Palestina: cuerpos, arte y lucha

Palestina: cuerpos, arte y lucha

Yaima Elena Rodríguez Alomar

Intercambiar en el curso Escritos sobre el cuerpo: estética feminista situada y decolonialidad del poder me permitió ser parte del diálogo con algunos textos, conceptos y obras de artivistas de Palestina. Desde mi propio lugar de enunciación como mujer cubana, reflexionar sobre Palestina es una cuestión ética y política, con un profundo sentido de solidaridad desde Cuba en el Caribe rebelde.

En el texto La Amnesia del Imperio: los muros del racismo, el apartheid y el ancho mar de las estrellas, Bidaseca (2018) visibiliza Palestina, recorre sus luchas, sus resistencias como pueblo y las múltiples violencias hacia las mujeres, sobre todo, a raíz de la guerra de 1948 donde se erige Israel como Estado, en un acto de ocupación ilegal del territorio palestino. Este proceso, cuyas consecuencias fueron también diversas de acuerdo a la clase, secta, género, edad, posición económica (Sayigh, 2017), no lo cuenta ni la historia ni la cartografía oficial.

Si miramos muchos de los mapas que aparecen en internet mostrando la región, podemos leer la reducción considerable del territorio, que se muestra desde 1947.  Esta cartografía colonial omite y reduce. Ya lo diría Galeano (1998) “El mapa miente. La geografía tradicional roba el espacio, como la economía imperial roba la riqueza, la historia oficial roba la memoria y la cultura formal roba la palabra”.

Las violencias y resistencias no se recogen en estos mapas, ni las cuenta la historia oficial que siempre es obra del colonizador. Sin embargo, “la memoria palestina logró, contra las omisiones y silenciamientos, reunir las astillas contra el olvido” (Bidaseca, 2018) y contarse desde sus testimonios, sus narrativas y su arte. Este texto, así como Nakba. Palestina, 1948, y los reclamos de la memoria (2017), son muestras de una historia contada desde los saberes y vivencias de las personas colonizadas. Son textos que apoyan la presencia de un territorio, para muchos olvidado y ausente. El posicionamiento feminista, anticolonial y antimperialista, sustenta los análisis como un acto de justicia epistémica.

En contextos de ocupación y militarización de territorios en el Sur global, es esencial reflexionar sobre el lugar de los cuerpos de las mujeres. En este lado de la línea abisal, de la inexistencia, del no reconocimiento, de la subhumanidad (de acuerdo a Boaventura de Sousa), la existencia está condicionada desde otros ojos, subordinada al hombre, blanco, occidental e incluso, a la mujer blanca occidental. Si el mundo colonial procura reducir al colonizado a un ser inferior que habita en una zona de “no ser” (Meneses, 2018; Fanon, 2009), ¿qué ocurre con los cuerpos racializados de las mujeres? 

Estos cuerpos, constituyen las colonias más antiguas de la humanidad. “En la piel de estos cuerpos feminizados recolonizados, se escriben hoy los guiones de los fundamentalismos coloniales globales (culturales, religiosos, económicos, geopolíticos y epistémicos)” (Bidaseca, 2018:21; 2017:19). Son cuerpos sometidos a múltiples dominaciones, explotados económicamente, excluidos socialmente, discriminados por la raza, la etnia, el género, la orientación sexual.

En Palestina, con la militarización del territorio, los cuerpos adquieren una diversidad de sentidos. Cuerpos violentados, cuerpos archivos, cuerpos en resistencia y reexistencia, cuerpos que expresan la herida y la cicatriz colonial. 

