Regreso a Encélado

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31 de enero de 2049, ILSE

ILSE estaba ahora tan cerca del punto de encuentro con el Semlya que podían comunicarse por medio de los sistemas de a bordo. Desde entonces, Francesca había usado sin parar la radio bidireccional. Marchenko se alegraba de ello, ya que él podía prepararse fácilmente para la siguiente maniobra y hablar al mismo tiempo con Francesca. Por supuesto era mejor no decirle directamente que estaba en multitarea, ya que no quería que su novia se sintiera menospreciada. Podría ser ilógico, porque ella tenía que ser consciente de que él estaba al cargo de ILSE, pero era mejor no dejar que se convirtiera en un problema.

El encuentro entre Semlya y el carguero no iba a ser tan sencillo. La cápsula con los astronautas a bordo estaba adherida en esos momentos a la popa del carguero. Eso sería un problema cuando el carguero tuviera que usar sus motores de popa, lo cual era inevitable durante el acoplamiento automático. Además, los tanques de combustible principales de Semlya estaban vacíos, así que la cápsula no podía desacelerar por sí misma.

—Francesca, esto se está poniendo serio —dijo Marchenko—. ¿Cuál es el estado de vuestros propulsores?

—Aún tenemos algo de capacidad. Pasamos combustible del carguero a los propulsores.

—Bien. Separaos del carguero y situad la cápsula en un rumbo paralelo.

—Confirmado.

En el radar, Marchenko vio que la maniobra había tenido éxito y que la distancia debería ser suficiente. Entonces envió un comando al carguero para iniciar la maniobra de acoplamiento. El sistema automático hizo girar la nave ciento ochenta grados para poder desacelerar con sus motores principales.

—Cuidado. Cuando el carguero reduzca la velocidad tendréis la cápsula Semlya justo delante del módulo de atraque de proa.

—Confirmado —dijo Francesca.

Una pequeña corrección de rumbo situó la cápsula en la posición adecuada.

—Es mucho más fácil desde una distancia tan corta —dijo ella.

—Atención, el carguero está a punto de desacelerar —anunció Marchenko, quien monitorizaba las actividades del sistema automático con cuidado—. Tres, dos, uno… ahora el mecanismo de acoplamiento debería haber reaccionado.

—Confirmado —dijo Francesca.

Semlya estaba ahora en la proa del carguero, que entonces usó sus motores para ajustar su trayectoria al rumbo de ILSE.

—Está funcionando bastante bien —dijo Marchenko por radio. Estaba muy satisfecho. Iban recorriendo el espacio a gran velocidad, pero les parecía prácticamente como si estuvieran aparcando en un garaje de la Tierra.

Con la cápsula Semlya adherida a él, el carguero respondía de un modo mucho más lento, así que necesitaban comenzar la maniobra de desaceleración mucho antes de lo que habían planeado al principio.

«La comparación con un garaje no era demasiado apropiada», notó Marchenko, porque la puerta del garaje hacia la que apuntaba el carguero llegaba desde la oscuridad del espacio a muchos kilómetros por segundo. En cualquier caso, el problema podía solucionarse… ambas partes tenían suficiente combustible y tiempo.

Marchenko podía concentrar su atención en la conversación con Francesca, ya que los sistemas de acoplamiento automático acordarían los detalles sin ayuda externa. Solo había unos parámetros libres, como el hecho de que los humanos estuvieran a bordo, que limitaban la máxima aceleración. Marchenko se estaba poniendo nervioso; le preocupaba haberse olvidado de algo importante.

—Francesca, ¿puedes comprobar si el sistema automático del carguero está considerando que una cápsula con tripulación humana está pegada a él?

—Un momento —respondió ella.

Hubo silencio durante un minuto.

—Valentina al habla. Tenemos que contactar con el comando central.

Ahí fuera, eso iba a llevarles un tiempo. Las señales no irían directamente a la Tierra, sino de un asteroide al siguiente. Ocho minutos más tarde les llegó la respuesta.

—Aquí Valentina de nuevo. Tenemos que asumir que el sistema automático está considerando la masa de la cápsula, pero no a nosotros. ¡Es un carguero! Se suponía que no debía transportar gente.

—Técnicamente hablando, no está haciendo eso. ¿Podemos seguir modificando el software? ¿Como hicimos con los parámetros para la ILSE? —Marchenko ya había adivinado la respuesta, pero pensó que más le valía preguntar.

—No ahora que el sistema automático ya está activo —respondió Valentina—. De otro modo estaríamos volando a ciegas durante un rato y tendríamos que apagar los motores durante ese tiempo.

«Eso haría que fueran demasiado rápido», añadió Marchenko para sí. «Maldita sea. Bueno, no es el fin del mundo. Al menos no costará vidas».

—Deberíais prepararos para algunas desaceleraciones rápidas —dijo por radio.

—Ya hemos empezado a proporcionar algo de amortiguamiento —respondió su novia.

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