Sitio de pruebas de Semipalátinsk - Kazajistán

Sitio de pruebas de Semipalátinsk - Kazajistán

Mister Roboto

En 1945, Harry Truman, el presidente de Estados Unidos, informaba al mundo de una nueva arma absurdamente destructiva que superaba todo lo visto hasta la fecha. Un mes después, el ejercito estadounidense borraba Hiroshima y Nagasaki del mapa matando al instante a 100.000 personas, a las que se sumarían muchas más los días siguientes debido a las heridas y secuelas. Inmediatamente Stalin encargó a su gobierno que construyera un arma nuclear soviética que pudiese hacer sombra a la estadounidense. 

Empezó así una alocada carrera en la que todos los gobiernos con acceso a la tecnología nuclear se empeñaron con esmero en destruir sus propios territorios, algunos de ellos paradisiacos. Sin una guerra declarada que lo justificase, EEUU centró sus pruebas en Nevada radiando a gran parte de su población.

Sitio de Pruebas de Nevada

Como ya vimos en la entrada sobre la prueba Trinity, el Sitio de Pruebas de Nevada fue durante muchos años el campo de ensayos atómicos más grande de Norteamérica. Ubicadas 105 kilómetros al noroeste de Las Vegas, estas instalaciones tiene una superficie aproximada de 3.500 kilómetros cuadrados. Entre los años 1951 y 1992, el ejército de EE.UU. realizó la friolera de hasta 928 pruebas nucleares. Si bien más del 90% de estas pruebas tuvieron lugar bajo tierra, eso no fue impedimento para que los hongos atómicos pudieran observarse a 150 Km de distancia. En Las Vegas, la "Ciudad del Pecado", las explosiones eran vistas como un espectáculo mediático más, una representación de la grandeza de EEUU que no desentonaba en la ciudad más brillante e iluminada del mundo.

Prueba nuclear en noviembre de 1951, las tropas observan el resultado a menos de 10 Km de distancia.

Sin embargo, otras ciudades como St. Georg (en Utah) no lo veían tan divertido. Sus habitantes (que no consistían en turistas de paso) pronto empezaron a sufrir los efectos de la radiación que les traía el viento. Los casos de leucemia, cáncer de tiroides, de mama, melanomas y tumores cerebrales aumentaron considerablemente entre las décadas de 1950 y 1980.

Algunos investigadores como el doctor Carl J. Johnson, director del Departamento de Salud de Colorado, criticaron abiertamente estas pruebas nucleares y advirtieron al gobierno estadounidense de los potenciales y las consecuencias que podían tener.

En un estudio, Johnson aseguraba que las pruebas atómicas provocaron un aumento de los casos de cáncer entre las comunidades mormonas del sur de Utah. También afirmaba que las muertes de niños en el condado de Jefferson (Colorado) por culpa de la leucemia duplicaron la media nacional entre 1957 y 1962. No sirvió de nada, las detonaciones continuaron hasta dejar la zona llena de cráteres y pronto EEUU empezó a bombardear otros lugares.

El Sitio de pruebas de Nevada actualmente es patrullado por robots para impedir que nadie se cuele en el que probablemente sea el lugar más contaminado de Norteamérica

El Fallout o lluvia nuclear, es el material radiactivo residual que se envía a la atmósfera tras una explosión nuclear. Este material cae desde el cielo (Fall out) una vez que han pasado la explosión y la onda de choque. Se suele componer de polvo y cenizas radiactivas entre las que se encuentran materiales cancerigenos de vida media-larga. Estas partículas pueden tardar meses o años en asentarse y viajan largas distancias llevadas por los vientos. 

Se han producido lluvias radioactivas por todo el mundo; por ejemplo, tras el accidente de Chernobyl de 1986, la lluvia radioactiva posterior contaminó 20.000 km2 de tierra en Ucrania y Bielorrusia. En EEUU sin embargo la lluvia radioactiva no fue un accidente. Las continuas pruebas en Nevada provocaron fallouts durante décadas en gran parte del país; estas lluvias se acumulaban en la vegetación, incluidas frutas y verduras. Como resultado, la mayoría de la población ha sido expuesta al yodo-131, ya sea a través de lluvias radioactivas o por consumir vegetales o leche contaminada. 

