•TERAPIA LÉSBICA.

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17 MIN.



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Entonces… sinceramente… ¿Qué creés que me pasa?

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―Yo no la tengo, desde ya te lo aseguro. Pero acá soy la paciente, no la terapeuta. No sé qué sería exactamente “mucha” experiencia. Qué sé yo… haber tenido una pareja estable, durante un par de años. Algo así.

―Bueno, entonces sí sería mi caso. Tuve al menos una pareja, durante un par de años.

―Ah, bien… eso me sorprende. ¿Y eran sexualmente activos?

―Bastante.

―¡Já! Picarona… y yo que creía que eras una máquina. ―La sonrisa de Cassandra se volvió aún más desafiante―. Entonces tal vez sí tengas esa experiencia necesaria. ¿Vos la pasabas bien?

―Sí, muy bien. No creo que el sexo esté sobrevalorado, como vos decís. Creo que te faltó algo para poder disfrutarlo.

―Básicamente, me estás diciendo que el problema soy yo.

―Tal vez… pero parece que eso ya lo tenías asumido desde antes de entrar a mi consultorio.

―Auch… eso dolió. Sos muy cruel para ser tan linda. Ojo, digo “linda” en el sentido de que tenés cierto… encanto femenino. No me malinterpretes.

―No te malinterpreto, quédate tranquila. Y gracias por eso.

―¿Por decir que sos linda, o por decir que sos cruel?

―Por lo linda. Yo no intento ser cruel con vos. Sólo busco ser sincera, para poder ayudarte mejor.

―Entonces… sinceramente… ¿Qué creés que me pasa?

―Imposible saberlo ahora mismo. El sexo es algo muy complejo, tanto como lo es la mente humana. Tengo que conocerte mejor antes de poder sacar una conclusión. Ésto podría llevar varias sesiones. Por eso necesito que me hables de vos.

―Espero obtener mejores resultados esta vez, porque esto de ir al psicólogo a contar mis problemas, y salir con las manos vacías… ya se está volviendo parte de mi rutina.

Nélida empezó a contarle a su terapeuta distintos aspectos de su vida. Detalles de su entorno familiar, su vida laboral, sus relaciones de amistad. Se pasó varios minutos quejándose de que lo mal que podía pasarla durante las clases, porque los alumnos parecían odiar matemáticas; y a veces se frustraba al ver que tantos aplazaban la materia. Además, en ciertas ocasiones, algunos alumnos le habían hecho comentarios subidos de tono.

―Explicame mejor acerca de esos comentarios “subidos de tono”, ―pidió Cassandra.

―No siempre me pasa, porque la mayoría de mis alumnos saben ubicarse. A ver… yo reconozco que soy una mujer con cierto atractivo físico. ¿Vas a pensar que soy una egocéntrica por decirlo?

―No, para nada. Es cierto, sos una mujer atractiva. Si pasás muchas horas frente a alumnos universitarios, es esperable que más de uno se fije en vos, como mujer.

―Bueno, gracias. Sé que no soy una mujer despampanante, pero tengo lo mío ―Nélida poseía un cuerpo estilizado, con sutiles curvas. Nada muy exagerado, o muy vulgar, pero todo en el lugar en el que tenía que estar, aún a sus treinta y nueve años. Se preocupaba por su apariencia, le gustaba cortarse el pelo al menos una vez al mes. Llevaba un corte carré, más largo del lado derecho que del izquierdo. El tener el pelo negro, tan lacio y prolijo, la hacía parecer incluso más severa―. A mí me da la impresión de que parezco una mujer dura y fría, más cuando estoy enseñando matemáticas. Creo que por eso muchos hombres evitan acercarse a mí. Pero bueno, de vez en cuando hay algunos que lo intentan. Hubo alumnos que me han invitado a salir, algunos lo pidieron de forma tan amable que casi les digo que sí… pero nunca acepté. Otros no fueron tan sutiles. Me llegaron a decir cosas como: “Esta noche vení a mi casa y te doy la cogida de tu vida”.

―Eso es bastante fuerte, especialmente viniendo de uno de tus alumnos.

―Sí, yo me quedé helada. También recuerdo que hubo otro que directamente me tocó el culo y en el oído me dijo: “Cómo te rompería el orto, putita”. Por suerte no había nadie más en el salón, si no me hubiera muerto de la vergüenza.

―¿Te molestó que te dijera eso?

―¡Claro! ¿Cómo no va a molestarme?

―Está bien. Entonces me imagino que te alejaste de él.

―Sí, claro. Lo eché del salón y le dije que si volvía a ponerme una mano encima, lo iba a denunciar. Le conté esto a una compañera, sin darle el nombre del alumno. Yo sé que la gente habla de mí en la universidad, y algunos de esos rumores llegan a mis oídos. Se creó una especie de aura a mi alrededor, y los alumnos empezaron a tenerme más miedo.

