Onyx

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Capítulo 35

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CAPÍTULO 35

Había esperado un montón de cosas. Como que tal vez quisiera que Daemon aniquilara una ciudad entera o robara un banco, pero ¿mutarlo? Si no hubiese estado sufriendo un dolor atroz, me habría reído de algo tan absurdo.

Will debió de notar lo que estaba pensando, porque puso mala cara.

—Tú no tienes ni idea de lo que eres capaz de hacer. ¿Qué importan el dinero y el prestigio cuando posees el poder para obligar a la gente a acatar tu voluntad? ¿Cuando nunca enfermas? ¿Cuando ningún humano ni ninguna forma de vida extraterrestre pueden detenerte? —Se le pusieron los nudillos blancos—. Tú no lo entiendes, niña. Sé que viste cómo tu padre sucumbía al cáncer, y estoy seguro de que fue horrible para ti, pero aun así no tienes ni idea de lo que se siente cuando tu cuerpo se vuelve contra ti, cuando cada día es una batalla simplemente para sobrevivir. —Se apartó de los barrotes—. Estar enfermo y a punto de morir cambia a las personas, Katy. Haré cualquier cosa para no volver a sentirme nunca tan débil, tan indefenso. Y creo que tu padre, si le hubieran dado la oportunidad, habría estado de acuerdo conmigo.

Me estremecí.

—Mi padre nunca… le habría hecho daño a otra persona…

Will sonrió.

—Tu ingenuidad es adorable.

No era ingenuidad. Conocía a mi padre, y lo que haría. Otra oleada de puro dolor me obligó a cerrar los ojos. A medida que retrocedía, surgió una sensación diferente.

Daemon estaba allí.

Dirigí la mirada rápidamente hacia la puerta, y Will se volvió con expectación, aunque no se había oído ni el más mínimo ruido.

—Está aquí, ¿verdad? Puedes sentirlo. —Su tono estaba teñido de alivio—. Todos sospechábamos de él, pero podíamos estar equivocados. Solo cuando Blake acabó con Adam y casi con Dee, pudimos confirmar que había sido Daemon.

Volvió a mirarme.

—Agradece que la cadena de pruebas acabe conmigo. Cuando terminemos con esto, todos saldremos bien parados. Si Nancy se entera de lo que hemos hecho, ninguno de vosotros saldrá de aquí esta noche. —Echó una mirada por encima del hombro—. Tienes que recordar una dirección. El 1452 de la calle Hopes en Moorefield. Allí encontrará lo que está buscando. Tiene hasta medianoche, luego habrá perdido la oportunidad.

Recordaba la dirección por la hoja de papel que había encontrado, pero aquello era un tema discutible, porque estaba segura de que Daemon iba a hacer pedazos a Will.

Justo en ese momento, las puertas dobles se abrieron y chocaron contra las blancas paredes de cemento. Daemon atravesó la entrada con la cabeza baja y los ojos brillantes. Incluso en mi estado, pude sentir el poder que irradiaba de él. No era un poder Luxen, sino humano: nacido de la desesperación y la pena.

Miró a Will y apartó el rostro rápidamente. Buscó mi mirada y la sostuvo. Una multitud de emociones cruzó su rostro. Intenté decir algo e inconscientemente quise acercarme a él. Aquel movimiento involuntario hizo que el ónice de las esposas entrara en mayor contacto con mi piel. Me estremecí en el suelo de la jaula, con la boca abierta en un grito mudo.

Daemon se lanzó hacia delante, pero no tan rápido como lo haría normalmente. Agarró los barrotes y luego apartó la mano con un siseo.

—¿Qué es esto? —Se miró las manos y luego de nuevo a mí. El dolor fracturó la luz de sus ojos.

—Ónice mezclado con rubí y hematita —respondió Will—. Una bonita combinación que no les sienta bien a los Luxen ni a los híbridos.

Daemon miró a Will.

—Voy a matarte.

—No, no lo creo. —Aunque Will había retrocedido, demostrando que no confiaba del todo en su plan—. Todas las entradas de este edificio están cubiertas de ónice, así que sé que no puedes canalizar tu poder ni utilizar la luz. También tengo las llaves de la jaula y las esposas. Y yo soy el único que puede tocarlas.

Daemon soltó un gruñido desde el fondo de la garganta.

—Tal vez no sea ahora, pero lo haré. Puedes estar seguro.

—Y tú puedes estar seguro de que estaré preparado cuando llegue ese día. —Will me miró, arqueando una ceja—. Ya lleva un rato ahí dentro. Supongo que entiendes lo que eso significa. ¿Acabamos con esto?

Daemon lo ignoró, se acercó al otro lado de la jaula y se arrodilló. Volví la cabeza hacia él y sus ojos examinaron cada centímetro de mi cuerpo.

