Sin lágrimas en los ojos — La Trinchera Por: Julio Pernús

Sin lágrimas en los ojos — La Trinchera Por: Julio Pernús

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Solo espero que este lamentable ejemplo nos ayude a reflexionar como sociedad en la necesidad de hacer más eficientes las formas en que los ancianos en Cuba puedan trasladarse a un hospital.

Por: Julio Pernús

Hay historias sobre las que nunca me gustaría haber escrito, pues son imágenes tristes que me persiguen y me exigen salir en forma de artículos. Solo espero que los protagonistas de estas escenas puedan terminar de leerlas sin lágrimas en los ojos.

En uno de los tantos edificios derruidos por el tiempo en La Habana, un hijo mira con tristeza el sufrimiento de su madre. Él, que tiene unos 50 años y es un hombre de fe, no se resigna a perderla, por eso ha dedicado los mejores años de su vida a cuidarla y son dos seres inseparables. La madre mira con ternura al hijo y, aferrada a su rosario, trata de esconder su dolor. A las 8:00 de la mañana, el médico de familia, una persona dedicada a su trabajo por vocación, sabiendo las condiciones de su anciana paciente, decide ir a reconocerla y le dice al hijo: Necesitas llevarla urgente a un hospital, pues de no ser así puede morir.

Acto seguido, el doctor, también hombre de fe de la misma comunidad, decide llamar al policlínico para solicitar una ambulancia. Le dijeron que la única disponible había salido a buscar a otro paciente, pero que pronto la mandarían a la dirección solicitada.

Pasan dos horas y en la cuadra todo está en silencio. La madre, al mirar a su niño adulto, se exige no preocuparlo con un dolor que le va traspasando el alma. Sabe que un carro desde su casa hasta el hospital le puede costar a su hijo, un honesto asalariado nacional, todo lo que le queda del salario del mes y aún faltan dos semanas para su próximo cobro.

El médico, que acaba de regresar de su misión en Brasil, comienza a desesperarse y llama cada 20 minutos a cualquier institución sanitaria que le pueda enviar una ambulancia. La esposa le dice: Basta, no llames más, bienvenido a Cuba. Una vecina le comenta: Doctor, mejor dígale a esa familia que vaya al policlínico y ayude con 10 pesitos a los ambulancieros; si no, la señora morirá esperando.

El hijo busca en sus ahorros y tiene 10 cuc. Habla con un vecino para ver si le puede tirar un cabo, pero el hombre le dice que en tiempos de coyunturas él no da un viaje a un hospital por menos de 15 cuc. La desesperación se funde con el miedo de ver morir a su madre, y nota cómo ella sonríe para ahorrarle el sufrimiento. Entonces, desesperado le dice: Vieja, nos toca irnos en tu silla de ruedas y ella, que no puede dar un paso desde hace años, le comenta con una risa forzada: Si tú me ayudas, vamos despacito caminando.

Solo espero que este lamentable ejemplo con un penoso final, nos ayude a reflexionar como sociedad la necesidad de hacer más eficientes las formas en que nuestros ancianos puedan trasladarse a un hospital, pues es doloroso no contar con las herramientas mínimas para evitar la muerte de un ser querido.

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