspero estaba totalmente convencido de lo contrario. Este último fue quien, por azares del destino o porque el plan así estaba concebido, excavando en la pirámide de Pepi I realizó un hallazgo sorprendente, tanto en su forma como en el contenido. Mariette, en un acto de arrogancia, no reconoció su error. Aunque hay que decir que para Maspero, su mejor momento estaba aún por llegar. En aquellos días, la pirámide de Unas no era sino una ruina; su estado era tan lamentable que los arqueólogos no mostraban sino indiferencia ante ella, por ello investigaban en otras que se conservaban mejor, como la de Pepi I. Quién sabe si fue la casualidad o la providencia divina la que se apareció cierta mañana en forma de chacal, merodeando por la pirámide de Unas. Era un guardián egipcio quien vigilaba el monumento, el cual se sintió indiferente ante la presencia del animal. Sin embargo, el chacal parecía querer llamar la atención de aquel egipcio, así que comenzó a asomar su hocico entre una de las esquinas de la pirámide, observaba al hombre, desaparecía y reaparecía momentos más tarde. El guarda, movido por la curiosidad, se incorporó de su descanso y comenzó a caminar hacia el chacal. Este se dirigió entonces hacia la fachada norte de la pirámide, se detuvo un instante para asegurarse de que el hombre lo seguía, y se coló en el edificio a través de una abertura en la tierra, justo en la base del monumento. El guardia, anonadado, decidió seguirlo y se introdujo por el túnel, que en verdad era un pasadizo de un metro escaso de altura. Una vez que se pudo poner en pie, sacó de su chilaba una linterna. Su sorpresa fue monumental cuando sus ojos, tras haberse habituado a la tenue luz, se maravillaron ante el espectáculo que ofrecían aquellas interminables hileras de textos jeroglíficos. Había hallado lo que se conocería como los Textos de las Pirámides. Del chacal no había rastro, se había esfumado en la nada, pero Maspero había ganado la partida, pues las pirámides no eran mudas, sino que en aquella concretamente se había escrito el libro religioso más antiguo de la historia de la humanidad. Más tarde se descubriría que, en realidad, Unas había sido el primer rey en hacer grabar los pasajes mágicos en su pequeña pirámide.

La importancia de estos textos es enorme, pero en el aspecto que estamos tratando mucho más aún. Unas se había asociado directamente con Osiris, acto que nos muestra el momento justo en el que el poder real se desliga del clero heliopolitano y vuelve su vista hacia las primitivas divinidades. Su momia, de la cual Maspero halló varios trozos en 1880, se había puesto bajo la vigilancia del ancestral Osiris, rompiendo final y claramente con todo aquello que tuviese que ver con los profetas de Re. La ruptura fue desastrosa para las siguientes líneas dinásticas, que, junto con otros motivos que se nos escapan, provocó un aumento de poder sobre los nomarcas locales que llegarían a disputarse incluso el poder real. Además, esta ruptura casi marca el final del Imperio Antiguo y de hecho, no son pocos los expertos que excluyen a la VI Dinastía de esta cronología y la incluyen directamente en el I Período Intermedio.

Teti

El inicio de la VI Dinastía es una oscura época de cambios y desenlaces reales. Gracias a una inscripción en el Santuario Funerario de Unas, en la que podemos ver los nombres y títulos de Teti I, sabemos que la transición de una dinastía a otra apenas produjo alteraciones en el seno real. El Papiro de Turín nos muestra a este rey como el primero de un grupo de nuevos monarcas. No obstante, no tenemos ni idea de quién fue su padre. El hecho de que su nombre aparezca en la pirámide de Unas no nos indica que hubiera sido este, sino más bien que pudo ser su yerno, pues estaba casado con una hija de Unas, la princesa Iput. Lo que sí sabemos es que su reinado se inicia bajo altercados más o menos violentos. De hecho, su nombre de Horus así nos lo indica, Sehoteptawi, que literalmente se traduce como ‘El que pacifica a las Dos Tierras’, nos muestra el reflejo de la carencia que sufría el seno real. La casta de sacerdotes mantenía ese tira y afloja con la monarquía, que derivó en la sumisión total de estos últimos a favor de los primeros. La prueba es que la política interna de Teti gira en torno al favoritismo sacerdotal. Anula aquellos decretos de Unas contra la aristocracia teológica y devuelve al santuario de Abydos todos sus privilegios, promulgando un decreto real. Otro hecho destacable es que Teti entrega a una hija suya como esposa al clero, la princesa Sesheshet, que se convirtió en esposa de Mereruka, y, a la postre, este se convirtió en visir. El nombre de esta reina resurgió del olvido cuando, a finales del año 2008, una expedición egipcia ponía al descubierto las piedras de su pirámide y los restos de su momia. Sin embargo, no todo está tan claro, puesto que Teti se asocia, por vez primera, al culto de Hathor en Dendera, y este hecho sin duda tiene que ver con el culto a Horus, pues Hathor era su esposa. Los cambios que se dan con esta dinastía implican también sucesos increíbles que muy pocas veces se vieron en el Antiguo Egipto. Todos estos hechos se unen a la posibilidad de un complot tejido en torno al rey, cuyo resultado sería el asesinato del monarca. El instigador en la sombra pudo haber sido Userkare, que finalmente podría haber reinado con sus manos llenas de la sangre del hombre que sería recordado como Teti, ‘El amado de Ptah’.

