PAREDES DE PAPEL 33

PAREDES DE PAPEL 33

RelatosEroticosDRK

— ¡Te has colado por la terraza!, ¡esto es allanamiento de morada! —

le grité con indignación, sobreponiéndome al escaneo de su planta

física— Un asalto a mi intimidad…

«No me has dejado arreglarme para ti como tenía pensado,

¡cabronazo!», añadí internamente. «¡Dios, cómo me pone!», me dije,

sintiendo hipersensibles los pitones a los que se había referido y la

primera humedad en mi cueva.

— Pues claro que sí —contestó, acercándose a mí y tomándome por

mi estrecha cintura. Sus manos quemaban sobre mi piel—. Y más que

pienso asaltar tu intimidad… ¿Acaso creías que iba a venir como un

corderito a la hora que me esperabas, que íbamos a tener una cita?

— No… —dije, casi sin aliento, sintiendo cómo su portentoso paquete

se incrustaba en mi abdomen.

— Por supuesto que no. Esto es un “aquí te pillo, aquí te mato”, y eso

a ti también te pone más, ¿verdad?

— Joder, sí —confesé, rodeando su cuello con mis brazos y

restregando mi cuerpo contra su dureza—. Pero no me has dado

tiempo a arreglarme bien, y te has colado en mi casa…

— Ni falta que te hace andar poniéndote más cosas que te voy a quitar

enseguida. Mayca, eres un pibón con lo que sea, y era demasiado

tentador saltar la celosía para pillarte así…

— Uf, Fer, eres todo un vándalo… ¡Qué engañada tienes a tu madre!

—le solté, entregándome a su lujuria, tirando del cuello de su polo

para que se lo sacase por la cabeza y así poder disfrutar de su fuerte

torso desnudo.

— Si ella supiera… Y si tu marido supiera lo zorra que eres tú,

tirándote a un jovenzuelo cuando él no está…

«¡Touché!».

Su boca se lanzó a la mía, acomodando impetuosamente sus labios con

los míos y metiéndome la lengua hasta hacer que todo mi tanga se

mojara.

Sus manos recorrieron mi cintura y caderas hasta tomarme con firmeza

del culo, apretándomelo maravillosamente mientras su estaca me

imponía toda su dureza y tamaño en el bajo vientre.

Mis manos descendieron por su espalda, constatando su envergadura

hasta llegar a sus glúteos, redondeados y compactos, invitándome a

colar mis dedos por la cintura de su prieto pantalón y bóxer para

acariciar la suavidad de su piel, y aferrarme a la consistencia de tan

atractivos músculos.

La boca del joven abandonó mis labios, succionándome el cuello para

hacerme estremecer mientras sus manos ascendían por mi silueta,

llegando a apoderarse de mis globosos senos para magrearlos con

maestría. En menos de un minuto, ya los había liberado de la sugerente

prenda que apenas podía contenerlos, deleitándome con la calidez de

su tacto, continuando el apasionado masaje para hacerme jadear de

placer.

Mi lujuria no le fue a la zaga y, con pasmosa rapidez, mis dedos

desabrocharon su pantalón para conseguir bajarle sus dos prendas.

Enseguida sentí, libre ya de cualquier restricción, el tamaño de su

cálida, pétrea y cilíndrica polla incrustándose en mi abdomen, desde el

tanga hasta el ombligo.

«¡Por Dios, qué maravilla!», exclamé internamente, sintiendo la

humedad de la única tela que me quedaba puesta.

Hábilmente, mi asaltante se deshizo del calzado y la ropa que había

quedado en sus tobillos, atrapando con su boca, a continuación, mis

pechos con gula desmedida, dándose un festín que me llevó al delirio

mientras una de sus manos se colaba bajo el tanga para explorar la

cálida y lubricada gruta que le aguardaba.

— Aaahh… Me matasss, Fer… —dije entre suspiros.

