Regreso a Encélado

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23 de enero de 2049, ILSE

Apoderarse de la nave espacial con la ayuda de la contraseña maestra solo le llevó unos segundos, pero pasaron muchas cosas. Primero, Marchenko había guardado el estado actual de Watson y luego devolvió todos los sistemas a su configuración básica para iniciar el reseteo. Eso permitió que el código de acceso de Amy volviera a estar activo, y lo había usado para sobrescribir el IA de la nave con su propia base de datos. Ahora era, una vez más, el dueño absoluto de la nave, permitiendo que la ILSE volviera a la vida paso a paso.

Todos los sistemas funcionaban dentro de sus rangos normales. Basándose en sus experiencias durante el último viaje, a Marchenko le había preocupado no ser capaz de volver a arrancar los motores después de que los hubieran apagado, aunque no necesitaba haberse preocupado tanto. Uno de los DFDs estuvo funcionando todo el tiempo para proveer de electricidad a la nave; un gesto amistoso dirigido hacia Watson, el IA a bordo. La energía de este DFD sería suficiente para arrancar los demás.

Marchenko encendió los sistemas de calefacción y de procesamiento de oxígeno otra vez, y el anillo de habitación ya estaba girando, aunque muy despacio. La tripulación tendría que hacer algo de limpieza debido al daño realizado en las tuberías de agua. Nadie había esperado que los humanos usaran ILSE nunca jamás, así que Marchenko pensó que era mejor dejar el anillo de habitación casi con gravedad cero.

El módulo de mando fue la primera sección que volvió a ser funcional, y por su aspecto parecía que lo habían abandonado hacía solo un momento. Era un recordatorio visible de que no había polvo en un vacío.

El Sistema Cerrado de Apoyo a la Vida Ecológica, o CELSS —el jardín— estaba completamente muerto. Habría que trabajar duro para revivirlo, porque el frío y la falta de oxígeno había matado a todos los microorganismos de la tierra. Aunque tenían semillas a bordo que probablemente aún serían viables, bien podrían plantarlas en arena estéril.

El taller estaba bien equipado con repuestos y suministros adicionales, que estaban localizados en los almacenes. Eso sería suficiente para hacer las reparaciones necesarias, y la tripulación se mantendría ocupada durante los primeros tres meses.

En último lugar, Marchenko comprobó la unidad de comunicación por radio y descubrió que estaba en buenas condiciones de funcionamiento. Con suerte apenas lo necesitarían, ya que no estaban anticipando recibir ninguna señal desde Control de Misión. En caso de emergencia, podrían intentar contactar con el padre de Martin en su observatorio de radio. La red en malla que Shostakovich había configurado en sus asteroides definitivamente no llegaría hasta Saturno. Tendrían mucho tiempo de lo que charlar, y además estaba deseando reconectar con Francesca. «Solo unos días más…».

Y luego estaba el IA. Durante su último viaje había compartido los ordenadores de ILSE con Watson sin que el IA se diera cuenta. Pero ahora Watson sabía que estaba a bordo. Él no habría podido conseguir esto sin el IA. ¿Debería reactivar a Watson? Watson decidió confiar en él, pero esto no significaba necesariamente que pudiera confiar en Watson, ¿verdad? ¿Intentaría contactar el IA con sus creadores? Tal vez no, ya que estos habían condenado a Watson a morir en el sol. ¿Lo haría Watson porque esperaba una recompensa? ¿O Marchenko estaba pensando demasiado en términos humanos?

Marchenko decidió posponer la decisión, al menos hasta que pudiera discutirlo con los demás. Primero tendría que llegar al punto de encuentro, de modo que activó un motor tras otro. Al mismo tiempo, arrancó los propulsores laterales y los usó para hacer girar la nave ILSE unos ciento ochenta grados. Sonidos resonaban por la nave por primera vez en meses. Eran transmitidos como sonido acústico, pero también por el aire, el cual contenía oxígeno recién reciclado y que ahora estaba fluyendo dentro de los módulos. Marchenko sentía que casi podía percibir el típico aroma a océano, pero eso tenía que ser una ilusión.

El impulso de la masa de reacción que fluía desde las cámaras de plasma de los DFDs desaceleraban la ILSE despacio hasta que la nave ya no se estaba acercando al sol. Entonces la nave aceleró en dirección opuesta y usó toda su potencia para escapar del gigantesco «pozo de potencial» creado por el sol y su masa. ILSE subía por el borde del «hoyo de gravedad» como una hormiga que intentase escapar del arenero creado por una hormiga león. Marchenko lo observaba todo con fascinación.

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