Pandemónium

Pandemónium


Capítulo 12

Página 13 de 54

Todo pasa tan rápido que apenas puedo procesar lo que sucede. El cuerpo de Mikhail impacta contra mí con una brutalidad que me deja sin aliento, el poder de los Estigmas en mi interior hace su camino hacia afuera a toda velocidad y se envuelve alrededor de su cuerpo, pero no logra aferrarse a él. Ni siquiera logra penetrar en la densa energía oscura y espesa que lo envuelve antes de que mi espalda golpee contra la pared más cercana.

Una oleada de intenso dolor me recorre entera y un grito ahogado se me escapa de los labios.

Haru grita algo en la lejanía, pero no puedo entender lo que dice. Tampoco me importa demasiado en estos momentos. Trato de concentrar toda la atención en la criatura que se ha apoderado de mi cuello y que aprieta de él con tanta fuerza que me impide respirar. Que me impide, incluso, moverme.

Los hilos de los Estigmas sisean furiosos, pero no consiguen aferrarse a él. Ni siquiera consiguen penetrar en esa oscura bruma que exuda del cuerpo y que parece protegerlo de todo. De mí…

Pánico total se detona en mi interior cuando sus dedos se cierran aún más alrededor de mi tráquea y jadeo. Jadeo en busca de aire mientras que los ojos se me llenan de lágrimas.

Clavo las uñas en la piel de sus brazos, en un desesperado intento por hacerle daño y obligarle a soltarme, pero nada ocurre. El agarre es tan poderoso y doloroso, que temo que pueda romperme el cuello antes de que la asfixia me asesine.

Pataleo con brusquedad, las hebras de energía tratan de aferrarse a lo que sea que pueda ayudarme y puedo sentir cómo las heridas de las muñecas se me abren con el esfuerzo descomunal que hace mi anatomía.

Un gruñido retumba en toda la estancia cuando los Estigmas logran colarse entre esa armadura de oscuridad que ha creado para sí mismo y se aferran a él. Pese a eso, cuando tiro de ellos para obligarle a apartarse de mí, apenas consigo alejarlo lo suficiente para permitirme a mí misma arrastrarme lo más fuera posible de su alcance.

Mis pulmones luchan por recuperar el aliento mientras toso violentamente, mi vista está manchada con puntos oscuros, el mareo es tan intenso que siento como la habitación entera gira, y me siento tan aturdida que no consigo moverme como me gustaría.

Una mano se cierra en mi tobillo y tira de él con tanta fuerza que pierdo el equilibrio y golpeo el suelo con estrépito. Un grito ahogado se me escapa en el proceso y, pataleo para liberarme sin conseguirlo del todo.

Los Estigmas siguen envueltos alrededor del demonio de los ojos grises. Siguen tratando de penetrar en la espesa bruma de energía demoníaca que lo envuelve, pero apenas consiguen abrir camino hacia su interior y colarse para intentar contenerlo.

Un rugido violento reverbera en todo el lugar y me eriza los vellos de la nuca. El pánico que siento ahora mismo es tan visceral y abrumador, que apenas puedo concentrarme. Que ni siquiera soy capaz de pensar con claridad.

El agarre en mi tobillo es tan violento, que se ha vuelto doloroso y, justo cuando trato de forcejear para liberarme, tira de mí una vez más, arrastrándome unos centímetros del lugar en el que me encontraba.

Los hilos que lo envuelven tratan de apartarlo de mí, pero no consiguen demasiado. Es solo hasta que otro estallido de energía proveniente de algún otro lugar llega a nosotros, que soy capaz de apartarlo de mí lo suficiente como para avanzar a gatas lo más lejos posible de él.

Es hasta ese momento —cuando me alejo—, que me atrevo a girarme y encararlo. Ahí está, agazapado a unos pies de distancia, con esa mirada blanquecina y brillante clavada en mí —como si de un animal en plena cacería se tratase—, el ceño fruncido en un gesto furioso y postura animalesca.

No hay nada humano en la forma en la que se encuentra acuclillado y usa los brazos para equilibrar el peso de su cuerpo. En la manera en la que olisquea en mi dirección e inclina la cabeza, como si se tratase de una bestia curiosa, atenta al siguiente movimiento de su presa. Ni siquiera luce afectado por el ataque que acaba de recibir por parte de Haru —asumo que ha sido Haru—. Ni siquiera luce herido o afligido ante lo que acaban de hacerle, o a la forma en la que los Estigmas tratan de mantenerlo contenido y eso, por sobre todas las cosas me aterroriza.

