Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto

Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto


III. LAS PIRÁMIDES DEL ANTIGUO IMPERIO » El desarrollo religioso del Antiguo Egipto

Página 56 de 95

EL DESARROLLO RELIGIOSO DEL ANTIGUO EGIPTO

Los antiguos egipcios estaban convencidos de que sus dioses y diosas habían puesto un gran empeño para conseguir que aquella franja del planeta fuese el país más maravilloso y próspero de la Tierra. Y es cierto. Egipto reúne todas las condiciones, ya sea de modo casual o intencionado, para que las fuerzas de la naturaleza se confabularan entre ellas y dieran como resultado la más asombrosa civilización desde el despertar del ser humano. No está demasiado claro cómo se forjó esta idealización de dioses, aunque muchos expertos, como Max Müller, de la Universidad de Pensylvania, opinan que el inicio de estas divinidades se plasmó a través de las figuras de las almas o espíritus de las entidades que desde la prehistoria cautivaban las mentes de los primeros hombres. Así, podemos intuir que los egipcios de los períodos prefaraónicos, desde el Baradiense hasta el Naqada II, comenzaron a sentir una necesidad irrefrenable de situar a sus divinidades no sólo en los cielos de su hábitat natural, sino más allá de lo que ellos podían ver o sospechar que existiese. Cautivó sobremanera esa cúpula celeste donde la luna cambiaba de aspecto a su antojo y se situaba el astro por excelencia, el sol. De estos dos elementos surge la asimilación con el halcón, que fue perfecta para la realeza: un ave formidable que planeaba sobre los cielos, dominándolo todo y que no temía al astro solar que abarcaba con sus rayos poderosos hasta el último rincón del país[70].

Estatua del dios Horus. Museo de El Cairo, Egipto.

Fotografía de Nacho Ares.

El disco como entidad creadora de vida había sido Atum, pero su aparición en el cielo fue considerado como tres entidades distintas y a su vez iguales: Jeper, Re y Atum. Sin embargo, incluso con estas asimilaciones podemos ver cómo, a pesar de que Re es ya la idealización del dios supremo, el poder que este ejerce sobre la tierra es asimilado a la figura del halcón, donde el poder de la divinidad se puede ver sobre los cielos de Egipto, desde el alba hasta el ocaso, lo cual provoca la aparición de Re-Horajty, o lo que es lo mismo, ‘Horus en el horizonte’. La esencia de esta idea fue unir al dios sol con su forma humana y al dios sol con su forma de halcón, mostrando así como la ‘Barca de millones de años’ de Re vuela por el cielo como si de un halcón se tratase. Ya hemos explicado brevemente cómo se conformó el mito osiriano y el aspecto mágico de Isis, pero el combate entre Horus y Seth es un punto importante para comprender cómo rigió el ciclo que convertirá a Osiris en el dios supremo del inframundo, de la resurrección.

Como pudimos observar, la señora de la magia, la bella Isis, rescató el cuerpo descuartizado de su difunto esposo Osiris tras haber sido engañado y asesinado por su propio hermano Seth. La joven y bella viuda debe soportar la tiranía de las penosas pruebas que los dioses le han puesto y, gracias a sus dotes mágicas, consigue resucitar a Osiris el tiempo suficiente como para fundirse con él en un tierno y mágico instante, que tendrá como resultado la semilla de un rey que está por nacer aún y que llevará el nombre de Horus. El malvado Seth persigue a Isis y a su hijo a través de todo el Delta. Isis, en un intento de salvaguardar a su hijo, lo deja al cuidado de la diosa de Buto, la serpiente Uadjet. Así, la dama de la magia consigue que su hijo pueda crecer hasta que haya llegado el momento de enfrentarse a su destino. La cobra Uadjet ha inculcado al niño un sentido de rectitud y protección ante el débil. Osiris, que por mandato divino se había convertido en el único juez del Más Allá, se presenta ante su hijo como dios resucitado, y lo prepara en el arte de las armas y la estrategia de la guerra.

Estatua de Isis, Época Tardía. Museo de El Cairo, Egipto.

Fotografía de Nacho Ares.

