Regreso a Encélado

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23 de diciembre de 2049, Encélado

Francesca estaba a punto de volverse loca. El día anterior parecía que todo estaba perdido. Hoy parecía sentirse más feliz de lo que había esperado serlo nunca. Junto a ella estaba sentado el Marchenko con quien había ido a Encélado la primera vez… y el otro Marchenko que la había acompañado esta vez siempre estaba con ella por medio de los sistemas informáticos de Valkyrie e ILSE. Entonces, ¿por qué se sentía tan absolutamente insatisfecha?

La razón podría ser que los dos Marchenko no se hablaban entre sí, y ninguno de los dos hablaba abiertamente con ella. ¿No deberían llevarse genial dos seres humanos que eran tan parecidos? La única diferencia era que uno de ellos tenía cuerpo mientras que el otro no. Sin embargo, el segundo tenía recuerdos de tres años con Francesca que el otro se había perdido por completo.

Entonces, ¿por qué no se hablaban los dos Marchenko? Era por ella. Francesca lo supo desde el principio. La solución que había imaginado implicaba de algún modo fusionar la conciencia de Marchenko una vez más con su cuerpo, en una síntesis de los dos, y luego volver a la Tierra con él. No obstante, sospechaba cómo iba a terminar todo: ambas partes discutirían tanto que ella tendría que romper con ellos. Pero su animosidad tenía que acabar o el conflicto no podría solucionarse. Los seres humanos eran realmente estúpidos. Esto era lo que Marchenko recibía por decidir salvarla a ella en vez de ocuparse de ELLO, que era su plan original.

Habían amarrado a Valentina a su asiento y había estado dormida desde entonces. No les había supuesto ningún problema a los dos dominar a la desarmada mujer rusa. Valentina tampoco había opuesto mucha resistencia, ya que debía haberse dado cuenta de que había perdido.

—Francesca, ven aquí.

Valentina se había despertado y probablemente tenía hambre. Francesca ya le había preparado algo de comida.

—¿Desayuno? —Levantó dos tubos hacia Valentina, pero la mujer los rechazó.

—¡Primero los negocios!

Francesca se rio.

—No pareces darte cuenta de la situación en la que estás. ¿O tienes algo que ofrecernos?

—Sí, vuestras vidas.

—¿Vas a afirmar que tienes una bomba en el vientre que explotará si no cumplimos tus demandas? Te hemos escaneado y no existe tal peligro.

—Cierto, yo no soy peligrosa. Pero la unidad láser en la superficie derribará vuestra hermosa ILSE con un solo disparo si no cooperáis.

—Pero eso también sería tu final.

—No me importa. Prefiero morir aquí a regresar habiendo fracasado.

Francesca se estremeció. La rusa lo decía en serio.

—Supongamos que esto es cierto. ¿Qué quieres? No conseguirás las muestras celulares.

—Eso lo comprendo —respondió Valentina—. Pero tú tienes algo que mi padre también podría usar en su provecho: una genuina conciencia digital. La investigación en IA sigue aún muy lejos de conseguir algo así, y si he juzgado esto correctamente, ya no lo necesitáis. —Señaló al Marchenko de verdad.

—¿Cómo funcionaría eso? —preguntó Francesca.

—El IA Marchenko será encriptado y almacenado en mi almacén de datos personal.

—¿Se supone que tenemos que apagar a Marchenko y entregártelo en exclusiva?

—Él no va a sufrir. Solo estará durmiendo. Mientras duerme, el tiempo se detiene para él. Por supuesto, le reactivaremos en la Tierra.

—Luego vas a darnos los códigos de control de la pistola láser.

—No, no voy a hacer eso. El láser permanece bajo mi control.

—Entonces ¿por qué deberíamos confiar en ti?

—Una vez consiga lo que quiero, no voy a disparar contra mí misma, ¿verdad?

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