Reforma sexual en Berlín
Gilles DauvéSexto episodio de la serie Homo, publicado en el blog DDT21. Traducción: A.V & D.P.
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Alemania es el primer país donde aparecieron agrupamientos y asociaciones homosexuales, duraderos y reconocidos, hasta su destrucción por el nazismo. También fue allí donde tuvieron lugar, entre 1919 y 1921, explosiones sociales e intentos de insurrección sin equivalente en el siglo XX en Europa occidental (exceptuando, en menor medida, Italia). El primer fenómeno no es consecuencia directa del segundo, pero ambos están ligados.
«La identidad homosexual se construyó en torno a dos ejes: el descubrimiento de sí y la contemplación del otro», escribió un historiador.[1] Desde nuestro punto de vista, si hay tal cosa como una identidad, ésta se edificó a partir de situaciones (comunes o no) y de intereses (convergentes o no); es decir, a partir de la existencia social que entonces tenían los «homosexuales».
Realidades colectivas
La imagen y el mito de la «libertad sexual», incluso de la «decadencia» berlinesa de entreguerras,[2] ocultan la experiencia vivida del amor entre personas del mismo sexo -tanto entre hombres como entre mujeres-, experiencia que fue visible en la sociedad alemana en vísperas de la Primera Guerra Mundial. En Berlín, antes de 1914, había unos cuarenta bares homosexuales, frecuentados sobre todo por las clases medias, pero también establecimientos similares en los barrios obreros respecto de los cuales un testigo ofrecía la siguiente descripción de la clientela: «Trabajan toda la semana para poder entregarse a sus inclinaciones el domingo (...) y cuando entran en la cabina electoral, votan por obreros, invariablemente y sin excepción, socialdemócratas”. Hay razones para pensar que en Berlín el amor entre hombres era mayoritariamente practicado por obreros.
En 1903, Magnus Hirschfeld (de quien hablaremos en el párrafo siguiente) envía un cuestionario a 3 mil estudiantes, luego, el año siguiente, a 5 mil obreros metalúrgicos, en el cual les interroga sobre su orientación sexual, con cuatro respuestas posibles: preferencia por mujeres; por hombres; por los dos indistintamente, y una columna catalogada como Desviación para quienes no se reconocen en ninguno de esos grupos. Bien recibida, la encuesta cuenta con un alto porcentaje de participación. La proporción es similar en ambas categorías sociales: se reconocen homosexuales el 1,5% de los estudiantes y el 1,15 % de los obreros, mientras que admiten ser "bisexuales" el 4,5 % de los estudiantes y el 3,19 % entre los obreros.
Después de 1918, algunos bares y salas de baile homosexuales sirven como hogares, salas de conferencias y clubes deportivos -en un ambiente humanista y pacifista- animados por la perspectiva de derogar el párrafo 175 del Código Penal, que criminaliza «los actos sexuales contra naturaleza entre personas del sexo masculino o entre hombres y animales». Otros tienen una función comparable a la de los saloons neoyorkinos.[3] En el resto del país, todas las ciudades de tamaño medio tienen varios bares y lugares de encuentro homosexuales, que responden a diversos nombres (Amistades, Clubs), y albergan por lo menos una sede local de las asociaciones nacionales, cuya influencia, sin embargo, es débil en el campo; y entre ellas son escasas las organizaciones mixtas que reúnen tanto a hombres como a mujeres. Esta socialité permite la difusión de una «prensa homosexual» muy animada, que cubre un espectro tan variado como el de otras publicaciones periódicas, algunas populares e ilustradas, algunas académicas, algunas políticamente comprometidas, más a menudo neutrales.
La Deutsche Freundschaft (Asociación de Amigos) cuenta con 2.500 miembros en 1922. La Bund für Menschenrecht (Unión para los Derechos del Hombre, en el sentido de especie humana y no solamente del hombre masculino) es casi una organización de masas: 12 mil adherentes en 1924, 48 mil en 1929, entre los que se cuentan 1.500 mujeres. Extrapolando a partir de estadísticas como la de los cuestionarios de Hirschfeld, la Bund für Menschenrecht afirma que habría 2 millones de homosexuales en Alemania a mediados de los años veinte (sobre una población de 63 millones). La Bund für Menschenrecht se sirve de esta cifra para presentar a los homosexuales como alemanes respetables, reivindicando su integración social, y muestra a la vez su hostilidad hacia las minorías dentro de esta minoría, en particular hacia las "locas" y los prostitutos, a quienes juzga responsables por la mala imagen de los homosexuales. Para obtener satisfacción a sus demandas, la Bund für Menschenrecht considera realista apelar a la buena voluntad de todos los partidos, incluido el partido nazi.
