Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto

Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto


IV. EL I PERÍODO INTERMEDIO Y EL IMPERIO MEDIO » El desarrollo literario durante el Imperio Medio

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EL DESARROLLO LITERARIO DURANTE EL IMPERIO MEDIO

A comienzos de la III Dinastía, como hemos visto, se llevó a cabo una gran reforma en la administración de Egipto, lo cual provocó la necesidad de reclutar escribas y formarlos para las distintas tareas que llevarían a cabo en dicha reestructuración. No se nos escapa que los altos cargos que detentaban los hombres de confianza del rey eran sobre todo escribas reales, y todos y cada uno de ellos estaban muy orgullosos de su título[79]. El estado estaba dividido en las distintas secciones que lo componían, una serie de departamentos administrativos que dependían únicamente de la figura del visir. Los orígenes de esta figura, segunda en importancia y poder inmediatamente después de la del rey, se remontan al período predinástico, y su nombre era Tjati. Ya podemos ver a este importante personaje en la Paleta de Narmer. No cabe duda de que estamos ante la mano derecha del rey, su hombre de confianza, y no en vano la traducción de Tjati sería ‘El que está detrás de la cortina’, por lo tanto, aquel que conoce todos sus secretos, ya que se reunía con el rey todas las mañanas y juntos organizaban todas las tareas. Es fácil distinguirlo allí donde está representado, ya que suele ir ataviado con un largo vestido anudado con un cordel bajo su pecho y luce una figurilla de la diosa Maat en su pecho que lo convierte en juez supremo del tribunal de justicia. También tiene su propio signo jeroglífico: un ánade volando. Durante la IV Dinastía el título de visir fue detentado por los príncipes herederos, aquellos destinados a suceder a su padre en el trono de Egipto, pero durante la V Dinastía este cargo será detentado tan sólo por los más capaces, aquellos que llegaban a la alta administración del rey.

Estatua de un escriba. Museo de El Cairo, Egipto.

Fotografía de Nacho Ares.

Con la llegada del Imperio Medio, el visir se convirtió también en legislador de algún nomo y, como vimos en el caso de Amenemhat I, también llegaron al poder. Los reyes del Imperio Medio vieron necesario controlar escrupulosamente los dos reinos, y la figura de un único visir no permitía abarcar hasta el último despacho administrativo, así que se volvió, de manera momentánea, al nombramiento de un visir en el Alto Egipto y otro para el Bajo Egipto, situación que tan sólo había sucedido durante el reinado de Pepi II. Una de sus tareas más importantes consistía en reunirse con los jueces, escuchar todas sus quejas y peticiones, así como presidir ellos mismos el tribunal si la ocasión lo requería, como vimos en el caso de Weni. Los conflictos legales podían ser territoriales, por los recuentos del ganado, problemas en los graneros reales, fraudes importantes al fisco o incluso la investigación de las grandes haciendas que dependían del poder central.

En sus momentos de ocio, que eran pocos, disfrutaba de su gran mansión, rodeado de abundantes terrenos productivos. Su casa solía tener dos plantas, con una gran cantidad de habitaciones, sirvientes, amplios jardines con muchas plantas y árboles frutales y una gran variedad de lujos, aunque sus abrumadoras tareas no le dejaban apenas tiempo libre.

Así pues, visto lo visto, el visir procuraba siempre estar rodeado de buenos escribas que le permitiesen que su trabajo fuese más fácil y placentero. Los escribas solían también acompañar a los reyes en sus incursiones militares, y gracias a esto se redactaron lo que hoy conocemos como Anales, que nos permiten conocer de primera mano los hechos más importantes de cada reinado. Por ejemplo, la Piedra de Palermo recoge los anales de Snofru:

Año octavo, se fabricaron dos barcos, Los hijos del rey del Alto y del Bajo Egipto. Se realizó un recuento del ganado.

