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7 de julio de 2049, ILSE
—¿Siempre tienes que dejar tu ropa interior en el suelo?
Jiaying estaba sentada en la cama, su barbilla apoyada en sus puños mientras le lanzaba a Martin una mirada enfadada. «¡Está tan guapa cuando se enfada!». Pudo contener la risa, ya que de otro modo ella habría terminado por explotar.
—Lo siento —dijo él—. Me estaba dando una ducha rápida y quería…
—Eso es lo que dices cada vez.
—Y esta es mi habitación, después de todo.
Jiaying mira en derredor con sorpresa y decidió que seguía teniendo razón.
—Pero te comportas del mismo modo en mi habitación.
—No siempre, cariño.
—Pero bastante a menudo. —Se puso de pie—. La verdad es que esto me está poniendo de los nervios. Me voy a mi habitación ahora y luego empezará mi turno.
—No te olvides de ponerte ropa.
Jiaying, quien seguía en pijama, se giró brevemente y abrió la boca, pero la cerró sin decir nada. Se dio la vuelta, salió, y cerró la puerta de la cabina con su mano derecha para que diera un fuerte portazo. Martin asintió. No era la primera vez que se peleaban por tonterías. Era igual que durante el primer viaje. Gradualmente, todos estaban empezando a sufrir claustrofobia por llevar tanto tiempo en el espacio, y la misión ni siquiera había llegado a la mitad de su compleción. Por aquel entonces aún no estaba disfrutando de una relación especial con Jiaying. Todos solían retirarse a sus dominios privados para no poner de los nervios a los demás. Encerrados en una lata durante casi un año… cualquier sistema social tendría dificultades para intentar sobrevivir a ello.
Pero Amy lo estaba intentando con todas sus fuerzas. Intentó mantener conversaciones con todo el mundo. ¿Dónde encontraba toda la energía? De un modo diferente al resto de los miembros de la tripulación, ella debía estar echando de menos lo que había dejado atrás en la Tierra… ¿o era ese mismo hecho lo que le daba fuerza extra?
A veces, Martin esperaba en secreto que un pequeño meteorito golpeara ILSE… preferiblemente en algún lugar del espacio de carga, nada catastrófico, pero que necesitara un EVA, un paseo espacial. Ahora mismo se alegraría de tener algún tipo de excitación. Recordaba bien cómo el problema con los motores de fusión durante su primer viaje ayudó a que la tripulación se uniera. Marchenko y Francesca salvaron la nave con una acción atrevida, y después se habían convertido en pareja.
¿Cómo se llevaban ahora? Al menos Marchenko no podía dejar su ropa interior por ahí tirada estos días. Si conseguían el objetivo de la expedición y traían su cuerpo de vuelta —lo cual Martin aún no podía creerse—, ¿cuánto tiempo pasaría durante el viaje de vuelta antes de que los dos empezaran a sacar al otro de sus casillas? Por suerte, esta solo era una fase pasajera; al menos lo era con Jiaying y con él mismo. Tras el regreso y la escapada de esta lata, su relación había vuelto a la normalidad otra vez. Si su novia no hubiera sufrido un aborto, los dos habrían sido completamente felices. Martin pensaba a veces en la bebé que habían estado anticipando durante varias semanas. A Jiaying no le gustaba hablar de ese doloroso tema, y él respetaba sus sentimientos. Si la niña hubiera nacido, al menos uno de ellos no estaría allí ahora.
Martin sacudió la cabeza. Era inútil reflexionar sobre tales resultados alternativos. Esos estaban en otro mundo, en otro universo que no podía contactar. Entre él y ese universo estaba la causalidad, y más le valía centrarse en el aquí y ahora.