Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto

Todo lo que debe saber sobre el Antiguo Egipto


VIII. EL FINAL DE UN IMPERIO » Los ptolomeos, el último suspiro

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LOS PTOLOMEOS, EL ÚLTIMO SUSPIRO

Darío III fue derrotado en la batalla de Issos a manos de Alejandro III, hijo de Filipo II de Macedonia. Todos los países que hasta entonces habían pertenecido al gobierno persa pasaron a manos del macedonio. Y Egipto estaba incluido en ese gigantesco territorio. Alejandro se hizo coronar faraón y adoptó los títulos regios. Su nombre de Horus fue Hor mek Kemet, ‘El Horus que protege a Egipto’. Su nombre de Nesu-Bit fue Setepenre-Meryamon, ‘El elegido de Re, el amado de Amón’. Su nombre de Sa-Re fue Aleksanders. Aquello era algo que hacía muchos años que no sucedía, y fue motivo de gran celebración. El lugar escogido para la coronación de Alejandro fue el oasis de Siwa. Allí, el macedonio escuchó la voz de Amón, el cual le desveló que él lo había engendrado, que llevaba muchos años aguardando su llega. Con este hecho debemos ver sobre todo que la opresión que los persas habían ejercido en Egipto había sido tan brutal que la figura de Alejandro Magno fue recibida como una bendición. Además, el valeroso guerrero era un hombre que no sólo respetaba las culturas de aquellos a quienes conquistaba, sino que iba tomando cosas de aquí y de allá que le ayudaban a conformar la idea que él tenía de un mundo perfecto. Durante diez años, el macedonio conquistó un territorio tras otro. Chipre, Fenicia, Tiro, Palestina, Siria, Egipto, la India. Todos los territorios caían, pero de todos ellos ninguno causó tanta huella en él como lo hizo Egipto. Visitó Heliópolis y Menfis, donde los sacerdotes lo instruyeron en los secretos de sus ancestros y su nombre fue inscrito en el árbol Ished. Durante un año entero, fue visitando las bibliotecas y empapándose de los manuscritos que habían sobrevivido a los desastres de los siglos. Ordenó que se comenzasen las obras de una gran urbe en el Delta, que sería el ejemplo para todo el mundo civilizado y llevaría su nombre: Alejandría. Aquí, en el paraje desierto, donde imaginaba imponentes edificios, Alejandro soñó con un lugar donde la cultura de todas las civilizaciones pudiera reunirse para el mundo, una gran biblioteca que albergara todo el saber y la ciencia de la historia del hombre.

Ptolomeo I Soter. Museo del Louvre, París.

Alejandro abandonó Egipto con rumbo hacia el este, donde moriría víctima de la enfermedad en el año 323. El imperio de Alejandro cayó en manos de su amigo de infancia, Ptolomeo, el cual crearía un linaje en Egipto que se extendería durante casi trescientos años, hasta la llegada de Octavio Augusto. Desgraciadamente para Egipto, la dinastía ptolemaica no trató demasiado con el pueblo y, de los veintiocho gobernantes, tan sólo uno de ellos, Cleopatra VII Filopátor, se preocuparía por aprender el idioma egipcio y conocer sus secretos más íntimos.

Pero antes de erigirse como faraón de Egipto, Ptolomeo tuvo que hacer frente a una situación rocambolesca, ya que hubo muchos que no aceptaron la decisión que había tomado el Gran Consejo en Babilonia. Allí se repartió el reino de Alejandro Magno. Crátero fue nombrado regente y tutor de los hijos de Alejandro, Alejandro IV que aún estaba en el vientre de su madre, y Filipo II, hermanastro del Magno, que padecía una enfermedad mental. Pérdicas fue nombrado jefe del ejército. Antípatro se ocupó del gobierno de Macedonia y Grecia. No obstante, Pérdicas y Antípatro no aceptaron la política dictatorial de Crátero. Los tres cuerpos del ejército le fueron entregados a Seleuco, Casandro y Ptolomeo, y a los tres se les entregó un reino. Sería Ptolomeo quien se aliase con Antípatro cuando las hostilidades comenzaron entre los herederos de Alejandro Magno.

Según los historiadores, Pérdicas es el culpable de las tres guerras, llamadas las Guerras de los Sucesores de Alejandro. La primera se inició cuando Pérdicas quiso invadir Egipto. Sin embargo, sus propios oficiales le dieron muerte antes de que se enfrentaran al ejército de Ptolomeo, porque consideraban aquello una traición hacia el difunto conquistador. Crátero había muerto en combate contra los sirios, quedando Antípatro como único gobernante. Pero a su muerte estalló la segunda de las guerras, y la tercera se inició por el control del reino que había heredado Alejandro IV, que prácticamente era un recién nacido. Así que Alejandro IV cayó muerto a manos de Casandro en el año 309. La disputa finalizó cuando Ptolomeo adoptó los títulos de faraón en el año 304, inaugurando oficialmente su dinastía.

