RECONOZCA SU PECADO Y APRÓPIESE DE LA GRACIA

RECONOZCA SU PECADO Y APRÓPIESE DE LA GRACIA

Fernando Alexis Jiménez | www.RevistaVidaFamiliar.com | En Redes Sociales @VidaFamiliarCo

Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | @VidaFamiliarCo

El crecimiento de la corriente del humanismo alimentado con ingredientes como la autoayuda y la motivación para superación, justifica y en algunos casos legitima los pecados del ser humano. Se le atribuye a la falibilidad de todas las personas, proclives a fallar, con lo cual se procura acallar la conciencia. Y, de hecho, lo logran.

En una sociedad en la que prevalecen los antivalores y el humanismo parece una corriente apropiada e, incluso, inspiradora, se enfatiza en lo que usted y yo hacemos por Dios, y no en lo que Dios hace por nosotros.

No se trata, por supuesto, de algo nuevo. Por el contrario, esta línea de pensamiento y de comportamiento está presente desde el comienzo de la humanidad.

Le animamos a leer un registro que lo demuestra:

"Toda la tierra hablaba la misma lengua y las mismas palabras. Según iban hacia el oriente, hallaron una llanura en la tierra de Sinar, y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: «Vamos, fabriquemos ladrillos y cozámoslos bien». Y usaron ladrillo en lugar de piedra y asfalto en lugar de mezcla. Luego dijeron: «Vamos, edifiquémonos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta los cielos, y hagámonos un nombre famoso, para que no seamos dispersados sobre la superficie de toda la tierra»." (Génesis 11:1-4 | NBLA)

Una propuesta ingeniosa, sin duda. Sin embargo, todo cuanto hace el género humano marginando a Dios de su vida, termina en fracaso. Dios es soberano y tiene el poder para obrar conforme a Su voluntad:

“Pero el Señor descendió para ver la ciudad y la torre que habían edificado los hijos de los hombres. Y dijo el Señor: «Son un solo pueblo y todos ellos tienen la misma lengua. Esto es lo que han comenzado a hacer, y ahora nada de lo que se propongan hacer les será imposible. Vamos, bajemos y confundamos allí su lengua, para que ninguno entienda el lenguaje del otro». Así el Señor los dispersó desde allí sobre la superficie de toda la tierra, y dejaron de edificar la ciudad. Por eso la ciudad fue llamada Babel, porque allí el Señor confundió la lengua de toda la tierra, y de allí el Señor los dispersó sobre la superficie de toda la tierra.” (Génesis 11: 5-9 | NBLA)

Infinidad de personas al igual que los habitantes de Sinar, andan detrás del posicionamiento, de ser reconocidos e, incluso, de exponer su espiritualidad a partir de una vida piadosa externa, es decir, que todos puedan ver y admirar.

LOS LOGROS NO CUENTAN, SINO RENDIRNOS A DIOS

El teólogo norteamericano, Charles Rozell Swindoll, comparte su apreciación que cobra particular vigencia hoy:

“La humanidad no aprendió la lección que Dios quería enseñarles en Babel. En lugar de eso, parece que hemos restaurado y vuelto a entronizar lo que Dios se proponía corregir. Por eso, Dios se inclina y nos dice: “Jamás lo lograrás” A pesar de eso, las modernas torres de Babel que levanta el género humano, siguen avanzando. Un evangelio de obras, un feroz asesinato de la gracia.”

Cuando nos esforzamos por exaltar nuestro sacrificio y logros, estamos desestimando la gracia de Dios. Jamás olvide que, gratuitamente, la justificación es el acto soberano de Dios por el cual declara justo al pecador que ha creído, a pesar de que continúa en un estado pecaminoso.

Por supuesto, es esencial que depositemos toda nuestra confianza en Dios y nos apropiemos de Su gracia, como enseñan las Escrituras:

“¿Qué diremos, entonces, que halló Abraham, nuestro padre según la carne? Porque si Abraham fue justificado por las obras, tiene de qué jactarse, pero no para con Dios. Porque ¿qué dice la Escritura? «Y creyó Abraham a Dios, y le fue contado por justicia». Ahora bien, al que trabaja, el salario no se le cuenta como favor, sino como deuda; pero al que no trabaja, pero cree en Aquel que justifica al impío, su fe se le cuenta por justicia.” (Romanos 4:1-5 | NBLA)

El teólogo norteamericano, Charles Rozell Swindoll, precisa lo siguiente:

“En realidad, el individuo que vive moralmente y se esfuerza en ello, no está en mejores condiciones de merecer el favor de Dios que aquél que ha hecho de su vida un desastre total y vive en constante desobediencia moral. Todo aquél que desee ser justificado eternamente debe llegar a Dios de la misma forma con base en la gracia; la justificación es un regalo y ese regalo nos llega en forma totalmente gratuita.”.

Desde esta perspectiva, que es aterrizada, todos –absolutamente todos--, somos pecadores. No hay forma de escapar del juicio, de ahí la importancia de la gracia.

