¿Por qué hacer un alto en el camino al pensar en el divorcio?

¿Por qué hacer un alto en el camino al pensar en el divorcio?

Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar | En Redes Sociales >> @VidaFamiliarCo

Fernando Alexis Jiménez | Editor de la Revista Vida Familiar

Cualesquiera sean las estadísticas que lea alrededor del matrimonio y el divorcio, comprobará que los reportes registran con alarma el incremento en las separaciones. Pareciera una epidemia de nuestro tiempo, la más grave—por cierto.

La situación es alarmante, sin duda. Quizá usted no se ha dado cuenta pero su relación puede estar en peligro. Progresivamente los problemas han ido minando la relación y, aun cuando no se dé cuenta, pudiera estar dándose una separación emocional que es la antesala de la separación de cuerpos.

A través de las Escrituras, Dios nos eleva una advertencia:

“Atrapen todos los zorros, esos zorros pequeños, antes de que arruinen el viñedo del amor, ¡porque las vides están en flor!” (Cantar de los Cantares 2:15. NTV)

Es imperativo comprender la urgencia de velar por nuestra familia. Si en casa de los vecinos se produjo una separación, nada nos exime de que ocurra también entre nosotros si no cuidamos la relación de pareja y con los hijos. Es allí donde toma fuerza la advertencia para cuidarnos de los pequeños zorros, factores que llevan a separación.

CUIDAR LA RELACIÓN MATRIMONIAL

Aunque el divorcio afecta generalmente a las parejas jóvenes, un hecho que no podemos ocultar es que, si dejamos que la rutina, un trato inadecuado a la pareja y vivir el día a día sin enriquecer la relación matrimonial, termina por erosionar los vínculos, y lo más probable es que en cualquier discusión emerja la posibilidad de un “divorcio”.

"Hay divorcios de gente joven que hace un par de décadas no se veían y que se daban a partir de los 10 años de casados", dice Any Krieger, psicoanalista especializada en pareja y familia y compiladora del libro Repensar los vínculos. “Ahora se separan al año, incluso con la mujer embarazada, cosa que antes también ocurría, pero esporádicamente”.

Entre los factores más comunes se encuentran los malos tratos, la infidelidad, una mala comunicación, diferencias de criterio que toman fuerza y se tornan irreconciliables al tiempo que también inciden fuertemente los problemas económicos, la autoridad en la crianza de los hijos y el respeto al espacio del otro.

Es necesario cuidar la relación. Recuerde lo que enseñó el Señor Jesús:

 “Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido.” (Mateo 19:6. Versión Popular)

Debemos hacer un alto en el camino y evaluar cómo anda la relación de pareja. Recuerde que generalmente es la mujer la que se inclina por el divorcio, porque considera que llegó al límite de sus fuerzas.

EL DIVORCIO NO ESTÁ EN LA “AGENDA” DE DIOS

El divorcio jamás estuvo ni estará en el plan eterno de Dios. Es algo que debemos entender en el proceso de eliminar la palabra “separación” de nuestro vocabulario, principalmente cuando tenemos diferencias con nuestra pareja.

Si ese término todavía ronda nuestra cabeza y golpea nuestros sentimientos, le aseguro que el enemigo espiritual aprovechará cualquier ocasión para llevarlos a pensar en la posibilidad de romper la relación matrimonial.

La Escritura relata un pasaje en el que nuestro Señor Jesús deja el asunto claro: 

“Algunos fariseos se acercaron a Jesús y, para tenderle una trampa, le preguntaron: — ¿Le está permitido a uno divorciarse de su esposa por un motivo cualquiera? Jesús les contestó: — ¿No han leído ustedes en la Escritura que el que los creó en el principio, “hombre y mujer los creó”? Y dijo: “Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre para unirse a su esposa, y los dos serán como una sola persona.” Así que ya no son dos, sino uno solo. De modo que el hombre no debe separar lo que Dios ha unido.” (Mateo 19:3-6. Versión Popular)

Cuando escuchamos esa enseñanza de labios del amado Maestro, comprendemos que por grandes que parezcan los conflictos al interior de la pareja, no podemos pensar en renunciar ante las primeras dificultades. Eso no es, al menos, lo que Dios espera.

Fue nuestro amado Padre celestial quien instituyó el matrimonio. La Palabra registra una escena de la creación:

 “Dijo entonces Adán. Esto es ahora hueso de mis huesos y carne de mi carne; ésta será llamada Varona, porque del varón fue tomada. Por tanto, dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne.” (Génesis 2:23-24).

Este pasaje es muy importante y nos debe llevar a evaluar que, si Dios concibió que los dos componentes de la pareja se unieran, no era por unos cuantos días sino por siempre. Unidad, ante todo, porque esa unidad termina incidiendo en nuestros hijos, asegurándoles solidez en sus relaciones futuras.

SÓLO UN CORAZÓN DURO PIENSA EN DIVORCIARSE

Cuando los seres humanos permitimos que el orgullo nos gobierne, no damos lugar al diálogo y cerramos toda posibilidad de perdonar a nuestra pareja cuando han ocurrido diferencias. Esa es la razón por la que está tomando fuerza inusitada el divorcio en nuestra sociedad.

El Señor Jesús, al ser interpelado por algunos fariseos, dejó el asunto muy claro:

“Ellos le preguntaron: — ¿Por qué, pues, mandó Moisés darle a la esposa un certificado de divorcio, y despedirla así? Jesús les dijo: — Precisamente por lo tercos que son ustedes, Moisés les permitió divorciarse de su esposa; pero al principio no fue de esa manera. Yo les digo que el que se divorcia de su esposa, a no ser en el caso de una unión ilegal, y se casa con otra, comete adulterio.” (Mateo 19:7-9. Versión Popular)

Si se producen diferencias, es menester que dejemos que Dios tome control de casa. Tenga presente que toda unión matrimonial comienza con la ilusión de pasar el resto de los días unidos.

Llevar a cabo el sueño ideal se torna cada vez más difícil, sobre todo cuando se van conociendo los integrantes de la pareja. ¿Hay salida? Por supuesto que sí. La encrucijada se puede resolver cuando permitimos que el Señor tome control de la relación de pareja, y comprendemos que es necesario poner freno a toda posibilidad de divorcio.

Si la hemos pronunciado como pareja, hoy es el día para pedirnos perdón y reconocer que es necedad delante de Dios. No contribuye a la relación de pareja, antes pone tropiezo. Hoy es el día de tomar una decisión: Por la unidad familiar.

Un momento, todavía no estoy convencido de capitular. Sigo con mi deseo de divorciarme”, quizá me dirá. Si es así, sigamos avanzando en este viaje.

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