Él no es Mikhail. Sea lo que sea que es esta criatura delante de mí, no es Mikhail. No hay ni un ápice de humanidad en su mirada. Ni un ápice de reconocimiento, remordimiento o cualquier clase de emoción que no sea la cruda y cruel expresión en blanco que muestra.

Haru, ansioso y desesperado, grita algo desde algún punto de la estancia, y suena como si él también pudiese notar que Mikhail no es él mismo en estos momentos.

El terror incrementa otro poco.

El corazón me late a toda marcha, las manos me tiemblan de manera incontrolable y los Estigmas sisean, sintiéndose amenazados por esta nueva energía que les rodea y que es impenetrable para ellos. Yo, a pesar de eso, no puedo apartar la vista de él. No puedo dejar de concentrarme en la forma en la que el poder destructivo que llevo en el interior se aferra a él para mantenerlo donde se encuentra.

Él no parece querer hacer nada para desperezarse de mí, pero tampoco luce como si los hilos que lo envuelven estuviesen haciéndole daño. Se siente como si, a voluntad, él hubiese decidido quedarse así, mirándome a detalle, como si fuese la presa más fascinante con la que se ha topado en su vida.

Alguien grita algo en la lejanía. Una voz aterradoramente familiar me invade la audición y eso es suficiente para que los instantes de paz terminen. Es suficiente para conseguir que Mikhail ruja y una ola de energía oscura lo invada todo.

Se abalanza sobre mí una vez más.

Las hebras de los Estigmas tejen su camino con tanta velocidad, que ni siquiera puedo procesar lo que hacen. Que ni siquiera soy capaz de predecir lo que harán hasta que, sin más, veo como Mikhail sale despedido al impactar contra el campo de energía que han creado a mí alrededor.

Un gruñido sorprendido escapa de los labios del demonio, pero logra amortiguar su caída unos instantes antes de dejarse ir sobre mí una vez más.

Las muñecas me sangran llegados a ese punto, pero estoy lista para recibirlo y repeler su ataque.

Su cuerpo impacta contra la red tejida por los Estigmas, pero él también está preparado ahora y arremete con más fuerza. Está claro que él también sabía qué era lo que le esperaba al atacarme, es por eso que, con toda la fuerza que puedo, tiro del lazo que nos une. Tiro hasta que su gesto se llena de pánico y confusión, y un grito ahogado se le escapa.

Luego, se dobla en sí mismo en un gesto doloroso.

Los Estigmas aprovechan esos instantes de distracción y, pese a que trato de contenerlos un poco, se envuelven alrededor de él y se tensan con violencia. Esta vez, la energía oscura parece haber disminuido y son capaces de afianzar su agarre con tanta brusquedad que cantan y ronronean en aprobación.

Entonces, tiran. Tiran con tanta violencia que un grito antinatural escapa de la garganta del demonio y arrancan otro de la mía. Que hacen que la criatura frente a mí caiga de rodillas al suelo mientras ellos se alimentan y absorben cuanto pueden de ese poder suyo tan abrumador.

La sangre que me brota de las muñecas me moja las palmas y me gotea entre los dedos, pero no puedo detenerme. No puedo —quiero— parar de absorber la vida fuera de Mikhail.

—¡Bess! —La voz familiar inunda mis oídos, pero no me detengo. Ni siquiera trato de averiguar quién pronuncia mi nombre—, ¡Bess, detente! ¡Bess!

Aprieto la mandíbula y los puños.

No voy a detenerme. No quiero hacerlo. Voy a hacerle pagar por todo. Voy a hacer que desee haberme asesinado en aquella azotea. Voy a hacer que se arrepienta de todo el daño que me hizo.

—¡Bess, basta ya! —Grita la voz una vez más, pero la ignoro por completo. La ignoro, porque los Estigmas cantan y se estremecen debido a la emoción que les provoca alimentarse de alguien tan poderoso como él. Porque algo dentro de mí —oscuro, retorcido y cruel— exige que no me detenga hasta acabar con su existencia. Hasta que su energía se reduzca a ser un remedo de… nada.

Un gruñido me abandona los labios cuando Mikhail se desploma en el suelo. El alarido de dolor que le acompaña a su caída es tan satisfactorio como aterrador y me aferro a él y al mar de emociones encontradas que me golpea cuando alza la vista y sus ojos encuentran los míos.