Poco antes del combate, los dos enemigos, tío y sobrino, se colocan uno frente al otro y se introducen en la laguna. Sus ojos se buscan en medio del ocaso, y sus miradas cargadas de odio y muerte inician las hostilidades. Horus desenvaina primero su espada e intenta hacer blanco en el pecho de Seth. Este, en un rapidísimo movimiento, esquiva el golpe y lanza al aire su arma. El silencio se ha hecho en la orilla. Ninguno de los dos bandos pronuncia palabra, pues la lucha es encarnizada y no se ve un claro vencedor. Las horas van transcurriendo en medio de feroces ataques. Los adversarios, gracias a sus condiciones de divinidad, van cambiando su aspecto físico para intentar infundir el temor en su contrario. En el fragor de la batalla, las armas van cayendo al fondo del pantano. Con sus escudos, se propician golpes, letales para un humano, pero igualmente terribles para ambos. Horus se encuentra con los dientes destrozados, Seth, a su vez, ha perdido la forma de su nariz, la cual es un hueco óseo en medio de su ensangrentado rostro.

Tras tres días de combate agresivo en exceso para cualquier humano, las fuerzas comienzan a abandonar a los dos guerreros. Finalmente, y después de cuatro días sin tregua en los que el firmamento había estado a punto de desmoronarse, puesto que era inminente el triunfo del caos, la juventud y el valor de Horus han dado paso a la luz de un nuevo amanecer, ya que el joven rey halcón ha salido victorioso. Será, a partir de ahora, la Luz de Egipto, la cual, combinada con las horas nocturnas, establecerá para siempre que el astro solar aparezca cada mañana, provocando así el eterno resurgir del sol por el horizonte de oriente.

Esta historia de la batalla entre Horus y Seth está reflejada en las paredes del Santuario de Horus en Edfú, en una de las salas llamadas «deambulatorios». La práctica totalidad del complejo se remonta a época ptolemaica, pero fue edificado sobre una antigua capilla erigida por orden de Horus Netherijet. Se ignora si en las antiguas paredes había escrito algún capítulo de esta contienda, pero, como podemos ver, esta recreación del conflicto entre tío y sobrino aparece temprana en el tiempo y muy posiblemente hunde sus orígenes en el predinástico. El resultado de esta contienda es, sin duda alguna, propiciado por la calidad que Osiris tenía ya como juez supremo, derivando de este hecho el título de «Justificado» que adquieren los fallecidos que han llegado a su tribunal y cuyos actos se han mostrado favorables[71]. Podríamos deducir de todo lo visto aquí que el ciclo o mito osiriano consta de tres partes principales que son vitales para la existencia y supervivencia del hombre egipcio[72]. Este conjunto de factores, según muchos expertos en teología egipcia, provocaron que sus conclusiones fuesen plasmadas en los textos funerarios con carácter regio. Se trata de los Textos de las Pirámides. En aquellos días en los que los sacerdotes de Heliópolis componían estos textos mágicos, la importancia de la supervivencia del cuerpo era ya un hecho inevitable, cuya concepción se había formado a lo largo de las dinastías anteriores. Así, el egipcio concibió al hombre compuesto por siete elementos esenciales, sin los cuales la vida ni siquiera podía ser imaginada. Estaba el cuerpo o Det, el recipiente físico, lo que originó en sí las prácticas de momificación, ya que el cuerpo no podía bajo ningún concepto desaparecer tras la muerte, porque sería utilizado por el resto de los componentes que formaban al ser humano. El Ka, o lo que nosotros identificaríamos con el alma, estaba asociado también al espíritu, un concepto que la religión cristiana entiende como el elemento que tras la muerte asciende a los cielos, y que para los egipcios era lo que les otorgaba su personalidad. El corazón o Ib, para los antiguos habitantes del Nilo, era el órgano principal del cuerpo humano; creían que en él residía la sabiduría, los sentimientos, el conocimiento y la razón. El Ba es un elemento difícil de explicar, pues es muy parecido al Ka, como el espíritu de la persona pero en una idealización exterior, la reencarnación de la libertad tras la muerte, por ello el Ba solía ser representado como un pájaro con cabeza de hombre. El Anj podría ser explicado como el espíritu justificado. El Ren, el nombre, era un elemento importantísimo ya que, con el poder de la magia, la sola pronunciación del nombre garantizaba la vida de aquello que se nombraba. Por este hecho, cuando se deseaba que una persona no viviese en la otra vida se borraba su nombre allí donde estuviere escrito. Pero incluso el nombre iba un paso más allá, puesto que también esta magia era válida para los animales. En los textos de los sarcófagos, cuando un nombre o una frase llevaba el ideograma de una serpiente o de cualquier animal peligroso, se dibujaba mutilado o con un cuchillo clavado, para que cuando el texto mágico fuese leído y el animal cobrase vida no pudiera hacer daño al dueño de la mastaba o pirámide. Un último elemento sería el Jabit, identificado con la sombra del hombre. Los egipcios consideraban que la sombra era un elemento que estaba unido al cuerpo y que también estaba dotado de un poder mágico, ya que te acompaña, puedes verla pero no puedes ni tocarla ni actuar en su contra. Es evidente que el ser humano, por sí mismo, ya era considerado un elemento mágico y, por qué no, magnífico. Su origen en sí mismo ya fascinó a los antiguos egipcios al igual que el misterio de la vida nos cautiva a nosotros hoy día. Así fue como Unas inscribió por vez primera los Textos de las Pirámides en el interior de su pirámide.

