Regreso a Encélado
Recuperación » 7 de noviembre de 2049, ILSE
Página 51 de 85
7 de noviembre de 2049, ILSE
—Pasa.
Martin llamó a la puerta de Amy y procedió a abrirla. La comandante estaba sentada en su cama, mirando la pantalla de un monitor.
—¡Buenos días! ¿Ya estás trabajando? —preguntó.
—No, estoy viendo fotos de Sol.
—¿Has establecido contacto con la Tierra?
—Por desgracia no. —Amy le dedicó una mirada triste—. Son fotos viejas. De verdad que me gustaría saber cómo se está desarrollando. A su edad crecen muy rápido.
—En algo más de un año…
—Lo sé —dijo ella—, y no quiero quejarme. ¿Hay algo que pueda hacer por ti tan temprano por la mañana?
—Necesito hablar contigo sobre un tema, como mencioné por el interfono —dijo Martin.
—¿Tienes problemas con Jiaying? ¿Cómo puedo ayudar?
—No, no es eso. Hay un problema con la nave… ¿Marchenko?
—Estoy aquí. Necesitamos hablar contigo urgentemente —dijo la voz del ruso desde la pared.
Amy se dio la vuelta pero no había nadie allí. Martin a menudo se encontraba a sí mismo buscando al dueño de la voz, aun cuando sabía desde hacía mucho que Marchenko no estaba físicamente allí.
—Nos hemos pasado todo el día intentando llegar al meollo del asunto, pero estamos bloqueados —explicó Martin—. Hace unas veinticuatro horas, Marchenko notó un repentino cambio en la posición de la estrella polar.
—¿Una estrella fija que se mueve? —preguntó Amy con mirada escéptica.
—No, por supuesto que no se movió. Cambió de posición. Eso duró unos quinientos milisegundos.
—Eso es completamente imposible.
—Por supuesto que la estrella no dio un salto hacia atrás y delante de unos millardos de años luz. Pero a mí me pareció que fue así —dijo Marchenko.
—Así que el sensor óptico informó brevemente de un fallo en los datos.
—Ojalá, comandante.
—¿Qué quieres decir?
—Parece que todos los sensores externos están informando constantemente de datos erróneos. Lo hemos comprobado usando el COAS. A ese aparato no se le puede engañar.
Amy se frotó la barbilla.
—Eso es completamente absurdo. Todos esos sensores no pudieron fallar al mismo tiempo. Si un sistema se vuelve defectuoso, los demás lo notarían e informarían de ello.
—Eso pensamos nosotros también —comentó Martin—. Por eso necesitamos hablar contigo. Marchenko ha blindado esta cabina para bloquear cualquier acceso desde el exterior. Algo está pasando y apenas podemos calibrar su importancia.
—Eso parece —dijo Amy—. Los instrumentos probablemente están funcionando del modo correcto. Pero parece que hay algo entre ellos y nosotros que está distorsionando los datos.
—Además, lo hace sistemáticamente y con un objetivo específico —añadió Marchenko.
—¿En serio?
—Sin nuestra intervención, ILSE no habría llegado a su destino, a la órbita de Saturno.
—Me gustaría que esto quedara entre nosotros por ahora —dijo Amy tras pensarlo durante unos minutos—. Alguien debe ser responsable de este error. Vosotros dos lo habéis descubierto, así que supongo que no estáis entre los conspiradores.
Martin se acordó del juego Alien. Si Amy fuera la alienígena, ella estaría diciendo exactamente lo mismo, pero ellos habían acudido a la comandante de todos modos. Marchenko había estado seguro por completo de que podían confiar en ella, y cuando Martin entró en su cabina lo había visto por sí mismo. Amy definitivamente quería volver a casa, a su hijo. Ella nunca pondría en peligro la expedición.
—Entonces ¿por qué me habéis contado esto? Hacerlo ya es un problema de seguridad.
¿Podía la comandante leer sus pensamientos?
—Por esto —dijo Martin, señalando la pantalla que aún mostraba fotos de su hijo.
Amy asintió.
—No le digáis ni una palabra a nadie más. Watson y Valentina, pero tampoco a Francesca o Jiaying; todos son posibles sospechosos. Tendremos que investigar a cada uno de ellos de un modo que nadie se dé cuenta. De otro modo, el o la culpable podría tapar sus huellas.