En los territorios bajo esta situación de dominio y sujeción, las violaciones a las mujeres son asumidas como armas de guerra (Bidaseca, 2018). De manera brutal, esto es evidente en el texto La violación de Qula, una aldea palestina destruida. En este relato, se explican los cruentos sucesos ocurridos durante los ataques, en los que, de manera reiterada, “una mujer palestina era violada por un soldado israelí”. La escritura constituye aquí un acto político, porque no solo representa el pasado, sino también lo moldea. El testimonio de las mujeres es necesario para construir/reconstruir la historia. Las palabras determinan qué se recuerda y qué se olvida (Slyomovics: 2017).

Las historias de las mujeres de la Nakba también nos muestran las memorias de los cuerpos desplazados. Caminando, en botes, con niñas y niños pequeños, embarazadas, ancianas. La migración forzosa y la idea del retorno, esculpen la cicatriz colonial que se estampa para toda la vida.

Las vivencias de desplazamiento han sido profundamente expresadas por artivistas de Oriente Medio. No como acto de victimización, sino de vida, reexistencia y liberación. La práctica artística permite otra forma de relacionamiento, construye otros significados desde la corporalidad y la sensorialidad. Nos permite, desde distintos lugares de enunciación, acercarnos a diversas experiencias, compartir saberes y sentidos en diversos lenguajes.

Estas ideas fuerza, guardan una profunda conexión con la obra de las artivistas Emily Jacir y Mona Hatoum que disputan el campo de lo político cultural desde sus vivencias en el exilio. Comparten identidad y práctica artística. Aportan a la construcción de la memoria histórica, que se torna presencia de Palestina en el mundo, en un sentido descolonizador, antipatriarcal y antimperialista.

Memorial. Emily Jacir

https://www.documenta14.de/en/artists/22266/emily-jacir

La tienda de refugiados que instala Emily Jacir en su estudio de Nueva York, constituye un Monumento donde colectivamente se bordaron con hilo, los nombres de las 418 aldeas palestinas que fueron destruidas y ocupadas por Israel en 1948. La memoria de la Nakba es a la vez un pasado y un presente, una reflexión sobre la ocupación y el despojo que aún no termina. La obra coloca un cuestionamiento a la prohibición de las personas palestinas de volver a su tierra. Es el reflejo de la cicatriz colonial que permanece porque el dolor de la imposibilidad del retorno, no ha sido sanado. 

Traffic II . Mona Hatoum

https://www.jstor.org/stable/10.2307/26634979

Las obras de Mona Hatoum reflejan de manera recurrente el exilio y la distancia del hogar. Traffic II puede ser la metáfora del retorno expresada en un objeto que simboliza el viaje. También el movimiento en ambas direcciones, el éxodo y el retorno. Es la representación de las vidas “entre”, en el camino, el tránsito. Los cabellos conectan desde lo sensorial con el mundo exterior, cual si hubiese un cuerpo escondido necesitado de refugio, del que solo esa parte puede ser visible. Mona Hatoum pone en evidencia más que un deseo personal y colectivo, un derecho del pueblo palestino al movimiento libre. Un derecho a la soberanía.  

Ante esta urgencia, como expresa Bidaseca (2018), hay una apatía del mundo, como si nada sucediese en Palestina. Mientras, continúa el uso de la fuerza indiscriminada contra civiles, la expansión ilegal de los asentamientos israelíes, la demolición de las propiedades palestinas, las políticas agresivas y prácticas colonizadoras (MINREX, 2019). Así lo recuerda Lina Meruane cuando en el texto Volverse Palestina se refiere a la ocupación del territorio: “Gaza parecía cerrada con candado. La llave se la había tragado Israel” (2013: 61)

Mbembe (2011:52), al analizar los mecanismos del necropoder en el contexto de la ocupación colonial, refiere que la ocupación en Palestina es un encadenamiento de poderes múltiples: disciplinar, biopolítico y necropolítico. Su combinación resulta en una absoluta dominación sobre los habitantes del territorio conquistado. De esta forma hay una fragmentación del espacio, un acceso prohibido que impide el movimiento, expulsiones, campos de refugiados, establecimiento de nuevas colonias. 

