Respuestas sorprendentes a preguntas cotidianas

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12. ¿Es cierto que la Luna nos afecta tanto como dicen?

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CAPÍTULO

12

¿Es cierto que la Luna nos afecta tanto como dicen?

Nuestros cerebros han evolucionado para reconocer patrones en el entorno de manera muy eficiente. Al fin y al cabo, ser capaces de distinguir las facciones de un depredador por el rabillo del ojo en una fracción de segundo podía significar la diferencia entre la vida y la muerte cuando aún estábamos a merced de los elementos.

Esta habilidad nos ha acompañado a lo largo de la historia hasta nuestros días, y en la actualidad se manifiesta, entre otras situaciones, cada vez que enviamos un emoticono a través del móvil o dibujamos una cara sonriente con dos puntos y una línea curva: aunque está claro que esos garabatos no son seres vivos, nuestro cerebro sigue viendo unas facciones humanas donde claramente no hay nada. Incluso hay quien lleva estos instintos un paso más allá y ha vendido una tostada quemada por 28.000 dólares porque dice que se puede ver la cara de la Virgen María entre las partes chamuscadas.1

Ríete, pero no puedes negar que las manchas de esa tostada se parecen a la Virgen María.

No, no, si estoy de acuerdo en que a veces pueden aparecer manchas que se parecen a algún personaje religioso. Pero eso no tiene nada de sobrenatural: primero, porque se trata de un fenómeno muy subjetivo y, segundo, porque, por pura estadística, es normal que aparezcan manchas que parecen tener facciones humanas en alguna de las millones de rebanadas de pan que se tuestan cada día. Lo realmente milagroso sería que un día, de repente, la Virgen María apareciera en todas las tostadas del planeta.

Pero bueno, el caso es que los seres humanos no solo somos capaces de interpretar patrones en el espacio, sino también en el tiempo. Este detalle mejoraba aún más nuestra capacidad de supervivencia porque nos permitía adelantarnos a acontecimientos potencialmente peligrosos antes de que ocurrieran. Por ejemplo, ¿has notado que el riachuelo al que vas a buscar agua está infestado de leones cada mañana? Pues, nada, mejor pasar a buscar agua al anochecer. Problema solucionado... O, mejor dicho, evitado.

Debo decir que me he sacado este ejemplo de la manga, pero te puedes hacer una idea de por qué reconocer patrones en el tiempo puede resultar beneficioso para la supervivencia de un organismo.

El caso es que nuestros ancestros encontraron una fuente especialmente rica en patrones en cuanto levantaron la vista al cielo y empezaron a fijarse en el movimiento de los cuerpos celestes. Como ya hablé con detalle sobre cómo los seres humanos interpretaban los movimientos del Sol y de los planetas en El universo en una taza de café,2 en este capítulo me quería centrar solo en la Luna, un astro que llamaba especialmente la atención a nuestros antepasados gracias a los cambios bruscos que experimenta su aspecto a corto plazo y de manera cíclica.

Sí, es supercurioso. Gracias a esas observaciones que hicieron nuestros antepasados, hoy en día sabemos que la Luna tiene una gran influencia sobre nuestras vidas.

Creo que no te sigo, voz cursiva.

Quiero decir que las fases de la Luna determinan muchas cosas que pasan a nuestro alrededor, como por ejemplo el nacimiento de los bebés o el comportamiento de la gente. ¿No lo has notado nunca?

Bueno, a ver, no creo que...

¡Ya estamos! ¡Como siempre, la «ciencia» tiene que venir a ningunear la sabiduría de nuestros ancestros porque los científicos no son capaces de concebir la existencia de algo que no pueden medir! ¡Imbéciles! ¡Todo en el universo está conectado! ¡Solo tienes que abrir un poco la mente para ver que las energías de los cuerpos celestes influyen en todo lo que ocurre en nuestras vi...!

¡Para el carro, voz cursiva! Mira, podría aburrir a nuestros lectores explicando por qué no existe un mecanismo físico que explique esa supuesta influencia que tienen los cuerpos celestes sobre nuestras vidas, pero, en su lugar, te propongo algo diferente: vamos a echar un vistazo a los datos puros y duros para ver si esos efectos que el saber popular atribuye a la Luna realmente existen.