―¿No volviste a recibir ese tipo de halagos?

―De ese estilo, no. Hubo halagos, pero fueron mucho más amables. Como si tuvieran miedo de decirme algo que me molestara. Tal vez piensen que en serio los voy a terminar denunciando.

―¿Y no es así?

―A ver… si se pasan demasiado, obvio que sí. Pero no voy a denunciar a un alumno porque me toque el culo. No soy tan arpía.

Siguieron hablando de temas relacionados a la docencia, en los que Nélida se entretuvo bastante. Unos minutos más tarde, Cassandra miró el reloj de pared y dijo:

―Tu sesión ya está terminando.

―Ya veo. Entonces, ¿algún consejo que me quieras dar?

―No soy consejera, soy psicóloga. Yo no te puedo decir qué hacer con tu vida.

―Sí, eso ya lo sé. Me lo repitieron mil veces mis psicólogos anteriores. Pero te lo digo como mujer, no como paciente. Si fueras mi amiga, ¿qué me aconsejarías?

―Mmm… no suelo tomarme estas libertades, pero voy a hacer una excepción. Todavía no sé mucho de tu vida, pero sí te podría aconsejar que cambies dos cositas. Eso podría ayudarte a reconducir un poco tu vida, o al menos a estar un poquito mejor.

―Te escucho.

―La primera: intentá romper un poco con la rutina. No te voy a decir cómo, eso depende de vos. Al menos tómalo como un ejercicio. Intentá generar algún cambio en vos, para que tu semana sea un poquito diferente. Después veremos qué tal funciona eso.

―Tomo nota. ¿Y qué sería lo segundo?

―Lo segundo es más difícil, pero confío en que vas a poder lograrlo, si te lo proponés. Entendí que tus alumnos te tienen cierto rechazo y miedo. ―Nélida asintió con la cabeza―. Intentá llevarte un poco mejor con tus alumnos. Muéstrate un poco más alegre y simpática con ellos. Sé que la rutina de dar siempre los mismos temas, año tras año, puede ser algo agotador. Pero por esta semana intentá hacer de cuenta que vas a dar clases por primera vez. Ponele ganas.

―¿Al menos por esta semana?

―Sí, en la sesión que viene vamos a hablar de esto. A ver qué tal te funcionó. Pero estaría bueno que hicieras el esfuerzo, al menos durante estos días.

―Está bien, te prometo que voy a hacer mi mejor esfuerzo.

Cassandra se despidió de su nueva paciente. Concretaron que la próxima sesión sería a la misma hora, y el próximo viernes.

Pasó una semana y Nélida volvió al consultorio. Llevaba puesto un vestido negro, ceñido al cuerpo, que la hacía parecer más joven.

―Hola, Nélida ―saludó Cassandra, con tono neutral―. Estás muy linda el día de hoy.

―¿Acaso la última vez no lo estaba?

―Sí, claro… pero el vestido que tenías la semana pasada era más casual. A éste lo veo un poquito más… atrevido. Te marca muy bien la figura. ―Cerró la puerta e hizo pasar a su paciente. Le señaló los mismos sillones que habían usado la última vez―. Tomá asiento. Esta vez ya tengo la jarra de limonada preparada.

―Ya veo. ―La jarra en cuestión estaba sobre la mesa ratona―. Qué atenta, eso me gusta. Veo que sí tenés buena memoria.

―Pasó solamente una semana. ―Se sentaron y Cassandra llenó un vaso con limonada―. Contame… ¿Por qué estás usando ese vestido en particular?

―Me pediste que hiciera un pequeño cambio en mi rutina. Lo primero que se me ocurrió fue comprar algo de ropa nueva… algo un poquito más atrevido. ―Cuando Nélida cruzó sus piernas, el vestido se subió hasta superar la mitad de sus muslos―. Te aseguro que mis alumnos también notaron ese cambio. No faltó el desubicado que me halagara el culo.

―¿Y cómo te hizo sentir eso?

―No sé… a ver, en parte me alegra que la gente me siga considerando atractiva. Pero cuando un par de mis alumnos me halagaron, no sentí nada.

―¿Es porque son muy jóvenes? ¿O sólo porque son tus alumnos?

―No sabría decirte. ―Tomó un buen sorbo de limonada―. Creo que el problema fue que lo dijeron de forma demasiado amable, con miedo. Entonces no parecía un halago sincero.

―¿Te hubiera gustado que fueran más directos? ¿Qué te lo dijeran de forma poco sutil?