Año noveno, se construyó el barco La alabanza del Doble País, que mide cien codos, hecho con madera meru, y se construyeron sesenta buques de ciento sesenta codos cada uno… se arrasó la tierra de los nubios, se trajeron al palacio real siete mil prisioneros y doscientas mil cabezas de ganado, grande y pequeño.

Año decimotercero, se arrasó la tierra de los libios, se trajeron al palacio real mil cien prisioneros y trece mil cabezas de ganado, grande y pequeño.

Otra importante administración era el departamento de los ‘Trabajos del rey’, que incluía desde los controles en las tumbas reales hasta el control de canteras y minas de materiales preciosos. Hemos tenido la suerte de conservar algunos textos que nos permiten saber no sólo cómo se trabajaba, sino además ver el trato que recibían los obreros.

Otra curiosa tarea que un escriba podía desempeñar era la de redactar un escrito de una transacción comercial, como podía ser la compra de una casa:

El comprador Kemapu dice: He comprado una casa al escriba Kemti y le he pagado por ella diez shats, que equivalen a un mueble de madera de… que vale tres shats, una cama de cedro del Líbano que vale cuatro shats y un mueble de madera de sicómoro que vale tres shats.

El vendedor, Kemti, dice: ¡Yo daré lo que es de justicia, tú quedarás satisfecho a causa de ello y, por lo que se refiere a tu casa, he recibido los diez shats a cambio de ella!

Este documento ha sido sellado en la administración de la ciudad de Ajet-Jufu (la Pirámide de Jufu), siendo testigos de ello el obrero Mehi, el sacerdote sem Sebni, el sacerdote funerario Ini y el sacerdote funerario Mianjhor.

Con la llegada del Imperio Medio, la situación del escriba no varió, sino más bien al contrario. Como hemos visto, gracias a las diferentes reformas llevadas a cabo en los departamentos administrativos el Imperio Medio destaca sobre todo por el impulso literario. Se redactaron grandes obras que, como ya hemos mencionado, se convertirán en absolutos referentes para las distintas generaciones de escribas que todavía están por llegar, donde no sólo hallamos enseñanzas, como las Máximas de Ptah-Hotep, sino instrucciones de gobierno, como las Enseñanzas de Jeti. La ficción también jugó un papel importante, si acaso, los temas escogidos igual no fueron tan ficticios, como el caso de Amenemhat I. Cabría destacar sobre todo dos obras importantes, que por otro lado ya hemos mencionado de pasada, donde vemos que el escriba y la sociedad en general buscaba un nexo de unión entre el Imperio Medio y el Imperio Antiguo: como ya vimos en su momento, el Papiro Westcar y Las lamentaciones de Ipu-Ur. Pero, sobre todas estas obras, la que mejor define al escriba es sin ninguna duda la redactada en tiempos de Mentuhotep II: La sátira de los oficios.

He visto a los que han sido apaleados. ¡Aplícate a la escritura! He visto a los que fueron llamados al trabajo. Mira, nada hay mejor que los libros, pues son como un barco en el agua…

He visto al herrero en su trabajo, en la boca de su horno. Sus dedos son como garras de cocodrilo y apesta más que las huevas de pescado. El carpintero que esgrime la azuela está más fatigado que un campesino; su campo es la madera; su arado es la azuela; su trabajo no tiene fin. Hace más de lo que sus brazos pueden hacer. Aun durante la noche tiene la luz encendida. El joyero golpea con el cincel todo tipo de duras piedras. Cuando ha terminado de trabajar, sus miembros están exhaustos y se encuentra fatigado. Está sentado hasta la puesta de sol, con sus rodillas y espalda encorvadas.

