Regreso a Encélado

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Recuperación » 20 de diciembre de 2049, Encélado

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20 de diciembre de 2049, Encélado

Francesca, como era natural, eligió el asiento del piloto, y hasta el momento todo iba funcionando bien. Valentina parecía haberse dado cuenta de que ella no era más que una especie de polizón que debería evitar entrometerse tanto como le fuera posible y, definitivamente, no discutir con Francesca. En realidad, Valkyrie podía ser manejada fácilmente por una sola persona, ya que todos los controles estaban al alcance de la piloto. Incluso el sistema de arrancado funcionó con suavidad, como si ella y Martin se hubieran marchado recientemente de la nave.

No, ella no era la última persona que se había sentado en ese asiento para operar el Valkyrie. ¿Cómo podía haberse olvidado de eso? Marchenko había estado sentado ahí mismo en su viaje en solitario hacia el Bosque de Columnas, del cual nunca había regresado.

—¿Cómo era ahí abajo? —le preguntó por radio. En realidad nunca habían hablado mucho del tema.

—¿Qué puedo decir? Era excitante y deprimente al mismo tiempo.

Gracias a la conexión del cable de fibra óptica, Marchenko siempre estaba con ella. También podían acceder a Watson de ese modo. Aunque, si fuera necesario, ambos podían descargarse en el ordenador de a bordo.

—¿Sabes? —suspiró Marchenko—. No creo que quiera hablar de ello.

—¿Tú crees? —dijo Francesca.

—Yo… —vaciló—, todavía duele. Ya sabes cómo terminó todo. E intento considerarme todo el tiempo como un ser humano completo, para justificarme. Ese fue el desencadenante. Tal vez eso cambie una vez encontremos lo que estamos buscando.

—Eso espero. Solo funcionará si la criatura coopera.

—Lo sé.

—¿Crees que vamos a tener éxito?

—Para ser honestos, en realidad no lo creo, Francesca. Pero lo intentaremos de todos modos, aun cuando lo considero un objetivo utópico.

—Pero aceptaste intentarlo. Amy no vería a su hijo durante dos años. Yo…

—No acepté por mí, sino por todos vosotros. No fue idea mía. Esperaba que así Amy y tú os librarais de vuestros sentimientos de culpa… y no niegues que te sientes culpable. No podía arrebatarte esta oportunidad. Cuando regresemos habrás hecho todo lo que estaba en tus manos. Y lo mismo se aplica a Amy. Esto te ayudará a largo plazo. Te liberará de los sentimientos de culpa. Y por eso accedí a hacer todo esto.

—Eres una buena persona —dijo Francesca con voz cargada de ironía—. Esto es pura manipulación emocional, pero no pasa nada. Te demostraré que te equivocas, y entonces tú también te darás cuenta de que te equivocas en lo concerniente a tus propios motivos. Eres igual de egoísta que el resto de nosotros.

Durante dos minutos, Marchenko no respondió. Y entonces habló:

—A lo mejor tienes razón. No debemos discutir. Es parcialmente egoísta, sí. Quiero que te quedes por mí, no debido a un sentimiento de culpa. Y soy consciente de que te sientes infeliz por la situación. No puedo estar ahí físicamente para ti. Cuando ya no te sientas culpable, podrás tomar una mejor decisión sobre si quieres vivir conmigo de verdad. Tal vez tomemos caminos separados después de todo. Eso sería terrible para mí, pero es mejor que la idea de que estabas haciendo algo que en realidad no querías hacer… por lástima.

—No me conoces muy bien, Mitya. Nada ni nadie puede obligarme a hacer algo que no quiero hacer.

Valkyrie había estado moviéndose hacia el fondo del océano durante una hora. No había tenido ningún problema para atravesar la capa de hielo de la superficie. Aunque la grieta a través de la cual había vuelto a salir a la superficie la nave por aquel entonces se había cerrado parcialmente mientras tanto, Valkyrie tenía ahora suficiente energía para deshacerse de los obstáculos helados más gruesos. Francesca recordó el loco viaje en el que habían llegado a la superficie con su última pizca de energía; ahora viajaban de un modo más cómodo.

Los faros brillaban por delante y cortaban figuras en forma de cono en la oscuridad, sin ser capaz de penetrarla en realidad. El agua se veía como antes. Si las cosas no pesaran tan poco allí, sería imposible distinguir las profundidades de un océano de la Tierra de la de Encélado. La oscuridad era igual en todas partes, y la temperatura de cuatro grados era exactamente la misma que en su planeta natal. Por muy extraño que sonara, Encélado era más habitable allí abajo que en la superficie. Había oxígeno disuelto en el agua, y era tan cálida que podrían sobrevivir durante unos minutos sin llevar traje, hasta que se quedaran sin aire. La presión era más baja que en las profundidades de los océanos de la Tierra, porque las capas de agua sobre ellos solo pesaban una ochenteava parte.