Userkare

Y es que Userkare posee todos los elementos de misterio que caracterizan los enigmas del Antiguo Egipto. En principio, el Papiro de Turín presenta un sinfín de lagunas en el lugar donde se debería ubicar a este rey. Su nombre significaría ‘El Ka de Re es fuerte’, y sería Manetón de Sebenitos quien, consciente o inconscientemente, lo señalaría como el asesino. Manetón nos cuenta en su obra que Teti murió asesinado a manos de su guardia real. Su nombre, pues, había desaparecido de la lista real de Turín coincidiendo justo con las lagunas existentes entre los reinados de Teti I y Pepi I, padre e hijo respectivamente. Pero la prueba de la existencia de este hombre como rey de Egipto está en la lista real de Abydos, ocupando el número treinta y cinco como segundo monarca de esta VI Dinastía. La historia, según muchos egiptólogos, es la que sigue: Userkare habría pertenecido a la corte real, posiblemente fuera hijo de Jentjaues III, una concubina, lo que dejaba al príncipe sin posibilidad alguna de reinar, ya que el heredero era Pepi I, hijo de Teti e Iput. Está claro que para llevar a cabo semejante acción, este hombre no pudo nunca actuar en solitario, lo que implicaría a un sinfín de nombres, posiciones jerárquicas y lugares de actuación. Posiblemente, incluso la casta sacerdotal estuviese implicada en el regicidio. Pero, sea como fuere, la usurpación existió, y la prueba de ello se encuentra en Saqqara, en la morada para la eternidad de un noble que vivió bajo el reinado de Teti I y Pepi I. Su nombre era Jaunefer, y en su morada para la eternidad escribió una autobiografía, donde nos dice que él había sido «amigo del rey», y se jacta de ser «aquel que conoce los secretos del rey». A todas luces, y como ocurriría en otras ocasiones, esto es producto de un acto demasiado vil como para ser recordado y, sin embargo, como veremos más abajo, gracias a un alto dignatario llamado Weni podemos arrojar un poco de luz a este misterio.

Sabemos que Userkare inició algunos proyectos; así lo recoge un papiro que nos habla de la vida de unos trabajadores de Asiut. Estos obreros fueron contratados por el rey para trabajar la piedra. No obstante, la falta de los restos arqueológicos de sus edificaciones tan sólo nos deja dos opciones: o bien dichos monumentos no se han encontrado todavía o fueron desmontados y reutilizados posteriormente. La única verdad es que desconocemos el momento y las circunstancias que rodean a Userkare, si formó parte de la conjura que asesinó a Teti o si pertenecía a la familia real. Lo único cierto es que fue Pepi I quien se ocupó de ejecutar la terrible venganza: el olvido.

Pepi I

El reinado de Pepi I no fue nada fácil. Subió al trono a temprana edad, coronándose como Merire, ‘El amado de Re’. En aquellos momentos la corte estaba algo dividida entre aquellos que servían al nuevo faraón y aquellos que creían en la legitimidad de Userkare, pero de este hecho hablaremos un poco más adelante. Sabemos que la corte que rodeó a Pepi I fue elegida por él mismo, que colocó a gente de confianza en aquellos puestos y lugares más importantes. Una vez que la conspiración fue abortada, se casó con las dos hijas de Jui y Nebet, los nomarcas de Abydos. Anjesemire I daría a luz al príncipe Merire. Cuando esta fallece, Pepi toma por esposa a la hermana de la difunta, Anjesemire II, que sería la madre de Pepi II[45]. Estos actos de infortunio dieron como fruto un reinado próspero. Tal vez necesitaba el apoyo económico de estas alianzas para poder llevar a cabo el gran número de expediciones que partieron de Menfis, relacionadas con el intercambio comercial, transporte de piedra, explotación de turquesas, cobre y demás minerales. De hecho, en una de las canteras se halla una inscripción que narra la primera fiesta Heb-Sed del rey en su largo reinado, que duró cuarenta y seis años.