«Justicia gracias a la ciencia» (consigna del Comité Científico Humanitario)
No nos interesa tanto describir la organización de defensa de los homosexuales, sino comprender cómo la «vida social» homosexual se expresa pública y políticamente en Alemania hasta 1933.
Es en nombre de la naturaleza que la mayoría de los progresistas alemanes defienden el derecho a la homosexualidad como condición innata: ciertos hombres experimentarían desde su nacimiento una irreprimible atracción hacia el mismo sexo.[4]
En particular, Magnus Hirschfeld (1868-1935) recupera la teoría de un “tercer sexo”, basada en antecedentes psicológicos congénitos que impondrían una preferencia sexual singular. Hirschfeld es el fundador principal y animador en 1897 del Comité Científico Humanitario, organización que en 1919 se convierte en el Instituto para la Ciencia Sexual, que combina acción reformadora (para la supresión del párrafo 175), investigación científica, educación popular y consultas médicas en su local berlinés. Entre 1919 y 1920 atiende a un total de 3.500 consultantes: dos tercios de ellos son hombres y el 30% son homosexuales.
Hirschfeld multiplica sus viajes y conferencias, y Différent des autres (Diferente a los demás) es sin duda la primera película homosexual militante, obra de ficción en la que Hirschfeld representa su propio papel. Estrenada en mayo de 1919, la película alcanza un gran éxito, el que desgraciadamente dura poco, pues al ser prohibida unos meses más tarde por «perturbar el orden público», su proyección quedó restringida únicamente a sesiones privadas.
Comité Científico Humanitario, Instituto para la Ciencia Sexual: la frecuencia con que es utilizada la palabra indica la voluntad de legitimar científicamente la homosexualidad. Lo que Hirschfeld quiere es clasificar: si a fines del siglo XIX -y en el siglo XX- los médicos miden los cráneos (de los criminales, entre otros), él espera poder reconocer al homosexual midiendo sus caderas, supuestamente más anchas. También quiere nombrar: es a este inventor de palabras a quien debemos el vocablo travesti, acuñado en 1910. También desea compilar: se dedica a juntar una inmensa colección de objetos, testimonios y fotos, casi todos destruidos en 1933 por los nazis. Este enciclopedismo se inscribe en la práctica entonces habitual de los almanaques, las antologías de edición limitada para especialistas, y otros registros de los usos y costumbres populares: pasamos así del arte erótico a la ciencia sexual, bajo el supuesto de que la etnología arroja evidencias de la riqueza de las más variadas formas de sexualidad, así como su contribución a la civilización y a la cultura.
Las peticiones del Comité Científico Humanitario contra el párrafo 175 cuentan con numerosos signatarios, entre ellos intelectuales y artistas, desde Franz Wedekind a Stefan Zweig pasando por Hermann Hesse y pintores de la Secesión de Berlín.[5] Las conferencias y debates del Instituto para la Ciencia Sexual congregan hasta a un millar de personas de todas las clases sociales. El Instituto fomenta también la formación de grupos locales, algunos de los cuales se reúnen en cervecerías de Moabit, barrio obrero de Berlín.
Reformar una sociedad reaccionaria
En 1928 Hirschfeld y sus amigos crean la Liga Mundial para la Reforma Sexual (LMRS), cuya sede está en el Instituto. Celebridades científicas de diversos países, la URSS incluida, colaboran con esta iniciativa. En su apogeo, la LMRS habría contado entre 130 mil y 190 mil miembros, si bien las sociedades afiliadas participaban a veces a la distancia, en actividades centradas en la igualdad hombre/mujer, en la contracepción, el divorcio, los derechos de las madres solteras, sin olvidar el eugenismo, tema muy corriente en esa época. El principio rector de la Liga podría resumirse así: todo lo que no hace daño a nadie -entre adultos con libre consentimiento- debe ser admitido y legal. ¿Cómo llegar a eso? Mediante la educación popular y una legislación apropiada. La manzana de la discordia, que dividía a partidarios de lo innato (agrupados en torno a Hirschfeld) y partidarios de lo adquirido por la experiencia, va perdiendo sin embargo importancia, porque la LMRS va a interesarse cada vez menos por la homosexualidad.