Sus traviesos dedos perpetraron diabluras con mi clítoris, haciéndolo

vibrar mientras uno de ellos se adentraba en la angosta caverna,

produciendo un leve chapoteo delator de cómo me estaba derritiendo

con su saber hacer.

— Mmm… si sigues así me voy a correr…

Empezó a bajarme el tanga, recorriéndome los cachetes con las yemas

de sus dedos, colándose entre ellos para explorar su tersa piel interior y

recorrer, con una estremecedora caricia, el delicado y sensible camino

del perineo, partiendo desde el ano para finalizar en la vulva. Y todo

esto, sin dejar de amamantarse glotonamente, comiéndome las tetas de

tal modo que los pezones me ardían de puro disfrute.

— Dioss, Fer… ¡no puedo más! ¡Fóllame! —supliqué y ordené al

mismo tiempo.

— Qué ganas tenía de que me lo pidieras —susurró, dejando mi

empapado tanga junto a su ropa para, acto seguido, sacar una ristra de

condones del bolsillo de su pantalón.

— Mira que eres arrogante… —le dije—. Sí, joder, me tienes

chorreando, así que te lo vuelvo a pedir: ¡fóllame! Aunque creo que no

te hará falta todo eso…

— ¿Ah, no? —preguntó con una sonrisa burlona—. Voy a follarte

tantas veces como quiera, y no creo que gaste menos de tres de estos

—añadió, abriendo un preservativo para colocarlo sobre la punta de su

imponente v3rga.

Comprendí que no había entendido a qué me refería, pero no fui capaz

de articular palabra para sacarle de su error, pues me quedé embobada

contemplando cómo ese diestro muchacho enfundaba su portentosa

herramienta con el látex cuyo envoltorio indicaba XL, deslizándolo

por el tronco hasta la rasurada base, desenrollándolo con la destreza de

la práctica a la vez que enfatizaba el enloquecedor calibre que pensaba

endosarme.

— Uuufff… —suspiré.

Casi al instante, el cuerpo del informático se pegó al mío, haciéndome

sentir cómo el grueso glande incidía entre mis labios vaginales.

Permaneciendo muda por la impresión, facilité su acometida

separando ligeramente las piernas, lo que él aprovechó para cogerme

del muslo izquierdo y subírmelo hasta su cadera.

— Toma lo que querías, pibón —susurró en mi oído.

Con una arremetida de su cadera, su ariete se deslizó entre mis

humedades, abriéndose repentinamente paso por mi interior para

hacerme gritar de sorpresa y placer.

— ¡Aaaahhh!

Esa polla era como acero al rojo vivo clavándose en mis carnes,

abriéndome por dentro con un rastro de increíble goce a su paso. Y

cuando creía que ya iba a retirarse para una segunda embestida, volvió

a sorprenderme tomándome del otro muslo, alzándome a pulso y

empotrándome contra la pared a la vez que su lanza me perforaba,

profundizando aún más para incrustarse en mi matriz.

— ¡Oooohhh…! —grité sin mesura.

Un súbito y poderoso orgasmo sacudió todo mi cuerpo, convirtiéndolo

en una incandescente bengala que se alzó sobre las caderas de mi

amante, mientras mi coño, convertido en un hirviente géiser,

embadurnaba su pelvis con mis cálidos fluidos.

— Me encanta la facilidad con que te corres —me susurró Fer, en el

declive de mi clímax.

— Es que me pones malísima —confesé, recuperando la respiración—

. Me vuelve loca tu pollón… Me desencaja la intensidad con que me

follas, tan duro…

— No te mereces menos —contestó—. Eres una preciosidad de mujer,

con un cuerpo de diosa que incita al pecado y el sacrilegio. Eres una

hembra ardiente que siempre ha estado mal follada hasta que me has

dejado ponerle remedio… Y me daré el gustazo de seguir dándote lo

que, de verdad, necesitas.

Continuará

Report Page