Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto
Las últimas tumbas del Valle
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LAS ÚLTIMAS TUMBAS DEL VALLE
En marzo del año 2008, el egiptólogo Zahi Hawass reconocía públicamente que el gobierno egipcio estaba buscando la tumba de Ramsés VIII, que no se ha encontrado todavía. Durante la búsqueda de esta tumba perdida aparecieron dos tumbas nuevas que fueron catalogadas como KV 64 y KV 65. Las excavaciones no se han iniciado todavía, pero se cree que la KV 64 puede estar datada en la XIX Dinastía, mientras que la KV 65 podría haber sido construida en la XVIII Dinastía. De cualquier forma, el valle está demostrando que todavía guarda algún secreto, y tan sólo los años nos dirán si todavía se halla alguna tumba intacta en sus entrañas. De todas maneras, no sólo existe el enigma de la tumba de Ramsés VIII, sino que no se sabe dónde están enterradas las reinas de la XVIII Dinastía. En la actualidad, en la montaña tebana hay alrededor de unas sesenta misiones arqueológicas que peinan todo el valle. Entre los trabajos no sólo está el hallar nuevas tumbas, sino que se están acometiendo grandes trabajos de restauración. Estos trabajos no sólo implican al Sejet Aa, sino que también se trabaja en el Ta Set Neferu, conocido como el Valle de las Reinas. Aquí, durante el reinado de Amenhotep III, se enterraron los príncipes reales de la XVIII Dinastía. A lo largo de la XIX Dinastía, junto a los príncipes también se depositaron los cuerpos de las grandes reinas. En la dinastía siguiente se volvería a la tradición de que aquella zona del valle fuese ocupada por los príncipes reales, pero el enigma se mantiene en lo que concierne a las grandes reinas de la I Dinastía del Imperio Nuevo. Conocemos algunas tumbas de las reinas de la XIX Dinastía, como la QV 38, que perteneció a Sit-Re, esposa de Ramsés II; la QV 66, perteneciente a Nefertari, o las QV 68 y 71, pertenecientes a Meritamón y Bintanat, ambas hijas y esposas de Ramsés II. No obstante, también existe una curiosa tumba, la QV 47, donde se hallaron los restos de una hija de Seqenenre Tao II, la princesa Ahmés, y el cuerpo de su madre, la esposa secundaria Sitdjehuti. En total se han catalogado un total de noventa y ocho moradas para la eternidad en este valle, que fue abandonado a finales de la XX Dinastía. Con el paso de los años, el lugar, al igual que el destinado a los reyes, fue ocupado por los primeros cristianos, que causaron unos daños irreparables. Hemos de tener en cuenta que en aquellos días los inquilinos vivían rodeados de antorchas para iluminarse, lo que provocó que las paredes y techos se fueran llenando de humo y hollín, al tiempo que iban destrozando las figuras de aquellos dioses andróginos que ellos consideraban encarnaciones del demonio. Afortunadamente, los trabajos de restauración han permitido que recuperemos parte de este legado histórico que es Patrimonio de la Humanidad, y que a todos nos concierne, en la medida de lo posible, cuidarlo y mantenerlo intacto para las futuras generaciones.