No entiendo muy bien a qué te refieres.

No hay problema, te lo explico con un ejemplo.

Uno de los efectos más conocidos que el saber popular atribuye a la Luna llena es su supuesta influencia sobre los partos. Por suerte, esta afirmación se puede verificar con facilidad sin recurrir a ecuaciones físicas o experimentos complejos, porque basta con recopilar las fechas de todos los partos que han tenido lugar durante un periodo determinado, contar cuántos bebés nacieron cada día y comprobar si había un pico de nacimientos cada vez que la Luna se encontraba en alguna fase concreta.

Qué manera de perder el tiempo. Si ya se sabe que las fases lunares sí que afectan a los partos, precisamente gracias al saber popular.

El saber popular falla más que una escopeta de feria, voz cursiva. De hecho, los estudios que se han hecho sobre el tema no han encontrado ninguna relación entre la fase de la Luna y el número de partos. Y, cuando digo «estudios», me refiero simplemente a gente que ha recopilado tantos datos de partos como ha podido, los ha representado en un calendario y ha comprobado si realmente han nacido más bebés cuando la Luna se encontraba en alguna fase concreta.

El estudio a mayor escala que se ha hecho para analizar esta cuestión se fijó en las fechas de nacimiento de 70 millones de personas en un periodo de veinte años. ¿El resultado? No había ninguna diferencia significativa en el número de partos que se producen a lo largo de cada fase del ciclo lunar.3 Pero, ojo, fíjate en que esto no es una apreciación personal ni algo que «se dice por ahí». Es información que se ha descubierto a través del método científico, o, lo que es lo mismo, observando la realidad de manera objetiva y analizando los datos para ver qué está pasando más allá de nuestras creencias personales u opiniones.

Otra creencia bastante popular relacionada con nuestro satélite es que la menstruación se suele sincronizar con los ciclos lunares. Este caso me parece más interesante, porque puede dar la impresión de que este fenómeno ocurre de verdad, pero, en realidad, se trata de una ilusión estadística. El mayor estudio que se ha hecho en este campo lo llevaron a cabo los responsables de una aplicación muy popular que hace un seguimiento del ciclo menstrual llamada «Clue», pero, tras analizar los ciclos de 7,5 millones de usuarias y compararlos con las fases lunares, no encontraron ninguna relación entre ambos.

Ahora bien, es posible que muchas lectoras me digan que este resultado tiene que ser erróneo, porque su periodo sí que está sincronizado con el ciclo lunar. Pero, como comentan en el artículo, eso es solo una ilusión producida por la estadística:4 una persona cuyo ciclo menstrual comience el día de luna llena, el de luna nueva o los tres días anteriores o posteriores a estas fases podría llegar a considerar que los dos fenómenos están relacionados, pero hay que tener en cuenta que esos catorce días representan casi la mitad de los 29,5 días que dura el ciclo lunar. Por tanto, como la probabilidad de que los dos fenómenos coincidan en el tiempo es de casi el 50 %, a la mitad de las mujeres les puede llegar a dar la impresión de que existe una sincronización entre las fases de la Luna y su ciclo menstrual... Pero, de nuevo, cuando se analiza la cuestión a gran escala, esta relación desaparece.

Bueno, te lo puedo llegar a comprar. ¿Y qué hay de otros fenómenos que se han atribuido a la luna llena, como por ejemplo el aumento de los comportamientos agresivos o de los crímenes?

Buen apunte, voz cursiva, pero déjame añadir que, tradicionalmente, a la luna llena también se la ha culpado de supuestos aumentos en los episodios psicóticos, los homicidios, los suicidios, el sonambulismo o la epilepsia. Por suerte, no tendremos que analizar cada uno de estos casos por separado, porque para eso existe un estupendo metaanálisis que se hizo en 1985 para comprobar estos supuestos efectos de la Luna sobre el comportamiento humano.5

¿Un metaanálisis?

Sí, es una palabra molona para decir que alguien ha recopilado todos los estudios que se han publicado hasta la fecha sobre un tema en concreto, ha analizado sus resultados y los métodos que se utilizaron para obtenerlos y ha intentado ver qué conclusiones se pueden sacar sobre ese tema, en función de toda la información disponible. Si representáramos en una pirámide el peso que tiene cada tipo de evidencia científica, el metaanálisis se encontraría en la cima.