Algo ha cambiado en ellos. Algo es diferente en el instante en el que alza la mirada para encararme.

El tono blanco aterrador que teñía sus irises se ha pintado de tonalidades doradas. Se ha teñido de un color tan brillante y antinatural, que le dan un aspecto extraño. Es entonces, cuando algo en su mirada se torna distinta. Cuando una especie de reconocimiento parece inundarlo, y una emoción poderosa y desconocida lo llena. Algo doloroso también llega a mí a través del lazo que compartimos y me siento aterrorizada y fascinada. Confundida y horrorizada en partes iguales.

—V-Vete de aquí —gruñe entre dientes, con esa voz ronca tan suya, y el mundo entero se sale de su eje—. ¡Vete de aquí, Bess! ¡Ahora!

—¡¿A qué diablos estás jugando?! —grito, medio furiosa con él por lo que está haciendo, y medio horrorizada.

—¡Bess, aléjate de mí! ¡Huye! ¡Vete lejos! —dice y, en ese momento, sus ojos se transforman.

La tonalidad dorada desaparece de inmediato y el blanco lo invade todo. Un gruñido aterrador se le escapa y, pese al daño que le hacen los Estigmas, se abalanza sobre mí.

Alguien grita mi nombre. Algo impacta contra mí y me toma por el cuello hasta estrellarme contra algo duro y áspero. Por el rabillo del ojo, soy capaz de ver cómo alguien trata de atacar al demonio, pero algo parece empujarlo antes de que siquiera pueda acercarse. Gritos, caos y dolor me invaden los sentidos, y no puedo respirar. No puedo dejar de jadear en busca de aire mientras, desesperadamente, me aferro a Mikhail como puedo y presiono las palmas contra su cara para empujarlo lejos con toda la fuerza que poseo en este cuerpo tan humano.

Es en ese instante, cuando lo siento…

Al principio, es tan imperceptible, que apenas puedo notarlo. Es tan suave y ligero, que ni siquiera tengo oportunidad de detectarlo hasta que el lazo, los Estigmas, y todo mi cuerpo son capaces de percibirlo en su totalidad.

La familiar energía helada que se cuela en mi interior a través del lazo que me une a Mikhail es tan agobiante y arrolladora, que me toma unos instantes descubrir de qué se trata.

Es la energía angelical de Mikhail.

Es el poder angelical que alguna vez hizo su nido en mi interior, y que ahora parece buscarme a través del lazo que me ata a la criatura contra la que trato de luchar.

«¿Cómo es eso posible?».

La resolución de lo que está ocurriendo cae sobre mí y me golpea con tanta brutalidad, que me quedo en el limbo. Que me quedo quieta, tratando de procesar lo que sucede. Los Estigmas, pese a todo, son más rápidos y piensan en mi supervivencia, ya que, sin siquiera preguntar, se aferran a la energía que trata de llegar a mí y la absorben con tanto ahínco, que un grito ahogado se me escapa cuando soy envuelta por ella.

Entonces, ocurre…

El hormigueo en mis palmas se transforma en un ardor intenso y doloroso y, de pronto, un haz de luz expide de ellas. Una luz incandescente me ciega por completo y le hace gritar. Me hace gritar a mí también y nos funde en una espiral de energía atronadora y estridente.

El lazo que nos une se estira más allá de sus límites, los Estigmas se repliegan en sí mismos, huyendo del estallido de poder que comienza en mis manos y se funde en su interior; en la bruma densa y oscura que lo invade de pies a cabeza.

Gritos, órdenes ladradas en un idioma desconocido y caos lo llenan todo, pero no puedo moverme. No puedo ver nada más que luz, siluetas y sus ojos. Esos ojos blanquecinos que, poco a poco, se tiñen de gris y dorado. Que, poco a poco, cambian la frialdad y la crueldad por una expresión horrorizada y angustiada.

Sus manos dejan de presionar con fuerza. Sus dedos se aferran al material de la sudadera que llevo puesta y su frente se une a la mía con desesperación. Su cuerpo sufre espasmos violentos y dolorosos, y un gruñido poderoso se le escapa cuando la energía angelical me abandona de golpe y un haz de luz brota desde su omóplato herido.

—No quiero hacerte daño —gruñe, en un susurro desesperado, pero no se siente como si estuviese hablando conmigo—. Por favor, no quiero hacerte daño.

