Taxi

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La calle Giza estaba tan atascada que parecía que era el Día del Juicio Final. El taxi no se movía y la contaminación mezclada con el aburrimiento hacía del tiempo una asfixia perenne. A la derecha, la facultad de Veterinaria, a la izquierda el Parque Zoológico, y por delante y por detrás un sinfín de coches. Estimé que tardaría dos siglos en llegar a la Ciudad del Cine, que está en la calle Al Haram.

No intercambié con el conductor palabra alguna, el silencio parecía ser una necesidad imperiosa para completar el círculo de la contaminación y el aburrimiento. Pero finalmente el taxista decidió romper la barrera del silencio.

—Uno que acaba de bajarse hace poco me ha dicho que el atentado de Jan El Jalili no es obra de los islamistas ni mucho menos, sino que es el Gobierno el que lo ha llevado a cabo para que la gente se ponga de su parte contra los islamistas antes de las elecciones presidenciales. Y para que lo sepa, hay más de uno que me ha contado esta historia. ¿Qué le parece?

—Opino que esto son chorradas y una falta de educación. Los islamistas, durante los últimos treinta años, han realizado en más de una ocasión este mismo ataque terrorista que perjudica tanto a la sociedad como a ellos mismos. Nadie entiende por qué continúan haciéndolo, ni se sabe quién está detrás de ellos ni quién los financia. ¿Qué opinas tú? —pregunté devolviendo la pelota al chófer.

—El Gobierno es débil, es incapaz de hacer este tipo de cosas. Si fueran capaces de planear eso de esta forma, no estaríamos como estamos. Para llevar a cabo actos políticos de este tipo hay que tener valor, atrevimiento y una planificación perfecta. Nosotros, que somos unos desgraciados, no sabemos hacerlas; sin embargo si se tratara del gobierno israelí, podría pensarlo; pero, ¿nosotros? No, imposible.

—¿Estás diciendo que llevar a cabo atentados viles contra los ciudadanos, en tu opinión, es tener fuerza? ¿Qué me estás contando?

—La política ha sido así de sucia toda la vida. Todos sabemos que los americanos fueron los que llevaron a cabo el ataque contra las torres y les cargaron el muerto a los islamistas. En la política todo vale. Estamos a punto de celebrar elecciones y se permiten todo tipo de juegos. El Gobierno tiene que dejar la imagen de los islamistas por los suelos para que la gente diga que son ellos los que están cargándose la economía, más de lo que está.

—¿Pero qué estás diciendo? ¿Es que no tenemos moral? ¿No hay leyes? ¿Ni constitución? ¿Acaso crees que vivimos en la selva?

—Bueno, ¿dónde cree usted que vivimos?, ¿en una ciudad? La selva tendría más piedad que esto en lo que vivimos. ¿Sabe dónde vivimos?

—¿Dónde? —pregunté con curiosidad.

—En el Infierno.

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