—Igual que tras el envenenamiento con los calabacines —dijo Martin—, y el oxígeno reducido.
—¿Cuánto tiempo tenemos para encontrar al culpable? —preguntó Amy.
—Solo dos días, comandante —afirmó Marchenko—. Fue un plan inteligente. Parece que estamos más lejos de lo que estamos en realidad. En dos días habremos empezado a desacelerar, así que Saturno podría situarnos gradualmente dentro de una órbita. Solo que Saturno no habría estado allí. En vez de volar alrededor del planeta anillado, habríamos entrado en una órbita solar, la cual nos habría devuelto a la Tierra.
—Entonces yo podría ser la conspiradora después de todo —dijo Amy.
—No, porque si desaceleramos aquí en el afelio sin llegar a Saturno, podríamos ir mucho más rápido de lo planeado una vez que llegáramos a la Tierra. Probablemente pasaríamos de largo a toda velocidad hacia el sol.
—Así que resolveríamos el problema al continuar sencillamente a nuestra actual velocidad durante un tiempo. Para empezar, es bastante fácil.
—Correcto. Sin embargo, si modificamos el programa y no desaceleramos, los conspiradores sabrán que les hemos descubierto.
—Bien, entonces tenéis veinticuatro horas. Por lo tanto te otorgo mi autorización, Marchenko, para que puedas acceder a todos los datos necesarios.
—¿Por dónde empezamos? —preguntó Marchenko.
Martin estaba solo una vez más en su cabina.
—¿Qué tal por Jiaying? Entonces al menos sabré de inmediato si es inocente —dijo Martin.
—No quiero mencionar Ío…
—Marchenko, eso fue diferente.
—En cualquier caso, no me estaba refiriendo en realidad a una persona específica.
—¿No deberíamos intentar buscar pistas y ver si esos cuatro tienen motivos?
—Martin, esto no es una novela de misterio. Si esto fuera una novela, sería de ciencia ficción.
—Estaría bien que fuera ficción, pero el problema me parece bastante real, por desgracia. Así que, ¿por dónde deberíamos empezar si no quieres comenzar por los sospechosos?
—La capa entre el mundo exterior y nuestra percepción debe de ser alguna especie de software, creo. Debe estar funcionando con prioridad alta directamente en las capas del núcleo. No puedo acceder a la tabla de procesos, ni siquiera con la autorización de Amy.
—No puedo imaginarme a Francesca o a Jiaying haciendo esto.
—Las subestimas. Además, podrían no estar solas.
—Entonces, ¿cuál es tu plan?
—Se supone que el software crea una imagen falsa para nosotros hasta el final. Probablemente se esté adaptando a todo lo que vamos a encontrarnos de camino a Saturno.
—Eso suena perfecto. Alguien debe estar realmente viendo el panorama completo.
—Este software engañoso supone, sin embargo, que está recibiendo datos correctos de los instrumentos.
—Claro, Dimitri. De otro modo alguien habría detectado el software y no tendría sentido. El programador podía ignorar el caso en el que el software sigue funcionando, aun cuando los datos de entrada estén siendo falsificados.
«Y nadie que tenga la más mínima experiencia con programadores sabe que estos dejan fuera todo lo que puedan omitir», pensó Martin. «Ahora bien, si yo mismo falsificara los datos de medición…».
—Entonces el software podría no ser capaz de manejarlo, al menos si sucede algo que no espera. Tienes que simular algo para lo que el programa no esté preparado.
—Y si tenemos suerte, el conspirador intervendrá personalmente. Así que tenemos que vigilar a los demás con cuidado, Marchenko. Me temo que yo no seré muy útil para esto. Si sigo a Jiaying todo el día, por ejemplo, podría evitar que se delate ella misma.
—Exacto. Espiar será mi trabajo. Tú solo tienes que actuar de un modo natural. Entra en pánico cuando algo suceda y haz cualquier cosa que hagas en caso de catástrofe.
—¡Marchenko!
Martin oyó a su amigo y colega reírse. «Hmm… aún tiene sentido del humor».
No pasó nada antes del almuerzo. Martin tenía la tarde libre, así que decidió echarse una siesta en su cabina durante una hora. Después de todo, se suponía que debía actuar de un modo natural. Poco después de tumbarse, una alarma sonó.
