Reseña y crítica de The Suicide Squad: Una secuela innecesaria de una película que a nadie le gustó

Reseña y crítica de The Suicide Squad: Una secuela innecesaria de una película que a nadie le gustó

Ghost Writer

¡ALERTA SPOILERS!

The Suicide Squad, del director James Gunn, llegó a la pantalla grande, y aunque la acogida del público fue igual de grande, fracasó rotundamente en la taquilla y aquí analizaremos el porqué.

Con la mala recepción que tuvo “Suicide Squad” (2016) del director David Ayer, los fanáticos de los comics esperaban que la secuela no fuera decepcionante, y en ese sentido pueden estar complacidos, pero ciertamente “The Suicide Squad” no es una película perfecta ni tampoco ha gustado a todo el mundo.

¿Secuela o remake?

Si bien el film funciona como secuela de la Suicide Squad original, a todas luces se evidencia un claro intento de reiniciar ésta franquicia, probablemente debido a la mala recepción de la primera entrega. Como si no fuera suficiente el título ambiguo que se escogió para el film (prácticamente el mismo título de la peli original, añadiendo únicamente el artículo “The”, en vez de ser llamada “Suicide Squad 2”, como uno esperaría de una secuela), también se evidencia el rediseño total no solo en el plantel que integra el equipo de antihéroes, sino el aún más notorio cambio de tono en el desarrollo de la historia que el film nos cuenta.

Ciertamente el cambio de director y guionista trajo un cambio de estilo, lo cual suele pasar, pero que en éste caso deja en claro que lo que se intentó es hacer “borrón y cuenta nueva”, lo cual James Gunn indudablemente lo ha logrado (para bien o para mal).

Si la primer Suicide Squad pecaba de intentar ser épica sin haber llegado a conseguirlo, ésta secuela/reboot abandona toda seriedad y opta por el humor posmoderno y el gore que vimos en la franquicia de “Deadpool”.

Además del tono irreverente, el otro gran “reinicio” que The Suicide Squad presenta alejándose de su precuela, es el cambio cuasi total del plantel que compone al elenco, donde pocas son las caras conocidas que veremos a lo largo de la cinta.

Malos por conocer

El gran problema con la saga de “Escuadrón Suicida” es que peca de arrogante al querer vendernos como antihéroes a un equipo de supervillanos “clase B” prácticamente desconocidos para la mayoría de los espectadores. Esta nueva edición redobla la apuesta e incluso tira por la borda a aquellas caripelas que habíamos conocido en el film predecesor.

Antes del estreno de The Suicide Squad ya se rumoreaba que Idris Elba reemplazaría a Will Smith en su papel protagónico de Deadshot, cosa que eventualmente así fue, pero no porque Elba tome el rol del mismo personaje encarnado por Smith, sino porque ocupa el mismo lugar de protagonista pero interpretando a otro personaje distinto… aunque prácticamente idéntico.

Bloodsport, el malo/bueno de ésta secuela, es también un asesino profesional afroamericano que se embarca en la misión únicamente por amor a su hija, al igual que el personaje de Smith en la anterior entrega (y al igual que Deadshot, el tal Bloodsport también tiene un “nick” con nombre compuesto y un disfraz sospechosamente similar). Es casi como si alguien en la producción hubiera dicho “el público no aceptará un cambio de rostro para el personaje de Smith, así que a Elba le daremos un personaje nuevo”, aunque en esencia son lo mismo. La única salvedad es que el Deadshot de Will Smith se muestra como un buen padre desde el inicio, mientras que por el contrario el Bloodsport de Idris Elba reniega de su paternidad y no expresa sus sentimientos hasta bien entrado el film, aunque por lógica si se sumó al “Escuadrón Suicida” para proteger a su hija, entonces en el fondo ya tenía desde el principio un instinto paterno latente, aunque sea a regañadientes.

La otra cara conocida que veremos a menudo será la tan esperada Harley Quinn, quien saltó a la fama en su debut en esta franquicia haciendo dupla con el Joker de Jared Leto (un Joker que a nadie le gustó, pero que junto a Quinn forman una de las pocas subtramas interesantes en la Suicide Squad original), haciendo de Quinn uno de los pocos personajes del elenco que realmente tenía una historia que contar. Ciertamente en esta nueva entrega es refrescante ver a Harley Quinn volviendo a sus raíces como parte del Escuadrón Suicida, sin tanta moralina feminista que llevó al fracaso total a su más que olvidable película en solitario (o más bien protagónica pero junto a un equipo de co-protagonistas aún más desconocidas que cualquier personaje del Escuadrón Suicida).