—Voy a sacarte de ahí, gatita. Te lo juro.

—Por muy dulce que me parezca tu declaración, la única forma de sacarla de ahí es hacer lo que yo te diga, y solo disponemos de… —comprobó su Rolex— unos treinta minutos antes de que llegue la próxima ronda de agentes. Y, mientras que yo tengo toda la intención de dejaros ir a los dos, ellos no opinarán lo mismo.

Daemon levantó la cabeza, apretando la mandíbula.

—¿Qué quieres?

—Quiero que me mutes.

Se quedó mirando a Will un momento y luego soltó una tétrica carcajada.

—¿Estás mal de la cabeza?

Will entrecerró los ojos.

—No tengo que explicártelo todo. Ella sabe el motivo y puede ponerte al corriente. Quiero que me cambies. —Pasó una mano por encima de la jaula y agarró el manojo de cadenas—. Quiero convertirme en lo que es ella.

—No puedo mover la nariz y hacer que ocurra así sin más.

—Ya sé cómo funciona —repuso con desdén—. Tengo que estar herido. Tienes que curarme y yo puedo ocuparme del resto.

Daemon negó con la cabeza.

—¿Qué es el resto?

Una vez más, Will me miró y sonrió.

—Katy también puede aclararte eso.

—Vas a aclarármelo tú ahora mismo —gruñó Daemon.

—O no. —Will tiró de las cadenas y me doblé. Mi grito no fue más que un quejido, pero Daemon se puso en pie de golpe.

—¡Basta! —rugió—. Suelta las cadenas.

—Pero si ni siquiera has oído lo que te ofrezco. —Levantó las malditas cadenas y me ahogué en un mar de dolor.

Me desmayé unos segundos y, cuando desperté, vi a Daemon en la parte delantera de la jaula, con los ojos muy abiertos y llenos de desesperación.

—Suelta las cadenas —dijo—. Por favor.

Se me rompió el corazón. Daemon nunca suplicaba.

Will soltó las cadenas y me desplomé contra la jaula. El dolor seguía allí, pero no era nada comparado con lo que había sido segundos antes.

—Eso está mucho mejor. —Will se acercó a la jaula en la que había estado Mo—. Este es el trato. Mútame, y te daré la llave de la jaula. Pero no soy idiota.

—¿De verdad? —se burló Daemon.

Al hombre le tembló el labio.

—Tengo que asegurarme de que no vendrás a por mí cuando me marche. Y sé que lo harás en cuanto ella esté fuera de esa jaula.

—¿Tan predecible soy? —Sonrió, petulante, y su postura cambió, adoptando aquel aire arrogante tan característico en él; pero yo sabía que por dentro estaba en tensión y listo para actuar—. Creo que voy a tener que mejorar.

Will dejó escapar un suspiro de exasperación.

—Cuando me marche, no me seguirás. Disponemos de menos de veinte minutos para hacer esto, y luego solo tendrás otros treinta, más o menos, para ir a la dirección que le he dado a Katy.

Daemon me echó una mirada rápida.

—¿Esto es una búsqueda del tesoro? Me encanta.

«Siempre dándoselas de listillo —pensé—, incluso en las peores situaciones». Creo que era una de las cosas que me hacían quererlo.

—Puede ser. —Will se le acercó despacio y se sacó una pistola de la espalda. Daemon simplemente enarcó una ceja, mientras que a mí me dio un vuelco el corazón—. Tendrás que tomar una decisión después de sacarla de la jaula. Puedes venir a por mí o puedes conseguir lo único que siempre has deseado.

—¿El qué? ¿Un tatuaje de tu cara en mi culo?

Las mejillas de Will se tiñeron de rojo por la ira.

—A tu hermano.

Toda la arrogancia de Daemon se desvaneció. Dio un paso atrás.

—¿Qué?

—He pagado un montón de dinero para ponerlo en una posición de la que podría «escapar». Además, dudo mucho que lo busquen. —Will sonrió con frialdad—. Ha demostrado ser bastante inútil. Pero tú… tú, por otro lado, eres más fuerte. Tú tendrás éxito donde él ha fracasado una y otra vez.

Me humedecí los labios secos.

—¿Fracasado… en qué?

Daemon giró la cabeza bruscamente hacia mí, entrecerrando los ojos al oír mi voz, pero Will contestó:

—Llevan años obligándolo a mutar a humanos. Pero no ha funcionado. No es tan fuerte como tú, Daemon. Tú eres diferente.