Otro espasmo convulsiona su anatomía y un alarido de dolor se le escapa cuando el ala de luz que ha brotado en su espalda se extiende más allá de sus límites y alcanza un tamaño abrumador. Entonces, luego de unos instantes eternos, la luz se apaga y él se desploma en el suelo sobre mí.

El peso de su cuerpo me aprisiona y me asfixia un poco, pero no me aparto. No hago otra cosa más que aferrarme a él, adolorida, agotada y temblorosa.

Sus alas —una luminosa y una de murciélago— están extendidas y nos cubren casi por completo. No me pasa desapercibido el calor apabullante que emana esa que está hecha de luz y aquí, tumbada en el suelo de esta habitación, no puedo dejar de preguntarme qué carajos acaba de pasar. Qué demonios es lo que acaba de ocurrir con él, conmigo y con el lazo que nos mantiene atados.

—¡Bess! —El grito ahogado que llega a mí hace que, luego de unos instantes de aturdimiento, alce la vista.

De inmediato, me encuentro con la figura descompuesta y desaliñada de Jasiel. El hollín ha manchado su piel y las heridas en su perfecto rostro lucen extrañas y antinaturales en él. Lleva las alas extendidas y la remera que le vestía está hecha jirones. Lleva, también, una mano aferrada a un costado, como si este le doliese, o como si tratase de cubrir alguna parte adolorida en su torso y, por la manera en la que camina, casi puedo jurar que se encuentra muy —muy— malherido.

—¡Aléjala de él! —dice alguien —creo que es Arael— a sus espaldas, pero no le pongo demasiada atención. Me concentro en tratar de absorber el escenario que me rodea.

La habitación está completamente destruida. La pared que daba a la entrada principal se ha reducido a escombros, el fuego —pese a que ha mermado un poco— aún consume algunos de los muebles que decoraban el lugar y, por si eso fuera poco, creo que hay un ángel muerto en el suelo de la estancia, ya que no se mueve en lo absoluto.

Pánico, terror y confusión se arraigan en mi sistema, pero me las arreglo para empujarlo todo lejos, antes de encarar a Jasiel una vez más.

—¿Q-Qué está pasando? ¿Dónde está Haru? —Mi voz suena ronca y débil. Dolorida.

Jasiel hace un asentimiento en dirección a un rincón de la habitación y, de inmediato, soy capaz de mirar al chiquillo de aspecto oriental. Luce aterrorizado, sucio y hay sangre bañando su rostro. Con todo y eso, no luce herido de gravedad.

Sus ojos están clavados en mí y están llenos de una emoción que no logro descifrar. De una admiración que no estaba en ellos antes y de un terror que me hiela los huesos.

—Bess, necesitas apartarte de Mikhail. —La voz de Jasiel es ronca y tranquila, pero hay un filo tenso en ella—. Ven aquí.

Sus manos se estiran en mi dirección, en la espera de que las tome, pero no lo hago. Me quedo aquí, con los brazos entumecidos alrededor de Mikhail y el corazón latiéndome a toda marcha.

—¿Qué está pasando? ¿Por qué nos atacó? ¿É-Él nos…? —No puedo terminar de formular la pregunta. No me atrevo a pronunciarla porque el solo pensarla —pensar en Mikhail traicionándonos de nuevo— me hace sentir miserable.

Poco a poco, un nudo empieza a formarse en mi garganta, pero trago varias veces para deshacerlo.

—No, Bess. —Jasiel se apresura a decir—. No es lo que crees. Ven aquí. Necesitamos ponerte a salvo. No sabemos si ha vuelto a ser él.

—¿No saben si ha vuelto a ser él? ¿Qué se supone que significa eso? ¿Qué diablos está pasando aquí? —La angustia es tanta, que mi voz la refleja a la perfección. Ni siquiera me molesto en tratar de ocultarla.

—Bess…

—No. —Lo corto de tajo—. Dime qué diablos está pasando. ¿Qué carajos acaba de pasarle a Mikhail?

Los ojos del ángel se cierran en ese momento y, sintiéndome impotente y aterrorizada, aprieto la mandíbula hasta que él me encara de nuevo.

—Mikhail no está bien, Bess —dice, al cabo de unos largos instantes—. La energía demoníaca y angelical que habitan en él no han conseguido el equilibrio que requieren. Ninguna de las dos partes ha vencido aún y él… —Deja escapar un suspiro tan cansado, que casi se siente como si el ángel que tengo enfrente fuese un humano y no una criatura celestial—. Tiene esta clase de… episodios.