Nos hallamos ante un compendio de fórmulas mágicas destinadas únicamente al uso religioso: es el primer libro religioso de la historia de la humanidad. El uso de estas fórmulas todavía es objeto de debate por parte de los especialistas. No obstante, todos ellos coinciden en señalar que antes de que se grabaran en las cámaras de la pirámide de Unas los Textos de las Pirámides eran pronunciados al menos de forma oral cuando llegaba la hora de enterrar al faraón en su morada para la eternidad.

Debían ser pronunciados en voz alta y parece ser que son el último eslabón de una milenaria tradición que habría empleado las mismas palabras con los difuntos. Aquí encontramos la primera mención al dios Osiris y los famosos campos del Ialu, donde el fallecido vivirá eternamente rodeado de un mundo placentero. Los estudios que se han realizado a los Textos de las Pirámides dan a entender que son una recopilación de otros textos mucho más antiguos. Básicamente, los expertos han resumido las fórmulas en los siguientes grupos: 1) el despertar en la pirámide, 2) su ascenso al cielo y su entrada en el Más Allá y 3) su llegada al cielo y su aceptación en compañía del resto de los dioses. Lo más sorprendente de estos textos son las varias narraciones estelares, impregnadas de una esencia cósmica no vista anteriormente. Por ejemplo, una fórmula titulada El rey asciende al cielo como una estrella o frases como la que contiene la fórmula 330 donde se dice «yo he ascendido al cielo sobre el Shedshed». El significado de esta palabra se refiere a una especie de protuberancia circular que se colocaba sobre el estandarte de la ciudad de Asiut. Su significado es desconocido, pero muchos expertos la han catalogado como una nave espacial o un vehículo cósmico imaginario en el que el Ka del faraón ascendería al cielo. La fórmula 332 nos dice, en boca del propio Unas: «Yo soy quien ha escapado de la serpiente enrollada. Yo he ascendido en un destello de fuego, regresando al mismo lugar de donde vine». No nos han llegado representaciones de este evento, pero la serpiente a la que alude Unas es Apofis, la serpiente que intenta que la ‘Barca de millones de años’ de Re se hunda en el caos nocturno. Uno de los motivos por los que se piensa que estos textos son un compendio de otros más antiguos es el llamado «Himno Caníbal», que sólo se ha escrito en las pirámides de Unas y Teti. Narra el momento en el que el faraón debe escuchar estas fórmulas mientras devora la carne de los dioses[73].

Para expertos como Schott o Piankoff no existe duda alguna: los Textos de las Pirámides están asociados a la lectura mediante un ritual. La funcionalidad de estos textos tampoco alberga dudas. Son para la resurrección del rey difunto y para facilitar su entrada en el Más Allá. Aparte de estas fórmulas citadas anteriormente, se trata ampliamente el tema del viaje de la ‘Barca de millones de años’ de Re en el reino de Osiris.

Con el colapso del Imperio Antiguo, Egipto se sumió en un caos que para muchos de aquellos habitantes del Nilo debió recordar a las historias que sin duda pululaban todavía entre las batallas del Norte y el Sur, en los albores de la I Dinastía. Este período provocó cambios a todos los niveles, pero estos permitieron que la sociedad mejorase, aunque desde cierto punto de vista bien pudiera parecer que no se supo sacar provecho de los avances tecnológicos que pudieron traer consigo. El concepto artístico varió notablemente, no sólo a la hora de elaborar escenas de la vida cotidiana o a la hora de representar la figura de un rey, sino que nos sorprenderá comprobar la tremenda transformación que sufrió el concepto religioso que concernía al pueblo llano. Como hemos visto, los Textos de las Pirámides estaban destinados única y exclusivamente para el uso del rey. Si acaso, alguno de los altos dignatarios, que durante el Imperio Antiguo pertenecían en su mayoría a la propia familia real, podía hacerse enterrar junto al rey difunto, y así de paso aprovecharse de los beneficios que esta situación podía otorgarle. Pero durante el Imperio Medio este concepto de exclusividad se rompe. Este hecho influye claramente en los dos cambios más notables de este período: los Textos de los Sarcófagos y los Ushebti o Shawabti.