Estatua de Pepi I con el traje de la Heb-Sed. Museo de Brooklyn, Nueva York.

Fotografía de Keith Schengili-Roberts.

Por otro lado, las relaciones con el extranjero fueron excelentes. A Bibblos, zonas de Palestina y Nubia viajaron varios hombres de renombre. Los más destacados e importantes fueron Hirjuf y Weni. El primero es sin duda uno de los mejor documentados. Llegó a ser uno de los preferidos del rey, sacerdote Iry, juez de Nejen y portador del Sello Real, entre otros títulos. Pero su papel más conocido es como explorador. Él mismo nos cuenta cómo viajó a la desconocida región de Yam, que corresponde a una franja de la alta Nubia.

Su Majestad Merire, mi señor, me envió junto con mi padre, el compañero único del rey y sacerdote Iry, a las tierras de Yam para explorar esta región. Lo hice en sólo siete meses y traje toda suerte de regalos para Su Majestad. Luego, Su Majestad me envió una segunda vez, volví sobre mis pasos y descendí de Ireth, Mejer, Tereres e Irthet, viajando durante ocho meses.

Hirjuf incluso llegó a formar parte en las contiendas que el jefe de los Yam mantenía con sus enemigos, apareciendo siempre como pacificador. Para su rey Pepi I trajo no sólo objetos raros y desconocidos, sino que evocó en ese mundo tan salvaje y aparentemente primitivo un gran prestigio, que colocaba a Egipto como una nación poderosa.

El otro gran explorador, que al igual que Hirjuf sirvió a Pepi I, a Merenre I y a Pepi II, es sin duda importante por sí solo. Inició su carrera desde lo más bajo hasta alcanzar puestos de gran importancia en la corte real. Para Weni, el ser un hombre de clase baja no fue obstáculo. Comenzó como militar, un oficial sin importancia. Luego llegaría a ser Portador del Sello Real y Chambelán del rey. Más tarde, se le otorgó un cargo importante en la ciudad de la Pirámide de Pepi. Es precisamente aquí donde juega un papel fundamental, pues el rey lo nombra Intendente Real, para que investigue el caso de la conjura que se ceñía sobre la Doble Corona. Y es que desde los inicios de su reinado, Pepi I tuvo que esquivar un sinfín de trampas y engaños, casi todos elaborados por la enigmática y maquiavélica figura de Jentjaues III, la madre de Userkare. Esta mujer se confabuló con el visir, tejiendo una trama de forma increíble y, pese a los esfuerzos, no se pudo desenmascarar a los culpables hasta el año cuarenta y dos del reinado de Pepi, cuando la conspiración fue exterminada totalmente y los culpables castigados. El enfrentamiento de varias familias de sangre real con distintas líneas sucesorias es un hecho. No sabemos si Jentjaues III vivió hasta el final de la trama, pero sí que esta familia estaba esperando el momento idóneo para asestar un golpe certero y hacerse con el poder. La intentona de usurpación salpicó a varias familias de nobles, que por aquellos días habían alcanzado ya grandes cotas de poder, y ansiaban incrementarlo. Una parte de esta nobleza cayó con la conjura; otra sin embargo se jactó de ser una casta privilegiada por el rey, construyéndose incluso suntuosas moradas para la eternidad. Weni realizó una potente e intachable investigación, seleccionó un jurado y convocó una audición, llevando a la sala del juzgado a varios testigos. Desvinculó al visir, sospechando que este estaba implicado. Weni, que por aquellos días no era todavía oficial de alto rango, solucionó el problema sin armar demasiado alboroto, mantuvo la discreción que su rey le había pedido y jamás habló de aquello que habían visto sus ojos y oído sus orejas. Sin duda, este caso le valió el ponerse a cargo de su primera gran misión, convirtiéndose en personaje importantísimo, casi clave, ante la gran crisis que se avecinaba. Por el noroeste llegó una amenaza bajo la forma de nómadas que se adentraron en Egipto por la zona del Delta. Estas tribus de bárbaros comenzaron a cometer delitos, robo de ganado y destrozos varios en las comunidades. Así, Weni es comandado al frente de una unidad de varios miles de hombres para poner fin a las tropelías que cometían «los que están sobre la arena». Con esta contundente acción, Pepi buscaba asegurar también las rutas de las caravanas del Sinaí. Weni tuvo a su disposición milicias de los nomos, varios cientos de nubios y mercenarios contratados. Organizó regimientos y al frente de cada uno colocó a varios dignatarios que dependían de sus órdenes directas. Hay que destacar mucho a favor de este hombre, llamado Weni, ‘El anciano’, pero especialmente su valor del honor, pues impuso sobre todo el respeto a los vencidos. No consintió saqueo ni violación alguna por parte de sus hombres hacia los derrotados. Así, una vez que la batalla hubo terminado, dejó tras de sí un rastro de brillantez incorrupta. No obstante, para llevar a cabo este éxito necesitó cinco campañas.