El problema aquí es que, como se ha dicho, Harley Quinn tenía una historia que contar solo por ser la novia del Joker, pero tras su divorcio forzado únicamente por presión de la corrección política del momento, el personaje de Harley se queda sin motivación escénica y da la sensación de que solo está ahí por ser una vieja conocida y no porque realmente tenga un propósito argumental en la trama del filme. De hecho, el regreso de Quinn al Escuadrón Suicida carece de explicación racional: si el Escuadrón está conformado únicamente por reos bajo control de Amanda Waller, entonces no se explica cómo Harley volvió a caer en prisión si ya la habíamos visto en libertad en su película con las “Aves de Presa”, que alardeaba de ser “la fantabulosa emancipación de una Harley Quinn” (se ve que no tan “fantabulosa”…): supondremos que habrá más de una Harley Quinn, y aquella habrá sido la que se emancipó, pero ésta otra sigue prisionera de Amanda Waller.

Completando el reparto, como se ha mencionado Amanda Waller es la otra vieja conocida que retoma su papel (una especie de Nick Fury en versión sádica), junto a su coequiper el Coronel Rick Flag, que en esta nueva entrega pierde la química que supo tener con su jefa en la película original, y de hecho pierde protagonismo por todos lados, con menos escenas importantes, relegado a un segundo plano, y con los tan recurrentes chistes que desentonan con la seriedad que supo tener alguna vez tanto el personaje en cuestión como la película original (al menos en comparación con ésta nueva versión).

La mujer rata, el tiburón con la voz de Stallone, y un tipo con acné fluorescente traumatizado por su madre, son los principales “héroes” que completan el reparto (además de John Cena que rivaliza con Idris Elba).

El resto de los personajes se podrían resumir en tres palabras: nuevos, desconocidos, y olvidables. No esperábamos que vuelva Diablo porque sabemos que se inmoló en la batalla final del primer film, pero Killer Croc fue reemplazado por King Shark (Sylvester Stallone), Katana brilla por su ausencia, el Capitán Boomerang fue sorpresiva e injustamente asesinado en los primeros minutos de la cinta, y los nuevos villanos son básicamente “mucho ruido y pocas nueces”: excesiva cantidad de personajes que nunca llegan a desarrollarse en lo más mínimo, o peor aún, un supervillano que nos presentan al inicio del film como un tipo duro que se las trae, con un desarrollo inicial que parece mostrarnos a tal sujeto (Savant) como uno de los pesos pesados de la cinta… y todo para que a los pocos minutos se convierta en una gallinita cacareando por escapar de la misión a la que fue enviado, tras lo cual la siempre sádica Amanda Waller no tiene otra opción que volarle la cabeza con el microchip explosivo que le inyecta a todos sus reos virtualmente esclavizados (únicamente para recordarnos que el chip inyectable era el recurso que Waller utiliza desde el film anterior para chantajear a sus prisioneros de élite).

Gore y humor posmoderno que no terminan de convencer

A falta de un villano carismático, la peli va probando con mostrarnos un nuevo villano a cada rato. The Thinker es el mas icónico, pero el errático guion nunca llega a profundizarlo demasiado.

Definitivamente “The Suicide Squad” no es algo con lo que hubieran soñado Zack Snyder y David Ayer cuando realizaron la primera entrega de ésta franquicia. El nuevo director James Gunn optó por copiapegar el estilo irreverente de las películas de Deadpool y traerlo al universo DC utilizando a estos supervillanos clase B como conejillos de indias por si le salía mal el experimento (sobra decir que hubiera sido intolerable una versión “posmo-gore” de Justice League, Batman, Superman, o cualquier otro superhéroe de primera línea de DC).

