Regreso a Encélado

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Recuperación » 15 de agosto de 2049, ILSE

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15 de agosto de 2049, ILSE

—Una noche de juegos… ¿eso no es algo para niños? —preguntó Martin, bostezando.

Había hecho el turno de noche y había dormido la mayor parte del día, y por lo tanto se había perdido el almuerzo comunitario, así que Jiaying le explicó la última idea de Amy. La comandante quería que todo el mundo siguiera interactuando con los demás, y si eso no ocurría de por sí, se suponía que un juego ayudaría.

—¿Y a qué vamos a jugar? —preguntó.

—Ella lo llama «Alien». Supuestamente también se conoce como «Hombre Lobo», pero yo nunca he oído ninguno de los dos nombres.

—Suena divertido. —Martin volvió a bostezar—. Tal vez. Entonces, ¿vamos a hacerlo después de cenar? Pues voy a desaparecer en la ducha primero.

Dejó a Jiaying en la cabina. Al salir se agachó y recogió un par de calzoncillos que se habían escapado inexplicablemente de su baúl.

—El juego es más divertido si tenemos más participantes —explicó Amy. Martin encontraba su entusiasmo contagioso—. He invitado también a Watson y a Marchenko. Ellos compartirán la pantalla de vapor. Es importante que podáis ver sus rostros, porque el juego requiere a menudo que os comuniquéis sin palabras.

La comandante activó la pantalla, que estaba basada en una especie de nube de vapor. Martin reconoció de inmediato a Marchenko. A su derecha vio a un anciano con un sombrero.

—He elegido a mi gran referente como mi avatar —explicó Watson—. El doctor Watson creado por sir Arthur Conan Doyle.

La imagen parecía sacada de una vieja película. El IA probablemente la tomó prestada de una. Pero se veía muy vívida en la pantalla.

—Gran idea, Doc —exclamó Francesca. Ella usó el primer nombre de Watson, pero para Martin aún le resultaba extraño considerarlo una persona.

—He llamado al juego «Alien» porque encuentro que es más adecuado a bordo de la ILSE —dijo Amy—. En este escenario, dos peligrosos alienígenas se han escondido entre la tripulación humana de la nave espacial, y pueden adoptar la forma de los humanos. Su objetivo es eliminar a los miembros de la tripulación mientras los humanos duermen. Por otro lado, los astronautas quieren expulsar a los dos alienígenas por el compartimento estanco.

—También podemos jugar a esto usando agentes secretos rusos —dijo Francesca, mirando directamente a Valentina—. Eso lo haría mucho más realista.

La rusa ignoró la provocación. Martin esperaba que el intento de Amy de conseguir que todo el mundo interactuara con los demás no le explotara en la cara. En el caso de algunas personas sería mejor que no se comunicaran.

—Francesca, por favor. —Amy le lanzó una mirada estricta y la italiana bajó la mirada.

—Se os asignarán los papeles al azar por medio de una carta —explicó Amy, mostrando una delgada baraja de cartas—. No debéis mostrarle vuestra carta a nadie, porque eso llevaría a la descalificación, pero sois libres de hablar de ello. Como nadie sabe si estáis diciendo la verdad o no, puede ser una táctica inteligente.

—¿Y cómo matamos a alguien? ¿Puedo estrangular a la persona?

—No, Francesca. Cuando sea de noche en el juego, todos los jugadores tienen que cerrar los ojos… excepto los alienígenas. En ese momento usan el contacto visual y los gestos para decidir a quién quieren matar. Durante el día, lo cual quiere decir en la siguiente ronda, la tripulación al completo —incluyendo a los alienígenas sin descubrir— decide quién es sospechoso de ser un alienígena y será lanzado fuera del compartimento estanco. Durante la votación, el comandante, que será seleccionado antes de que comience el juego, tiene dos votos.

—¿Puede el comandante ser un alienígena? —preguntó Martin.

—Sí, y seguimos necesitando un líder de simulación. Esta será la persona que sea eliminada primero y luego vuelve al juego como monitor. Luego hay un papel especial: la profetisa. Encontraréis ese papel en una de las cartas. Durante la noche, la profetisa puede sospechar que alguien sea un alienígena, y el líder de simulación le dice si su elección es correcta o no.

—Pero entonces solo tenemos que escuchar a la profetisa —dijo Francesca.