Daemon respiró hondo. Will le estaba ofreciendo todo lo que siempre había querido: a su hermano. Nunca rechazaría algo así. Y se esforzaba por no mostrar ninguna emoción. Para Will, su rostro se mantuvo inexpresivo; pero yo reconocí la leve tensión en la mandíbula, la forma en que sus ojos parpadearon y la línea apretada de su boca. Estaba atrapado entre la euforia y la idea de que estaría creando a alguien que podría acabar destruyendo a los que amaba. Y alguien que estaría irrevocablemente ligado a él… y a mí. Si Daemon curaba a Will, sus vidas se unirían.

—Preferiría darte caza y romperte todos los huesos del cuerpo por lo que has hecho —dijo Daemon por fin—. Arrancarte la carne del cuerpo lentamente y luego hacértela tragar por hacerle daño a Kat. Pero mi hermano significa más que la venganza.

Will palideció, visiblemente afectado por aquellas palabras.

—Esperaba que tomaras esa decisión.

—Sabes que tienes que estar herido para que esto funcione, ¿no?

Will asintió con la cabeza y se apuntó a la pierna con la pistola.

—Ya lo sé.

Daemon parecía decepcionado.

—Estaba esperando ser yo el que infligiera los daños.

—Pues no va a ser así.

Lo que sucedió a continuación fue realmente macabro. Una parte de mí quiso apartar la mirada o ceder al dolor, pero no lo hice. Vi cómo Will echaba el brazo hacia atrás y luego, después de unos segundos, se disparaba en la pierna. No dijo absolutamente nada. Había algo raro en aquel hombre, aparte de lo obvio; pero luego Daemon le colocó una mano sobre el brazo. El ónice no bloqueó sus poderes curativos. Daemon podría haber dejado que se desangrara, pero el ónice le impediría sacarme.

Me desmayé de nuevo, incapaz de seguir luchando contra el dolor. Cuando recobré el conocimiento, vi a Will descorriendo el pestillo de la puerta de la jaula. Se acercó a mí, sin un solo rasguño, y abrió las cadenas. Las esposas cayeron de mis muñecas y casi lloro de alivio.

Will me miró a los ojos.

—Te sugiero que no le cuentes esto a tu madre. La mataría, ya lo sabes. —Sonrió, pues había conseguido lo que quería—. Cuídate, Katy.

A continuación, salió de la jaula y de la habitación. No sabía cuánto tiempo nos quedaba. No podían ser más de diez minutos. Intenté sentarme, pero me fallaron los brazos.

—Daemon…

—Estoy aquí. —Y ahí estaba. Entró con cuidado en la jaula y me ayudó a salir—. Te tengo, gatita. Ya se ha acabado.

Noté en sus manos la calidez curativa, que avivó las pocas fuerzas que me quedaban. Cuando me depositó sobre mis pies fuera de la jaula, podía sostenerme sola y le aparté las manos con suavidad. Sabía que no estaba al cien por cien de sus fuerzas después de curar a Will. Además, había agentes en camino y un tiempo limitado para llegar hasta Dawson.

—Estoy bien —susurré con voz ronca.

Daemon emitió un sonido profundo mientras me aferraba las mejillas y me cubría los labios con los suyos. Cerré los ojos y me hundí en aquella caricia. Cuando se apartó, los dos estábamos sin aliento.

—¿Qué has hecho? —pregunté, e hice una mueca al oír el sonido de mi voz.

Daemon apretó su frente contra la mía y sentí su media sonrisa contra mis labios.

—Para que la mutación funcione, ambas partes tienen que desearlo, gatita. ¿Recuerdas lo que dijo Matthew? No he puesto todo de mi parte, ya me entiendes. Eso por no mencionar que tenía que estar muriéndose o casi. Es probable que la mutación no haya surtido efecto. Por lo menos, no hasta el punto que él cree.

Me reí a pesar de todo y el sonido fue áspero.

—Eres un genio del mal.

—Soy un genio en general —respondió mientras me recorría con la mirada y entrelazaba sus dedos con los míos—. ¿Seguro que estás bien? Tu voz…

—Sí —susurré—. Me pondré bien.

Me dio otro beso, suave y profundo, que borró la mayor parte de las horas que había pasado allí; aunque estaba segura de que persistirían algún tiempo, resurgiendo de vez en cuando, como la mayoría de las cosas desagradables. Sin embargo, por un momento, no nos encontrábamos en un lugar tan horrible, no teníamos aquel reloj gigante marcando el inexorable paso del tiempo sobre nuestras cabezas y yo me sentía segura en sus brazos. Preciada, amada. Estábamos juntos. Dos mitades del mismo átomo que se habían reunido para formar uno solo que era infinitamente más fuerte.

Daemon suspiró contra mi boca y luego sentí que sus labios se curvaban en una sonrisa real.

—Ahora vayamos a buscar a mi hermano.

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