—Nave en rumbo de colisión —afirmó una excitada voz robótica, repitiendo la advertencia una y otra vez.
Martin se dirigió hacia el módulo de mando lo más rápido posible. ¿Era un incidente simulado por Marchenko? ¿En serio? Una colisión con otra nave espacial ahí fuera, donde solo estaba ILSE… cualquier conspirador de pacotilla tenía que darse cuenta de que era falso. ¿En qué estaba pensando Marchenko?
Martin casi se estrelló contra Jiaying en el centro del anillo de habitación. Debía haber estado trabajando en el jardín. La dejó pasar primero, lo cual provocó un pequeño atasco, porque Amy y Francesca trepaban hacia el centro justo detrás de ella.
—¿Qué pasa? —preguntó Jiaying cuando le vio entrar.
—Ni idea —respondió él—. Vamos, comprobémoslo rápido. «Rumbo de colisión» no suena bien.
De hecho, Martin empezó a sentir miedo y no tuvo problemas para actuar de modo natural. ¿Tal vez Marchenko había planeado que su sorpresa sucediera más tarde?
Vieron a Valentina sentada delante de la consola de control del módulo de mando.
—Tú otra vez —escupió Francesca. Martin nunca había oído tanto veneno en su voz—. ¡Levántate de mi asiento de piloto ya!
Valentina obedeció, pero no sin expresar sus objeciones antes.
—Yo también he recibido formación como piloto, ¿sabes? Igual que tú.
—¿Y cuántas casi colisiones has evitado? Cuando yo estuve en Afganistán, tú ni siquiera eras un deseo en la mente de tu padre. —Francesca tomó asiento—. Muestra ahora el sistema de control en la pantalla del piloto.
Actuaba con rapidez y deliberadamente, justo como Martin habría esperado de ella. Valentina se sentó ante otra consola y comenzó a teclear algo.
—¿Qué estás haciendo? —Martin la siguió y miró por encima del hombro—. Querido padre —leyó que ponía el monitor.
—Estoy escribiendo un breve mensaje por si acaso Francesca no tiene éxito —dijo ella.
«Su sonrisa oculta tanta tristeza reprimida que sencillamente no puede estar actuando», pensó.
—¿Qué tipo de mierda es esta? —Oyó despotricar a Francesca—. ¡Esta cosa está pasando a kilómetros de distancia de nosotros! ¿Por qué está formando tanto alboroto ILSE?
—Nave en rumbo de colisión —volvió a decir la voz del ordenador, ignorando a Francesca. Sonaba bastante convencida.
—Imagen detallada —ordenó Francesca.
El telescopio óptico aumentó la imagen de la otra nave que pronto colisionaría con ellos… ¿o no? Era ILSE. Bueno, no, no era la ILSE en la que viajaban. Era su hermana pequeña, ILSE 2, con quien habían tenido un encuentro en el pasado para conseguir combustible, comida, y oxígeno. Luego se había adentrado, supuestamente, en el sistema solar exterior.
—Muestra trayectoria del objeto —dijo la piloto.
La pantalla mostró una elipse plana que, a un lado, llegaba hasta la órbita de Urano, y por el otro lado pasaba por detrás del sol. El segundo planeta más lejano, un mundo helado, debía haber capturado la nave y la había lanzado en dirección opuesta.
—Nunca pensé que volvería a ver la ILSE 2 de nuevo —exclamó Martin, asombrado.
—¿ILSE 2? ¿Había dos copias de esta nave?
—Sí, Valentina. Si te hubieras molestado en investigarlo… —Las palabras de Francesca no habían perdido su tono cáustico. Era obvio que las dos nunca iban a ser amigas.
—Bueno, es una bonita reunión, pero ¿qué pasa con la colisión? ¿Se está volviendo loco todo el sistema, o es solo un aviso de colisión?
Francesca se levantó de su asiento y se paseó, o más bien flotó, por el módulo de mando. Se detuvo ante varias pantallas e intentó usar rutinas de diagnóstico para decidirse por un tipo de verdad o la otra. ¿O solo estaba fingiendo mientras manipulaba, a plena vista, el ominoso sistema que falsificaba los datos de los sensores? Martin esperaba que Marchenko estuviera vigilándola.