Si bien los amantes de Deadpool estarán de para bienes al ver la obra de James Gunn, el problema con esto es que le quita seriedad a una trama que por momentos mucho abarca y poco aprieta. En retrospectiva la nueva entrega sufre en comparación con la original de 2016, no porque aquella fuera ninguna joyita, sino porque al menos intentó ser una especie de “Avengers de DC pero con los malos en plan reformatorio”, mientras que por el contrario la nueva edición, aunque va de lo mismo, peca de irreverente intentando convencer con chistes verdes y gore innecesario (recordemos que esto es una película del género de superhéroes y no un film de horror). Al leer éstas líneas muchos dirán “¡pero si a Deadpool le funcionó!”, y es cierto, pero cabe señalar que Deadpool pertenecía a la FOX en una época donde aún dicha empresa no había sido adquirida por Disney, y por ende los films de Deadpool no formaban parte del Universo Cinematográfico de Marvel, a diferencia de The Suicide Squad que sí forma parte del Universo Extendido de DC y desentona totalmente con películas de tono extremadamente serio como supo ser Batman VS Superman, e incluso con la propia Suicide Squad original, que como se ha dicho, al menos mantenía la coherencia en la trama argumental a tono con lo que veníamos viendo en las demás películas de DC, cosa que en esta nueva entrega se perdió totalmente.

Por otro lado, la historia se centra íntegramente en el país ficticio de Corto Maltese (cualquier parecido con el personaje de Hugo Pratt es pura coincidencia), una nación inexistente en el mundo real pero existente en el universo DC, la cual es mostrada en el film como una república hispanohablante donde ocurre un golpe de Estado que depone a la familia cuasi-monárquica otrora gobernante, siendo reemplazada por una dictadura cívico-militar.

Tal argumento nos muestra a la dictadura como enemiga de Estados Unidos (razón por la cual los “héroes” acuden al lugar), y a los lugareños como hispanohablantes con una mescolanza de acentos que van desde el argentino, hasta el panameño y el castizo, todo lo cual se convierte en un cliché que podría resultar sumamente ofensivo para el público latinoamericano hastiado de ver aquella visión que los estadounidenses tienen de América Latina, confundiendo países y culturas como si todos fueran una misma cosa solo por hablar español. Para más inri, el desenlace tiene como moraleja aquello de que “los gobiernos soberanos de los países hispanohablantes son dictaduras, y los mercenarios estadounidenses son los únicos capaces de llevarles democracia, aunque sea a manos de ex convictos asesinos que destruyen toda la nación para 'liberarla'” (todo lo cual no se expresa verbalmente pero en definitiva es lo que se ve en la cinta).

“Staryu” The Conqueror, un pokémon legendario casi tan intimidante como Mewtwo en “Detective Pikachu”.

El insulto final es sin duda el jefe final de la peli, y digo “jefe final” porque parece más un boss de algún videojuego que un antagonista cinematográfico: se trata de Starro The Conqueror, que para quienes no lo conocían (probablemente ni su madre) en efecto es un personaje del mundillo de los comics y no una bizarra creación de James Gunn, por más que parezca lo contrario por tratarse de una especie de pokémon del tipo agua en modo kaiju (con “el ojo que todo lo ve” de Shuma-Gorath, por si alguien no lo había notado). La sorpresiva aparición de éste engendro para la batalla final de la peli tiene por subtrama al tópico del extraterrestre que intenta esclavizar a los humanos apoderándose de sus mentes y conformando una especie de Overmind, un recurso ya conocido en la ciencia-ficción y que ciertamente podría haber funcionado de maravilla si la peli hubiera tenido el tono épico que su primera entrega intentó tener, pero en la práctica no logra enganchar por su desarrollo tardío y por no encajar la seriedad del asunto en medio de tanto humor negro, sangre, gore, y demás chistes bizarros que solo hacen gracia al nicho que disfruta de ése estilo de “comedia negra” que nada tiene que ver con la heroicidad requerida para salvar al mundo de una amenaza descomunal como la que, sorpresivamente, el supervillano final intenta representar.

El veredicto

The Suicide Squad es una película entretenida para los amantes de la acción, el gore, y el humor lisérgico de las películas de Deadpool. Es recomendable para quienes quieran ver otra vez a Harley Quinn, a Idris Elba reemplazando a Will Smith, al ex-luchador John Cena interpretando a un superhéroe clase B, y a un tiburón humanoide con la voz de Sylvester Stallone; pero definitivamente no es recomendable para los que esperaban una secuela de Suicide Squad más seria que la primera entrega, ni mucho menos para quienes hayan disfrutado del estilo de Zack Snyder en las películas de superhéroes de primera línea de DC.

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