PRONUNCIARSE

PRONUNCIARSE

Llevado a Telegraph por La Manigua • Revolución Pa' Rato

Javier Gómez Sánchez

(Recordando la estrategia de ¨la contrarrevolución preferible¨ y el abandono del fidelismo real)


Hoy se aprobará, no hay que dudarlo, la versión que se consideró como final de la Ley de Comunicación. Lo más probable es que se haga por unanimidad, como dicta la tradición de nuestro modelo, en el que se supone que cuando una ley llega a ese momento final, es porque se considera que hay ya un consenso absoluto en torno a ella. A no ser que algún diputado vote en contra, y al menos quedaría como un gesto simbólico.

La Ley ha sido un combate ideológico, en el que las fuerzas que la promovieron en su versión final, habían ocupado en las mentes el terreno cultural, subjetivo, y tal como lo describe Gramsci, fueron avanzando, mientras otras fuerzas también culturales habían ido en retroceso, dejando terreno ideológico bajo la presión del pragmatismo, el miedo a parecer y ser acusadas de conservadoras, de inmovilistas, bajo el ¨imagínate tú¨ y el ¨ ¿qué otra cosa podemos hacer? ¨, ante el empuje de la falsa dialéctica. Mañana habitaremos en un país donde los medios del Estado pretenderán vivir de la publicidad, la que nos venderá las bondades del consumo en el sistema capitalista emergente en Cuba, a las que podremos acceder si tenemos el dinero para eso. Los que no lo tengan (que hoy somos todos los que todavía trabajamos para el Estado, y los que aportamos el mayor beneficio social), se conformarán con mirar la publicidad, de como la elite económica surgida utiliza los medios públicos para emitirse publicidad a sí misma… En definitiva, así es en todas partes. ¿Quién nos hemos creído los cubanos para pretender ser diferentes? Seremos un país donde será legal que haya medios privados, ¨especializados¨ claro…cualquiera dirá que no hay que preocuparse tanto, incluso, lo que hay que hacer es tratar de hacerse un medio, si aquí todos podemos ser ¨emprendedores¨.

Al menos quedó como un combate donde algunos expresamos nuestro desacuerdo, lo que demuestra que la manipulación no funciona con todo el mundo. De alguna manera el texto final, a diferencia de los anteriores, apoya más a los periodistas, y obliga a los funcionarios ante el deber de la comunicación pública. Que eso se cumpla dependerá de que se defiendan esos valores, que es de lo poco verdaderamente revolucionario (de aquella Revolución con mayúsculas) que tiene la Ley.

Hoy todos miramos a los bochornosos hechos ocurridos con Buena Fé, que mueven a la indignación, y que consisten en eso, en acosarnos, en perseguirnos, en acorralarnos, pero, sobre todo, en ese estado permanente de cosas, distraernos. Sí, porque con violencia también se distrae a las víctimas de las cosas importantes. Incluso, tratando de librarse, las victimas llegan a compartir la lógica de sus verdugos. Huyendo del hacha se elogia el lazo de seda que nos estrangulará. Y en la búsqueda de aire, de quitarse los golpes de arriba, de buscar un espacio para respirar, uno termina mirando como algo empático a esa ¨contrarrevolución preferible¨, que no te persigue, que no te insulta, ni te escupe, ni interrumpe conciertos, ni te acosa en una cafetería. Sino que te hace una entrevista, organiza eventos para emprendedores, (ya no son historiadores ni profesores de derecho, ni ¨científicos sociales¨, esa etapa quedó atrás, ahora son comunicólogos del mercado) vela porque nada se detenga en la transición del socialismo a esa economía de mercado, insiste en ponerle rostro e identidad política. Incluso han logrado espacios como asesores, pues ya los asesores económicos no asesoran como mantener el socialismo, sino en como avanzar mejor hacia el capitalismo, como parte de la mayor penetración lograda por la guerra cultural, que no es una guerra que se limita a lo ¨cultural¨ de las artes. La concepción ideológica de la economía es también cultural. Asesores desde la ¨oposición leal¨ y los ¨laboratorios de ideas¨, los que han sido el brazo sutil e ideológico de la guerra híbrida de la que también forma parte el Bloqueo, que crea las condiciones de desesperación económica en las que se va imponiendo la privatización de la vida como única solución.