La fuerza de LMRS es también su debilidad. No es una organización académica que anime debates eruditos, neutros y moderados, sino una asamblea ampliada. Médicos, intelectuales, militantes de la libertad (homo)sexual como George Ives, pacifistas como Bertrand Russel y radicales como Ernst Toller se codean allí con el objetivo de obtener reformas, lo que implica decisiones políticas que acarrean conflictos internos. Sólo una minoría cree, como Felix Halle (miembro del KPD), que «una reforma sexual nunca será la obra de un individuo, ni de un pequeño grupo científico, por ilustre que sea (...) La transformación de las relaciones sexuales, la realización de la revolución sexual, sólo pueden ser obra de la propia masa necesitada.»
La disolución de la Liga en 1935 vendrá a consumar una crisis que estaba latente desde sus orígenes. «Fue el fin de una organización que había intentado liberar la sexualidad en el contexto de la sociedad reaccionaria», concluye Wilhelm Reich.[6]
El Instituto y la LMRS se inscriben en aquello que en Alemania era conocido como el movimiento para la reforma de la vida, una tendencia profunda, multiforme y heterogénea que busca regenerar la vida cotidiana agitando el naturismo, el vegetarianismo, la medicina alternativa, las nuevas formas de arte, la espiritualidad, el juvenilismo y la fascinación por Oriente. Por lo demás, algunas autoridades ven con cierta benevolencia las empresas de Hirschfeld, a tal punto que éste llega a proponerle al prefecto de policía de Berlín asistir a la reunión fundadora del Comité Científico Humanitario en 1897: el funcionario declina la invitación. En 1919, el gobierno prusiano otorga al Comité Científico Humanitario apoyo económico para facilitar su transformación en Instituto para la Ciencia Sexual.
Apoyo en todo caso limitado y contrahecho: en 1903, el cuestionario aplicado a los estudiantes le había valido a Hirschfeld una multa de 200 marcos. Paradójicamente, en una sociedad alemana que disfruta de mayor libertad política en 1900 que en 1850, la censura es más fuerte, porque se lleva a cabo de forma sistemática: hay que reglamentar las expresiones políticas, intelectuales y artísticas de una opinión pública activa. Las leyes sobre ultraje al pudor son endurecidas. En 1909 se propone una ley que criminaliza el lesbianismo, la cual es, sin embargo, rechazada.
Estas contradicciones terminan en 1933: el nazismo vendrá a poner fin al Instituto para la Ciencia Sexual, perseguirá a los homosexuales y asesinará a miles de ellos en los campos de concentración (muchos sobrevivientes permanecerán detenidos después de 1945, siendo tratados por los Aliados como criminales, tal como lo habían hecho los nazis).
Del uso político de los homosexuales
En las primeras décadas del siglo XX la existencia en Alemania (y en ninguna otra parte) de un movimiento político homosexual, en el sentido de una acción organizada para defenderse colectivamente y actuar sobre el poder público, implica lógicamente su explotación por parte de los partidos políticos, en primer lugar por los partidos reformistas -el SPD y el KPD-. Esto obliga a dichos partidos a tomar posición públicamente en relación con el párrafo 175, pero les permite también sacar provecho de los "temas" ligados a la homosexualidad. A diferencia de Inglaterra o los Estados Unidos, pero al igual que en Francia, en Alemania la homosexualidad constituye un "asunto político" desde antes de 1914, y también más tarde bajo la república de Weimar.
En 1891, en su libro La mujer y el socialismo, que por mucho tiempo sería un clásico del marxismo en relación con este tema, Auguste Bebel, dirigente del SPD hasta su muerte en 1913, incluye a la sodomía entre las relaciones «contra natura». En las ediciones posteriores, Bebel, influido entre otras cosas por la lectura de Hirschfeld, presenta el «tercer sexo» como una condición innata que forma parte de las relaciones sexuales naturales, al igual que las relaciones llamadas normales.
En 1895, el proceso contra Oscar Wilde incita a Bernstein a escribir dos artículos en defensa del escritor, donde pone de relieve la relatividad de las costumbres y de la moral.
