Rockabilly

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Suicide Girl

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Abro la puerta de la casa y sé que estoy en problemas. Puedo oler el humo mentolado de los cigarrillos de Mamá. Está sentada en el sillón del living, sus ojos afilados me juzgan a través de una bocanada. En la mano derecha tiene una botella diminuta de whisky, de esas que se encuentran en los refrigeradores de hoteles y en los aviones. Sobre la falda tiene una revista de manualidades.

Mamá…

Me corta el impulso con un gesto mínimo. Levanta el índice. Miro el suelo, como si fuera a encontrar una solución entre las lanas verdes de la alfombra. Hay un soldadito de plástico enredado en las hebras. Quisiera hacerme chica, poder esconderme al lado del hombre de juguete, refugiarme en un mundo de lana color arveja.

Cómo te atreves a salir a esta hora, con esa facha de puta de calendario. ¿Qué es esa mierda negra en tu brazo? Si te vieras, pintada así… pestañas postizas, labios rojos como una callejera. ¿Qué le pasa a tu teta?

Me das asco.

No respondo. Ella alza la pequeña botella a la boca y la vacía. Mira por la ventana. Aprovecho la distracción y me voy a mi pieza. Si no me alejo, no sé de qué sería capaz. A veces me sorprenden las fantasías de violencia que ella provoca en mí. La más frecuente involucra el cordón del teléfono enrollado alrededor de su cuello. Cuando está a punto de asfixiarse, logra murmurar

perdóname. Suelto el cordón y por fin aprende a amarme.

Al acercarme a la puerta de mi dormitorio, vuelvo a lactar, las gotas se deslizan por mi piel. Escucho un murmullo venir del interior. Entro. Está oscuro, al avanzar siento un dolor agudo en la planta del pie, es tan intenso que me caigo al piso. Algo penetra la suela de mi zapatilla y se entierra en mi carne. Busco el interruptor de la lámpara del velador y la enciendo. La alfombra está regada de arena y vidrio, un trozo sangriento protubera de mi pie. Levanto la vista y veo que el terrario de Chuck está completamente destruido. Aprieto los dientes y jalo del pedazo de vidrio, un chorro de sangre se proyecta a través de la suela. Me saco la zapatilla y admiro la rajadura, es profunda. Inserto el pulgar y exploro el corte, duele, pero me gusta. Sigue sangrando, me da algo de susto. Mientras envuelvo la herida con una toallita higiénica, escucho un rasqueteo. No estoy segura de dónde viene.

¿Chuck? ¿Estás bien, Chuck?

Silencio.

¿Dónde estás, Chuck? No tengas miedo, no te va a pasar nada.

Me pongo a revolver la pieza, cojeo hasta la cama y levanto el colchón. Nada.

¿Quién te hizo esto? ¿Fue Mamá? Fue ella, ¿no? Ella siempre te ha odiado, la muy puta nunca te quiso. ¿Chuck? Por favor, ¿dónde estás?

No doy más, me duele el pie, el pecho, el cuerpo entero. Miro el despertador, ya son casi las dos de la madrugada, me desvisto y me pongo el camisón. Al desplomarme sobre la cama, se me desdibuja la pieza en una penumbra rosada. Creo escuchar la pala de Rockabilly… o el rasqueteo de Chuck. No estoy segura. Cierro los ojos y Ella se materializa detrás de mis párpados, su tinta se mece, su baile me mantiene en trance mientras tararea una melodía furiosa.

Burn She-Devil, Burn.

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