Una vez llegaran al fondo del mar, notarían de nuevo que ya no estaban en la Tierra. Solo habría una fina capa donde la vida existía allí, en oposición a la diversidad que conocían de la Tierra, porque en Encélado había mucha menos energía disponible. Francesca comprobó las mediciones del radar. Solo ciento cincuenta metros más para llegar al fondo.

Cinco minutos más tarde llegaron al suelo oceánico. Francesca miró la zona iluminada por los faros, pero lo que esperaba encontrar no estaba allí. Hacía tres años, una delgada capa de células había cubierto el suelo del océano, pero ahora no estaban.

«Es imposible», pensó.

—Marchenko, ¿ves lo mismo que yo? —preguntó.

—Confirmado —respondió—. Intenta un rumbo en zigzag. Tal vez sea un fenómeno local.

Francesca tecleó los comandos adecuados, pero la imagen mostrada por los faros no cambió. Definitivamente ya no había vida allí, solo roca desnuda.

—Motores parados —dijo.

Valentina se acercó hacia delante.

—¿Qué está pasando? —preguntó la rusa.

—No hay nada.

—¿Qué quieres decir?

—Francesca quiere decir que debería haber una capa de células en el fondo del mar, pero no hay nada allí —intervino Marchenko.

—Eso es lo que he dicho. No es nada. Quiero tomar una muestra.

Francesca abrió en su pantalla el menú de control del brazo manipulador. Hizo descender a Valkyrie hasta el fondo e hizo que el brazo arañara la roca con un contenedor para muestras durante dos o tres minutos. Entonces llevó el contenedor a bordo y lo situó en el analizador. La unidad necesitaba unos minutos para determinar la composición exacta.

«Análisis Completo» apareció en la pantalla. Francesca pulsó un botón para desplegar los datos: agua, diversas sales en altas concentraciones, y sílice. Nada más.

—No hay material orgánico —dijo ella—. Rossi a comandante. ¿Estás escuchando?

Amy reaccionó del mismo modo en que lo había hecho Marchenko antes.

—Eso es imposible. Puede que hayas acabado en un mal sitio.

—Creo que eso es improbable —dijo Martin por el canal de comunicación—. Si solo fuera un mal sitio, como tú lo llamas, tendría al menos trazas de material orgánico. Esto parece estar clínicamente limpio.

—Como si alguien hubiera empleado el arma que supuestamente yo tenía que colocar en Encélado por aquel entonces, cuando os abandoné a todos en Ío —dijo Jiaying calladamente. Podía oírse en su voz que esos sucesos aún le molestaban.

—No podría ser —explicó Marchenko—. ILSE dio la vuelta a medio camino. Mientras tanto, nadie tuvo la oportunidad de usar el retrovirus contra el ser en Encélado.

—¿Y si había un proyecto secreto que consiguió llegar a Encélado igual que hicimos nosotros? —dijo Martin.

—Algo a esa escala solo podría ser financiado por la comunidad internacional, Martin. Ningún ejército del mundo tiene un presupuesto así —respondió Marchenko.

—¿Un rico industrial, tal vez? Shostakovich ha tenido éxito al hacerlo —comentó Martin.

—Sí, con nosotros, y solo porque ILSE ya existía y nadie la quería ya —dijo Marchenko.

Francesca sacudió la cabeza.

—No hay motivos para discutir, chicos. La realidad es que ya no hay vida aquí. Y parece como si nunca la hubiera habido. Si yo fuera una investigadora independiente, teniendo en cuenta estos resultados, diría que todo estaba en vuestra imaginación, que estáis locos. Que bien la presión de allí abajo o el largo viaje os había trastornado la cabeza.

—Yo presentí algo así —dijo Martin—. Esta vez me sentía tan solo que apenas podía soportarlo.

—¿Y por qué no lo mencionaste antes?

—Francesca, no me habrías tomado en serio, ¿o sí?

—Es probable que tengas razón. Tengo que ver algo para creerlo —dijo ella—. Definitivamente no hay nada aquí.

—Pero nosotros dos estuvimos ahí abajo, Francesca… y también Marchenko —añadió Martin—. Esta vida existe, solo que no en el punto en el que estás actualmente. No puede haber desaparecido por completo. ¿Te acuerdas del Bosque de Columnas?

Por supuesto que se acordaba. Martin se había adentrado varios metros en él. Parecía fascinante: altas, esbeltas columnas blancas en mitad del océano.

—Sí. Si sigue existiendo vida en alguna parte, estaría ahí —dijo ella—. Era el centro, la cabeza de la criatura. Allí… ahí es donde tenemos que buscar a Marchenko. Lo que vimos no fue una alucinación.

—Puede ser —comentó Martin—, que nuestros pensamientos estén yendo en la dirección equivocada si tememos que la criatura podría haber sufrido una catástrofe. ¿Y si nosotros mismos representamos este peligro y la criatura se ha retirado conscientemente? Le hemos dado razones para hacerlo, eso seguro. Nosotros, aunque fuéramos personas diferentes, intentamos matar a la criatura, y acabamos de colocar un arma láser sobre su superficie. ¿Quién sabe qué más espera de nosotros? Ciertamente tiene buenas razones.

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