Nada de esto significa pretender que no se intente convivir con el sector privado, que defendimos en su momento que existiera, y que, si se permitió, fue porque se consideró que el Estado socialista era lo bastante fuerte como para convivir con él. No es lo que estamos viendo ahora, un Estado débil y en retroceso, en el que resulta un negocio su incapacidad, pues permite la corrupción que trae la privatización de las actividades que antes realizaba. La desaparición del Estado en zonas completas de la economía, de los servicios, de la gastronomía, de la capacidad de hacer equilibrio en los precios, según se asesora, ¨porque el Estado no tiene que estar en eso, el Estado solo tiene que estar en las grandes cosas¨, esa desaparición no fue por la que se votó en la Constitución. Sino por la convivencia equilibrada de las tres formas de propiedad en la economía. Pero cualquiera puede interpretar la Constitución como convenga. Sobre todo, después de una doctrina del shock como ha sido la crisis post pandemia. Los nuevos asesores, -a los que Fidel hubiese botado a patadas-, mantuvieron vivas las ideas, hasta que lo que antes era inaceptable, se volviera inevitable.

En medio de la Perestroika, una ciudadana soviética, de nombre Nina Adreyeva, escribió una carta a un periódico. Se sabe muy poco de ella, era una de los millones de militantes del Partido Comunista de la Unión Soviética y profesora, la carta cuestionaba las maravillas que cada día pregonaban en la televisión soviética sobre las reformas que se estaban haciendo, y decía ¨no puedo renunciar a mis principios¨. Fue un acto de resistencia. La publicación de la carta provocó una reprimenda al director del periódico, aunque los defensores de la Perestroika lograron aprovecharla para voltear el efecto: insultaron a la autora, y a los que pensaban como ella, la acusaron de conservadora, de inmovilista, que se trataba de una conspiración conservadora, y de que por culpa de personas como ella era que todo estaba tan mal, y que era el tipo de gente que no quería que nada mejorara, y que todo siguiera igual. Ante parte de la población soviética, encandilada con las promesas de la Perestroika, logró presentarse a la autora como el enemigo al que había que superar. La carta, al final, sirvió más a los impulsores de la transición al capitalismo, que tenían ya las riendas , que para los que aun defendían las ideas del socialismo, que estaban desorientados, desmoralizados y desorganizados. Esa es la guerra cultural y su efecto en un pueblo. ¿Qué hacer entonces?

En medio de esto, no podemos callar, aunque sea solo un gesto simbólico, y sirva para ser como las Ninas Andreyevas de estos tiempos, es nuestro derecho. Resistir, aunque sea solo como gesto moral. Vendrán nuevas circunstancias y nuevos episodios, nuevas intenciones de distraernos, nuevos avances y retrocesos. En estos tiempos en que aquellos que nos han empobrecido más que nadie, para que no pensemos en otra cosa que en como salir de la pobreza, ahora preparan una nueva estrategia: la de un país con dos bloqueos. Un bloqueo férreo para el Estado, y un bloqueo flexible para el sector privado. O sea, mantenerle el bloqueo a lo que sostiene el socialismo en Cuba y quitarle el bloqueo a lo que hace avanzar al capitalismo. Esos son los tiempos que nos ha tocado vivir. En medio de todo eso, cuando compañeros valiosos e insustituibles van desapareciendo, -como mismo ya no está Fidel-, al menos, queda la tranquilidad espiritual de haber sido de esos que se detuvieron a pensar en qué consistía el fidelismo, que no es la consigna hueca de repetir ¨Yo soy Fidel¨, y dijeron: ¨No puedo renunciar a mis principios. ¨


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