Y Jiaying. ¿Su Jiaying? Se había sentado ante una consola en un extremo del módulo de mando y estaba tecleando algo. ¿Estaba intentando engañar a todo el mundo? Martin no querría estar en su lugar si resultaba que ella había traicionado a la tripulación por segunda vez.
—Si puedo decir algo —intervino Watson—, yo recomendaría que prestaseis atención al aviso de colisión. Parece haber una discrepancia entre los datos del sensor óptico y la realidad.
—¿Qué has dicho, Doc?
—Estoy diciendo que deberíamos alejarnos de ILSE 2 lo más rápido posible, Francesca. ¡Ahora mismo! Dentro de sesenta segundos solo quedará de nosotros una nube. ILSE 2 se está moviendo, más o menos, dos veces más rápido que nosotros.
¿Había un tono de pánico en la voz de Watson? Martin podía entenderlo bien, ya que le caía sudor por la espalda.
Francesca se agarró a los mandos y volvió a su asiento lo más rápido posible.
—Watson, no veo nada ahí fuera. Dime… ¿izquierda o derecha?
—¡Derecha! ¡Ahora!
La piloto cogió la palanca y la empujó hasta el fondo. Esto encendió los propulsores del lado izquierdo y giró la trayectoria de ILSE ligeramente a la derecha. Ahora deberían sentir una ligera presión, y objetos flotantes deberían haber comenzado a moverse, pero no pasó nada.
—¿Qué demonios está pasando? —Francesca miraba con incredulidad a la pantalla, la cual mostraba el mensaje «Autorización denegada»—. ¿Puede alguien deshacerse de esto? —gritó, su habitual fuerte voz amenazando con romperse.
—Todo despejado —dijo Marchenko por todos los altavoces del centro de mando—. No vamos a chocar con ILSE 2. —Todos, incluidos Martin y Amy, quienes deberían haber sido más sensatos, comenzaron a aplaudir. Al cabo de un momento, Marchenko explicó más—: Esta pequeña representación ha sido un intento de explicar un fenómeno extraño. Durante un rato, no sé cuánto tiempo, una capa de software ha estado falsificando los datos proporcionados por nuestros sensores externos, obviamente con la intención de evitar que lleguemos a Encélado. Amy y Martin lo sabían todo.
—¿Quién lo ha hecho? ¿Valentina? —Francesca se levantó del asiento con la intención de acercarse a la rusa, pero Martin le bloqueó el paso.
—No, puedo garantizar que ella no es la culpable —dijo Marchenko—. Francesca, por favor, deja de acusarla.
—¿Y cómo es que estás tan seguro, Mitya? —preguntó Francesca.
Martin también sentía curiosidad por la explicación de Marchenko.
—Esperábamos que, durante mi simulada crisis, los culpables hicieran algo para delatarse. Tenían que suponer que la información sobre la inminente colisión era genuina, aun cuando en la versión falsificada la otra nave habría pasado junto a nosotros a una distancia segura.
—No nos dejes en ascuas —dijo Amy.
—Lo siento, pero esto es intrigante. En primer lugar, Jiaying, Francesca, Valentina… todas estáis libres de toda sospecha. Y tú, Doc Watson, también eres leal.
Martin miró a Amy. «¿Había sido la comandante después de todo? ¿O Marchenko? ¿O soy yo sin saberlo?». Se sentía confundido.
—Poco después de que yo subiera los datos falsos sobre ILSE 2 al sistema, una transmisión llegó a nuestra nave que aún no he podido descifrar —explicó Marchenko—. Justo después, el aviso de colisión fue activado. Eso no puede ser coincidencia.
—¿Y desde dónde llegó esa transmisión? —Martin hizo la pregunta que todo el mundo estaba desesperado por recibir respuesta.
—De algún lugar del vacío espacio —respondió Marchenko—. Al menos, si usamos los datos de posición falsos para nuestros cálculos.
—¿Y usando los datos genuinos?
—Primero tengo que avisaros de que hemos usado una calibración manual, empleando el COAS. Las coordenadas basadas en esto no son muy precisas… cuanto menos, más lejana es la fuente de la señal.
—Sí, sí, eso lo entendemos. Entonces, ¿cuál es la fuente? Te ordeno que no nos atormentes ni un segundo más —dijo Amy en voz alta.
—La fuente es Encélado.