Durante el Imperio Medio se da la circunstancia de que las escuelas de escribas ven aumentado el número de estudiantes. Con la XI Dinastía, las mejoras administrativas iniciadas por Mentuhotep II crean una imperiosa necesidad de formar a los alumnos más aventajados. Sabemos que hasta los cuatro años los niños recibían la instrucción de sus madres. De los cuatro a los ocho recibían la educación de sus padres; muchos se formarían en los diversos oficios de sus progenitores, ya bien fuese en el campo, en la pesca, la carpintería o la alfarería. Pero los que podían ir a la escuela solían ingresar a los seis años para adentrarse en el fascinante mundo de las letras y las matemáticas. Si el alumno era destacado también podría optar a la astronomía, a la medicina y al estudio de las artes mágicas. Pero tampoco nos engañemos, los niños de ayer eran como los de hoy, lo cual quiere decir que no se excluían los juegos y las faltas de concentración durante las clases. El hacer pellas o alborotar en clase siempre se castigaba con las reprimendas del maestro. Los textos nos muestran un estereotipo de educador: hombres ancianos con muy poca paciencia y con una mano más que suelta. Aquel alumno que no escuchaba sabía que sobre su espalda se alzaría una vara de madera, la cual le recordaría que los golpes en su lomo abren las orejas:

Escucha lo que voy a decirte: a tu edad yo me hallaba encerrado en un bastón, y el bastón fue quien me enseñó. Así estuve durante meses, tendido sobre el suelo mientras mis padres, mis hermanos y mis hermanas se hallaban todo el día en el campo realizando sus tareas. El bastón sólo me abandonó cuando fui mejor que aquel que me precedía, cuando fui el primero entre mis compañeros, pues fui mejor que ellos gracias a la destreza de mis escritos.

Para alcanzar este grado de perfección, no empleaban el papiro, que era un material muy costoso. Usaban materiales perecederos, sobre todo plaquetas de yeso que, una vez escritas, podían ser rascadas para reiniciar sus prácticas. Cuando el aprendiz de escriba se disponía a realizar la copia de un texto o a elaborar un documento administrativo, se sentaba con las piernas cruzadas y apoyaba su tabla de escritura sobre sus rodillas. A su alcance tenía su paleta de escriba, una pequeña y estrecha tabla de madera con dos orificios y una hendidura rectangular. En los orificios depositaba las pastillas de tinta, de color negro y rojo. La hendidura servía para escurrir el pincel. Estos estaban hechos de tallos de plantas, normalmente de papiro. Contaban además con un estuche para los pinceles, un pequeño mortero para deshacer las pastillas de tinta y una bolsita de cuero donde llevaban agua para mezclar las pastillas y conseguir la tinta. Los escribas que habían ejercido durante el Imperio Antiguo habían escrito siempre en columnas.

A partir de la XII Dinastía se implanta el modelo de la escritura en línea, ya que permitía mayor velocidad y la ejecución de trazos mucho más sencillos. Durante los imperios antiguo, medio y nuevo tan sólo había dos sistemas de escritura: el jeroglífico y el hierático. A partir de la XXVI Dinastía se implanta el demótico, una variante del hierático, pero mucho más cursivo y con trazos menos trabajados. El hierático del Imperio Antiguo guardaba una gran similitud con los signos jeroglíficos y al estar escrito en columnas el escriba necesitaba más tiento y tardaba mucho más en escribir. En el Imperio Medio, la escritura hierática sufre algunos cambios. De principio, los signos se modificaron y se crearon dos tipos de escritura: una para las cartas y documentos administrativos, donde se escribía muy deprisa y no importaba la finura del trazo; y otra para las obras literarias. Posteriormente, durante el reinado de Thutmosis III, regresaría la moda del Imperio Antiguo, y los caracteres hieráticos volverían a parecerse a los signos jeroglíficos.

Hasta nosotros han llegado documentos donde podemos ver como el alumno iba escribiendo y el maestro, por detrás, corregía sus faltas de ortografía.

Y es que el escriba que ya se hallaba formado era el único capaz de contabilizar la administración de los templos, redactar escritos de compras, testamentos, recoger los impuestos del fisco, llevar las cuentas de los graneros, de las mercancías y un larguísimo etcétera. En realidad eran unos privilegiados, ya que su estatus les permitía gozar de ciertas comodidades que la clase media baja no poseía. La Sátira de los oficios no se engañaba en absoluto. Ser escriba era uno de los mejores oficios del Antiguo Egipto.

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