Regreso a Encélado

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Reclamaciones » 27 de diciembre de 2048, Tokio

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27 de diciembre de 2048, Tokio

¿Por qué debería llamar por teléfono a la madre de Hayato? Amy se preguntó por un momento si debería dejar que Hayato hiciera la llamada. Era su hijo después de todo. Pero, al final, sus padres solo estarían medio informados porque ellos no hacían muchas preguntas. Seleccionó el modo de transmisión encriptada, aun cuando no tenía intención de explicarles todo el plan en esta llamada.

Moshi moshi —contestó Mako al segundo timbrazo.

Moshi moshi —respondió Amy—. Soy yo, Amy. ¿Cómo les va?

—Nos va bien. Tu hijo acaba de dormir su siesta de la tarde.

—Eso está bien. Por desgracia tenemos que quedarnos en Tokio al menos un día más.

—Oh, ¿ha pasado algo?

—No, acabamos de discutir la oferta que les mencioné antes. Tenemos que tomar una decisión pronto, así que todos nos quedamos aquí. Vamos a reunirnos más tarde para hablarlo todo mientras cenamos.

—Comprendo. Para nosotros no es problema. Tomaos todo el tiempo que necesitéis. Me alegro de tener a Sol aquí unos días. Creo que ya entiende un poco de japonés. Tetsuyo siempre se lo lleva a dar cortos paseos por el vecindario. A nuestro nieto no le importa el frío en absoluto.

Amy sintió que un brillo interno se esparcía por todo su cuerpo cuando oyó a su suegra hablar de Sol. Sabía que a su hijo le iba bien en la casa de sus abuelos.

—Dele a Sol un beso de mi parte. Y uno de su padre también. —Miró a Hayato, quien estaba sentado en la cama de su diminuta habitación de hotel, buscando algo en internet.

—Por supuesto, Amy. Le diré que vosotros dos volveréis mañana.

—Estoy segura de que lo arreglaremos.

—Siento mucha curiosidad por saber qué decidiréis. El bienestar de Sol juega ciertamente un papel importante en todo esto.

«Sí que lo juega», pensó Amy, pero no dijo nada, considerando las graves implicaciones.

—Les llamaré mañana por la mañana.

—Hablamos entonces —dijo Mako.

Amy pulsó el botón para finalizar la llamada.

—Hayato, deberíamos irnos.

Hayato había llamado antes a unos colegas para que le recomendaran un restaurante en el distrito Shibuya, donde solo se hablaría japonés. Su sugerencia fue una parrilla de estilo coreano, una cocina que, por aquel entonces, era muy popular en Japón. También era improbable que los turistas aparecieran por allí, así que él y Amy reservaron una mesa para las siete.

La puntual línea del cercanías de Yamanote les llevó al distrito Shibuya. Salieron de la estación de tren y se dirigieron hacia el este, hacia una zona con rascacielos. Hayato parecía conocer la ruta exacta y caminaba con brío. Debía haberse aprendido las direcciones a conciencia y por adelantado, porque él y Amy llegaron temprano. El bar-parrilla estaba situado en un sótano, y el letrero de neón sobre la puerta de entrada rezaba «Barbacoa Coreana». Al entrar, ambos tuvieron que agacharse para evitar darse un golpe con la viga. A Amy le sorprendió ese hecho, ya que el edificio no podía tener más de veinte años.

Hayato habló con un camarero y pidió que les llevaran bulgogi y cerveza cuando llegaran todos. Otro empleado les llevó a una sala cerrada con mamparas móviles de papel. Al ser los primeros del grupo en llegar, procedieron a quitarse las chaquetas y los zapatos, y se sentaron con las piernas cruzadas delante de la baja mesa. A Amy le alegró sentir el calor generado por los quemadores de gas en mitad de la mesa. Estaban cubiertos por una rejilla sobre la cual se dispondría la carne marinada para proceder a su cocinado hasta que estuviera a gusto del comensal.