Ya como faraón de Egipto, continuó partido entre las distintas disputas que fueron surgiendo entre sus antiguos compañeros de armas, al tiempo que ampliaba su área de influencia hasta Rodas y Chipre. En Egipto, Ptolomeo I construyó en muchos lugares, pero sobre todo en Karnak y en Heliópolis, por los que sentía especial devoción. No obstante, el grueso de las obras estaba anclado en el Delta, levantando la ciudad que Alejandro Magno había diseñado. Su obra cumbre fue la Biblioteca de Alejandría, donde el sueño de Alejandro se vio realizado, y allí se reunió todo el saber del mundo antiguo. El hombre que llevó a cabo esta biblioteca fue Demetrio de Falero, un ateniense que había sido discípulo de Aristóteles y había gobernado en Atenas bajo el mando de Casandro hasta que fue expulsado en el 307. Recalaría en Alejandría reclamado por Ptolomeo. Desgraciadamente, jamás sabremos cuántas maravillas albergó la Biblioteca de Alejandría, pero por los datos que nos han llegado había tratados que abarcaban todas las ciencias, las obras de Sófocles, ediciones de la Odisea de Homero, las obras de Eurípedes, la Aegyptiaca de Manetón y todos los papiros antiguos que habían sido rescatados de los templos egipcios. Entre estas joyas estarían tratados de medicina, de astronomía, de matemáticas y, quien sabe, quizá el secreto que desvelara la construcción de la Gran Pirámide y de cómo se erigían los grandes obeliscos. Todas estas maravillas se perdieron con la destrucción de la biblioteca. Su extinción vino dada en varias etapas, achacándose la primera de ellas a un incendio incontrolado creado por Julio César en el año 48, el ataque de Diocleciano a Alejandría en el año 296 d. C. y la revuelta organizada por el obispo cristiano Teófilo en el año 391 d. C., donde la última directora de la biblioteca, Hipatia de Alejandría, halló una horrible muerte a manos de una banda enloquecida de cristianos. Teodosio también se ocuparía de que la pequeña biblioteca que albergaba los restos de la gran biblioteca fuese aniquilada. Finalmente, lo poco que pudo salvarse, apenas unos cientos de libros según algunas crónicas, fue destruido por las manos de los árabes en el siglo VIII de nuestra era.

Cleopatra VII en Kom Ombo.

En el año 285 Ptolomeo I está viejo y cansado, y entrega el trono a su hijo, falleciendo poco después en el 282. Cuando Ptolomeo II sube al trono continuó con la expansión del imperio, extendiendo su reino hasta el Egeo y algunas zonas de Asia Menor. Al igual que su padre, construyó grandes obras en Karnak y Fiale, siendo su obra más magnífica el Faro de Alejandría, que fue levantado en la isla de Pharos, y se estima que alcanzó una altura de ciento cincuenta metros. Sin embargo, el máximo apogeo de esta dinastía vino de manos de Ptolomeo III, hijo de Ptolomeo II y la reina Arsinoe I. Al contrario que sus antecesores, sólo se casó una vez, con Berenice II. Su reino se extendió hasta Babilonia y, a pesar del asesinato de su esposa e hijo a manos de Seleuco II, no cejó en su empeño de conquistar nuevas tierras. La campaña de Siria se vio interrumpida por una revuelta en Egipto. Los nuevos amos no miraban por el pueblo, no se comportaban como lo había hecho Alejandro, y esto no gustaba al pueblo, que pasaba hambre. Los helenos vivían sumidos en una burbuja. En Alejandría sólo vivían los griegos y, mientras estos no pasaban ninguna necesidad y sus gobernantes se limitaban a vivir a lo grande en medio de fastuosos banquetes y enormes borracheras, el grueso del pueblo moría de hambre. El país comenzaba a decaer y el nuevo rey sólo vivía para sus conquistas. Las revueltas se sucedieron durante el reinado siguiente, donde se produjo un hecho sin precedentes. A pesar de que Ptolomeo IV intentó aplacar los ánimos con grandes construcciones en Dendera, Edfú y Deir el-Medineh, un nomarca se alzó con el poder en Tebas en el año 206, un tal Horwennefer. Esa situación volvería a producirse bajo el reinado de Ptolomeo V, cuando un hombre llamado Anjwennefer reinó como faraón del Alto Egipto desde el 200 al 186. Los sucesivos reinados de los ptolomeos pueden resumirse en oscuras intrigas y asesinatos por el poder. Ptolomeo V y Ptolomeo VII murieron asesinados.