En 1897, año de la fundación del Comité Científico Humanitario, Kautsky y Bernstein suscriben con sus firmas la petición de este Comité por la derogación del párrafo 175, junto a otros 600 intelectuales, académicos (entre ellos Einstein), escritores y personalidades políticas. Este acontecimiento hubiese sido inconcebible en Inglaterra o en los Estados Unidos.
El 13 de enero de 1898, en el Reichstag, Bebel se declara a favor de la supresión del párrafo 175, calificándolo como una ley obsoleta, que ya no tiene razón de ser. Se trata probablemente del primer discurso parlamentario que asume esta posición y a tal nivel.
Simultáneamente, el SPD usa a su favor los escándalos que le convienen. En 1902 su órgano central, el Vorwärts, es uno de los primeros periódicos en ofrecer la "revelación" de que el gran burgués Krupp habría tenido en Capri relaciones con menores de edad: «Si Krupp sigue viviendo en Alemania, él también caerá bajo el golpe del párrafo 175. Cuando ciertas prácticas ilegales conducen a un escándalo público, es deber de la policía hacer respetar el derecho». Una semana después Krupp se suicida.
En 1906-1909, el SPD adopta una actitud similar hacia Eulenburg, amigo cercano del emperador, de quien se sospecha que es homosexual: el asunto da lugar a una seguidilla de procesos muy bullados que implican a la alta jerarquía militar e incluso al canciller von Bülow.
Hay voces, de anarquistas y/o de homosexuales, que recusan tales procedimientos: Senna Hoy, por ejemplo, deplora que la homosexualidad sea tratada como una cuestión subsidiaria, y denuncia la explotación de esos «asuntos» como «un arma indecente».[7]
Después de 1918, en una coyuntura política más favorable a las reformas, el SPD, aunque oficialmente es partidario de derogar el párrafo 175, no le concede a ese reclamo más que una importancia secundaria: un partido de gobierno debe respetar las buenas costumbres.
Al KPD, que logra acceder al poder sólo en Sajonia-Turingia y durante apenas unas semanas, le preocupa menos la respetabilidad. En 1924 este partido presenta en el parlamento una moción contra el párrafo 175, la cual nunca será sometida a votación debido a la imprevista caída del gobierno.
El 16 de mayo de 1927, Wilhelm Koenen se pronuncia a favor de cambiar la legislación sobre este tema, convirtiéndose en el único orador del KPD que se dirigió alguna vez al parlamento en relación con este asunto.
La prensa de KPD y sus posicionamientos públicos son claramente más agudos que los del SPD. Algunos miembros del partido colaboran en el Comité Científico Humanitario; por ejemplo, Richard Linsert, que asume el cargo secretario de esta organización en 1923.
Felix Halle, jurista que cumple funciones importantes en el KPD, publica en 1931 Vida sexual y derecho penal. Aunque los proletarios, explica, no alientan la homosexualidad, esto no significa que no puedan aceptarla «conforme a los avances científicos de los tiempos modernos».[8]
Sin embargo, también el KPD instrumentaliza los escándalos cuando lo juzga oportuno. En 1924 su prensa denuncia al asesino en serie Fritz Haarmann como homosexual. En 1932 ataca a la homosexualidad como «vicio burgués», equiparándola a la prostitución, el sadomasoquismo y la zoofilia. Pero es la homosexualidad del jefe de las SA, Ernst Röhm, sobre la que se arrojan los periódicos y oradores del KPD, que no se cansan de oponer las sanas costumbres proletarias a la decadencia fascista.[9]
Sobre estas cuestiones, los “partidos obreros” no tienen posiciones de principio, a lo sumo una línea oficial, y van reaccionando según lo que consideran como su interés del momento. No sabemos lo que pensaban sobre esto sus bases obreras, ciertamente preocupadas de otros temas. En cuanto al KPD, después de 1933, excluido de la vida pública alemana y totalmente estalinizado, se declara decididamente en contra de la homosexualidad, siguiendo en esto la evolución de la URSS, que por su parte había adoptado una política natalista, exaltando la familia, dificultando el divorcio y el aborto y criminalizando a los homosexuales.[10]
El Comité Científico Humanitario no dejó de criticar estas actitudes, tanto en el caso Haarmann como en el de Röhm. Al mismo tiempo que denunciaban la hipocresía del burgués Krupp y del nacionalista Röhm, quienes predicaban una moral conservadora sin practicarla, los socialdemócratas y stalinistas se lanzaban en picada contra la homosexualidad, solapadamente en 1902 y abiertamente en 1930. La homosexualidad imaginada o comprobada de un adversario político, servía de pretexto para combatirlo: Röhm no era solamente un fascista, era por sobre todo un «degenerado».