Francesca llegó, una vez más portando su maleta, y Amy seguía sintiéndose rara ante la idea de que Marchenko estuviera en realidad dentro de ella. De algún modo extraño, le parecía cruel y difícil incluso de imaginar: un ser humano metido dentro de este contenedor de cuero. Visto desde otra perspectiva, sabía que algunos podrían verlo como algo gracioso.

El dueño del restaurante guio a Martin y a Jiaying a la mesa. Si ya había tres turistas allí, los demás obviamente también pertenecían al mismo grupo. Como Hayato formaba parte de él, nadie pareció preguntarse cómo habían acabado en un lugar que no aparecía en ninguna guía de viajes conocida. Hayato le había explicado una vez a Amy que los japoneses preferían interactuar socialmente con los suyos. En los bares dirigidos a los habitantes locales, nadie hablaría en inglés contigo aunque conocieran el idioma.

El camarero no vaciló mucho tiempo. Hayato y él asintieron y pronto llegó la comida y la bebida. Había carne, carne, carne, y varias verduras.

Amy estaba preocupada.

—Ni siquiera os pregunté si alguno era vegetariano.

A bordo de ILSE nadie lo había sido, pero ahora…

Sin embargo, todos ellos insertaron carne en sus brochetas y sus preocupaciones parecieron infundadas. Martin le dedicó una gran sonrisa, y Amy recordó que él había sido muy tiquismiquis con la comida durante sus misiones juntos. Esta era probablemente la primera vez durante su estancia en Japón en la que podría comer hasta reventar. Ella sonrió.

Durante cinco minutos, nadie dijo nada. Amy miró la maleta de Francesca. ¿Cómo se sentiría estando excluido de su comunidad? ¿Qué estaba haciendo Marchenko ahora mismo mientras ellos disfrutaban de la compañía? ¿Seguía considerándose parte del grupo?

Hayato levantó una lata de cerveza.

¡Kanpai! —dijo y todos brindaron.

Francesca fue la primera en ir al grano. Amy podía imaginar que sentía la necesidad de hablar. La voz de la piloto sonaba sorprendentemente suave y vacilante:

—¿Qué pensáis de la oferta que recibimos ayer? Son… tonterías, ¿verdad?

Amy se dio cuenta de que Francesca esperaba que alguien la contradijera. Estaba a punto de responder cuando su marido habló:

—No, basándonos en lo que sabemos ahora, el plan es realista… a excepción de la promesa final de reunir a Dimitri con su cuerpo. Eso tendríamos que examinarlo a conciencia. Sin embargo, apoderarnos de la ILSE, sí, podría funcionar.

—Pero… ¿volveríais a hacer un viaje así? —Francesca los miró uno a uno.

—Yo aceptaría de inmediato —dijo Jiaying—. Definitivamente quiero volver al espacio, y esto sería un auténtico desafío.

—Pero también es completamente ilegal —afirmó Martin—. Estaríamos secuestrando la ILSE, y tu país te metería en la cárcel por ello.

—Esa gente no es estúpida, Martin. Si volvemos con éxito, con un Marchenko vivo, no se atreverían a tocarme.

—Si tenemos éxito —dijo Martin, deteniéndose para pensar—. Entonces, tal vez. No obstante, si algo va mal, estaremos solos y nadie nos ayudará.

—Considerémoslo de un modo pragmático —intervino Hayato—. No importa que volemos bajo la bandera de la NASA o que nos convirtamos en piratas; siempre estamos solos allí arriba. Ya lo visteis durante nuestro primer viaje. Como nadie puede ayudarnos, ¿qué importa si alguien quiere ayudarnos?

—¿Tú qué piensas, Amy? ¿Serías nuestra comandante de nuevo? —inquirió Francesca.