Los Textos de los Sarcófagos son un compendio de fórmulas mágicas que vienen a sustituir a los Textos de las Pirámides, básicamente porque los nobles no se construían pirámides y para ejecutar la democratización de la vida en el Más Allá, suceso que se inicia en los últimos años del Imperio Antiguo tal y como lo demuestran unos textos en la necrópolis de Balat. El orden cronológico nos es desconocido, así como el principio y el final del texto. No obstante, una norma casi común en todos ellos era escribir las fórmulas en columnas verticales, y estas a su vez se dividían para ganar espacio. Una de las incorporaciones es la asimilación del Ba real con el ave: de esta forma, el Ba del rey ascenderá como un pájaro y los difuntos que formaban el círculo de confianza del rey serán transformados por las divinidades en seres luminosos. Algunos egiptólogos señalan que estos detalles influyeron sobremanera en la sociedad egipcia, y que durante este período se utilizó el amuleto a gran escala comercial.

Ya no sólo se va a juzgar la pureza del rey, sino que todo el pueblo será juzgado en el tribunal del Más Allá. En este compendio mágico se nos narran peligros, maneras, tratos y enemigos que acechan en ese misterioso mundo del más allá. Los primeros estudios que se hicieron sobre los textos fueron obra de Carl Richard Lepsius, el cual elaboró distintas copias de los textos que se alojaban en los ataúdes que él mismo había llevado a Berlín. En 1867 verían la luz estas compilaciones, las cuales serían continuadas por Pierre Lacau entre 1904 y 1906, para un registro de todas las piezas que poseía el Museo de El Cairo. Si hoy podemos seguir el rastro de estas fórmulas es gracias al egiptólogo sir Adriaan de Buck, el cual catalogó todos los textos que se conocían en siete volúmenes, trabajo que le ocupó casi treinta años de su vida, desde 1935 hasta 1961. Sin embargo, este exhaustivo trabajo tenía un pequeño problema, y es que estaba destinado exclusivamente a los especialistas. Habría que esperar a 1947 para que el egiptólogo francés Louis Speleers elaborara una traducción completa en dos grandes volúmenes. De Buck registró mil ciento ochenta y cinco fórmulas mágicas, que mostró como por vez primera: los Textos de los Sarcófagos se componían con representaciones gráficas e incluso de elementos novedosos que anteriormente no se encontraban en los Textos de las Pirámides.

Como vemos, durante todo el Imperio Medio los ataúdes se convirtieron en una especie de enciclopedia religiosa y están considerados como auténticas obras de magia.

Conjunto de Ushebtis del rey Tut-Anj-Amón.

Fotografía de Nacho Ares.

Y si de componentes mágicos hemos de hablar, el más increíble sin duda es la figura del Shawabti o Ushebti. La utilización de dos palabras para designar a un mismo objeto no es un capricho, son palabras que los propios egipcios emplearon para estas estatuillas dependiendo del uso y del contexto histórico en el que nos movamos. La palabra Shawabti podría traducirse como ‘madera’ y parece responder a un tipo de árbol parecido al magnolio, cuya madera se empleaba para elaborar las figurillas. Ushebti puede traducirse como ‘el que contesta’ o ‘el respondedor’. No está demasiado claro el momento en el que se comienzan a utilizar, ni tampoco el motivo que movió a los egipcios del Imperio Medio a realizar estos pequeños trabajadores del Más Allá. El propósito de estos sirvientes era bien sencillo, y lo que nos lo puede explicar mejor es la fórmula 472 de los Textos de los Sarcófagos:

¡Oh Shawabti del Osiris (nombre del difunto)! Si soy designado para hacer todos los trabajos que se hacen habitualmente en el Más Allá, sabe bien que esa carga te será afligida allí. Como se debe alguien en su trabajo, toma tú mi lugar en todo momento para cultivar los campos, irrigar las riberas o transportar la arena de occidente a oriente. ¡Heme aquí!, has de decir. ¡Iré donde me manden, oh Osiris (nombre del difunto) Justificado!