Exposición al yodo-131 a raíz de las pruebas nucleares de Nevada

Islas Marshall

Otra región que quedó arrasada durante la Guerra Fría fueron los atolones estadounidenses del Pacífico. Entre 1946 y 1958, el ejército de Estados Unidos realizó 67 detonaciones de armas nucleares en las Islas Marshall, en el Océano Pacífico, convirtiendo este idílico lugar en su particular "retrete atómico".

El 1 de Noviembre de 1952, dio comienzo la "Operación Ivy", una serie de pruebas nucleares que comenzarían con la detonación de la primera bomba termonuclear de hidrógeno de la historia (Yvi Mike), en la isla de Elugelab, en el atolón de Eniwetok. El artefacto nuclear pesaba 75 toneladas y su fuerza explosiva era de 10,4 megatoneladas de TNT, 110 veces más potente que la bomba lanzada sobre Hiroshima. Una bola de fuego de 5 Km de diámetro pulverizó la laguna del atolón (de 1000 Km cuadrados), secándola por completo y lanzando cientos de millones de toneladas de agua y cal coralina a la estratosfera. En el “punto cero” de la explosión se alcanzó una temperatura equivalente a la del núcleo del Sol, unos 15 millones de grados. La isla quedó completamente arrasada, borrada del mapa; Elugelab que había sido descrita como "otra pequeña isla desnuda en el atolón" dejó de existir para siempre y fue reemplazada por un cráter de 15 pisos de profundidad.

La mayor de las detonaciones se produjo en 1954 en el atolón de Bikini, una prueba conocida como Castle Bravo, que se tradujo en un bombazo con un poder destructivo 1.000 veces superior al de las bombas lanzadas sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki. 

Como es lógico, toda esta región quedó irreversiblemente contaminada. Los niveles más altos de radiación se concentran en los atolones Bikini, Enewetak, Rongelap y Utirik. Según una investigación de la Universidad de Columbia (Estados Unidos) realizada en 2019, los niveles de radiación que se registran en la actualidad en algunas de estas islas son mucho mayores que los de Chernobyl o Fukushima, impidiendo por completo el regreso de su población.

Mientras tanto Reino Unido llevaba a cabo experimentos para probar la eficacia de la tecnología nuclear en otras partes del mundo y Francia hacía lo propio en la Polinesia francesa. Los atolones de Fangataufa y Mururoa sufrieron 12 y 176 pruebas nucleares, respectivamente. ¿Y Rusia? Pues como era previsible, Rusia no se iba a quedar atrás...

Imagen coloreada de una detonación en el atolón Bikini.

Nueva Zembla

Muchas de las pruebas nucleares realizadas por Rusia durante la Guerra Fría tuvieron lugar en Nueva Zembla ("Tierra Nueva"), un archipiélago localizado en el ártico ruso que consta de dos grandes islas: Yuzhny ("isla meridional") y Séverny ("isla septentrional"), separadas por el estrecho de Mátochkin. En las pequeñas islas que componen esta región ártica se realizaron unas 224 pruebas nucleares entre 1955 y 1990. 

Una de ellas tiene el dudoso honor de ser la explosión más fuerte en la historia de la humanidad. El 20 de octubre de 1961, la URSS detonó la Bomba del Zar (Tsar Bomba) en el Sitio de pruebas de Nueva Zembla. Con una potencia de más de 50 megatones, este artefacto era la bomba de hidrógeno más potente que jamás se haya fabricado. Un arma ridículamente destructiva que pudo haber cambiado la historia de la humanidad. 

Inicialmente, la Bomba del Zar era una bomba de fusión de hidrógeno con tres etapas: fisión-fusión-fisión. Consistía en un mecanismo de fisión que al detonarse desencadenaba una reacción de fusión, y posteriormente, una detonación de fisión de un tampón de uranio que aumentaba notablemente el rendimiento de la bomba. La idea original era una versión "sucia" (detonada por uranio) que liberaría más de 100 megatones de potencia, pero afortunadamente fue modificada a última hora y el tapón de uranio se reemplazó por uno de plomo que absorbió gran parte de los neutrones generados por la fisión inicial, reduciendo su potencia e intensidad.