Weni llevó el nombre de su rey más allá del territorio sur egipcio, que por aquellos días finalizaba en la primera catarata. Toda esta zona influenciada se puso bajo las órdenes de Weni cuando el rey lo nombró gobernador de los países del sur, pues emergieron de los territorios cercanos a Elefantina varios grupos de príncipes locales que comenzaron a organizar intentos de sedición contra Egipto.

Así pues, con estos dos hombres, Pepi tuvo días más que gloriosos que ayudaron a soportar los achaques de un sistema que amenazaba con desmoronarse. Tan sólo eventuales momentos mantenían en pie una realidad que los egipcios disfrazaron de gloria, haciendo oídos sordos al crujir de la monarquía. Gracias a una inscripción hallada en una cantera de alabastro sabemos que Pepi celebró en Hatnub su vigésimo quinto recuento del ganado, lo que nos deja al menos unos cincuenta años de reinado. En Bubastis, Dendera, Abydos o en Saqqara, vemos aquí y allá restos que llevan su nombre. Su pirámide, de la que luego hablaremos, llevó por nombre Merire Mer-Nefer, ‘Merire es establecido en perfección’. Cuando finaliza el reinado de Pepi I, el culto solar se había alejado bastante de la monarquía de Egipto, y su herencia de riqueza no sería más que ilusoria.

Merenre I

Merenre I es el cuarto rey de la VI Dinastía, cuyo nombre significa ‘El amado de Re’. Su llegada al trono tiene lugar a una edad bastante temprana, aunque hay que ser muy prudentes a la hora de colocar estos datos, porque todo el entramado familiar que rodea a Merenre es bastante difuso. Su esposa habría sido Anjesemire II, esposa anteriormente de Pepi I, y su reinado nos ha llegado sobre todo por las autobiografías de Weni y Hirjuf. En aquellos días, el primero ejercía su cargo como gobernador de los países del sur y el segundo había sido nombrado gobernador de la región de Aswan, y por lo tanto a su cargo estaban todas las expediciones que se realizaban en esta área. Hirjuf es visitado por su rey en el año noveno de reinado. El motivo, una recepción de caciques de la región meridional, motivada por una gran emigración a Egipto de habitantes del profundo sur del país de Kush. Merenre puso especial atención en este hecho y veló por las mejoras de estas regiones. Para esto, puso su confianza en Weni.

Las palabras de Weni nos dejan ver entre líneas dos cosas de interés. Primero, la elaboración de cinco canales, que no sólo tenían como objeto una mejora comercial, sino casi enteramente constructora. Merenre abrió nuevas canteras de granito en esta zona, lo que nos invita a pensar que los filones de la zona norte de Nubia se estaban agotando o estaban ya agotados. La segunda es una mención de un «ahorro a palacio», lo cual indica que el estado en absoluto gozaba de un saneamiento económico, y esto refleja la relación dispar con el clero. Pero los reyes de Kush también obtuvieron su parte con estos trabajos. Hacia el final de este Imperio Antiguo la mayoría de soldados del ejército eran de esta región; otros nubios se hicieron comerciantes, se casaron con egipcias y muchos incluso adoptaron nombre egipcio. Este hecho propició una paz política que se extendió hasta la tercera catarata. Los funcionarios que Merenre nombró para mantener ese orden le aseguraron una prosperidad de comercio. Tras tres expediciones sucesivas a Kush, la conexión de las rutas con el Nilo se hizo estable. Igualmente ocurrió en las otras latitudes, pues con Bibblos se mantuvieron buenas relaciones, llegándose a ejercer varias labores diplomáticas en estas áreas.

Merenre murió joven, de forma precipitada en su séptimo año de reinado. Este hecho nos viene dado por su pirámide. Las obras no se terminaron, pero el rey fue enterrado igualmente en su interior. En este complejo funerario se halló una estatua de cobre que representa a un joven rey, que a pesar de su corto reinado, dejó su nombre inscrito en Asuán, en la pirámide de Menkaure, en Abydos, en Edfú y Deir el-Bahari.

Estatua de Anjesemire II y Pepi II. Museo de Brooklyn, Nueva York.

