Robert Johnson: He servido a Jehová desde que era un niño

Robert Johnson: He servido a Jehová desde que era un niño

Entrevistas y experiencias > Las recompensas del servicio sagrado

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Me alegra muchísimo darle la bienvenida a un buen amigo mío: el hermano Robert Johnson. Robert, bienvenido al programa. Gracias, Mark. Estoy muy contento de estar aquí. Te hemos invitado hoy porque sabemos que le has servido a Jehová por mucho tiempo y que has recibido grandes bendiciones. —Okey. —Sé que tu familia ha servido a Jehová —durante varias generaciones. —Sí. De hecho, tu bisabuelo conoció la verdad en el tiempo del hermano Russell, —incluso antes de 1914. —Así es. Eso quiere decir que tú ya eres la cuarta generación. Ajá. Entonces, como muchos de los que están viendo el programa, tú creciste dentro del pueblo de Jehová. A ver, cuéntanos, ¿qué te llevó a tomar la decisión de dedicar tu vida a Jehová y bautizarte? Bueno, Mark, haciendo memoria, creo que hubo unas cuantas personas que ejercieron una gran influencia en mi vida. En primer lugar, estuvieron mis padres. Fue una verdadera bendición contar con esa herencia espiritual. Yo era un niño como todos los demás. Pero mis padres cultivaron en mí el deseo de agradar a Dios y de servirle toda la vida. Me ayudaron a ponerme metas y me enseñaron la verdad. Aprendí de ellos todo lo que necesitaba para dedicar mi vida a Jehová y tener una fuerte amistad con él. Y, bien jovencito, decidí servir a Jehová. Todavía recuerdo muy bien aquella noche en la que, después de la cena, me fui a mi habitación, me puse a orar y le pedí a Jehová que aceptara mi dedicación. Fue el 25 de mayo de 1949 y tenía 11 añitos. Cuando se lo dije a mis padres, se pusieron contentos, pero me aconsejaron que esperara un poco, hasta que pasaran los años difíciles de la adolescencia. Así que tuve que esperar. Y, por fin, ¿cuándo tuviste la oportunidad de bautizarte? Fue en la asamblea internacional que se celebró en el Estadio de los Yankees de Nueva York, el 22 de julio de 1953. Y la verdad es que me acuerdo de ese día como si fuera ayer. Cuando salí del agua, le di las gracias a Jehová porque por fin era uno de sus Testigos. Y te tengo que confesar que, como el niño que era, también le dije: “Puedes traer el fin cuando quieras”. Bueno, ya mencionaste a tus padres y cómo te ayudaron ellos, pero ¿quién más te ayudó? Pues bien, en aquella asamblea de 1953, el hermano Knorr anunció que habría un nuevo programa para capacitar a los que llevaban poco tiempo en la verdad. En nuestra congregación había un hermano ungido llamado Charles Richardson. Y mi padre le pidió al hermano Richardson que, como parte de este programa, me capacitara. Durante los siguientes cinco años de mi vida, el hermano Richardson fue mi mentor. Este hermano me enseñó a ver el ministerio como una forma de ayudar a las personas a conocer a Jehová y acercarse a él. Me hizo ver que el ministerio no solo consistía en enseñar las verdades de la Biblia, sino en ayudar a las personas a ver a Jehová como alguien real. Así, también aprendí a disfrutar del ministerio. Para mí esa ha sido la clave para seguir sirviendo a Jehová con alegría hasta el día de hoy. Por lo que me acabas de decir y por lo que hemos hablado en otras ocasiones, veo que el hermano Richardson fue un excelente ejemplo para ti. Fue tu inspiración... e hizo que tú mismo desearas capacitar a otros. —De hecho, por eso nos conocimos. —Sí, sí. Tú fuiste mi maestro cuando llegué al Departamento de Servicio. Lo recuerdo con cariño. Y no fui tu único alumno: has pasado toda tu vida capacitando a otros. Para mí ha sido un privilegio, y es que a mí también me enseñaron. No aprendí solo. Yo no soy nadie. Lo que pasa es que Jehová me ha mostrado bondad inmerecida y me ha utilizado de esa manera. Por eso, no me puedo guardar lo que he aprendido. Debo transmitírselo a otros, ¡y me encanta ver a los hermanos progresar! Muy bien, —volvamos a cuando tenías 15 años. —Okey. Te bautizaste allá, en el Estadio de los Yankees. ¿Qué beneficios dirías que obtuviste por bautizarte siendo joven? Si tienes claro lo que quieres hacer con tu vida y te centras en lograrlo, entonces te resulta más fácil afrontar los obstáculos que puedan surgir. En mi caso, haberme dedicado a Jehová y haberme bautizado cuando era un muchacho me permitió mantenerme centrado en la verdad. Todavía hoy recuerdo aquella promesa que le hice a Jehová, pues fue algo decisivo en mi vida. Y me gustaría que los demás también vieran lo importante que es ese paso, para que se dediquen a