El resultado fue un ensayo relativamente "limpio", el 97% de la energía generada procedía de la fusión en vez de la fisión. Esto impidió que se generara una lluvia radiactiva posterior, como solía ocurrir con la mayoría de las bombas de fisión clásicas.

Si se hubiera lanzado la bomba inicialmente planeada, una inmensa región geográfica hubiese quedado contaminada durante miles de años con niveles letales de radiación. Se estima que la contaminación radiactiva provocada por la versión de 100 Mt habría supuesto el 25% de toda la radiactividad generada desde que se inventaron las armas nucleares. Además de ser tremendamente ineficiente (gran parte de la energía liberada escapa al espacio en forma de radiación), un arma de estas características hubiese matado en primer lugar a quien la utilizara, provocando una lluvia radiactiva de proporciones nunca vistas que contaminaría la mayoría de países pertenecientes al Pacto de Varsovia.

Comparativa de las mayores explosiones nucleares.

Con todo, la versión de la bomba que finalmente se empleó hubiese arrasado una ciudad del tamaño de Nueva York o Tokio en un parpadeo. Se calcula que la explosión fue 5 veces mayor que la de Castle Bravo y unas 3.125 veces más potente que la provocada por la bomba Little Boy, lanzada el 6 de agosto de 1945 en Hiroshima. La energía luminosa fue tan poderosa que pudo ser vista a 1000 km de distancia con el cielo nublado. La onda de choque dio tres vueltas a la Tierra destruyendo todo cristal en 900 Km a la redonda. La nube del hongo atómico se elevó hasta una altitud de 64.000 metros antes de estabilizarse. La energía térmica fue tan grande que la ola de calor habría provocado quemaduras de tercer grado a cualquier animal o persona que se encontrara a 100 km de la explosión.

Debido a su enorme tamaño, esta bomba no era práctica para su uso real en combate y a duras penas podía ser aerotransportada. Fue creada sobre todo con motivos propagandísticos y de investigación científica. Solo podía ser transportada por un bombardero modificado (un Tupolev Tu-95) y pintado con un revestimiento blanco altamente reflectante para que la onda de choque térmica no destruyese al avión.

Semipalátinsk

Pero sin duda el lugar peor parado en esta necia carrera sería una remota región de la estepa kazaja, en Asia Central. El sitio de pruebas de Semipalátinsk, también conocido como "El Polígono", fue la principal instalación de experimentos atómicos de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). Con un tamaño equiparable al de Bélgica, no solo era la instalación de pruebas nucleares más importante de la Unión Soviética, si no también la más grande que ha existido en todo el mundo 

Los detalles concretos sobre el programa nuclear de la URSS en esta región aún se desconocen porque los documentos no han sido desclasificados, pero sabemos que en este remoto lugar de Kazajistán se llegaron a detonar 456 bombas atómicas en un periodo de 40 años. A pesar de esta apretada agenda (prácticamente diez pruebas por año) y de que no había ninguna intención de ocultarlas, las autoridades soviéticas nunca advirtieron a los lugareños sobre las pruebas que estaban programadas o sobre los peligros que implicaban.

Lo que hace diferente a Semipalátinsk de cualquier otro centro de pruebas nucleares es que se trata del único sitio donde las personas siguieron viviendo antes, durante y después de las pruebas. Hasta su cierre en 1991, las detonaciones continuaron mientras los pastores kazajos se sentaban en las colinas para admirar cómo se teñía de colores el cielo. 

Semipalátinsk es quizás el sitio menos fotogénico de todo este blog

Semipalátinsk, en la república de Asia Central, era una región que tenía cierto significado sagrado para los kazajos. Su estepa, sus colinas, los bosques de pinos y el río Irtysh suponían un ecosistema único y complejo que fue la cuna de muchos escritores, poetas y músicos.

No era una región sencilla, de hecho la dureza del terreno fue uno de los motivos por los que el zar Nicolás I desterró a este inhóspito lugar al escritor Fiódor Dostoyevski en 1854. A pesar de sus duras condiciones, la ciudad de Semipalatinsk, a 120 kilómetros del sitio de pruebas, prosperaba gracias al comercio llegando a albergar una comunidad multiétnica de 120.000 personas.