Fotografía de Keith Schengili-Roberts.

Pepi II

Esta súbita muerte coge desprevenida a la corte real de Menfis, que pone sus ojos en la figura de un niño de seis años de edad que se dispone a ceñirse la doble corona con el nombre de Pepi II. No hay duda de la importancia de este reinado, para mal más que para bien, pues reina la friolera cifra de noventa y cuatro años y a su muerte Egipto roza la anarquía. Durante los primeros cuatro años el reino es conducido por Anjesemire II, la cual nos aparece nombrada como corregente del reino. Para evitar cualquier tipo de tentativas a la usurpación del trono, casó a su hijo con Neith, una posible nieta de Pepi I, la cual se convirtió en consorte real. Esta pequeña princesa recibió todo el apoyo y educación que su suegra pudo transmitirle, ya que la reina Anjesemire II se hizo rodear por toda una cohorte de fieles. Encabezando ese círculo casi sagrado estaba Djau, su hermano y visir, y por supuesto el bueno de Weni. Estos dos hombres conocieron los secretos más íntimos de la reina. Es sabido que la labor que se realizó fue extraordinaria, ya que tanto Pepi como Neith aprendieron a rodearse de gente fiel y servicial, cualidades indispensables que un buen gobernante debe exigir de sus más allegados. Una vez que Pepi II alcanza la mayoría de edad, los textos nos lo muestran ya como faraón, enviando una expedición al Sinaí. Las expediciones estaban, cómo no, comandadas por Weni y Hirjuf. Gracias a Hirjuf la corte de Pepi II se abasteció durante muchos años de aceites, pieles, marfil, incienso y otros productos que procedían de las regiones que se adentraban en la tercera catarata. Destaca sobre todo un presente que trajo a su rey que causó conmoción en la corte, y sin duda el momento más feliz para el pequeño infante: un pigmeo vivo del lejano país de Yam. En Egipto está constatada la presencia de enanos en las cortes de reyes importantes como Jufu, donde al más puro estilo medieval estos enanos eran los auténticos bufones de la corte y los encargados de amenizar las fiestas. Pero un pigmeo era una raza desconocida para los egipcios de esta época, y no hace falta hacer mucho esfuerzo para imaginar las caras de asombro de los cortesanos y la propia realeza, e incluso tampoco no es difícil imaginar el pánico que debió sentir el pigmeo cuando fue capturado. Como podemos ver, los detalles más significativos de este reinado nos llegan de la mano de Weni.

Este gran estratega y militar otorga a Pepi II grandes victorias en el Norte, pues regresan a Egipto tribus de saqueadores que ponen en entredicho la autoridad real. Aquí vemos como el poder real se había distanciado del orden religioso en todos los aspectos. Para colmo, a estas tribus beduinas se les unen cientos de rebeldes asiáticos. Hay grandes enfrentamientos en el Sinaí; de hecho la región entera era un auténtico polvorín. Los comerciantes no se atreven a circular por las rutas. El final de esta historia es trágico. Weni lo relata en sus memorias, y deja constancia de la destrucción que el ejército egipcio hizo de las fortificaciones, de los muertos en combate, y sobre todo de un hecho curioso de por sí que, como él mismo lo describe, «había arrancado sus viñedos». Esto significa que no quedaba la más mínima semilla de estos insurrectos.

El área de influencia se mantuvo en Nubia, Bibblos, varios puertos egeos y el país de Punt. Esto proporcionaba la llegada continua de maderas nobles, vestidos finos, productos de belleza y un largo etcétera de lo más suntuoso que pudiese albergar la corte real. No obstante, la excesiva longevidad del rey no hizo sino agravar la situación económica. Por otro lado, la jerarquía religiosa juega su última baza: pide la liberación total de impuestos, y lo consigue. Ahora todos los santuarios de Egipto están exentos de pagar esos impuestos, lo que traerá consecuencias nefastas, que por otro lado son totalmente lógicas. El ejército que vigilaba las fronteras ya no actuaba y las entradas masivas de vándalos comienza a ser preocupante. El caos ha llegado a Egipto y ya nada puede librarlo del desastre. Al final de su reinado, el poder reside en dos grupos: el clero y los nomarcas. Cada uno boga para sí y el buque se parte por la mitad. Después de noventa y cuatro años, el trono de Egipto es ocupado por un nuevo monarca. Con la muerte de Pepi II llega el momento de Merenre II, pero su estancia en el trono de Egipto fue tan súbita como una estrella fugaz: tan sólo un año de reinado y es muy posible que fuera muchísimo menos tiempo.

Neith Iqeret

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