Existen gran cantidad de variantes, en cuanto a número y materiales empleados para la elaboración de los Ushebti. Solían ser de fayenza, cerámica, piedra, barro o madera. Su número varía dependiendo del período y la importancia del personaje, pero durante el Imperio Nuevo los más pudientes podían albergar en su tumba un Ushebti para cada día del año.

Es indudable que ante semejante número de obreros —cuatrocientos setenta y uno tuvo Tut-Anj-Amón—, se hacía necesaria la presencia de un capataz que organizase todos los trabajos. Imaginemos por un instante el desastre resultante de la falta de organización, toda una maraña de obreros sin mando aparente, algunos incluso buscando la sombra, la manera de eludir sus responsabilidades, y otros incluso abusando de sus compañeros más débiles. Así, por cada diez Ushebti se incluyó un capataz, un encargado de repartir las tareas a cada obrero. Es fácil distinguirlos, ya que portan los atributos de mando, bien sea un bastón o bien un flagelo que recuerda el complemento utilizado por los reyes.

Al principio, los Ushebti tenían un apartado especial dentro de la cámara funeraria, una especie de nicho donde se colocaban las figuras con un orden escrupuloso, listas para ponerse manos a la obra en cuanto fuese necesario. Posteriormente, durante la XVIII Dinastía, se hizo necesaria una fórmula para los sirvientes en los Textos para salir al día, conocido como Libro de los Muertos. Así pues, se varió ligeramente la fórmula 472 de los Textos de los Sarcófagos y se la incluyó en el capítulo 151 A de los Textos para salir al día.

Caja de Ushebti anónimo, escondrijo DB 320. Museo de El Cairo, Egipto.

A finales de la XVIII Dinastía se impuso una hermosa moda: la de elaborar arcones o capillas para guardar los Ushebti. Se han rescatado decenas y decenas de ejemplos, auténticas obras de arte, como bien pudieran ser los hallados en la tumba de Meketre, en la tumba del citado Tut-Anj-Amón, en la tumba de Tuya y Yuya (suegros de Amenhotep III), en la tumba de Senedjem o en la del faraón Taharqa. El aspecto de estas figurillas, en su gran mayoría, nos recuerda a un sarcófago y, en algunos casos, como las tumbas de Asiut del Imperio Medio, a auténticos ejércitos de soldados. Sus vestiduras son también muy variables: los que tienen aspecto de sarcófago carecían de ropa, y aquellos que tienen aspecto humano llevan el típico faldellín plisado. Durante el III Período Intermedio e incluso durante la Época Baja volvieron a su figura de sarcófago y la materia más utilizada para su elaboración fue la fayenza. En sus manos, los Ushebti llevan las herramientas necesarias para elaborar sus tareas: bolsas para semillas, los citados sacos para la arena, azadas, útiles de pesca o carpintería y un largo etcétera. El uso de estos trabajadores para el Más Allá terminó a mediados del siglo I de nuestra era. La revolución religiosa que sufrió Egipto provocó que cada vez fueran menos los que se hicieran rodear de ellos para la otra vida, y finalmente cayeron en el olvido. La colección más espectacular de Ushebti se halla en el Museo del Louvre, el cual cuenta con más de cuatro mil piezas.

Como hemos comentado, con la llegada del Imperio Nuevo, los textos religiosos sufren unas pequeñas modificaciones y se elaboran los Textos para salir al día, cuyo nombre deriva del egipcio original hrw prt m’. Generalmente, se acepta que nos hallamos ante un compendio de ciento noventa fórmulas o pasajes y la edición en castellano más valorada y consultada es la del profesor Federico Lara Peinado. Durante todo el Imperio Nuevo se van añadiendo nuevos capítulos o nuevos libros incluso, como el Libro de la Vaca Divina, el Libro de las Cavernas o el Libro de las Puertas. Como es de imaginar, estos textos están diseñados para cumplir el mismo propósito que sus antecesores, los Textos de las Pirámides y los Textos de los Sarcófagos. Su composición variaba según el poder adquisitivo, pues el conjunto total de las fórmulas sólo podía ser adquirido por los más ricos. Los pobres tenían que conformarse con tan sólo unas pocas fórmulas y como muchos no sabían leer, se conformaban con tener las ilustraciones, aunque los textos hicieran referencia a la lista de la compra. Un problema añadido, que solía ser muy frecuente, era que el dibujante y el escriba no trabajaban juntos, lo que suponía que el texto no concordara con la viñeta y su consiguiente alteración visual[74]. Las plañideras también juegan un papel importante en estos textos, ya que esta especie de cofradía sagrada que llora desconsolada con sus vestidos blancos en señal de duelo recuerda a las divinidades que el difunto era puro, bueno e importante para la comunidad. Disponían de su propio repertorio de textos, y seguían un ritual tan minucioso que no había posibilidad para improvisar. El origen de esta cofradía es tan antiguo como el propio Egipto, y eran asimiladas a la encarnación de Isis y Nefthis. Por ello, recibían el nombre de las Dos Milano, siendo la primera la plañidera mayor y la segunda la plañidera menor.