En 1917, los líderes locales establecieron un gobierno autónomo llamado "Alash Orda" con el que pretendían lograr cierta independencia frente al creciente control ruso sobre Asia Central. Los bolcheviques les dieron un plazo de tres años para rendirse, pasado el plazo, los líderes fueron arrestados y ejecutados.

Toda esta riqueza histórica y cultural no supuso ningún impedimento cuando los líderes soviéticos eligieron este remoto lugar para probar su primera bomba atómica. Tampoco tuvieron que preocuparse por la opinión de una población local que no tenía ni idea del uso que se le iba a dar a las nuevas instalaciones. 

Un museo de Kurchátov expone con orgullo los hongos atómicos de las pruebas.

En principio, la zona fue elegida por su geografía, por su cercanía a Moscú (en comparación con Siberia) y, porque según Lavrenti Beria, el jefe del proyecto soviético para la bomba atómica, "era un lugar prácticamente deshabitado". Pero la realidad es que Semipalátinsk no estaba ni mucho menos deshabitado, en 1947 vivían unas 700.000 personas en sus alrededores.

El 29 de agosto de 1949 la Unión Soviética probaba su primera bomba atómica: los lugareños escucharon un gran rugido seguido de un temblor de tierra, las paredes de arcilla se resquebrajaron, las ventanas estallaron en mil pedazos mientras una enorme hongo atómico se alzaba en el cielo. La nube radiactiva cubrió todos los asentamientos cercanos a medida que se alejaba del epicentro.

Ese fue el comienzo de más de 450 pruebas nucleares a lo largo de cuarenta años. Durante muchos años, los habitantes de "El Polígono" eran examinados periódicamente por médicos del ejército soviético, que empezaron a detectar extrañas enfermedades. Hubo una epidemia de cáncer y muchas personas, incluyendo familias enteras con niños, se suicidaron. Como relata Nurzhan Esenjolov, un empleado del Ayuntamiento de Semey:

"uno oía hablar sobre suicidios todo el tiempo; la gente se quitaba la vida ahorcándose o saltando desde un puente. No hay evidencia que pruebe una conexión directa entre esos incidentes y los ensayos en el sitio, pero la gente en las aldeas acabó acostumbrándose a los frecuentes suicidios”
La cercana ciudad de Kurchátov, desde donde se coordinaban las pruebas de Semipalátinsk, recibe su nombre del líder del programa atómico soviético: Ígor Kurchátov.

Ejercicios militares:

Los raros intentos de los gobernadores locales de buscar ayuda para su región no dieron ningún resultado, es más, los mandos militares siempre negaron que las pruebas fueran perjudiciales para la población local. Quizás sea iluso exigirle al gobierno soviético más consideración con la población local cuando algunas de las pruebas de Semipalátinsk consistían en poner en serio riesgo a su propio ejercito.

El 10 de septiembre de 1956 se llevó a cabo un ejercicio militar para poner a prueba el desembarco de tropas aerotransportadas en un área contaminada tras una explosión nuclear. El ejercicio fue un ensayo de un asalto aéreo táctico tras un ataque nuclear, los soldados debían resguardar la zona hasta que llegasen el resto de las tropas del frente. La idea era estudiar el tiempo y distancia mínimos para poder realizar un despliegue de tropas en una zona radiada. Y qué mejor manera de probarlo que detonar una bomba nuclear y mandar 1500 soldados al lugar de la explosión.

Durante los meses previos todo el personal que iba a participar en el ejercicio asistió a una serie de pruebas nucleares, incluyendo la detonación de un dispositivo termonuclear de 900 kilotones, un modo como cualquier otro de ir calentando motores.

El día de la prueba, a las 9:00 de la mañana, un bombardero Tu-16 soltó una bomba de 38 kilotones en el área P-3 del sitio de pruebas. Numerosas ventanas en la cercana ciudad de Kurchátov y en otras localidades a más de 100 km de distancia saltaron hechos pedazos.

Amir Kairanov nació y creció cerca del sitio de ensayos de Semipalatinsk. Actualmente trabaja en el Centro Nacional Nuclear que se abrió en Kurchatov tras el cese de las pruebas.

