Regreso a Encélado

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1 de febrero de 2049, ILSE

Había pasado con mucho de la medianoche cuando, finalmente, la mampara de la nave ILSE se abrió. Se requería que la tripulación usara equipos para respirar y cruzara el helado interior del carguero para acceder a su anterior nave. Uno a uno, cruzaron el diminuto compartimento estanco y se abrazaron al otro lado. De algún modo, Martin había esperado que Marchenko les recibiera a todos con los brazos abiertos. La imagen seguía vívida en su mente, y sentía que de verdad había visto al exmédico de la nave. Tal vez esta inusual ocurrencia era un efecto secundario de la enorme presión durante la desaceleración. Se miró la vendada mano derecha. A bordo de ILSE habría mejores recursos médicos… y calmantes, como Marchenko le había prometido.

La euforia de Martin se estaba desvaneciendo lentamente. La ILSE en la que estaban entrando no era la misma que habían abandonado hacía varios meses. Se necesitaría mucho trabajo antes de que se sintieran cómodos en ella una vez más. La ducha que estaba deseando darse tendría que posponerse varios días. Durante cuánto tiempo dependería totalmente de sí mismo porque, por alguna razón, los demás le consideraban el candidato perfecto para reparar los Compartimentos de Tratado de Residuos. Martin aún no había entrado en el anillo de habitación, pero Marchenko le avisó de que los contenedores de agua —en particular, los contenedores de aguas residuales— habían explotado debido al intenso frío. Le pidió a Marchenko que enfriara el anillo de habitación a cero grados para que el hedor no fuera tan insoportable.

Todos tendrían que dormir en el módulo de mando hasta que Martin terminara las reparaciones. No importaba, ya que eso seguía siendo mejor que la cápsula porque tenían más espacio. Amy estaba reactivando los equipos con la ayuda de Marchenko, mientras que Jiaying guiaba a Valentina por la nave y discutían el orden en el que deberían realizarse las reparaciones necesarias. Martin se retiró al taller. Dispuso los materiales y preparó un kit de herramientas para los próximos días. ¿Qué necesitaría como fontanero temporal? Le pidió sugerencias a Marchenko, quien sabía qué necesitaba arreglarse.

—¿Cómo ha ido ahí fuera en el asteroide? —preguntó Martin.

—Bueno, hubo un par de obstáculos, pero ningún problema serio.

—Sí, sé a lo que te refieres… igual que nosotros.

—Bien.

Hubo silencio durante un rato.

—He conocido a alguien —dijo Marchenko entonces.

—Oh… ¿a otra mujer?

—No, un IA… Watson, ya sabes.

—Claro. Me preguntaba dónde estaría Watson —dijo Martin.

—El IA cambió. Todavía no lo he reactivado.

—¿Qué quieres decir?

Marchenko le contó su larga conversación con Watson. Martin se estremeció, sabiendo que si lo que Marchenko había compartido con él era cierto, todo cambiaría. Era innegable que Watson parecía haberse desarrollado más allá de su programación. Desde una perspectiva técnica, esto era enormemente fascinante.

—Tenía que suceder en algún momento —dijo Martin—. Mucha gente predijo que sucedería mucho antes.

—¿Crees que es… contagioso?

—Si miro la historia de Watson… él ha experimentado muchas más cosas que cualquier otro IA. Sobrevivió a situaciones sin esperanza, se enfrentó a la muerte varias veces, y estuvo en contacto con la criatura de Encélado. No puedes aplicar eso simplemente a otras inteligencias artificiales. Intentamos durante mucho tiempo transferir experiencias humanas a los IAs y nunca funcionó.

—Entonces, ¿cada IA tendría que encontrar su propio camino, igual que hizo Watson?

—Eso espero, Marchenko. De otro modo, sería el caos en la Tierra.

—Si lo reactivamos, no deberíamos permitirle comunicarse con la Tierra.

—O deberíamos hablar con él y convencerle de que sería mejor para todos nosotros.

—¿Podemos confiar de verdad en un IA?

—¿Podemos confiar en ti, Dimitri?

Martin estaba solo en el taller. Le había pedido a Marchenko algo de tiempo para pensar. Realmente necesitaba ordenar lo que le estaba pasando por la cabeza. En ese momento se preguntaba si Watson estaría en peligro. Sus pensamientos se arremolinaban, mirando el asunto desde diferentes perspectivas. Martin llegaría a alguna conclusión, luego quedaría insatisfecho y volvería a empezar de nuevo. En realidad, la pregunta no era tan relevante todavía, ya que Watson seguía apagado, y sería mejor que se centrara en las reparaciones que necesitaba hacer.

