Regreso a Encélado

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Recuperación » 25 de diciembre de 2049, Encélado

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25 de diciembre de 2049, Encélado

La bienvenida en el módulo de aterrizaje fue abiertamente apagada. Amy les felicitó por radio por su regreso a salvo. Martin y Jiaying abrazaron a Marchenko y a Francesca. Todo el mundo ignoró a Valentina, pero a ella no pareció importarle. El Marchenko digital solo hablaba cuando alguien se dirigía a él directamente, y Martin estaba preocupado por él. ¿Por qué se estaba aislando así? Ojalá estuvieran a bordo de ILSE, donde podría hablar con Marchenko en privado. Pero la sonda solo tenía una habitación, la cual estaba actualmente ocupada por cinco humanos.

Era hora de despegar, pero Valentina quería oír su decisión de antemano. Martin sabía muy bien por qué hacía eso: una vez ILSE abandonara la órbita alrededor de Encélado, Valentina perdería su moneda de cambio. Decidió darse un paseo fuera, aun cuando tenía que sudar en la bicicleta estática durante una hora antes de poder hacerlo. Martin solo podía hablar con Marchenko en privado cuando tenía puesto el traje espacial.

Una hora más tarde, Martin estaba en un campo de hielo. Estaba de un humor melancólico, y esta iba a ser su última oportunidad de echarle un vistazo a este fascinante mundo helado. Una vez regresara a la sonda, mantendrían una discusión decisiva, luego volverían a ILSE, y después a la Tierra. Doce meses más de aburrida rutina le esperaban. No podía imaginarse volviendo a poner un pie dentro de una nave espacial. En algún momento había que decir basta.

—Dimitri, ¿estás ahí?

—Sí.

—¿Puedo hablar contigo?

—Adelante.

—Vas a sacrificarte, ¿verdad?

—Es necesario. Tiene que hacerse.

—No hay que hacer nada. Valentina va a llevarte prisionero en un pen drive colgado de su cuello. ¡Todos entenderíamos que no quisieras que te encierren!

—Lo sé y es genial. Pero no podría vivir con las consecuencias.

Martin no lo había considerado, pero Marchenko tenía razón. Si Valentina usaba el láser para derribar ILSE, Marchenko sería quien sobreviviera más tiempo. Siempre y cuando la planta de energía de fusión siguiera proporcionando energía, Marchenko continuaría existiendo. Mucho antes de llegar a ese punto, los demás se habrían muerto de hambre. No morirían de sed ni de asfixia, ya que el seguro suministro de energía les permitiría generar agua y oxígeno a partir del hielo. Pero los suministros de comida a bordo de la sonda de aterrizaje eran limitados y nunca durarían doce meses, la fecha más temprana en la que podría llegar la ayuda.

—¿No podemos manipular el láser? —preguntó Martin.

—Valentina lo está vigilando. Tan pronto como alguien se acerque… ¡bum! —respondió Marchenko.

—Vamos a intentar liberarte de tu prisión.

—Yo no me haría muchas ilusiones. El encriptado del almacén de datos no puede hackearse. Una vez yo esté allí, todo habrá terminado. Solo Valentina o la gente que trabaja con ella tiene acceso a esos datos. Incluso si la matáis, yo seguiría prisionero.

—Torturaremos a Valentina si tenemos que hacerlo.

—Ella quiere inmolarse si no puede conseguirme, así que ¿cómo funcionaría eso?

—Tienes razón, Dimitri, pero simplemente no puedo aceptarlo.

—Pero tienes que hacerlo.

—¡No tienes que hacerlo, joder!

En su enfado, Martin se dio la vuelta y caminó hacia el láser. Estaba a unos tres metros de alcanzarlo cuando Valentina contactó con él.

—Un paso más y todo ha terminado para ILSE.

—Te estás tirando un farol. Quieres volver a casa tanto como nosotros —dijo Martin.

—Si es lo que crees —dijo ella.

Martin sintió algo zumbando en el armazón del láser, y luego un ruido. No vio el rayo. Pero Amy, con voz frenética, envió un mensaje por radio.

—Algo acaba de disparar y ha abierto un agujero en nuestra bodega de carga. ¿Habéis hecho eso vosotros?

—Martin dijo que me estaba tirando un farol.