—Cualquiera puede afirmar ser la profetisa —comentó Amy—. Además, si os reveláis como la profetisa, sois un objetivo obvio para los alienígenas.

—Eso es mezquino. Así que como profetisa podría saber quien es un alienígena malvado, pero no puedo mencionarlo en público.

—Sí, Jiaying, pero podrías dar pistas para provocar la discusión en grupo y llevarla en la dirección correcta.

—Igual que podrían hacerlo los alienígenas.

Amy asintió.

—¿Entiende todo el mundo el concepto? Bien. Entonces voy a repartir las cartas. Marchenko y Watson, voy a sostener las cartas por turnos delante de la cámara aquí —dijo Amy, señalando hacia arriba—, y tenéis que prometer no mirar la carta del otro.

—Comprendo —dijo Watson—. Ignoraré el contenido de la carta de Marchenko. También olvidaré que sé que usted escribió a mano cada una de las cartas.

—Gracias —respondió Amy—. Eso es exactamente lo que quiero. Vosotros intentaréis deducir la verdadera naturaleza de otro jugador a través de la comunicación consciente y subconsciente de la persona.

—Oh, esto es increíblemente emocionante para mí —dijo Watson.

—Ahora repartiré las cartas.

Amy se puso de pie, rodeó la mesa, y le dio una carta a cada jugador. Luego, por turnos, levantó las de Watson y Marchenko hacia la cámara.

—¿Está todo claro?

Todo el mundo asintió.

Martin miró en derredor. Él era un astronauta común, pero ¿quién podría ser un alienígena?

—Ahora tenemos que votar para decidir un comandante —dijo Amy—. ¿Y bien?

Martin y Valentina votaron por Amy. Jiaying, Amy y Marchenko eligieron a Martin. Watson y Francesca se votaron a sí mismos.

—Entonces tú tienes dos votos con cada votación, Martin —dijo Amy.

—Ahora cae la noche en la nave espacial. Todos los ojos se cierran. Los alienígenas se despiertan y se reconocen entre sí. —A pesar del perturbador escenario, la voz de Amy sonaba muy reconfortante—. Vale, ahora todos podéis volver a abrir los ojos. El día ha vuelto y tenemos que sospechar de un miembro de la tripulación que creamos que es un alienígena.

Martin miró alrededor para ver que todo el mundo estaba sonriendo. Era una situación extraña. No tenía información objetiva sobre quién podría ser un alienígena en forma humana, pero aún sospecharía de algunos más que de los otros, como Valentina y Watson, los dos nuevos miembros de la tripulación. Él sabía que todos los demás probablemente pensarían lo mismo, pero tenía un presentimiento que le decía otra cosa. Solo para llevar la contraria, Martin se decidió por Francesca.

—No tengo ni idea —dijo Jiaying.

—Así es como se siente todo el mundo —comentó Amy.

—A excepción de los alienígenas, por supuesto —dijo Francesca, quien estaba mirando fijamente y con intensidad su carta. ¿Era suficiente prueba? ¿Miraría su carta de ese modo si fuera una astronauta normal?

Watson se decidió por Marchenko, quien a su vez eligió a Watson, mientras que Francesca y Valentina se acusaron la una a la otra. Amy escogió a Jiaying, mientras que esta fue a por Watson. Por lo tanto, los dos votos de Martin contra Francesca fueron decisivos.

—Lo siento, Francesca, pero tenemos que sacarte del compartimento estanco —dijo Amy.

—Espera, Valentina —pidió Francesca, y le dio la vuelta a su carta. Era una astronauta. Habían tomado la decisión equivocada.

—Ahora eres la líder de la simulación, Francesca. Por la noche permaneces despierta para poder reconocer a los alienígenas. Entonces, si la profetisa señala a alguien, puedes decirle si tiene razón con un pulgar hacia arriba o hacia abajo.

—Bien, Amy. Ahora la noche comienza. Cerrad todos los ojos… o desactivad las cámaras —dijo.

Martin obedeció y cerró los ojos. Sin ver, intentó juzgar por las corrientes de aire quien seguía estando activo. ¿Se había movido Jiaying, quien estaba sentada junto a él?