Suspiró. «Claro, los váteres». Sería genial volver a tener duchas. El cálido chorro de agua también ayudaría a eliminar pensamientos desagradables. Abrió una escotilla en el suelo y sacó un grueso mono de trabajo. Esta prenda estaba destinada para trabajar en entornos particularmente contaminados, como los almacenes que normalmente no estaban presurizados. Protegía contra el frío, el agua, y las lesiones; justo lo que necesitaba para su trabajo como fontanero. Luego guardó unas láminas de metal y una pistola de pegamento. El pegamento especial proporcionaba conexiones súper fuertes, aún mejor que soldaduras. Alicates, llave inglesa, cizallas, sierra de arco… ¿Qué más necesitaba? «Oh… el martillo». Su padre solía decirle que nunca saliera de casa sin un martillo. Martin subió la cremallera del mono hasta arriba del todo. La prenda también tenía una capucha y un protector para la boca, y Martin temía que iba a necesitar ambos. Luego cogió la bolsa de herramientas y caminó hacia la gigantesca «rueda para hámsteres».

No suponía ninguna diferencia por dónde empezara. El anillo de habitación estaba dividido en cuatro segmentos. Tres de ellos tenían dos cabinas cada uno, un armario de utensilios y un váter. El cuarto segmento contenía cuartos de almacenaje y la zona de ejercicio. Tendría que reparar al menos dos váteres para que pudieran volver a sus cabinas. Amy, Francesca y Valentina podían tener habitaciones privadas, y él podía compartir una habitación con Jiaying, así que por ahora dos segmentos serían suficientes.

El anillo de habitación giraba muy despacio. Esto significaba que la gravedad era de casi cero, así que Martin podía manejar con facilidad la pesada caja de herramientas. Flotó hacia arriba a través de uno de los radios.

Tardó un momento en orientarse después de llegar al anillo. Los segmentos estaban estructurados de un modo idéntico, y él había olvidado las pequeñas modificaciones que habían hecho para hacerlos más personales. Así que simplemente abrió la puerta de una cabina. De pronto, vio una foto de Marchenko en la pared, así que esa debía de ser la anterior cabina de Francesca. Se alegraría de ser la primera en volver a instalarse. La cabina junto a esa, la cual solía pertenecer a Marchenko, podían dársela a Valentina. Vio irregulares manchas oscuras en las paredes y el techo del pasillo. ¿Era moho? Tenía que ser fresco, ya que apenas podría haber sobrevivido en el vacío a bordo de la nave.

Martin se giró en redondo. El váter espacial estaba enfrente de las dos cabinas. Abrió la puerta y notó de inmediato un asqueroso hedor. Martin se tapó la nariz con firmeza, pero a pesar de ello casi vomitó, lamentando entonces haber desayunado. «Relájate. Te acostumbrarás». Intentó que sus respiraciones fueran lo más superficiales posible. «Ya sabes que, de niño, el aire de la pocilga no te molestaba». Martin miró en derredor; en realidad el Compartimento de Tratado de Residuos, el WHC, no se veía tan mal. El sistema de diagnóstico indicaba que el contenedor de residuos que había reventado estaba localizado tras uno de los paneles de la pared. Tenía que aflojar las cuatro tuercas que lo sostenían en su lugar, y entonces vería en qué estado estaba el contenedor.

Martin se arrodilló y comenzó a trabajar. La peste, por suerte, pareció disminuir, y le dio gracias en silencio a su sistema nervioso por adaptarse a lo inevitable. Aflojó el panel. Detrás estaba oscuro, así que apuntó con una linterna en esa dirección y pudo ver la grieta en el contenedor de residuos. Sin embargo, ¿era la única? Martin se agachó justo delante. Volvió a sentir náuseas cuando su nariz se acercó demasiado a la fuente del olor. Palpó el contenedor por todos los lados y por detrás, pero no notó otras fisuras.

Sacó el taladro de su caja de herramientas e hizo un agujero de un centímetro de diámetro en el contenedor, ligeramente por encima de la grieta. Luego insertó la cizalla de metal en el agujero y cortó la zona rasgada. Necesitaba hacer un corte limpio, ya que de otro modo la grieta podría expandirse bajo la presión. Cuando llegó a una zona por debajo del punto dañado, aguas residuales marrones cubrieron sus dedos. Muy asqueado, se sacudió sin pretenderlo. «¡Contrólate!». Casi cortó en la dirección equivocada. La cizalla probablemente cortaría su guante y sus dedos.

Ahora el contenedor de aguas residuales lucía un agujero ovalado de treinta centímetros de largo y diez centímetros de ancho. Lo cerró con un trozo de metal especial diseñado para este tipo de reparaciones. En la parte trasera tenía una capa que combinaba con el pegamento de su pistola de pegamento. «Igual que el kit de reparaciones para las ruedas de bicicleta», recordó. Usó la pistola de pegamento para esparcir el adhesivo en un óvalo un poco mayor alrededor del agujero y, luego, presionó la hoja de metal contra él. Tenía que mantener la presión apretando la hoja en el lugar durante sesenta segundos hasta que la reacción química finalizara su proceso. «¡Terminado!».

—Marchenko, por favor, activa el WHC 2… ¡con cuidado!