Amy ponderó la pregunta; le había llegado demasiado pronto como para considerarlo. Si estuviera sola, habría accedido a ello de inmediato. Pero tenía que pensar en Sol, y tendrían que decidir si dejarle atrás o llevárselo con ellos. Ambas perspectivas le parecían mal, y tendría que discutirlo con Hayato, a solas. Ellos eran los padres de Sol y tendrían que tomar una decisión.

Por lo tanto, ella preguntó a su vez:

—¿Y qué hay de ti, Francesca?

—¡Sí, desde luego! —Amy notó que Francesca estaba a punto de romper a llorar. Apoyó una mano sobre el antebrazo de Amy—. Hay muchas razones —explicó Francesca—, por las que subiría a bordo ahora mismo. La primera, por supuesto, es porque amo a Dimitri. No… no es lo mismo amar a una conciencia digital. Me imaginé que sería diferente, más sencillo. Pero principalmente iría porque se lo debo. ¡Yo estoy viva por lo que él hizo!

Jiaying miró a Martin.

—A ti te pasa algo similar, ¿verdad?

Él hizo una mueca.

—Eso es cierto. Me alegro de que tú, de entre todas las personas, lo hayas mencionado. Pero tengo la sensación de que el anterior viaje me llevó al límite. ¿No podríamos quedarnos aquí y simplemente disfrutar de la vida?

Jiaying sacudió la cabeza.

—Lo siento, cariño, pero yo lamentaría toda mi vida el haber abandonado a Marchenko.

—Todo lo que estáis diciendo es perfecto —dijo la voz de Marchenko desde la maleta—. ¿Por qué no me preguntáis a mí? A lo mejor no quiero que os metáis en una estrecha lata metálica durante otros dos años para recorrer el universo hasta el infinito.

—Entonces te lo preguntaremos —respondió Amy—. ¿Quieres hacerlo? ¿Quieres recuperar tu cuerpo?

—No lo sé —dijo Marchenko—. Mi estado actual tiene ventajas… ¡Soy inmortal! Lo sé todo, y lo que no sé puedo averiguarlo más rápido de lo que podría hacerlo cualquier humano. Lo único que no me queda claro es si puedo soportar estar en este estado para siempre. Tendría que ver morir a Francesca, igual que a todas las personas que conozco. ¿Y seguiría siendo capaz de conservar mi naturaleza humana? Pero incluso si decidiera que prefiero regresar a mi propio cuerpo, ¿podría aceptar la responsabilidad de que arriesguéis vuestras vidas?

—El viaje no será tan peligroso —dijo Hayato.

—No importa. Ya me he dado cuenta de cómo esta decisión os está situando a todos en una encrucijada. Amy y tú tendríais que dejar a Sol atrás, o uno de vosotros tendría que quedarse con él. Jiaying y Martin, vuestros caminos podrían bifurcarse si ambos llegáis a conclusiones diferentes, y sería culpa mía.

—Espera un momento, Marchenko —dijo Martin—. Si no nos hubieras salvado a Francesca y a mí, Jiaying y yo no nos estaríamos enfrentando a esta cuestión ahora mismo. Así que no me hables de culpa. Todos somos adultos que pueden responsabilizarse de sus propias decisiones. Tal vez alguno de nosotros necesite un poco más de tiempo para decidirlo, y Shostakovich debería darnos tiempo. Jiaying y Francesca ya han tomado decisiones claras, y durante la última parte de nuestro viaje anterior vimos que dos personas eran básicamente suficientes. Así que la misión de rescate puede llevarse a cabo sin importar nada más.

—Es un bonito final a esta difícil discusión —dijo Amy—. Se lo comunicaré a Shostakovich. Entonces él puede iniciar las medidas necesarias. Y quienes tengan dudas, aún disponen de suficiente tiempo para llegar a una decisión final. Con respecto a Sol, mantendré una conversación privada con Hayato. Martin y Jiaying, debería ser más fácil que vosotros dos lleguéis a un acuerdo entre ambos. Y ahora centrémonos en esta deliciosa comida.

—Voy a pedir más cerveza —dijo Hayato—, ¿o alguien quiere sake?

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