Scorpions

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Capítulo 24

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Capítulo 24

Un nuevo Amanecer

Talik contemplaba el horizonte desde el balcón de su dormitorio. La suave brisa del valle mecía su cabello castaño sobre los poderosos hombros morenos. No vestía camisa, solo unos amplios pantalones de lino marrón. Acaba de despertar, y contemplaba extasiado la belleza de Siam desde las alturas.

El rio Osir fluía caudaloso fruto del deshielo ante la recién estrenada primavera, alimentando los molinos que rodaban frenéticos. Las chimeneas humeaban sobre los tejados de paja y brezo exhalando largas nubes oscuras como resultado del fuego que alimentaba aún los hogares en la ciudad que despertaba. Siam había crecido mucho en los últimos dos años. Incluso alcanzaba una zona próxima a la antesala del bosque de Yirah, en el que habían vuelto a instalarse elfos y scorpions desde que fuese reinstaurada la paz por los nuevos regentes.

Más allá de las montañas, en el desierto, Roudan se había convertido en una ciudad libre y abierta que comerciaba con el resto de poblaciones, en la que poco a poco ambas razas comenzaban a convivir bajo el mandato del rey Barack Sagán quien los proveía de recursos desde su trono dorado en Tiree. Muchos habían sido los cambios en el reino, mucha la felicidad que la caída de aquellos seres sanguinarios había producido a sus súbditos, incluida la anterior reina y sus otros hijos, a quienes tras saberles inocentes, se les permitió vivir en libertad en la ciudadela. La estabilidad del trono se asentaba cada día más gracias a la entrega de su nuevo rey.

Trono que algún día heredaría su hijo Talik.

Pero Talik no tenía prisa alguna por convertirse en rey de Tiree, ya era feliz como rey consorte de la reina de Siam y no deseaba perder ni un instante de dicha felicidad tratando asuntos de la corte allende el desierto. Cuando llegase el momento fusionarían ambos reinos convirtiéndolos en uno solo y se instalarían en un nuevo castillo que haría construir pues se negaba a habitar el Castillo Blanco donde su pueblo de origen, su hermana y su serat tanto habían padecido.

Un bebé comenzó a llorar a su espalda. Talik se volvió al oírle, mirándolo con dulzura y se apresuró a dar los pasos que le separaban del pequeño, alzándolo entre sus brazos del lecho que habían compartido. Olió su dulce perfume a leche tibia y besó sus cabellos rojizos con dulzura. Era una pequeña de ojos muy azules y orejas puntiagudas, aunque mucho menos que las de su madre. Tan solo contaba con cuatro lunas plateadas pero ya miraba el mundo con curiosidad. Y Talik había descubierto que en sus delicadas manitas destellaba una luz muy leve, casi imperceptible, en determinadas ocasiones como por ejemplo cuando estornudaba o cuando lloraba requiriendo su alimento. La pequeña Dánaer, como se llamaba en honor a su madre, sería muy poderosa cuando creciese, más de lo que él o su propia madre llegarían a serlo nunca. Lo necesitaría para enfrentar los cambios que se producían y los que aún se avecinaban en todo Cire.

Dánaer comenzó a hacer pucheros con sus labios sonrosados y a lloriquear, protestando, su padre sonrió, complacido con su genio.

—Tráela, Talik, seguro que quiere comer —pidió Lyn con una sonrisa—. Esta pequeña es insaciable, como su padre.

—Y cabezota como su madre —aseguró aproximándose a su serat para besarla en los labios con dulzura. Su serat, a ojos de los scorpions, y además su esposa, después de que se uniesen en matrimonio ante los ojos de los restantes cuatro reyes elfos, en una ceremonia sin precedentes. Su serat. Su mitad a ojos del mundo—. Te amo, mi princesa guerrera, y te amaré hasta el final de los tiempos, así vivamos uno o cien años más.

—Y yo a ti, mi salvaje del desierto, siempre te amaré, hasta el último de mis días.

Talik le entregó a su pequeña y Lyn le ofreció el pecho, Dánaer protestó pero al final lo aceptó, alimentándose con energía.

—Si ella no lo quiere, me lo puedes dar a mí —bromeó.

—No sé quién es más ansioso de los dos.

Se tumbó a su lado en la cama, acariciando su mejilla mientras contemplaba el entusiasmo con el que su hija tomaba el pecho.

—Gracias.

—¿Por qué?

—Por caer por esa ventana del castillo. Por irrumpir en mi vida y provocar que el mundo que conocíamos haya cambiado —aseguró con los ojos empañados de emoción.

—Gracias a ti, por secuestrarme… Eso suena un poco raro, ¿verdad?

—Suena maravilloso.

—¿Tú crees? Fuiste bastante antipático conmigo.

—Siempre fui cortés.

—¿Cortés? Me tiraste al suelo.

—Fue por accidente.

—¿Las tres veces?

—Tres accidentes —rio con picardía.

—Mira, se ha quedado dormida —dijo y tomando a la pequeña en brazos la dejó en su cuna, regresando al lecho junto a su esposo—. Bueno, será mejor que nos levantemos, esta noche llegan Jannike y Kainah a pasar unos días en el castillo y hay que organizar muchas cosas.

—¿Muchas cosas? ¿Qué cosas? —preguntó rodeándola por la cintura, pegándola a su cuerpo.

—Tendremos que ofrecerles una cena como es debido, ¿no? Con un baile, fuegos artificiales…

—Odio cuando te sale la vena elfa aristócrata. Kainah y Jannike se han criado comiendo raíces, como yo, con que tenga un poco de carne será una buena comida.

—Y tendrás que ponerte el jubón de terciopelo y las mayas…

—¿Las mayas? Me niego, no saldré de la habitación. Esas prendas debió inventarlas un torturador, se ajustan ahí abajo y lo estrangulan todo. No. Me niego.

—¿Seguro? Sé cómo convencerte —sugirió la reina tirando de los lazos de su camisón, abriéndolos para él, exponiéndose en su deliciosa desnudez.

—Cuando te pones así, no puedo negarte nada —respondió el yantarii con ojos hambrientos.

Aquella noche, los reyes de Siam, Odalyn Hawatsi y Talik Sagán, acompañados de su pequeña Dánaer, dieron una elegante fiesta de bienvenida a sus invitados, la recién unida pareja formada por Jannike Sagán y Kainah Feer quienes habían sellado su amor en la última Noche de las Hogueras celebrada en el bosque de Yirah.

Pero tenían mucho más que celebrar, Sirah Inala, había recibido el permiso real para cortejar a la princesa Arlet Hawatsi. La propia Lyn había alentado a su hermana a declarar sus sentimientos al capitán pues sabía que él nunca lo haría.

Las alabanzas de dicha fiesta recorrieron los cinco reinos elfos, más los siete clanes de la tribu scorpion. Pues aquellos festejos no eran sino el reflejo de la nueva realidad de los pueblos que antes fueron enemigos, una vida en la que la escasez y el miedo desaparecieron para siempre. Y en la que Talik Sagán vistió unas bonitas aunque incómodas mayas élficas.

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