El metaanálisis que he comentado revisó 37 estudios disponibles acerca de los efectos de la Luna sobre el comportamiento (y, más tarde, los autores recopilaron otros 23). Algunos de esos estudios sugerían que sí existía una relación entre la Luna y el comportamiento humano, y otros no habían encontrado ninguna, así que el trabajo de los autores era reevaluar los resultados para ver qué estaba pasando. Y ahí es donde empieza lo interesante.

En primer lugar, los autores del metaanálisis encontraron un detalle curioso entre los estudios que afirmaban haber encontrado una relación entre la Luna y el comportamiento humano: la mitad contenían errores estadísticos muy graves. Por ejemplo, uno de esos estudios afirmaba que un número desproporcionadamente alto de los accidentes de tráfico ocurrían durante las tres noches que rodean las fases de luna llena y luna nueva, pero sus autores no habían tenido en cuenta que, en la muestra temporal que habían escogido, una mayor proporción de lunas nuevas y llenas habían caído en fin de semana, que son días en los que ocurren más accidentes de tráfico de por sí, con independencia de la fase lunar. Y, en efecto, la supuesta influencia lunar desaparecía en cuanto este detalle se tenía en cuenta en los cálculos estadísticos.

Otro de los casos que mencionan los autores del metaanálisis es el de un estudio que concluía que en Dade County, Florida, se producía un mayor número de homicidios durante las veinticuatro horas posteriores y anteriores a la luna llena. En este caso, los datos se habían sometido a 48 tipos de análisis diferentes en los que habían buscado distintos patrones, como por ejemplo si se producían más homicidios tres días antes de la luna llena, tres días antes o después, durante los dos días anteriores o posteriores, el día anterior, el posterior, etcétera. Y, de entre todos ellos, se habían quedado con el que parecía arrojar una correlación positiva. Pero, claro, en cuanto se volvieron a analizar los datos con métodos estadísticos adecuados, esa supuesta correlación desaparecía.

En cualquier caso, la moraleja del metaanálisis que he mencionado es que sus autores no lograron encontrar ninguna evidencia de que las fases de la Luna estuvieran relacionadas con alteraciones en el comportamiento humano. De nuevo, no estamos hablando de alguien que se limita a llevar la contraria al saber popular simplemente porque le da la gana, sino de una conclusión que se ha alcanzado analizando los datos crudos, reconociendo los potenciales fallos que tenía cada estudio y comparando sus resultados.

Pero no lo entiendo... Si la Luna no tiene ningún efecto sobre nosotros, ¿por qué la gente dice que sí?

Porque, aunque a los seres humanos se nos da bien reconocer patrones, lo hacemos de manera muy subjetiva. De hecho, los autores especulan que la tendencia a asociar la luna llena o nueva con todos los eventos atípicos que ocurren a nuestro alrededor tiene su origen, en gran medida, en el hecho de que la gente tiende a recordar mejor los sucesos que han ocurrido durante estas fases lunares, porque son más fácilmente reconocibles. Si una noche de luna llena presencias un accidente, es muy probable que la fase lunar que había en ese momento te llame la atención y lo menciones cuando cuentes la anécdota, pero si la Luna estuviera en mitad de la fase de cuarto creciente, seguramente ni siquiera te fijarías en ella ni lo comentarías cuando explicaras el incidente a los demás.

Esta misma lógica también se puede aplicar a los medios de comunicación: si ocurre una desgracia cuando hay luna llena, la historia es mucho más llamativa que cuando se encuentra en cualquier otra fase. Dicho de otra manera, relacionar la luna llena con x permite un titular mucho más atractivo que «x no está relacionado con las fases de la Luna». Es más, este es el motivo por el que los autores del metaanálisis lo llamaron «La Luna estaba llena y no pasó nada», en alusión a los titulares sensacionalistas sobre nuestro satélite.

Pues vaya chasco. ¿En serio que la Luna no tiene absolutamente ningún efecto sobre nosotros?