La información se asienta en mi cabeza, pero no logro digerirla del todo.

—¿Episodios?

—Hay una lucha en su interior, Bess. —La voz de Jasiel es seda ahora. Tan suave y neutral, que se siente como si su único objetivo fuera el mantenerme en calma—. La luz contra la oscuridad. Lo que acabas de presenciar, ha sido una batalla ganada por la oscuridad. Una dominación completa de la oscuridad en su interior.

Sacudo la cabeza en una negativa frenética.

—No —digo, al tiempo que siento cómo los ojos se me llenan de lágrimas—. Él recuperó su parte angelical. Él recuerda. Él…

—Sí —me interrumpe—. Él recuerda y recuperó su parte angelical… pero la demoníaca no se ha marchado. Sigue ahí y, hasta que la energía angelical que lleva dentro logre transformar a la demoníaca, estas cosas seguirán ocurriendo.

Trato de asimilar lo que acaba de decirme, pero no lo consigo. No logro hacerme a la idea de que algo así sea posible.

—No. —Niego una y otra vez—. No es cierto. Es imposible. Él es un arcángel…

—No, Bess. No lo es. —Jasiel suena cada vez más contundente—. Mikhail no es un demonio, pero tampoco es un ángel. No todavía. No hasta que alguna de las dos partes gane. —Hace una pequeña pausa, como si estuviese tratando de decidir si decirme o no algo más, pero la resolución llega a su rostro casi de inmediato y añade—: Ese es, en parte, el motivo por el cual se ha mantenido alejado de ustedes. De ti…

«Está tratando de protegerte», susurra la voz en mi cabeza, y mi pecho se calienta con una emoción familiar y dolorosa. En respuesta, y como si hubiese sido capaz de escuchar y entender todo lo que Jasiel ha dicho, siento un tirón en el lazo que me une a Mikhail.

—Oh, mierda…

—Bess, por favor, ven aquí. —Jasiel extiende una mano en mi dirección, pero no la tomo. No hago otra cosa más que aferrar las manos en el chico inconsciente que yace sobre mí.

—¿Desde cuándo le pasa? —inquiero, en un susurro tembloroso.

—Desde que recuperó su parte angelical. —Jasiel sigue con la extremidad alargada hacia mí, pero no la tomo.

—¿Por qué nunca me dijo nada? —La voz se me quiebra y el gesto de Jasiel se llena de disculpa y tristeza.

—No quería angustiarte —dice—, y nos prohibió que te lo dijéramos. Él solo trataba de protegerte.

En ese momento, lo pierdo completamente. El llanto hace su camino fuera de mí y me llena el pecho de una sensación dolorosa y cálida al mismo tiempo.

Mikhail siempre ha sido así. Siempre ha pensado en mí primero que en él y yo no he hecho más que ser egoísta. Más que cerrarme en mí misma, y en la traición, y en todo aquello que me hirió y lastimó. No he hecho más que juzgarle por aquello en lo que se ha equivocado, sin ser capaz de recordar todo aquello que ha sacrificado por mí.

«¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?», digo, para mis adentros, pero ni siquiera sé si estoy recriminándomelo todo a mí o a él. Si estoy reclamándole el no haberme hablado sobre esto antes; o a mí misma, por no querer aceptar que no todo ha sido malo. Que no todo han sido traiciones y malos ratos.

Mis manos se aferran al cuerpo lánguido de la criatura inconsciente que descansa sobre mí y lloro. Lloro mientras lo abrazo y me fundo en el mar de sentimientos y sensaciones encontradas que colisionan en mi interior; y me deshago aquí, al tiempo que susurro una y otra vez cuánto lo siento. Cuánto lamento todo aquello que ha sacrificado y todo lo que ha perdido gracias a que tomó la decisión de protegerme.

Jasiel trata de llegar a mí, pero no le presto atención. Ni siquiera me molesto en dirigirle una sola mirada porque estoy aquí, aferrándome a Mikhail como si no conociera otra cosa en el mundo capaz de anclarme a la realidad. Porque estoy aquí, sintiéndome al borde del precipicio y con el corazón hecho jirones; mientras él, una vez más, está sufriendo las consecuencias de su inmolación por mí.

Ir a la siguiente página

Report Page