¿Podemos ser perfectos?
Fernando Alexis Jiménez | @Conexión365Millares de personas en todo el mundo batallan con la frustración. Desean ser perfectos, buscan esa perfección por diversos medios, pero jamás alcanzarán ese nivel.

Por Fernando Alexis Jiménez | @Conexión365
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Una pregunta que se formulan infinidad de personas en todo el mundo. Sin embargo, la respuesta es que no. Por mucho que nos esforcemos, siempre arrastraremos la inclinación al pecado. No podremos ser perfectos (Cf. Mateo 5: 48, 22, 28; Lucas 6:27-30, 35; Romanos 3:10-18)
En ese orden de ideas, si esperamos llegar al cielo bajo principios de perfección, jamás lo lograremos.
El escritor, Chuck Smith, anota lo siguiente:
“La norma para la persona que desea ser justa delante de Dios es nada menos que perfección absoluta—no sólo esforzarse o ser sincero, sino guardar irreprochablemente todas las cosas que Dios ordenó al hombre. Claramente, aquellos que creen que pueden ganar la vida eterna con sus buenas obras tienen una comprensión distorsionada de la santidad de Dios y de lo que significa ser justo delante de Él.” (Citado en el libro: “La gracia lo cambia todo”)
Puede que sus intenciones sean buenas, pero en sus fuerzas, jamás podrá ser limpio de la pecaminosidad.
“Todos nosotros estamos llenos de impureza; todos nuestros actos de justicia son como un trapo lleno de inmundicia. Todos nosotros somos como hojas caídas; ¡nuestras maldades nos arrastran como el viento!” (Isaías 64: 6 | RVC)
Sin embargo, sí podemos pasar la eternidad con Dios. ¿De qué manera?
JESUCRISTO PROVEYÓ LA SALIDA
Ya que, humanamente no podemos ser perfectos y lo que nos espera es la condenación eterna, la única salida para evitar que fuéramos al infierno, la proveyó Jesucristo. Él murió en la cruz por nuestros pecados, para presentarnos santos y justos delante del Padre.
El apóstol Pablo escribió a los creyentes de Galacia:
"... que tengan gracia y paz de Dios el Padre y de nuestro Señor Jesucristo, el cual se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea dada la gloria por los siglos de los siglos. Amén." (Gálatas 1:3-5 | RVC)
Por la obra redentora de Jesús en el Calvario, nuestros pecados fueron límpidos:
“Ha anulado el acta de los decretos que había contra nosotros y que nos era adversa; la quitó de en medio y la clavó en la cruz. Desarmó además a los poderes y las potestades, y los exhibió públicamente al triunfar sobre ellos en la cruz.” (Colosenses 2: 14, 15 | RVC)
Ahora, gracias al sacrificio de nuestro Salvador, podemos presentarnos ante el Padre.
La cruz es el símbolo del amor de Dios por la humanidad. Es la manifestación de Su gracia infinita. En la cruz el pecado es perdonado y se purifica nuestra alma.
¿QUÉ HACE LA GRACIA DE DIOS POR NOSOTROS?
La gracia de Dios nos libra de la condenación eterna. De la mano con ese hecho maravilloso, nos permite disfrutar de una auténtica relación con Dios. No somos lo suficientemente buenos para ser justos en Su presencia, pero Cristo ya pagó el precio. Por eso, nos recibe como Sus hijos.
La gracia, entonces, genera un impacto trascendente en nuestra vida:
· Nos perdona.
· Nos transforma.
· Sana nuestro mundo interior.
· Nos libra de los sentimientos de culpa.
Chuck Smith lo explica en los siguientes términos:
“Somos perdonados por un Dios Santo, simplemente por creer en Jesucristo y en Su muerte por nosotros. Cuando depositamos nuestra confianza en Él, las acusaciones contra nosotros son borradas por completo. No es posible ser perdonados solamente por sujetarnos a un sistema legalista o religioso. Fue necesario que Cristo fuera a la cruz a fin de que Él pudiera establecer las bases por medio de las cuales yo puedo acercarme a Dios.”
El apóstol Pablo al aclarar el asunto a los creyentes de Corinto, les dijo:
“Al que no cometió ningún pecado, por nosotros Dios lo hizo pecado, para que en él nosotros fuéramos hechos justicia de Dios.” (2 Corintios 5:21; 8: 9 | RVC)
Usted tiene una nueva oportunidad para emprender una vida renovada. Aprovéchela hoy. Aprópiese de la gracia de Dios. Ábrale las puertas de su corazón a Jesucristo.
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