En muchos sentidos, las posiciones adoptadas por los socialistas entre las dos guerras difieren poco de las que tenían en el siglo XIX:[11] tanto en 1900 como en 1930, la sexualidad y la «homosexualidad» muy raramente son tomadas en cuenta por lo que en sí mismas representan; en cambio se les considera casi exclusivamente como armas e instrumentos al servicio de la competencia política.[12]
¿Identidad?
Sería tentador reescribir el pasado para interpretar la efervescencia homofílica bajo Weimar como precursora de la afirmación gay a fines del siglo XX. No obstante, es Magnus Hirschfeld quien, a partir de cuatro criterios elementales basados según él en un fundamento biológico congénito, pero recombinados y subdivididos según la fisiología, la libido y la subjetividad de cada cual, planteó la existencia de al menos 43 millones de opciones sexuales. Sin embargo, toda identidad supone un límite que la circunscribe y le da el mínimo de homogeneidad necesaria para diferenciarse de otras identidades vecinas, incluso rivales. ¿Qué coherencia puede guardar una identidad desmigajada en una gama casi infinita? Por lo demás, ¿por qué 43 millones? ¿Por qué no 42? ¿O 46? Tenemos derecho a no tomar en serio un inventario tan fantástico, y a ver en ello más bien una intuición tan aguda como la que inspiró a Fourier para clasificar sus series, sus 810 categorías de hombres y de mujeres, sus 1.620 personalidades, sus pasiones y sub-pasiones, etc. El mérito de Hirschfeld no consiste evidentemente en haber calculado el número exacto de orientaciones y de permutaciones amorosas, sino en llamar la atención de sus contemporáneos (y la nuestra) acerca de la imposibilidad de encerrar la universalidad de la vida sexual en límites mentales, y mucho menos legales.
Destruido el Instituto para la Ciencia Sexual por los nazis en 1933, Magnus Hirschfeld muere en el exilio dos años más tarde. La posteridad retiene la figura de un combatiente entregado por completo a la emancipación de las costumbres. Para nosotros, un siglo más tarde, el aspecto más estimulante de su obra es haber contribuido, sin duda a pesar de él mismo, a hacer estallar el concepto de identidad sexual.
G.D., enero de 2017
Notas
[1] Florence Tamagne, Histoire de l’homosexualité en Europe. Berlín, Londres, París 1919-1939, Seuil, 2000, p. 309.
[2] Por ejemplo, la película Cabaret de Bob Fosse (1972) está basada en una novela autobiográfica de Christopher Isherwood, Histoires berlinoises (colección de textos de 1935 y 1939).
[3] Ver Homo 05, ¿Qué es un hombre? (Hadas y queers en Nueva York), noviembre de 2016.
[4] La Unión de Derechos Humanos rechazó esta teoría.
[5] Wedekind escribió La Boîte de Pandore, que inspiró la película Loulou de Georg Wilhelm Pabst (1929). Hesse es el autor de Le Loup des steppes (1927).
[6] Reich tenía razón. Sin embargo, hay que recordar que a pesar de su actividad a favor de la libertad sexual, y a la vez que denunciaba la represión anti-homosexual, Reich consideraba la homosexualidad como un estado patológico debido a la miseria emocional actual, que sería erradicado mediante la realización de las relaciones amorosas entre hombres y mujeres.
[7] Senna Hoy (1882-1914), anarquista alemana encarcelada en Rusia desde 1907, murió allí sin haber recuperado su libertad.
[8] Linsert muere en 1933. Refugiado en la URSS, Halle será ejecutado allí en 1937 como contrarrevolucionario. Koenen termina como miembro del partido único SED en la RDA.
[9] La relación entre la homosexualidad y el nazismo será discutida en un artículo posterior.
[10] Dan Healey, Homosexual Desire in Revolutionary Russia. The Regulation of sexual & gender dissent, University of Chicago Press, 2001, 376 p.
[11] Ver Homo 01, Marx, Engels y el “invertido”, febrero de 2016.
[12] Por falta de espacio, no podemos hablar de las posiciones anarquistas, la mayoría de las veces fuertes y saludables, de Erich Mühsam y Emma Goldman, por ejemplo.