Todo apunta a que no, voz cursiva. He estado buscando estudios que concluyan que existe alguna relación entre las fases lunares y algún evento que ocurre en nuestro día a día, y he encontrado uno sobre accidentes mortales de moto que se realizó con datos de Estados Unidos entre 1975 y 2014.6 En este estudio se notó que, de los 13.029 accidentes mortales registrados en 1.482 noches diferentes, durante las noches de luna llena se habían producido un 5 % más que la media del resto de los días. Además, los autores encontraron esta misma tendencia en el Reino Unido, Australia y Canadá, así que han propuesto que la luz de la luna llena podría producir distracciones que incrementan las probabilidades de que un motorista se vea envuelto en un accidente. Ahora bien, los mismos autores admiten que hay que coger esta conclusión con pinzas, porque no fueron capaces de obtener datos sobre cuáles eran las condiciones climatológicas en el momento de cada accidente, la cobertura de nubes del cielo, la velocidad de los motoristas u otros factores que podrían haber influido en el trágico desenlace.

Por otro lado, en 2013 apareció otro estudio que argumentaba que la luna llena hace que durmamos menos tiempo y peor.7 Lo que llama la atención en este caso es que los participantes dormían en una habitación cerrada en la que no entraba la luz de la Luna mientras se medía su actividad cerebral y, además, no conocían la motivación del estudio, por lo que no se podía tratar de un efecto psicológico.

¡Lo sabía! ¡La Luna sí que tiene un efecto sobre nosotros!

Para el carro otra vez, voz cursiva. Los autores de este estudio también reconocieron que su trabajo tiene algunas limitaciones: únicamente participaron 33 personas, y el sueño de cada una de ellas solo se vigiló durante dos noches, en lugar de todas las noches de un ciclo lunar completo. Además, aunque los participantes pasaron un 30 % menos de tiempo en fase de sueño profundo durante las noches de luna llena y decían haber dormido peor, esos días solo tardaban cinco minutos más en quedarse dormidos y dormían veinte minutos menos en total. Por tanto, el estudio no demuestra que la Luna afecte a nuestro sueño, como muchos medios dijeron en su momento. Simplemente, indica que hay que poner a prueba este fenómeno con un grupo mayor de gente y controlar mejor el experimento para ver si realmente existe esa correlación.

Total, que la moraleja de todo este asunto es que los seres humanos no analizamos la realidad de manera objetiva y que a menudo encontramos correlaciones donde no las hay. Ojo, que esto no es una cruzada en contra de la gente que cree en estas supuestas relaciones entre la Luna y los seres humanos, ni estoy insinuando que un amigo tuyo que dice que lo pasa fatal las noches de luna llena sea un mentiroso compulsivo: solo quiero señalar que hay información que aceptamos sin cuestionarla, simplemente porque la hemos heredado de algún ser querido o porque hemos logrado convencernos a nosotros mismos de que es cierta eligiendo solo las experiencias que nos convienen e ignorando las que no. Y no pasa nada. Es algo que hacemos todos porque somos humanos, y tendemos a agarrarnos con fuerza a esos patrones que nos parece haber identificado en nuestro entorno y que creemos que nos reportan algún beneficio.

Pero precisamente para eso existe la comunidad científica: no está ahí para llevar la contraria al saber popular, sino para poner a prueba esos patrones que creemos haber encontrado y analizarlos sin el filtro de la subjetividad y la superstición. Y, si se descubre que esos patrones no eran más que una ilusión, no pasa nada por dejar de creer en ellos.

Ya, bueno, pero ¿y si la comunidad científica se equivoca?

Puede ocurrir, voz cursiva, pero, como hemos visto en el caso del metaanálisis, los científicos están constantemente revisando las conclusiones de los demás en busca de fallos en los métodos que han utilizado para llegar a ellas o intentando replicar sus resultados. No es un método perfecto, por supuesto, pero, sabiendo cómo funciona, personalmente, yo me fío más de la comunidad científica que del mismo saber popular que nos dice que hay que orinar encima de las picaduras de las medusas.

En cualquier caso, ahora que hemos hablado de lo que supone aceptar la información sin cuestionarla, echemos un vistazo a una anécdota bastante interesante que me envió un lector.

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