25 minutos después de la explosión, un grupo de análisis químico-radioactivo se dirigió a la zona cero para determinar los niveles de radiactividad. Tras un breve análisis, estimaron que se podía aterrizar a unos 650-1000 metros de distancia del epicentro, donde los niveles de radiación estaban entre 0,3 y 5 R/h.

43 minutos después de la explosión llegaban todas las tropas aerotransportadas: 272 unidades aerotransportadas en 27 helicópteros MI-4, un grupo de paracaidistas, distintos pelotones armados con artillería, cañones, morteros... Todos habían sido instruidos sobre los efectos de la explosión nuclear y en teoría contaban con todo el equipo de protección personal necesario. Para evitar que absorviesen partículas radiactivas se les retiraron antes del ejercicio toda la comida, agua o cigarros.

50 minutos después de la explosión los helicópteros se retiraron para ser descontaminados. Los soldados entraron al area designada y se atrincheraron durante dos horas en las que estuvieron simulando un ataque enemigo. Al finalizar el ejercicio los soldados abandonaron la zona para ser descontaminados junto con su equipo militar.

Actualmente, el "polígono" es una estepa inmensa y arrasada, pero hace 70 años, todo era muy diferente. Los militares construyeron calles, puentes e incluso un metro para estudiar los efectos de las explosiones nucleares.

El fin del Polígono:

A finales de los 80s, los problemas económicos y sociales llevaron al colapso de la URSS. El ex presidente Mijaíl Gorbachov permitió cierta libertad política y de prensa; en este contexto, en 1989, se hace pública una información sobre la contaminación radiactiva en Semipalatinsk que desataría protestas por todo el país. 

Nace entonces el Movimiento Antinuclear Nevada-Semipalátinsk, que demanda el cese inmediato de las pruebas nucleares. Durante dos años, la gente se manifestó contra las pruebas y el gobierno kazajo exigió a Moscú que pusiera fin a las pruebas nucleares. Dos de sus principales impulsores fueron el poeta Olzhas Suleimenov y el activista Karipbek Kuyukov, quienes logran que el movimiento adquiera cierta relevancia a nivel internacional.

Presionada por sus ciudadanos y por la comunidad internacional, la URSS decide cancelar gran parte de las pruebas nucleares que tenía programadas para 1990.

El 29 de agosto de 1991, el presidente kazajo Nursultan Nazarbayev cierra de forma oficial Semipalátinsk. Pocos meses más tarde, Kazajistán declara su independencia y renuncia de forma voluntaria a uno de los mayores arsenales nucleares de todo el mundo: 110 misiles y cerca de 1.200 ojivas nucleares que habían heredado tras el colapso de la URSS.

Sin embargo los problemas de Semipalátinsk estaban lejos de terminar. La retirada de las tropas soviéticas tuvo tremendas consecuencias socioeconómicas en esta región. Un escaso contingente de 500 soldados kazajos se quedó al cargo de la seguridad de las instalaciones. Los habitantes de la región comenzaron entonces a desmantelar y vender por partes las infraestructuras abandonadas por el ejercito soviético, quedando expuestos a la radiación. Incluso el director de "El Polígono" fue despedido en 1993 tras confirmarse que traficaba con equipamiento militar.

A la recesión económica se sumaron los problemas de salud, que lejos de cesar tras las pruebas nucleares, cada vez se hicieron más evidentes. 

Secuelas:

Tras el cierre del Sitio de Semipalátinsk, el legado atómico de este centro sigue afectando a la población tres décadas después de la última explosión. A diferencia de otras catástrofes como Chernóbil o Fukushima, la gente que vivía aquí estuvo expuesta al impacto crónico de la radiación de forma continuada. Miles de personas habían estado expuestas a cientos de detonaciones nucleares entre los años 1949 y 1989, con un promedio de casi una explosión al mes.

A pesar de que los científicos de Kazajistán se han dedicado a limpiar el terreno durante casi treinta años, el nivel de radiación sigue estando muy por encima de lo normal y en las zonas aledañas siguen naciendo niños con mutaciones genéticas. Una Universidad Médica local cuenta con una colección de bebés con anomalías; sin embargo, nadie se atreve a relacionar estos problemas con las pruebas nucleares.

