Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto

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III. LAS PIRÁMIDES DEL ANTIGUO IMPERIO » La pirámide de Menkaure

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LA PIRÁMIDE DE MENKAURE

La hermana pequeña de Gizeh recibió en la antigüedad el nombre de ‘Menkaure es divino’, y su altura original fue de sesenta y seis metros. Su lado era de ciento tres metros, y el ángulo de sus caras es de 51º E 20’.

Cuando el coronel Howard Vyse comenzó a trabajar en ella, todavía conservaba las caras de granito del revestimiento original, que se limitaban a las primeras hiladas. En estas, se abre un boquete que los mamelucos practicaron en un intento por apoderarse de los tesoros famosos que ocultaban estos monumentos. Fue abierta por Vyse y John Perring el 29 de julio de 1837, y poco sospechaban estos excavadores del siglo XIX el complicado entramado subterráneo que les aguardaba.

La pirámide de Menkaure.

Fotografía de Nacho Ares.

Una antecámara se conecta al corredor de la entrada para luego volver a unirse al túnel casi de forma horizontal. Tras recorrer los 12,5 metros de pasadizo, desembocamos en una gran sala, que en su día fue la antecámara funeraria. El túnel fue sellado por tres losas de granito que formaban el sistema de seguridad. Dejando atrás la antecámara, otro pequeño pasillo nos introduce en otra habitación, que contiene varios nichos de gran profundidad. Aquí se depositó el ajuar funerario de Menkaure. Ante el curioso se abre la cámara funeraria, donde Vyse y Perring hallaron un sarcófago de madera con los nombres de Menkaure. Estaba decorado a modo de las fachadas de palacio, lo que nos muestra que el rey deseó para su eternidad lo que había sido su gran morada. En el interior hallaron restos humanos, pero eran de época tardía. La historia que rodea al sarcófago de Menkaure es realmente paradójica, pues Vyse decidió transportarlo a Inglaterra a bordo del Beatrice, que terminaría sus días, junto con el sarcófago, en el fondo de las aguas españolas. No obstante, en la misma pirámide se halló, en el interior de un tanque de basalto, la tapa de otro sarcófago con los restos de un cuerpo que corrió mejor suerte. Hoy en día puede verse en la planta que el Museo de El Cairo dedica a los sarcófagos egipcios. Lo realmente curioso de todo esto es que la confección del sarcófago pertenecía a la Época Saíta, pero los restos humanos que Vyse y Perring encontraron fueron estudiados por medio del carbono 14 y datados en el siglo II de la era cristiana. Dado el momento histórico, en el que Egipto ya no era siquiera ni una sombra de sí mismo, resulta más que sorprendente que alguien, seguramente algún sacerdote de alto rango, se hiciese enterrar bajo la protección de los ritos de Menkaure, que por aquel entonces contaban ya con más de dos mil años de antigüedad. Y, lo más asombroso, si cabe, es que dichos ritos tuviesen esa continuidad en el tiempo. Esto viene a demostrar la importancia que este rey tenía ya en el siglo V antes de Cristo, cuando Heródoto visitó el país, y los sacerdotes hablaron tan bien de Menkaure en detrimento tanto de Jufu como de Jafre. Así pues, casi inconscientemente, no nos sorprende ver ese aspecto tan humano y bondadoso que desprenden las esculturas que nos muestran a este rey en compañía de su esposa Jameranebti II.

Interior de la pirámide de Menkaure.

Fotografía de Nacho Ares.

El recinto funerario de Menkaure no fue terminado. La documentación existente no nos aclara nada; así pues, los egiptólogos nadan en un mar de dudas y se preguntan si la falta de recursos económicos fue producida por una serie de crecidas pobres o si por el contrario el pontificado de Heliópolis tuvo toda la culpa de este desastre[61]. En la cara sur de la pirámide se hallan las tres pirámides satélites. La más oriental y más grande pertenece a su gran esposa real, Jameranebti II.

El Santuario Funerario constaba, básicamente, de un gran patio central rectangular y un vestíbulo. El patio se prolongaba hacia el oeste, siguiendo el recorrido del sol, y terminaba en un pórtico cubierto por una doble columnata. En el año 1908 se rescataron de las arenas las maravillosas imágenes que comprenden las Tríadas de Menkaure, que son consideradas uno de los iconos del arte del Imperio Antiguo. Fuera lo que fuese que produjera este declive constructivo de Menkaure, tan sólo una cosa es cierta: con él termina el reinado de los grandes constructores de pirámides. Todas y cada una de las siguientes que vendrán a continuación serán un reflejo difuso, una sombra que no simula, ni siquiera, a las construcciones de Huni o Snofru. El imperio de las pirámides había llegado a su fin.

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