—Vale, Valentina, voy a volver a entrar.

Había merecido la pena intentarlo. Al menos había intentado eliminar la amenaza.

Treinta minutos más tarde, todos estaban reunidos para la discusión definitiva.

—¿Habéis llegado a una decisión? ¿Sí… o sí? —bromeó Valentina, fingiendo estar de buen humor. No podía tener tanta sangre fría, ¿verdad?

—Vamos a someterlo a votación —dijo Amy desde ILSE.

—Bien —dijo Valentina—. Yo voto por que Marchenko se entregue a mí.

Entonces se hizo el silencio.

—Yo estoy en contra —afirmó Amy finalmente—. Debe de haber otra solución. No podemos aceptar un chantaje.

—La otra solución es que todos morimos —aseguró Valentina.

—Incluida tú —dijo Jiaying.

—Sí. Yo también.

—Yo me ofrezco en lugar de Dimitri —dijo la voz de Watson—. Yo soy probablemente el primer IA en desarrollar sentimientos. Eso debería ser valioso para Shostakovich.

—Lo siento —respondió Valentina—, pero sigues siendo un IA, no una conciencia. Ninguno de vosotros parece entender que no se trata de una tecnología en particular, sino de la inmortalidad humana. Marchenko, tú te has acercado mucho.

—Yo estoy en contra del sacrificio —dijo el Marchenko real—. Entonces todos morimos aquí. Todos para uno y uno para todos.

—Pero tú ya te sacrificaste por los demás, Dimitri —dijo Francesca.

—Eso apenas puede compararse.

—En contra —dijo Jiaying ahora.

Martin miró a su novia. Ella moriría por Marchenko. «Eso es bueno», pensó. Él también acababa de decidirse.

—Entonces tendrás que disparar el láser, Valentina —exclamó él.

—¿Francesca? ¿Tú qué piensas? Me gustaría terminar aquí —dijo Valentina.

La piloto apretó los labios y luego habló:

—Me… me gustaría volver a la Tierra. Pero así no.

—Entonces, ¿estás en contra? —preguntó Valentina. Francesca asintió—. Es bastante unánime. Lo siento, pero si estáis absolutamente…

—Espera un momento. ¿Nadie va a preguntarme a mí? —La voz de Marchenko retumbó por los altavoces—. Yo acepto tu propuesta. Amigos, no voy a morir. Como ya ha dicho Valentina, soy casi inmortal. Shostakovich me necesitará y ciertamente tiene proyectos excitantes. Tal vez no sea tan malo. En algún momento voy a conseguir liberarme. Él no se da cuenta de a lo que se enfrenta, así que no considero esto como una despedida definitiva. Voy a un viaje corto, como tú, Amy. Te has separado de Sol y Hayato durante dos años. Nos volveremos a encontrar en algún momento. Os honra que estéis dispuestos a morir para ahorrarme ese viaje, pero es inapropiado. No lo quiero.

—Una decisión muy sabia —dijo Valentina. Martin pensó que su voz expresaba alivio. La idea de su propia inminente muerte por inanición entre sus enemigos debía haber sido bastante desagradable—. Watson, ¿puedes preparar el encriptado?

—Sí, Valentina. Un momento. Por favor, introduce tu contraseña.

La rusa tecleó una larga combinación de caracteres.

—Antes de poder trasladar a Marchenko a mi almacén de datos, tengo que desactivarlo. Para eso necesito la autorización de la comandante.

—¿Es eso realmente necesario? —preguntó Amy por radio.

—Venga, Amy, no seas aguafiestas —dijo la rusa.

«Este sería el momento en el que la comandante podría evitar el aprisionamiento de Marchenko. Ella también votó en contra», pensó Martin, pero entonces ella también sentenciaría a los demás a muerte… aun cuando todos habían acordado hacerlo. Martin se alegraba de no tener esa responsabilidad.

—Autorización concedida —dijo Amy finalmente.

—Marchenko, ¿quieres decir unas últimas palabras? —preguntó Valentina.

—Es demasiado pronto para mis últimas palabras —dijo Marchenko—. Pero fue divertido estar con todos vosotros… excepto contigo, Valentina. Que tus miembros se pudran y se caigan.

—Desactivar —dijo la rusa.

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