Las primeras personas expuestas a la radiación en Semipalátinsk sufrieron nauseas, mareos o enfermedades. Sin embargo, a medio y largo plazo, los efectos empezaron a ser cada vez más visibles. La población local empezó a enfermarse y morir joven. Las mujeres sufrieron abortos espontáneos, embarazos complicados y muertes fetales. Los bebés nacían con deformaciones, sin extremidades, con síndrome de Down o con otras discapacidades relacionadas con la exposición a la radiación. El número de suicidios aumentó, especialmente entre adolescentes y jóvenes. A los médicos ya no se les permitía diagnosticar cánceres, a pesar de ello hay estudios que confirman que en las zonas adyacentes al sitio de pruebas, los tumores malignos en la tiroides y la sangre son de 10 a 15% más frecuentes que en otras regiones de Kazajistán.

La mayoría de la población no tenían acceso a una sanidad pública, por lo que muchos se resignaban pensando que su cuerpo se acostumbraría a la radiación o trataban de combatir los síntomas con vodka.

Por si todo esto fuera poco, la radiación también altera los cromosomas de un individuo, por lo que la carga genética puede pasar a la siguiente generación. Es una forma perversa de contaminación que no solo te deja un entorno radioactivo, si no que además se puede transmitir hasta cuatro generaciones, da igual donde huyas. De este modo, un bebé nacido en cualquier lugar del mundo podría tener secuelas o malformaciones por culpa de los amaneceres artificiales que su bisabuelo veía en una pradera de Kazajistán. Karipbek Kuyukov es un gran ejemplo de esta maldición. En una entrevista a BBC explica las consecuencias de años de pruebas sin control:

"Nací sin brazos. Mi madre se quedó en shock, fue muy difícil para ella. No fue capaz de mirarme en tres días". 

Nacido en 1968, Kuyukov es hijo de una pareja de pastores nómadas que fue evacuada por el ejército soviético horas antes del lanzamiento de una de tantas bombas nucleares.

"En aquella época mi madre era joven y contaba que subía a las colinas a contemplar los lanzamientos. Decía que era un espectáculo hermoso, que comenzaba con un destello y terminaba con el ascenso hacia el cielo de una especie de hongo. Segundos después se hacía de noche".
Actualmente Kuyukov pinta cuadros con la boca y es un reconocido activista que lucha por ser la última víctima de estas pruebas nucleares

No existen cifras oficiales sobre el número de afectados, ya que los pocos estudios que se han realizado en la zona siguen clasificados, pero el Instituto de Medicina Radioactiva y Ecología de Kazajistán estima que entre 1949-1962 una población cercana al millón de habitantes estuvo expuesta a la radiación.

De lo que si podemos estar seguros es de que hoy en día los efectos de la radiación y sus consecuencias siguen plenamente vigentes. Previsiblemente, así seguirá siendo durante miles de años más; el plutonio tarda unos 24.000 años en reducir a la mitad su tasa de radioactividad.

En cierto modo, las pruebas nucleares surgieron como una eficaz advertencia (o amenaza, según se mire) para las potencias enemigas; pero también han demostrado ser un peligro para el medio ambiente y para las vidas de muchas generaciones futuras. 

En los últimos años, parte de la comunidad internacional ha hecho grandes esfuerzos por implementar tratados que prohíban completamente las detonaciones de armas nucleares. Dentro de estos avances, el gobierno de Kazajistán tiene un papel muy activo y ha propuesto varias iniciativas en contra de las pruebas nucleares. De hecho, Naciones Unidas declaró el 29 de agosto como "Día Internacional contra los Ensayos Nucleares" tras una petición del pueblo kazajo. Otro ejemplo de su implicación sería el proyecto ATOM, una campaña que tiene como objetivo concienciar a la población mundial sobre las consecuencias de las pruebas con armas nucleares.

Un artista kazajo (Pasha Kas) recrea el grito de Munch en un refugio nuclear de Semipalatinsk (Foto: Timur Nusimbekov)

+ info: carnegieendowment - BBC - purgante - ONU

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