―Me hubiera gustado que fueran más valientes. De por sí, a mí me cuesta sentir interés en algún hombre; pero lo que menos interés me causa, es que sea un hombre cobarde.

―¿Y cómo fue el trato con tus alumnos durante esta semana?

―Mucho mejor que de costumbre. Ellos estaban sorprendidos por el cambio. Fui más amable, le puse más onda a las clases. Por lo general a mí me molesta mucho tener que explicarles tres o cuatro veces seguida lo mismo. Pero esta vez me armé de paciencia, y si alguno tenía un problema para entender algo, se lo explicaba tantas veces como fuera necesario.

―¿Ellos se mostraron diferente?

―Sí, los noté más activos. Hicieron más preguntas de lo habitual. Incluso me demostraron que habían entendido algunos temas. También me dio la impresión de que varios de mis alumnos… y algunas alumnas también, no me sacaban los ojos de encima. Me compré varios vestidos, uno para cada día de la semana.

―¿Todos así de cortos?

―Sí. ¿Te parece que es muy corto? ¿Exageré?

―No lo sé, es bastante corto, se te ven todas las piernas, especialmente cuando te sentás.

―Sí, lo sé. Me dio un poco de vergüenza, porque nunca usé vestidos tan ceñidos al cuerpo, durante clases, ni tan cortos. Para colmo algunos me miraron de forma alevosa. Sin ningún tipo de disimulo.

―¿Y cómo te hizo sentir eso?

―No me molestó. Incluso me hizo sentir un poquito halagada. Lo que sí me sorprendió es que varias de las chicas me miraron.

―Puede pasar. Te voy a hacer una pregunta directa, y me gustaría que respondieras con sinceridad. ¿Alguna vez tuviste una fantasía sexual con algún alumno?

―¡Apa! Esa sí que es una pregunta directa. Ya veo que la sesión anterior fue una entrada en calor, y ahora van a empezar los balazos. A ver, siendo sincera… escuché algunas de mis colegas, profesoras de otras asignaturas, decir que de vez en cuando tenían alguna fantasía sexual con sus alumnos. Entiendo que la gente pueda encontrar morbo en eso… en lo “prohibido”. Así que no creo que sea algo tan raro. Alguna vez, en la intimidad, me permití fantasear con algo así. Fue… estimulante. Como te dije, tiene ese sabor de “lo prohibido” que atrae. Pero nunca pasé de ahí, es más, ni siquiera centré esas fantasías en un alumno en particular. Para mí fue algo de un rato, y pasó. Una fantasía descartable, como cualquier otra.

―Ya veo. En toda la semana que estuviste usando ropa, un poquito más atrevida. ¿Alguien más te hizo un halago? Me refiero a alguien, no sea uno de tus alumnos.

―Bueno, sí. Un par de profesores, colegas míos. Pero, al igual que con mis alumnos, no me generó nada. Lo que sí me causó gracia fue que una de las profesoras me dijera: “Qué sexy que estás, Nélida… ¿Dónde tenías escondida esa cola tan linda?”

―¿Y por qué te hizo gracia?

―Porque ella es mujer… es decir, lo sentí como un cumplido más honesto. De una mujer a otra. Ella no lo dijo porque tenga intenciones de llevarme a la cama, como lo hacen los hombres.

―¿Y qué te hace pensar que esas no son sus intenciones?

―Ay… porque es mujer… y yo también.

―¿Ahora quién es la ingenua, Nélida? ―A la paciente se le petrificó la cara―. ¿Acaso no hay mujeres que desean a otras? Con fines sexuales…

―Sí… sí… las lesbianas. No soy ninguna tonta… pero Jessica no es lesbiana. Hace años que trabajo con ella. Ya me hubiera dado cuenta.

―¿Te darías cuenta si una mujer fuera lesbiana?

―Sí, se nota mucho. Tuve alumnas lesbianas, y se les nota a la legua. Es más, en mi curso hay una chica… bonita, sí… pero camina como hombre, habla como hombre... tiene el pelo rapado… es lesbiana de acá a la china.

―Ya veo. ¿Además de esa profesora, hubo alguna otra mujer que te haya halagado?

―Sí, dos más. Dos de mis alumnas… Karina y Vanesa. Chicas muy bonitas. Me dijeron que el vestido me quedaba precioso… el de ese día era uno azul, medio parecido a éste. Una de ellas, Vanesa, me dijo algo muy curioso: “Si no fueras mi profe, te invitaría a salir”.

―Qué dulce. ¿Y vos cómo te tomaste ese comentario?

―Bien, igual que el de Jessica. Un lindo halago, de una mujer a otra.

―Lo que quiero saber es qué mensaje sacás de lo que te dijo Vanesa.


CONTINUARÁ...


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