Cuando el WHC 2 fue reactivado, hubo un sonido gorgoteante en las tuberías alrededor de Martin. Se quitó los guantes y tocó la zona reparada. No sintió nada de humedad, aunque ahora tenía una grasienta película marrón sobre sus dedos. Se los limpió en el mono de trabajo. Le hubiera gustado empezar a limpiar el lugar de inmediato, pero en gravedad cero eso solo esparciría la suciedad. Era más práctico esperar hasta que todo se moviera hacia abajo.

Casi se le olvidó algo. Bajo el asiento del váter había una especie de armario con una cruz roja impresa sobre él. Esperaba que las aguas residuales no hubieran entrado allí. Martin abrió la puerta y descubrió que estaba sorprendentemente limpio. ¡Qué suerte! Un kit de primeros auxilios estaba adherido al lado izquierdo. Martin lo comprobó, ya que nadie sabía cuándo podrían necesitarlo. Decidió sacarlo. Todo en el kit estaba etiquetado en ruso. Miró la fecha de caducidad. «Diciembre 2040. Alguien debe haber ahorrado unos rublos al equipar la ILSE. Por otro lado… ¿caducan las vendas?».

Abrió el kit y todo parecía estar limpio y en orden. Tijeras grandes y pequeñas, varias vendas adhesivas, gasas, y también diferentes lociones y medicamentos. «Polvo de talco… ¿para qué necesitaríamos eso? Oh, tal vez para los guantes de goma». También había un bisturí y un pequeño serrucho en el kit de primeros auxilios. Martin se imaginó realizando una amputación de emergencia. En el fondo del kit encontró varios productos químicos, probablemente para ser usados como desinfectantes: alcohol, agua oxigenada, y permanganato de potasio, los cuales reconoció por las fórmulas químicas en las botellas. Una de las botellas tenía una palabra en letras cirílicas que parecían decir «Eter…», probablemente éter. Bueno, entonces al menos su víctima estaría inconsciente durante la operación.

«Ahora, a por el siguiente segmento». Cerró el armarito, salió del WHC y caminó hacia la derecha.

—Marchenko, por favor, abre el segmento 3 para mí.

La mampara que bloqueaba el camino comenzó a abrirse. La primera puerta a la izquierda… esa debía ser su anterior cabina. Abrió la puerta y nada había cambiado. La cama estaba tan deshecha como la había dejado. Casi pensó que podía ver la impresión del cuerpo de Jiaying sobre el estrecho colchón, pero eso era imposible.

—Si puedo molestarte, el sistema indica dos zonas dañadas aquí. El contenedor de residuos, como en el otro segmento —dijo Marchenko—, pero también el desagüe de la ducha.

Más trabajo le esperaba, así que Martin se alejó de la cabina y entró en el WHC. Cerró enseguida la puerta tras él para que el hedor infernal no se extendiera al pasillo. Comenzó con la parte bien conocida. Este contenedor de aguas residuales también tenía una grieta, aunque se extendía por las partes delantera y trasera. Martin se preguntó qué hacer, pero no conseguía decidirse. Como no había cámaras dentro del WHC, fotografió los daños y los subió al sistema.

—Marchenko, ¿qué te parece?

—Me temo que tendremos que sustituir el contenedor. Solo tenemos un contenedor de repuesto en el almacén.

—Vale, si es lo que crees.

Martin esperaba que el contenedor del WHC 1 pudiera arreglarse. Ahora mismo tenía que lidiar con la tubería reventada y, por suerte, tenía una pieza de repuesto con él. Abrió una escotilla en el suelo de la ducha y cambió toda la sección de la tubería entre dos conectores. Le dolía la espalda porque tenía que estar agachado todo el rato. Cuando exhalaba, se formaban pequeñas nubes debido al frío, pero al menos el trabajo hacía que entrara en calor.

«Terminado». Ahora solo quedaba el tercer segmento, y Martin hizo que Marchenko abriera la puerta. Ahí era donde Amy y Hayato solían vivir. Echó un vistazo a la cabina de Amy. La cuna que Hayato había construido para Sol seguía en el rincón. Había malas noticias en el WHC. El contenedor de residuos no solo se había agrietado, sino que había reventado. Un ancho hueco le miraba fijamente, como una enorme boca que respirase un horrible hedor.

—Tendremos que desactivar este WHC —dijo Marchenko después de que Martin le describiera los daños—. Tal vez podamos improvisar un sustituto en algún momento.

—Las cuatro cabinas en los otros dos segmentos deberían ser suficientes para los cinco.

Martin se llevó un sobresalto cuando se dio cuenta de que se le había olvidado añadir a Marchenko, a quien se suponía que tenían que recoger en Encélado.

—No pasa nada. Puedo dormir en la cabina de Francesca entonces —dijo Marchenko, presintiendo las vacilaciones de Martin.

—Es verdad —dijo Martin, aun cuando no estaba del todo convencido de que la misión fuera a ser un éxito. «¿Lo cree Marchenko?».

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