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20 de marzo de 2052, Sur de Alemania
El taxi llegó al 13 de Brungasse en el pequeño pueblo alemán. Iba conducido por un auténtico taxista. Francesca no pensaba que la profesión siguiera existiendo. Pero tenía sentido allí, porque a la gente de esa zona le seguía encantando conducir sus propios coches. Marchenko le dio al hombre su tarjeta de crédito. El conductor la escaneó, se la devolvió, y dejó que Dimitri firmara diciendo su nombre.
Salieron del coche. Martin salió a recibirlos, sosteniendo un paraguas sobre sus cabezas. Francesca no había notado que hubiera empezado a llover.
—Qué bien teneros aquí —dijo Martin—. ¿Cómo estáis? —Se veía un poco más seguro de sí mismo que antes.
—Estamos bien. Gracias por la invitación —dijo Francesca—. ¿Dónde está Jiaying?
—Oh, debe de estar en su despacho. Está preparando su discurso para el Congreso de Astronáutica de Bremen de la semana que viene. Estoy seguro de que no os ha oído.
—Estoy justo aquí, detrás de ti —dijo Jiaying con alegría.
Se abrazaron los unos a los otros. Se sentían como si se hubieran separado tan solo el día anterior.
Cuatro horas después, bien entrada la noche, Francesca era la única que seguía despierta. Marchenko había traído una botella del «mejor vodka» como regalo, y se la habían terminado. Jiaying había sido la primera en irse a dormir, seguida por Marchenko. «Se está haciendo viejo», pensó Francesca. «Tal vez debería intentar conseguir un nuevo trabajo». Estar sentado sin hacer nada no le sentaba bien, especialmente cuando ella iba viajando por todo el mundo.
Un año más tarde, Francesca recordó esa noche vívidamente. Lo más interesante era que Valentina la había llamado una semana más tarde para pedirle la información de contacto. Al parecer, ella estaba trabajando de nuevo con su padre, Nikolai Shostakovich del Grupo RB. Francesca no le había contado nada.
Pero poco después Marchenko parecía haber encontrado una nueva pasión. Día tras día desaparecía misteriosamente. Francesca no pudo evitar preguntarse si habría alguna conexión.