ES NECESARIO EL ARREPENTIMIENTO

En tanto creamos que no solos pecadores, no contemplaremos siquiera la posibilidad de arrepentirnos. Será el orgullo el que gobierne el corazón y siempre estaremos culpando a los demás.

Cuando el patriarca Job llegó a entender la grandeza de Dios y Su misericordia, escribió:

"Escucha ahora, y hablaré; te preguntaré y Tú me instruirás”. He sabido de Ti solo de oídas, pero ahora mis ojos te ven. Por eso me retracto, y me arrepiento en polvo y ceniza»." (Job 42:4-6 | NBLA)

El arrepentimiento fue el motor que alimentó al rey David para que escribiera los Salmos 32 y 51.

NO DESESTIME LA IMPORTANCIA DEL ARREPENTIMIENTO

En el Nuevo Testamento, es un tema recurrente. Juan el Bautista hizo énfasis en el asunto, como leemos en el evangelio de Mateo:

“Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 3: 2 | NBLA)

El arrepentimiento es un paso fundamental para todos aquellos que reconocen la necesidad de volver la mirada y el corazón a Dios, como leemos en Mateo 9:13; Lucas 24: 47; Hechos 20: 21.

Una apreciación del apóstol Pablo, que resulta valiosa, es reconocer el arrepentimiento como un don que viene de Dios:

“El siervo del Señor no debe ser rencilloso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido. Debe reprender tiernamente a los que se oponen, por si acaso Dios les da el arrepentimiento que conduce al pleno conocimiento de la verdad, y volviendo en sí, escapen del lazo del diablo, habiendo estado cautivos de él para hacer su voluntad.” (2 Timoteo 2: 24-26 | NBLA)

Aquí cabe recordar lo que enseña el pastor de pensamiento reformado, William Swan Plumer (1802-1880):

El verdadero arrepentimiento es una misericordia especial de Dios. Él la da. No procede de ningún otro. Es imposible que la pobre naturaleza que ha caído tan bajo se recupere por sus propias fuerzas como para que realmente se arrepienta. El corazón está aferrado a sus propios caminos y justifica sus propios caminos pecadores con una tenacidad incurable hasta que la gracia divina ejecuta el cambio. Ninguna motivación hacia el bien es lo suficientemente poderosa como para vencer la depravación del corazón natural del hombre. Si hemos de obtener su gracia, tiene que ser por medio del gran amor de Dios hacia los hombres que perecen.”

Probablemente usted reconoce que ha pecado. El Señor está moviendo su corazón al arrepentimiento. Es el umbral para apropiarnos de la gracia divina. Recuerde que muchas personas están inmersas en una vida pecaminosa y no quieren volverse de esa condición. Afortunadamente usted sí.

Ahora, de acuerdo con las Escrituras, el arrepentimiento comparte las dos características: es un don, pero a la vez, un mandato de Dios, como enseñó el apóstol Pablo a una nutrida concurrencia en Atenas:

"Siendo, pues, linaje de Dios, no debemos pensar que la Naturaleza Divina sea semejante a oro, plata o piedra, esculpidos por el arte y el pensamiento humano. Por tanto, habiendo pasado por alto los tiempos de ignorancia, Dios declara ahora a todos los hombres, en todas partes, que se arrepientan. Porque Él ha establecido un día en el cual juzgará al mundo en justicia, por medio de un Hombre a quien Él ha designado, habiendo presentado pruebas a todos los hombres cuando lo resucitó de entre los muertos»." (Hechos 17:29-31 | NBLA)

Retomamos nuevamente las apreciaciones del pastor reformado, William Swan Plumer (1802-1880):

“La base del mandato radica en que todos los hombres en todas partes son pecadores. Nuestro bendito Salvador no tenía pecado, y por supuesto, no podía arrepentirse. Salvo esa sola excepción, desde la Caída no ha habido ni una persona justa que no necesitara el arrepentimiento. Y no hay nadie más digno de lástima que el pobre iluso que no ve nada en su corazón y su vida por lo que debe arrepentirse.

En esa dirección, es evidente que el arrepentimiento para vivir a plenitud en la gracia de Dios, opera en nuestro corazón por el Espíritu Santo y la palabra de Dios. Es lo que les permite a las personas ver la realidad y las consecuencias de su pecaminosidad y vislumbrar la misericordia de Dios en Cristo para aquellos que se han arrepentido, se afligen por sus pecados y se apartan. No es un sentimiento momentáneo.

Quien realmente se arrepiente de sus pecados, está afligido por lo dañino y que—además—le separa del Señor, pero aquel cuyo arrepentimiento es falso, está preocupado esencialmente por las consecuencias.

Su día para emprender una nueva vida es hoy. Aprópiese de la gracia de Dios por fe. Esa gracia es para usted y todos aquellos que se arrepientan de corazón.

Fernando Alexis Jiménez | Ministerios Vida Familiar | #BlogCristianosReformados

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