Ptolomeo VIII tuvo que huir a Chipre con su sobrina y esposa Cleopatra III. Esto provocó que un nuevo nativo se alzase como faraón en Tebas, Hariese II. Pero este sueño terminó al regreso del exiliado Ptolomeo VIII. A su muerte se forma un triunvirato formado por Ptolomeo IX y Cleopatra II y III. Sin embargo, tras la muerte de Cleopatra II, los dos gobernantes comienzan una serie de hostilidades entre ellos que provoca una guerra civil. Nuevamente, el rey debe huir a Chipre, y Ptolomeo X se alza con el poder durante dieciséis años. En este momento, regresa Ptolomeo IX y ejecuta al usurpador. A la muerte de su esposo, Berenice III contrae matrimonio con Ptolomeo XI, quien ordena asesinarla y, a su vez, este es ejecutado por el pueblo como represalia. Como vemos, el poder central de Egipto no existía como tal, era más bien una bravuconada. Y, finalmente, llegamos a Ptolomeo XIII y Cleopatra VII. Al igual que sus antecesores, los dos hermanos llegaron al trono en un ambiente de intrigas. En aquellos años, Roma era ya la primera potencia del mundo, y Egipto intentaba simplemente vivir sin hacer mucho ruido, pasar inadvertido ante aquella máquina de destrucción que era el Imperio Romano. Pero Roma no tenía interés alguno en Egipto. No en vano, cuando Ptolomeo X ofreció el trono a los romanos, estos renunciaron al dominio. En el año 49, Roma se ve sumida en una guerra civil donde se enfrentan las legiones de Julio César y Pompeyo. Este último se ve obligado a huir y escoge Egipto como lugar donde lamer sus heridas. Llega en el año 48, donde el rey Ptolomeo XIII acababa de intentar asesinar a su hermana. Cleopatra esquivó la muerte, pero tuvo que huir. Pompeyo llega a Egipto buscando refugio, y lo que halló fue la muerte. Ptolomeo XIII veía a César como el ganador del enfrentamiento, así que decapitó al desterrado. En este tiempo, Cleopatra huye a Roma y pide ayuda al senado, amparándose en el testamento de Ptolomeo XII, el cual había dejado bien claro que los dos hermanos deberían gobernar en conjunto. Así pues, Julio César llega a Egipto con dos misiones, detener a Pompeyo y poner orden en aquel país que estaba patas arriba. Con lo que no contaba Ptolomeo XIII era con que César no aprobase la ejecución de Pompeyo y, no sólo eso, sino que iniciara una guerra como represalia en la que el hermano de Cleopatra perdió la vida. Así llegó al poder Cleopatra VII Filopátor, la cual seduce al general romano, con el que tendrá un hijo, Ptolomeo XV. Entre los años 46 y 41 Cleopatra viajó a Roma como su amante, pero se ve obligada a regresar cuando Julio César es asesinado. A consecuencia de esta muerte, otra nueva guerra estalla en Roma, y Cleopatra vio en el general Marco Antonio un nuevo aliado. En el año 41 sedujo al militar, con el que tuvo dos hijos: Cleopatra Selene y Ptolomeo Filadelfo. Durante los años que vivieron juntos, Marco Antonio reorganizó sus legiones orientales y Egipto recuperó el brillo. Fueron años en los que el pueblo tuvo alimento, aunque no en abundancia. Pero tenía a una reina que se preocupaba por ellos, que no dudó en acostarse con César o con Marco Antonio si con ello lograba acallar el hambriento estómago de su amado pueblo. Con la unión que tuvo con Marco Antonio, Cleopatra logró que Egipto anexionase a su reino varios territorios del Mediterráneo, con lo cual mejoró mucho el problema del alimento. Sin embargo, este progreso y la actividad de Marco Antonio no eran bien vistas por Octavio, y las dos fuerzas se enfrentaron en la batalla de Actium el 2 de septiembre del año 31, de la cual Roma se alzó vencedora. Esta derrota hizo que el imperio ptolemaico desapareciera de un plumazo. De un día para otro, la obra de Ptolomeo I había dejado de existir. El 1 de agosto del año 30 se extinguió para siempre el reinado de los faraones. Egipto se convirtió en el granero de Roma, y la luz de la religión egipcia viviría todavía durante tres siglos más. El mundo recordó la historia de amor entre Cleopatra y Marco Antonio, tal vez intentando ver la belleza de un mundo que agonizaba. Después de tres mil años y treinta y tres dinastías, Egipto perdía todo el poder que había tenido en el Antiguo Próximo Oriente. Algunos de los más grandes emperadores romanos se hicieron representar en los muros de Karnak, pero era tan sólo un sentimiento de atracción hacia una tierra extremadamente exótica y hermosa. Con la llegada del cristianismo Egipto se desvaneció en el tiempo, a la espera de que llegaran mejores tiempos.

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