Stalin
V. El emperador » 46. El comienzo de la Guerra Fría
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Subsiste la duda de si la situación podría haber sido distinta en caso de que las negociaciones que se llevaron a cabo durante la guerra hubieran exigido más de Stalin. Sin embargo, no sólo Roosevelt, sino también Churchill habían llegado a compromisos con él que eran difíciles de quebrantar a menos que los anglo-norteamericanos desearan una ruptura total con Stalin. Incluso Churchill no era partidario de una incursión militar más allá de los límites acordados entre las zonas hegemónicas de la URSS y de los aliados occidentales. Churchill tenía buena memoria. Al final de la Primera Guerra Mundial muchos militantes socialistas y laboristas se habían opuesto a la intervención militar contra la Rusia soviética después de la Guerra Civil. Pero desde 1945 era Attlee quien gobernaba el Reino Unido y ninguna figura pública de importancia abogaba por una incursión más allá del Elba. Truman y Attlee podrían haber tenido dificultades si intentaban recabar el apoyo popular para semejante empresa. Las tropas de los Estados Unidos y del Reino Unido habían sido entrenadas para considerar a las fuerzas soviéticas como aliadas. Los civiles habían escuchado la misma propaganda. Los únicos enemigos eran Alemania y Japón y la tarea de orientar la opinión pública hacia medidas militares contundentes habría sido extremadamente dificultosa. Se había perdido la oportunidad en Yalta, Teherán y Potsdam —e incluso en aquellas tres conferencias aliadas es dudoso que se hubiera podido avanzar en ese sentido sin tener problemas en el propio país.
Los Estados Unidos y la URSS eran grandes potencias que supusieron que la coexistencia permanente sin rivalidades era una perspectiva inverosímil. Por otra parte, Stalin hizo más que Truman por empeorar las cosas. Se apoderó de territorios. Impuso regímenes comunistas. En cualquier caso, daba por sentado que los choques con el «capitalismo mundial» eran inevitables. En realidad, mentalmente estaba mucho más dispuesto a la guerra que los líderes británicos y norteamericanos. La Guerra Fría no era inevitable, sino muy probable. Es sorprendente que no se convirtiera en la Guerra Caliente.