Los expertos han dividido los Textos para salir al día en cuatro partes principales. En los ciento noventa pasajes relatados en los Textos para salir al día encontramos cualquier fórmula necesaria para la supervivencia del difunto en el Más Allá. Así tenemos la «Fórmula para que la momia acceda a la Duat el día de su entierro», «Fórmula para abrir la tumba», «Fórmula para obtener alimento y agua en el Más Allá» o la «Fórmula para permitir al alma reunirse con el cuerpo en el Más Allá». Como vemos, cualquier aspecto estaba pensado para hacer que el fallecido tuviese todas las comodidades, pero sin duda, el pasaje más preciado y valioso era el 125, «Fórmula para entrar en la Sala de las Dos Verdades y adorar a Osiris, el Señor de Occidente». El difunto tenía paso obligado por esta peculiar sala, pues aquí serán juzgados sus actos en la Balanza de las Dos Maat, y de sus actos en vida dependerá su destino. Si el tribunal lo halla inocente, accederá a los ansiados campos de Ialu, y si es hallado culpable será devorado por la horrible bestia Ammit, que devorará su corazón y bajo el infeliz se abrirán las puertas de los más horrendos y tenebrosos infiernos. Así pues, el difunto llega ante la presencia de Osiris, y debe presentarse como un ser puro y asegurar que no ha cometido falta alguna. Ha de descubrirse ante los dioses y pronunciar palabras de alabanzas hacia Maat, la diosa de la justicia y la verdad, y hacia Osiris. A continuación, debe hacer la declaración de inocencia, que consiste en declararse limpio de cualquier maldad: no haber maltratado a un semejante, no haber hecho pasar hambre al pobre, no haber cometido pederastia, no haber robado, no haber maltratado a las mujeres y, en resumen, cualquier acto que resulte abominable a los ojos de los dioses y de cualquier ser humano. El difunto debe tener mucho cuidado con sus palabras, ya que aquello que diga a los cuarenta y dos dioses del tribunal será anotado minuciosamente por el dios Anubis. Luego, los jueces del tribunal, el dios Thot y la Balanza interrogan al difunto. El interrogatorio de Thot y el de la Balanza es en realidad el pesaje del corazón. El dios Thot toma el corazón del difunto y lo coloca en uno de los platillos de la Balanza de las Dos Maat. En el otro extremo pone una pluma de avestruz, que simboliza a la diosa de la verdad y es ligera, sin peso de culpa ni pecado alguno. Si el corazón pesa menos que la pluma habrá sido glorificado y será anunciado ante Osiris. Una vez que el fallecido es hallado ‘Justo de Voz’, las divinidades lo acogen y le dan la bienvenida. Pero aún necesita proclamarse como un Osiris Unnefer y salir victorioso de una serie de pruebas, que superará sin problema alguno. Una vez en la Duat, el difunto ya es un luminoso, ya no hay mal que pueda dañarlo. La fórmula ha surtido efecto, y en general todos los encantamientos han sido pronunciados correctamente.

Como hemos comprobado, la importancia de estos textos es mayúscula. La magia que albergan en su interior es gigantesca y su importancia trascendental, ya que de ello depende la supervivencia del cuerpo en el Más Allá. Así funcionaba el universo mágico de los antiguos egipcios, que en realidad no difiere demasiado de cómo se rige el nuestro occidental. Prácticamente, buscamos la misma finalidad, y el sentimiento, la necesidad de asirnos a esa supervivencia más allá de la muerte, si acaso, nos acerca un poco más a la mentalidad y la forma de pensar de los antiguos egipcios.

Ir a la siguiente página

Report Page