Regreso a Encélado

Regreso a Encélado


Reclamaciones » 3 de enero de 2049, Ishinomaki

Página 14 de 85

3 de enero de 2049, Ishinomaki

El crepúsculo aún dominaba el día. Cuando Amy despertó, la noche había parecido estar menguando, pero eso no había cambiado perceptiblemente en las últimas seis horas. Ella respiraba al ritmo de sus pasos mientras subía la ligera pendiente hacia el puesto de observación de Ozaki. Miró a un lado. Hayato, cuya respiración se veía como la suya, iba mirando al suelo. De vez en cuando tocaba su brazo para advertirla sobre raíces que sobresalían y podrían hacerla tropezar. Sol se hallaba con los padres de Hayato, donde estaba contento. Los dos habían decidido dar ese paseo para poder discutir sobre su futuro sin que los molestaran.

Ahora el bosque se retiraba. El sendero arenoso terminaba más allá de los bajos arbustos, a dos metros del borde del acantilado. Era allí donde alguien había situado un sencillo banco de madera, así que pudieron sentarse. Amy había estado segura de que disfrutarían juntos de las maravillosas vistas, y no se vio decepcionada.

«De verdad que a los japoneses se les da bien este tipo de detalles», pensó mientras admiraba aquel panorama. Sin moverse, podía ver el puerto de Ishinomaki a su derecha y el mar abierto a la izquierda. El horizonte estaba escondido tras unas nubes bajas, pero de todas formas podían ver claramente el otro lado de la bahía. Amy se imaginó a otra pareja sentada en un banco allí delante. ¿De qué estarían hablando?

El Pacífico, que se extendía delante de ellos, era fiel a su nombre ese día. El agua estaba tan lisa como un espejo, pero ese no era siempre el caso. Los padres de Hayato les habían contado su experiencia durante el gran tsunami del terremoto Tohoku en su juventud. Las olas que golpearon la costa se suponía que habían alcanzado una altura de más de treinta metros, canalizadas y guiadas por los dos brazos de la bahía que se metían en el mar. Amy intentó en vano detectar algún rastro del suceso, aunque lo reciente de las casas locales era prueba suficiente de la catástrofe. Por muy tradicional que pareciera, sabía que la casa de sus suegros solo tenía 37 años. Databa de 2011, el año después del desastre.

Amy se ciñó más su abrigo de invierno y se inclinó hacia Hayato, quien le rodeó los hombros con un brazo. No estaba preparada para empezar esta discusión con su marido. ¿Podría dejar a Sol atrás en un lugar tan peligroso? Amy sacudió la cabeza, dándose cuenta de que no debería buscar excusas. El pediatra americano les había dicho algo importante: sería irresponsable exponer a su hijo durante su periodo de crecimiento a una gravedad reducida a la mitad. La psicóloga había enfatizado lo importante que era que Sol se relacionara con sus iguales. La radiobióloga les advirtió encarecidamente sobre los enormes estragos que ejercía la radiación cósmica en el cuerpo de un niño. Pero ¿y qué había de sus necesidades como ser humano y como madre? ¿Era justo que ella, precisamente ella, debiera elegir entre ayudar a un amigo o ver a su hijo crecer?

Sintió la mirada de Hayato. Su marido, el padre de su hijo, la miró y acarició su cabello con suavidad. De algún modo sentía más calor cuando él estaba cerca, aun cuando el aire estaba congelado. Una ligera nieve comenzó a caer, y diminutos copos se acumularon en el paño de su abrigo. Hayato se inclinó y la besó. Fue un hermoso momento.

Pero Amy también tendría que dejarle atrás. Sol necesitaba a su padre por lo menos. ¿Cómo podía decirle eso? ¿Se sentiría Hayato rechazado si ella fuera a ese viaje sin él? Amy le miró a los ojos e intentó reconocer lo que ella ya sabía. El marrón oscuro de su iris era calmante. Sentía que podía ahogarse en sus ojos, como al principio de su relación, pero no encontró una respuesta específica en sus profundidades.

—Con respecto a Sol… —dijo ella.

Hayato permaneció en silencio. Su rostro estaba muy cerca del suyo. Tomó aire y lo contuvo por un momento.

—Nuestro hijo se quedará conmigo —susurró—. Sé que tienes que volar al espacio. Eres la comandante. Es tu expedición.

—Pero…

—Amo a esta mujer que es tan responsable, que apoya a la gente, que… y a nadie más —susurró Hayato—. Todo lo demás deriva lógicamente de todo eso. ILSE puede arreglárselas sin mí, pero nuestro hijo no. Ya le he fallado a mi hija.

Amy recordó las dolorosas circunstancias. Tras visitar a su hija, quien estaba siendo tratada en un hospital psiquiátrico, Hayato se había sentido abatido como nunca antes.

—Pero estarás solo. Como muy pronto, volveré dentro de dos años —dijo ella.

—Traerás de vuelta a Dimitri Marchenko, y Sol tendrá el mejor padrino de todos.

—¿Y si volvemos sin conseguir nuestro objetivo?

—Comienzas bajo las mejores condiciones y has resuelto problemas mucho más difíciles. Y si no hay más remedio, al menos tienes a alguien en la Tierra que te apoya.

—Me alegro de que te quedes con Sol. Estoy muy preocupada por él.

—Sol estará bien aquí. Le he pedido a la JAXA si necesitan a un astronauta e ingeniero experimentado. Quieren darme trabajo en el departamento de relaciones públicas.

—¿Y disfrutarías haciendo eso?

—Ya veremos. Si fuera necesario, hablaría con Shostakovich.

Amy sacudió la cabeza.

—No lo hagas. Mantente alejado de él. Creo que es el tipo de persona que usa a la gente siempre y cuando pueda obtener un beneficio, y después los desecha.

—Ese también podría ser el destino que os amenace a vosotros.

—Estoy casi segura de ello. Solo tenemos que salvar a Marchenko antes de que Shostakovich deje de necesitarnos.

Estuvieron sentados en el banco otra media hora y observaron la bahía sin decir palabra. Amy se sentía bien haciendo solo eso. Con Hayato, ella podía permanecer en silencio sin experimentar incomodidad. La distancia, sin importar lo grande que fuera, no afectaría a sus sentimientos. Hayato era un buen padre. Ahora mismo, si tuviera esa habilidad, ella simplemente haría avanzar la rueda del tiempo dos años.

Ir a la siguiente página

Report Page