—Los alienígenas ahora cierran los ojos y la profetisa despierta. —Oyó decir a Francesca y percibió un sonido procedente de su dirección. Probablemente le estaba haciendo una seña a la profetisa para indicarle si había adivinado correctamente.

—Sale el sol. Todo el mundo está despierto de nuevo —dijo Francesca—. A excepción de Marchenko. El pobre Dimitri ha sido encontrado muerto en su cabina esta mañana, disuelto en ácido alienígena —dijo riendo. Ahora parecía estar divirtiéndose, al menos cuando se le permitía inventarse esos detalles truculentos.

Jiaying se estiró como si acabara de despertarse. Martin pensó que estaba exagerando un poco. ¿Eso hablaba en su contra?

—Amy está muy tranquila, lo cual no le pega. Creo que es una alienígena —dijo Watson.

—Sí, puede que tengas razón —comentó Jiaying—. Yo también sospecho de ella.

¿Estaban los dos intentando desviar la atención de sí mismos? ¿O uno de ellos era la profetisa y sabía algo que él no sabía?

—Valentina, ¿tú qué piensas? —preguntó Martin. Si Valentina elegía a Amy también, la dejaría en mal lugar.

—Creo que Jiaying es una alienígena —dijo la rusa.

Esa también fue su primera sospecha, así que sus dos votos lo decidirían. Dijo el nombre de su novia calladamente, y esperaba que ella no se enfadara con él.

Pero Jiaying se estaba riendo y le dio la vuelta a su carta. Tenía la palabra «Alien».

—Ha sido divertido —dijo.

Eso dejaba a Watson, Amy, Valentina y él mismo. Entre ellos debía haber un alienígena y una profetisa. Y una vez más se hizo la noche.

—El alienígena se despierta y está buscando una víctima —anunció Francesca.

—Bien, y ahora la profetisa.

Martin sintió una breve conmoción, pero no sabía de dónde procedía.

—Buenos días, queridos míos. Espero que hayáis dormido bien. Por desgracia, Amy no lo ha hecho. No sabemos qué pasó exactamente, pero todo lo que hemos encontrado en su cabina fueron manchas de sangre y un dedo arrancado a mordiscos.

—Gracias, Francesca —exclamó Amy riéndose.

—Martin —dijo Watson sin añadir más comentarios.

Ese fue el error que le delató. Martin sabía que él no era un alienígena. Watson tampoco podía ser la profetisa, porque entonces habría sabido que debía fingir tras la noche.

—Watson —dijo Valentina.

—Watson —dijo Martin.

—Espera un momento, Martin, estás cometiendo un terrible error —respondió.

—Tú ya cometiste ese error cuando me acusaste.

—Pero yo no soy el alienígena.

—Cualquier alienígena diría eso.

—¿Insistes en tu decisión, Martin? —preguntó Francesca.

Él asintió.

—Lo siento, Doc. También te lanzaremos desde el compartimento estanco al espacio.

—Aaaaah… —Watson siguió el juego al lanzar un largo grito.

Martin se sobresaltó, pero luego serio como los demás. Amy le dio la vuelta a la carta de Watson. Decía «Profetisa», y Martin se dio cuenta del error que había cometido. Watson debía haber comprobado el estado de Amy la noche anterior, pero como la habían matado después, no pudo usar esa información. Ahora solo quedaban Valentina y él, y pronto la noche caería a bordo de la nave y la alienígena Valentina le mataría.

—¿Queréis resolver esto más tarde entre vosotros? Noto cierta tensión entre los dos —dijo Francesca.

—Muy graciosa —comentó Martin.

Durante una de sus conversaciones en el jardín, Valentina le había contado que no estaba interesada en los hombres. Ya no recordaba cómo había salido el tema.

—Entonces le doy la enhorabuena a nuestra alienígena Valentina por su victoria —dijo Amy—. Martin ya no tiene oportunidad de escapar a la muerte.

Esa noche jugaron varias rondas más. A veces ganaban los astronautas, a veces lo hacían los alienígenas. Watson resultó ser sorprendentemente inteligente y demostraba talento para actuar. Tal vez estuviera imitando a su referente, el doctor Watson. Tras el juego Martin consideraba al IA mucho más humano. E incluso la tensión entre Francesca y Valentina disminuyó enormemente en el momento en que las dos, jugando en el equipo alienígena, consiguieron liquidar a toda la tripulación de formas cruentas.

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