Jehová lo antes posible. Y estoy seguro de que Jehová los bendecirá, tal como lo ha hecho conmigo. Y, a tus 15 años, ¿qué oportunidades te surgieron? ¿Qué puertas se te abrieron por haberte bautizado? A los 17 años de edad fui nombrado siervo ministerial y, a los 18, cuando salí de la escuela, empecé el servicio de precursor. Me fui a servir a un lugar donde hacían falta más publicadores, y allí pude ayudar a formar una nueva congregación. A los 21, me nombraron siervo de congregación, o anciano. Luego surgió la necesidad de contar con más superintendentes viajantes. Por eso, a la edad de 25 años, fui nombrado superintendente de circuito. Y ¿cómo te sentiste cuando te nombraron anciano a los 21 y superintendente de circuito a los 25? ¿No te dio un poco de miedo? Sí, sí, y mucho. Yo tenía conocimiento de la verdad, pero no estaba seguro de si podría cumplir con lo que se esperaba de <i>mí.</i> Eso sí, sabía que Jehová me ayudaría. Aprendí muchísimo durante mis primeros años como superintendente de circuito. Y le doy gracias a Jehová por haberles dado tanto aguante a los hermanos de aquellas congregaciones. Sí. Habrán sufrido un poco. Pero contar con un superintendente de circuito tan joven también debió tener sus ventajas. ¿No es cierto? Sí, un superintendente de circuito joven tiene más energías para predicar muchas horas. Además, alguien joven puede entender un poco mejor a los muchachos y también a los adultos más jóvenes que hay en la congregación. Todavía hay hermanos que recuerdan con cariño algunas de las cosas que hicimos juntos durante aquella época. Por ejemplo, después de pasar un buen rato en la predicación o en las reuniones, planeábamos algunas otras actividades para divertirnos todos juntos. Jugábamos a las carreras en la calle, o al béisbol, o al baloncesto, o sacábamos juegos de mesa. Y también aprovechábamos para hablar de temas espirituales, como el de darse tiempo para servir a Jehová cuando uno es joven, con la confianza de que más adelante habrá oportunidad de encontrar un cónyuge. Entonces, serviste a Jehová soltero por algún tiempo. Pero eso cambió. Cuéntanos qué pasó. Pues, después de disfrutar del servicio a Jehová soltero y de tantas y tantas bendiciones, cuando tenía 28 años de edad, me casé con una preciosa precursora regular. Y para entonces ya me había adaptado a la obra de circuito, pues estaba en mi segundo circuito. Gracias a Jehová, hemos sido muy felices. Llevamos casados 52 años, y seguimos en el servicio de tiempo completo. Pues bien, primero fuiste superintendente de circuito, después superintendente de distrito... Correcto. Luego fuiste instructor —de la Escuela del Ministerio del Reino. —Así es. —Entonces los invitaron a Betel. —¡Sí! Y estuvieron 31 años. Exacto. Y ahora Grace y tú son precursores especiales. Sí, en Orlando (Florida). ¡Estamos hablando de más de sesenta años en el servicio de tiempo completo! Todo ha sido por la bondad de Jehová. ¡Me siento muy feliz! Ahora me gustaría hacerte una pregunta. Pensando en lo que has disfrutado durante los pasados sesenta y tantos años, ¿qué les dirías a los jóvenes que, como tú, conocieron a Jehová desde pequeños y ahora deben decidir si se van a dedicar a él o no? Les diría que no podría haber hecho nada mejor con mi vida. Dedicarme a Jehová me abrió muchas puertas en su servicio. Y Jehová bendijo todos los esfuerzos que hice, como te ha bendecido a ti y a otros. Los jóvenes de hoy tienen aún más oportunidades de servirle a Jehová, porque su organización —bajo la dirección de Jesucristo— está creciendo y avanzando más deprisa que nunca. Como me dijo alguna vez el hermano Richardson, “tú solo tienes que hacerte disponible y la organización encontrará el mejor lugar para ti”. Y, si eso era cierto antes, con más razón lo es hoy. Una de mis mayores alegrías es ver cómo los hermanos jóvenes progresan y asumen nuevas responsabilidades. No me arrepiento de nada. No ha habido ningún obstáculo que me haya hecho lamentar mi decisión. He tenido problemas, claro, pero con la ayuda de Jehová he salido adelante, y aquí estoy. Y Jehová ayudará a los jóvenes también. Así que yo les diría que aprovechen su juventud para servir a Jehová. Él los bendecirá si deciden dedicarle su vida a él de todo corazón. Robert, ha sido un verdadero placer tenerte en el programa y haberte oído hablar de todas las alegrías y bendiciones que has tenido en la vida. Y todo gracias a la decisión que tomaste, cuando eras solo un muchacho, de dedicarte a Jehová y bautizarte. Muchas gracias. Gracias a ti. ¡Encantado!

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