La violencia permanente que se ejerce contra los cuerpos, las subjetividades, las comunidades y territorios palestinos, es una expresión de cómo el Norte Global se atribuye el derecho a decidir sobre la vida y la muerte. Esta situación ha sido denunciada por Cuba en múltiples ocasiones ante organismos internacionales, en los que el Ministerio de Relaciones Exteriores (MINREX) se ha pronunciado a favor de los derechos inalienables del pueblo palestino.

Entre las principales denuncias han estado:

-         Las acciones unilaterales e ilegales de Estados Unidos e Israel y su obstrucción reiterada para que el Consejo de Seguridad no condene la escalada de violencia en Palestina.

-         El bloqueo de la Franja de Gaza y los trágicos acontecimientos ocurridos desde el 30 de marzo del 2018.

-         El reconocimiento de la Ciudad de Jerusalén como capital de Israel, y el establecimiento de la representación diplomática de Estados Unidos en esta ciudad, irrespetando su estatuto histórico y vulnerando los intereses legítimos del pueblo palestino.

-         El llamado “Acuerdo del Siglo”, elaborado por Whashington, en el que se desconoce la solución de dos Estados.

-         El uso de la fuerza desproporcionada y la incautación de estructuras de propiedad palestina.

-         La política anexionista hacia los territorios palestinos del Valle del Jordán y otras partes de Cisjordania y de Jerusalén Oriental. (MINREX, 2019; 2020)

Entre los reclamos fundamentales han estado:

-         El llamamiento al Consejo de Seguridad para exigir a Israel el fin inmediato de la ocupación de los territorios palestinos y de las prácticas colonizadoras.

-         El derecho del pueblo palestino a la libre determinación y a disponer de un Estado independiente y soberano, así como el derecho al retorno de las personas refugiadas.

-         El respaldo del ingreso de Palestina como miembro pleno de las Naciones Unidas. (MINREX, 2019; 2020)

Este posicionamiento en el terreno internacional, justo y necesario ante tanta invisibilización, es coherente con una política de solidaridad de Cuba entre los pueblos del Sur Global.

Mientras pensaba este escrito, una amiga muy querida cuya familia es de ascendencia Palestina, publicó una foto en sus redes sociales. En ella se muestra la bandera de Palestina ondeando, con el texto al pie “Mi otra bandera”. Esto fue el 22 de julio de 2020, un día después de que Cuba volviera a denunciar las violaciones de Israel, que continúan ocurriendo aún en medio de la Pandemia Covid- 19.

Sin quererlo, esa imagen me llevó nuevamente a todo lo vivido en este curso que ha sido desde el sentir- pensar. Quizás a mi amiga le pase como a Lina Meruane en Volverse Palestina, como al poeta Mahmud Darwish, o como a Mona Hatoum con su maleta: Siente en lo más profundo a Palestina. Palestina nos llama. 



Bibliografía consultada y citada.

Ahmad, S., & Abu-Lughod, L. (2017). Nakba, Palestina, 1948 y los reclamos de la memoria . Buenos Aires: CANAÁN.

Bidaseca, K. (2017). La Revolución será feminista o no será. Buenos Aires: Prometeo Libros.

Bidaseca, K. (2018). La amnesia del imperio: los muros del racismo, el apartheid y el ancho mar de las estrellas. Buenos Aires: SB.

Fanon, F. (2009). Piel negra, máscaras blancas. España: AKAL.

Galeano, E. (1998). Patas arriba. La escuela del mundo al revés. Siglo Veintiuno.

Mbembe, A. (2011). Necropolítica. España: Melusina.

Meneses, M. P. (2018). Colonialismo como violência: a “missão civilizadora” de Portugal en Moçambique Revista Crítica de Ciencias Sociales.

Meruane, L. (2013). Volverse Palestina. México: Literal Publishing.

http://www.minrex.gob.cu/es/cuba (Varios post)


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